AFP y Concertación: una
colusión total
Felipe Portales
Lo que usted leerá a continuación lo dejará estupefacto. Incluso a mí, severo crítico del liderazgo de la Concertación desde hace años, me ha dejado profundamente asombrado y apenado. Es la historia de la reversión total de un conglomerado político en el cual tantos chilenos depositamos, algún día, nuestras ilusiones y esperanzas. Está referido al itinerario de las actitudes de los partidos de ‘centroizquierda’ chilenos respecto del Sistema de AFP; pero, evidentemente, constituye una muestra de postura más general sobre la herencia económica, social y cultural de la dictadura de Pinochet.
Comencemos por el principio. Los partidos del
conglomerado antecesor de la Concertación, integrados fundamentalmente en la
Alianza Democrática (recordemos que la fracción almeydista
del Partido Socialista (PS) formaba parte en ese entonces –con el Partido
Comunista (PC) y el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR)–
del Movimiento Democrático Popular), explicitaron una postura duramente crítica del conjunto de las “modernizaciones”
de la Dictadura. Esto es, de las instituciones económicas, sociales y
culturales expresivas de un neoliberalismo extremo que ella impuso,
particularmente a comienzos de los 80: privatizaciones de servicios públicos;
Plan Laboral; AFP; ISAPRES; LOCE; ley de concesiones mineras; ley de
universidades; virtual exención de impuestos a las grandes empresas;
legislación restrictiva de los colegios profesionales y de juntas de vecinos,
etc.
Crítica democratacristiana
en los años 80
En el caso del Sistema de Administradoras de
Fondos de Pensiones (AFP), que aquí detallamos,
existen testimonios irrefutables –además de los guardados en nuestra memoria–
de lo anterior. Especialmente de la posición crítica del partido que tenía
menos restricciones para un funcionamiento semiclandestino: el Partido
Demócrata Cristiano (PDC). Así, luego de un trabajo
de más de tres años de centenares de profesionales y técnicos
democratacristianos, organizados en comisiones y que culminaron en dos grandes
seminarios efectuados en 1983 y 1984 en locales de la Iglesia Católica, la
Democracia Cristiana publicó cuatro tomos donde desarrollaba un proyecto
alternativo para Chile, en que se incluían los principales ámbitos de la vida
nacional. En ellos, se planteaba un diagnóstico muy crítico de las “modernizaciones”
ya realizadas por la Dictadura; y se hacían propuestas generales de sustitución
de aquellas.
Respecto del sistema de seguridad social
impuesto por el Régimen, se señalaba: “En particular, nos parece necesario,
en primer lugar, terminar con el actual sistema previsional que permite que los
fondos previsionales sean administrados por administradoras privadas (AFP), y pasar a un sistema de reparto, como el que existía en la práctica en
el pasado. Las nuevas instituciones previsionales que se crearán en reemplazo
de las actuales, deberían ser administradas de un modo tal que aseguren una
participación activa de los trabajadores en la administración de sus
instituciones previsionales. El nuevo sistema previsional deberá tener un
fuerte énfasis en la solidaridad. Para ello, proponemos que una proporción
significativa de las cotizaciones previsionales de los trabajadores se destinen
a financiar los aumentos en las pensiones mínimas y los servicios básicos de salud.
Este carácter solidario asegurará un componente redistributivo al interior del
nuevo sistema previsional. Por último, y a diferencia del sistema previsional
antiguo, proponemos que las pensiones que son superiores a la mínima se
calculen tomando en consideración el total de los aportes previsionales que
haya realizado el trabajador a lo largo de su vida activa. De este modo, se
evitarán algunas situaciones de injusticia que se producían con el sistema
antiguo, el que consideraba sólo las imposiciones de los últimos meses antes de
jubilar”. (Seminario de profesionales y
técnicos humanistas cristianos, Proyecto alternativo; Tomo II, 1984, página 284).
Derechización de la
Concertación
Esta posición drástica fue aminorada en el
Programa Presidencial de la Concertación, cinco años después, respondiendo,
ciertamente, al proceso de derechización de su liderazgo, desarrollado a fines
de los 80, el cual fue crudamente reconocido por su ‘eminencia gris’, Edgardo
Boeninger, en un libro publicado en 1997 (Democracia en Chile. Lecciones para la
gobernabilidad; Editorial Andrés Bello). En él, su autor señaló
que dicho liderazgo experimentó una “convergencia” con el pensamiento
económico de la Derecha, “convergencia que, políticamente, el conglomerado
opositor no estaba en condiciones de reconocer”; y que “la incorporación
de concepciones económicas más liberales a las propuestas de la Concertación se
vio facilitada por la naturaleza del proceso político en dicho periodo, de
carácter notoriamente cupular, limitado a núcleos pequeños de dirigentes que
actuaban con considerable libertad en un entorno de fuerte respaldo de
adherentes y simpatizantes” (páginas
369/70).
De todas formas, ello se tradujo en propuestas
más progresistas de las que hoy postula la Nueva Mayoría (AFP estatal), proponiendo “Establecer tres tipos de AFP: las de administración
privada tradicional con representantes de los ahorrantes en el directorio; las
de propiedad de los ahorrantes y las de los grupos organizados de trabajadores.
Los trabajadores podrán optar por elegir la institución en que ahorran para la
vejez y, al mismo tiempo, serán partícipes activos del manejo de sus ahorros y
de una parte significativa de la economía nacional” (Bases Programáticas de la
Concertación de Partidos por la Democracia, página 39).
Efectos del Sistema
de AFP
A medida que se fue desarrollando el Sistema
de AFP, durante los años 90, sus graves efectos sobre la mayoría de los
trabajadores comenzaron a hacerse sentir, lo que fue crecientemente percibido
por estudiosos de la Concertación y de la Izquierda. Así, a fines de los 90
Jaime Ruiz-Tagle hacía un lapidario diagnóstico de cómo la falta de solidaridad
inter e intra generacional del Sistema de AFP iba perjudicando notoriamente a
los trabajadores, calculando que desde 1990 a 1997 el deterioro de los ingresos
de los pensionados en relación a los activos ¡llegaba a un 50%! (Ver Ruiz-Tagle, Evaluación
del Funcionamiento del Sistema Previsional en Chile. 1981-1999. Ponencia
del Seminario Salud y Seguridad en la América Latina del Siglo XXI; Ciudad de
México, 11 y 12 de octubre de 1999).
Posteriormente, en 2005, Manuel Riesco
señalaba que, de acuerdo a estudios del INP [actualmente, Instituto de Previsión Social (IPS)], los trabajadores recibirían como pensión un promedio del 50% de su
último sueldo, lo que era muy distinto a lo que se les había prometido con el
cambio del sistema; agregando “La abrumadora mayoría de los afiliados a las
AFP […] cotiza apenas dos o tres meses por año, en promedio. Sus
remuneraciones están entre cien y doscientos mil pesos mensuales y los saldos
acumulados en sus cuentas son muy pequeños. Esta situación es mucho más grave
aún en el caso de las mujeres. Con esos datos […] el problema
previsional de la abrumadora mayoría de la fuerza de trabajo no tiene solución
al interior del Sistema de AFP, por mucho que se lo intente mejorar” (Manuel Riesco, Trabajo
y previsión social en el gobierno de Lagos, en Gabriel Salazar y
otros: Gobierno de Lagos: balance crítico; LOM, 2005; página 64).
Millonarias utilidades
Luego, en 2012, el ex senador y presidente del
PDC, Ricardo Hormazábal, constataba fabulosas utilidades de las AFP, que más
que triplicaban las rentabilidades de los Fondos de Pensiones, “si aceptamos
como efectivas” la cifra de 9,2% dadas para estas últimas por el presidente
de la Asociación de AFP (Ricardo Hormazábal, El gran engaño: 30 años del Sistema de AFP;
Instituto de Asuntos Públicos, Universidad de Chile, 2012; página 51).
Y, recientemente, Manuel Riesco al presentar
un estudio de CENDA [Centro de Estudios
Nacionales de Desarrollo Alternativo], concluía que “el aporte de los afiliados y los subsidios del Fisco
son tres veces mayores a las pensiones que paga el Sistema” (Ver La increíble
estafa de las AFP explicada paso a paso; en El Mostrador,
03-11-2013).
Sin embargo, por otro lado, los gobiernos de
la Concertación se mostraban cada vez más conformes con el Sistema de AFP, así
como con el conjunto del sistema económico heredado de la Dictadura. Así,
cuando Ricardo Lagos obtuvo la mayoría absoluta en ambas cámaras, entre agosto
de 2000 y enero de 2002 (por los desafueros combinados
de Pinochet y Francisco Javier Errázuriz) nada hizo para reformarlo. Ni siquiera
accedió a la petición formulada por Ricardo Hormazábal, en 2005, de que
presentara un proyecto de ley para prohibir que las AFP, ISAPRES y compañías de
seguros pudiesen financiar campañas electorales (Ver Hormazábal, obra citada, página 88).
A su vez, Bachelet no sólo nada hizo para
sustituirlo, con la mayoría absoluta obtenida desde los inicios de su gobierno
(hasta que el PDC expulsó de
sus filas, a fines de 2007, al senador Adolfo Zaldívar), sino que lo consagró,
‘democráticamente’, al lograr la aprobación de una ley, en conjunto con la
Derecha, que incorporó una pensión básica solidaria a cargo del Estado, pero
que confirmó los rasgos esenciales –individualistas y favorables a los grupos
económicos– del Sistema de AFP.
Elite concertacionista en AFP
Peor, aún: en la década pasada empezaron a
proliferar los miembros de la elite concertacionista que, luego de ocupar altos
cargos públicos, entraban a los directorios de las AFP. Han sido los casos del
propio superintendente de AFP de Aylwin y Frei, Julio Bustamante (PDC), que llegó a ser presidente de AFP Magister (hoy, Plan Vital). De la superintendenta de Seguridad Social e intendenta de Santiago en el
gobierno de Lagos, Ximena Rincón, que llegó a ser directora de la AFP Provida
–la más grande del País– en 2006, ¡y que, en esa calidad, fue electa
vicepresidenta del PDC! Del diputado y senador (PS) José Antonio Viera-Gallo,
que fue también director de Provida en momentos en que se discutían reformas al
Sistema. Luego, del director de Presupuesto de Frei, Joaquín Vial, quien llegó
a presidente de la AFP Provida, en 2009. Y, también, del subsecretario general
de la Presidencia y de Telecomunicaciones de Frei, Jorge Rosenblut (PPD-Partido por la Deemocracia), quien llegó a ser
director de AFP CUPRUM.
Nombres claves en
las AFP
En la actualidad, hay cuatro directores de AFP
que tuvieron muy altos cargos durante los gobiernos concertacionistas: el
ministro de Economía de Bachelet y superintendente de Valores y Seguros de
Aylwin, Hugo Lavados (PDC), quien es presidente de
CUPRUM. La subsecretaria de Hacienda de Lagos, María Eugenia Wagner (PDC), quien es directora de la misma AFP. Y dos directores de la AFP Provida:
el ministro Secretario General de Gobierno de Lagos y embajador de Frei, Lagos
y Bachelet, Osvaldo Puccio (PS); y el ministro de Economía de Aylwin, Jorge
Marshall (PPD).
Pero, lo que atinge extremos inauditos de
colusión es que dichos directores no llegan a ser tales como fruto de intentos
de cooptación individuales efectuados por las AFP, como, seguramente, usted,
señor lector, creía hasta la fecha. No, ¡ellos son designados de entre una
larga lista de candidatos que se registran, permanentemente, en la
Superintendencia de Pensiones, con la aspiración de llegar a ser directores de
AFP! ¡Y en esa lista han estado decenas de ex ministros, ex subsecretarios y ex
altos cargos concertacionistas; particularmente, los más ligados al ámbito
económico! ¡Y están cuatro de los que han figurado como máximos consejeros
económicos del próximo gobierno de Michelle Bachelet: el ex ministro de Obras
Públicas de Bachelet, Eduardo Bitrán (PPD); el ex ministro del
Trabajo de Aylwin y de Transportes de Bachelet, René Cortázar (PDC); el ex ministro de Economía, Minería y Energía de Lagos y ex presidente
del Banco Central designado por Bachelet, José de Gregorio (PDC); y el ex superintendente de AFP de Lagos y de Valores y Seguros de
Bachelet, Guillermo Larraín Ríos (PDC)!
Si a lo anterior agregamos el dato consignado
por el ex presidente del PDC, Ricardo Hormazábal, de que las AFP aportan el 14%
de los financiamientos de las campañas de la Concertación (Ver El poder
político y económico detrás de las AFP; en El Mostrador,
04-07-2013), ¿puede haber una
esperanza razonable de que el próximo gobierno tenga la voluntad (la mayoría parlamentaria la tiene, con claridad) de hacer cambios profundos
del Sistema de AFP, que afecten tan grandes privilegios?
La era de las AFP:
Bolsa / Foto: Agencia Uno
En 2018, el periodista y director de Prensa de El Desconcierto, Sergio Jara Román, publicó el libro Piñera y los leones de Sanhattan (Editorial Planeta), una crónica periodística sin precedentes, que
devela el lado B del sistema financiero chileno, sus miserias y trampas, el
auge y caída de algunos de sus protagonistas y la sorprendente impunidad de
otros. En el capítulo tres de ese libro se abordan los inicios del Sistema de
AFP y su maduración, en los 90, una época en la que hacer negocio con los
fondos de pensiones, legales e ilegales, era pan de cada día. Gracias a
esos fondos, que hoy están en debate en el Congreso por el posible retiro del
10%, emergió la Bolsa de Comercio de Santiago y ‘Sanhattan’, el barrio
financiero de Chile que hoy aboga por mantener, tal cual, el sistema. Sin los
fondos de pensiones, el capitalismo chileno no se puede explicar ni sustentar. El Desconcierto publica, en exclusiva, un extracto del Libro, para
conocer mejor el tránsito histórico de los ahorros previsionales.
Para 1996, cuando Juan Bilbao llevaba dos años en
Estados Unidos brillando con luz propia y Leonidas Vial extendía su influencia
por todo ‘Sanhattan’, Juan Andrés Camus y Jorge Errazuriz se habían apropiado
del negocio de los fondos de inversión extranjeros y ya manejaban diez de
ellos. Pero, un año después, en 1997, la economía global comenzaría un rápido
proceso de enfriamiento, producto de la crisis asiática, que llevaría a los
grandes capitales mundiales a restringir sus inversiones en mercados pequeños,
desconocidos y poco desarrollados como el chileno. Los negocios de los fondos
de inversión extranjeros y las colocaciones de ADRs [American
Depository Receipts] entraron en su fase
terminal. La estrella que alumbraba a CELFIN parecía apagarse, abruptamente.
“Eduardo Aninat, el ministro de Hacienda de ese
entonces, dijo que no pasaría nada. Pero, la crisis llegó igual y en 1998 pegó
fuerte”, recuerda Camus. “Ahí,
vino una contracción y un cambio en el mercado de capitales chileno. Nosotros
mismos tuvimos que cambiar nuestro enfoque de estar haciendo negocios internacionales
y nos transformamos al mercado doméstico”.
Camus y Errázuriz, ya sin Mario Lobo, habían
adquirido una experiencia en el manejo de fondos de inversión que pocos tenían,
por ese entonces, en ‘Sanhattan’. Ya no podían atraer inversión extranjera para
seguir en eso, pero se les ocurrió una idea: levantar fondos nacionales con
inversionistas locales. A mediados de los años noventa, la nueva generación de
empresarios estaba llenándose los bolsillos de dinero. Pero, eran pocos. Era un
grupo compuesto por nuevos empresarios que habían sido los antiguos gerentes de
las empresas ahora privatizadas, como Roberto de Andraca, en CAP; Julio Ponce,
en SQM; Eduardo Fernández, en CHILQUINTA; y José Yuraszek, en ENERSIS. También,
había ex ejecutivos del Grupo Cruzat y uno que otro inversionista, como las
familias Luksic y Angelini, que hicieron negocios con empresas extranjeras
aprovechando el capítulo XIX del Banco Central; el que permitía cambiar deuda
casi incobrable, o de muy bajo valor, por acciones de empresas chilenas.
Ese grupo de empresarios la estaba pasando bien, en
los noventa. El Gobierno era amigable con sus negocios, nacía una clase media
ávida por consumir y, si sus empresas ganaban mucho dinero, siempre podían
recurrir a las empresas zombis para pagar menos impuestos. Era la década
de oro, para ellos. Pero, aun así, no representaban la masa crítica suficiente
para crear y consolidar el nuevo mercado de fondos de inversión local que
CELFIN quería. Había que buscar un nuevo tipo de inversionista, uno con
espaldas y dinero ocioso. Era el momento de que entraran en escena las AFP, el
sistema de ahorro previsional privado que había instaurado la Dictadura, en
1981, en reemplazo de un viejo y agonizante sistema de reparto.
La crisis de 1982, la misma que acabó con los
grandes grupos empresariales de Manuel Cruzat y Javier Vial, tuvo un efecto
inesperado en las AFP, instituciones que básicamente toman el 10 por ciento del
sueldo de sus cotizantes y lo invierten buscando rentabilizarlo para pagarles,
muchos años después, las pensiones.
En ese tiempo, a principios de los ochenta, las AFP
tenían las manos bastante atadas. Podían invertir, pero sólo en activos de
renta fija a largo plazo, es decir, de baja rentabilidad, lo que, para
cualquier gestor de inversiones con algo de ambición, y de esos hay muchos en
‘Sanhattan’, equivale a morirse de aburrimiento. Letras hipotecarias y
depósitos a largo plazo eran, por ese entonces, la mayor aventura que podía
vivir un operador de mesa.
Las inversiones en acciones estaban prohibidas para
las AFP en los comienzos de los ochenta. Y, en realidad, daba lo mismo, pues
los volúmenes transados en acciones eran bajos y riesgosos. Era el tiempo de la
renta fija, las transacciones de oro y, aunque por breve tiempo, de billetes y
cheques de viajero, un mercado en el que se suele decir que debutó y reinó
Leonidas Vial, en los 28 días hábiles que duró ese tipo de transacciones, en
1982.
Juan Andrés Camus, presidente de la Bolsa de
Comercio / Agencia Uno
“Desde que entraron en operación, en mayo de 1981,
las AFP contribuyeron a otorgar gran volumen, profundidad y liquidez al mercado
de instrumentos de renta fija. Entre 1981 y 1982 los montos operados en estos
valores aumentaron más de 10 veces, y pasaron de un 4,8 a un 21,5 por ciento
del movimiento bursátil. Desde entonces, las transacciones en valores de renta
fija continuarían creciendo, y su participación seguiría elevándose, hasta convertirse,
a mediados de la década, en el sector más importante de la actividad bursátil”, dice un libro que mandó a hacer la Bolsa, en
1993, para celebrar sus cien años (Couyoumdjian,
Millar y Tocornal: 534).
El poder que estaban ejerciendo las AFP en el mercado
era tal que, un año después, en 1983, los montos totales transados en renta
fija, que se explicaban en gran parte por las inversiones de los fondos de
pensiones, habían pasado de 21,5 a un 60,6 por ciento, cifra que comenzaría a
bajar a mitad de la década. La intermediación financiera, que no era más que
renta fija de corto plazo, llegó ese mismo 1983 a 35,6 por ciento y las
transacciones en acciones apenas tocaron el 3,9 por ciento. En otras palabras,
el mercado accionario estaba seco, muerto, no había mucho que hacer ahí. Pero,
en 1985 las cosas comenzarían a cambiar y las acciones, lentamente,
iniciarían su largo camino para convertirse en ese émbolo que toda bolsa de
valores quiere tener. Y las razones fueron varias.
Para 1985, cuando Camus, Errázuriz y Lobo hacían
sus primeras armas en el Grupo Matte, tanto en el Banco BICE como en la
flamante nueva corredora BICE CHILECONSULT, que había sido levantada en
sociedad con la poderosa Casa Rothschild, la crisis económica que había
comenzado tres años antes ya había pasado por su peor momento. Las carteras
vencidas de los bancos se estaban, de a poco, saneando y el capítulo XIX del
Banco Central comenzaba a atraer inversionistas extranjeros que, con sus
operaciones, activaban negocios locales. Pero, también pasaron dos cosas
más. Dos cosas clave.
Primero, comenzaron las privatizaciones de las
empresas del Estado. Eran compañías venidas a menos, por años de crisis
económica, cuyas acciones, puestas en circulación por el Gobierno, permitieron
que entrara una nueva masa de pequeños inversionistas a la Bolsa.
Ahora, trabajadores y empleados de esas empresas
podían acceder a pequeños paquetes de acciones, si renunciaban a sus bonos
anuales. Muchos de ellos no sabían muy bien qué significaba todo eso, pero lo
hicieron igual y con los años venderían a sus antiguos gerentes, quienes,
mediante los mismos mecanismos, se habían quedado con participaciones más
grandes.
Jorge Errázuriz, es socio de Camus en CELFIN / Agencia Uno
Esa política de la Dictadura fue conocida como
Capitalismo Popular y prometía entregarles parte de las empresas estatales a
los trabajadores. Pensada así, o no, lo concreto es que terminó dejando como
controladores a los antiguos gerentes de esas empresas, quienes, en las décadas
siguientes, junto a los corredores de bolsa, se convertirían en los sumos
sacerdotes de la economía chilena.
Lo segundo que pasó en 1985 fue que a las AFP se
les permitió invertir en acciones, como una forma de apoyar el proceso de
privatización. Lo hicieron, aunque con restricciones. No podían, por ejemplo,
invertir en empresas en las que una persona tuviera más del 20 por ciento de la
propiedad. Además, sólo podían comprometer el cinco por ciento del dinero de
sus fondos, que a diciembre de ese año llegaron a 283 mil millones de pesos.
Dadas esas reglas, sólo tres empresas cumplían con esas condiciones, por lo que
las AFP inauguraron la era de inversión en acciones con un tímido 0,01 por
ciento de todos sus fondos, es decir, unos 28 millones de pesos.
El grueso de sus inversiones se mantuvo en ese poco
sexy mercado de la renta fija.
“Los primeros efectos relevantes de las AFP en el
mercado se produjeron entre 1988 y 1989, cuando nuevas modificaciones legales
permitieron la inversión en sociedades más concentradas. En 1988, se amplía el
porcentaje de concentración al 50 por ciento y en 1989 se amplían los límites
de inversión en acciones de un mismo emisor desde un cinco a un siete por
ciento del fondo, o la sociedad emisora”, dice Jaime March, un exfuncionario de la Bolsa y actual asesor de empresas,
en un estudio que hizo sobre la materia, en 1992 (March: 5).
Los cambios repercutieron en 1991. Ese año, las AFP
ya contaban con 3,7 billones de pesos bajo administración y podían invertir en
las acciones de 49 sociedades anónimas. Así, una década después de que José
Piñera, el hermano de Sebastián, creara las AFP, el sistema previsional ya
había sufrido reformas que relajaron su política de inversión y permitieron que
acumulara una caja considerable. Era, por sí solo, el mayor inversionista con
el que un trader podía contar y el sueño de los operadores de mesa que
se habían pasado toda la década anterior aburriéndose en el mercado de renta
fija. Esos operadores, ahora, estaban listos para comprar acciones, venderlas y
comprarlas de nuevo, como si todo fuera parte de la ruleta de un gran casino de
juegos. La adrenalina de la Bolsa, del timbeo diario, podía olerse en el
ambiente. Había una larga lista de empresas a disposición y las AFP
aprovecharían esa nueva política para invertir compulsivamente en acciones.
En 1994, con 8,9 billones de pesos acumulados en
los fondos de las AFP, sus operadores de mesa invirtieron el 32,07 por ciento
en acciones que se transaban en la Bolsa, algo así como 2,8 billones de pesos,
marcando el punto más álgido, en términos porcentuales, de las apuestas de las
AFP en acciones hasta esa fecha. Los tímidos 28 millones de pesos de 1985
habían pasado, en menos de una década, a billones de pesos.
Esa era una fortuna que ningún empresario, viejo o
nuevo, se atrevía a apostar en bolsa, por entonces. Era, también, todo un
bálsamo para el mercado de valores que veía en las AFP al gran inversionista
que siempre había esperado y, en el fondo, el que corredoras como CELFIN
necesitaban. Con ese gran caudal de dinero ocioso, las AFP ya estaban listas
para transformarse en el motor aceitado que ‘Sanhattan’ requería para los
nuevos tiempos.
Aunque algunos, como Camus y Errázuriz, algo
olfateaban, la excitación por la plata fácil proveniente de las AFP era tal, en
los noventa, que pocos pudieron ver lo que estaba por pasar. Ambos se creían
los campeones del mundo y se habían transformado, quizás sin darse cuenta, en
la odiosa caricatura de yuppie que miraba para abajo a sus
competidores.
Para 1997, se les había acabado el negocio de los
fondos de inversión extranjeros y de colocación y arbitraje de ADRs. La crisis
asiática comenzaba a tener sus primeros efectos, por lo que decidieron seguir
haciendo lo mismo, pero ahora con fondos locales. Ahí fue cuando se encontraron
con las AFP y sus pocos preparados operadores de mesa que, con las manos llenas
de dinero, no sabían en qué ni cómo invertir.
“Empezamos a levantar plata de las AFP para
administrarla nosotros. Así fue como comenzó el dinamismo de los fondos de
inversión locales con plata de los fondos de pensiones”, recuerda Camus, sentado en una gran sala de reuniones
de BTG Chile, en el centro de ‘Sanhattan’. “Las AFP confiaron en nosotros,
porque algo de credibilidad teníamos, ya que contábamos con la experiencia de
administrar 10 fondos extranjeros con un track record razonable”.
Los fondos de inversión locales que administraba Celfin no eran más que, como lo dice su
nombre, fondos que reunían plata de varias inversionistas, entre ellos las AFP.
Con esa plata invertían en acciones chilenas, lo que les dio experiencia y el
volumen necesario para dar el salto y entrar directamente al negocio del
corretaje de acciones.
Así, en 1997 se compraron la corredora Gardeweg y
García y pasaron a llamarse CELFIN Gardeweg. Debutaron, ese año, en el puesto
número 15 del ránking de corredores de bolsa, pero Camus se ufana
diciendo que en sólo tres años la convirtieron en la primera corredora del
País, en montos transados. Es una afirmación temeraria, pues datos de la
Superintendencia de Valores y Seguros (SVS) de la época muestran que CELFIN Gardeweg era, en
realidad, la tercera corredora en montos transados en acciones en 2000, pero la
número 30, de 39 que operaban, en la intermediación de todos los valores que
mueve la Bolsa, es decir, renta variable, fija, monedas y fondos de inversión,
entre otros.
Gardeweg y García, en todo caso, no era una
corredora cualquiera. En abril de 1989 había sido multada en 800 UF por la SVS,
debido a que Pablo Branchi Branchi, uno de sus corredores de Valparaíso, se
había pasado los últimos cinco años recibiendo órdenes de compra de clientes
que terminaba anotando, en algunas ocasiones, a su propio nombre, en los
talonarios que enviaba a la matriz en Santiago. Así, Branchi cobraba por la
intermediación y, luego, vendía las acciones que estaban a su nombre.
En octubre de 1996, poco antes que CELFIN la
comprara, Gardeweg y García recibió otra multa. Esta vez sería por 120 UF, un
monto menor pese a la gravedad del hecho.
Un año antes, el 5 de julio de 1995, Fernando
Moncada Melet y Alejandro Reyes Miguel, gerente general y encargado de
inversiones, respectivamente, de AFP Protección (en 1998, pasó a manos de AFP Provida), llamaron por teléfono a Maximiliano Vial, un desconocido trader de
Gardeweg y García, y le pidieron que intermediara en la compra de 100 mil
acciones, para cada uno, del Security Holdings S.A.
Eran unos 70 millones de pesos que ponían para
comprar un pedacito de ese grupo económico que ya había sido estudiado en
detalle, precisamente, por un analista de AFP Protección. El mismo 5 de julio,
Moncada también le dijo a Vial que comprara casi dos millones de acciones del
Security para la AFP, en 677 millones de pesos, operación que había nacido tras
la recomendación del analista y que fue visada por el comité de inversiones.
Comprar acciones del Security, entonces, se había
vuelto una apuesta atractiva y segura para los fondos de pensiones, por lo que
acompañar esa operación con plata propia no parecía mala idea.
Los corredores sabían, y lo saben aún, que cuando
una AFP desembolsa grandes cifras de dinero para comprar una acción, esa acción
sube de precio. Por lo que adelantarse, aunque sea un segundo, a la compra de
la AFP, valorizará la compra antes hecha por ese trader. Pero, para
adelantarse a la AFP hay que contar con información y ocuparla. A aquello se le
denomina información privilegiada y es un delito, pues supone una ventaja
indebida.
Las tres operaciones de compra se concretaron ese 5
de julio, a las 11.49, en órdenes sucesivas y fueron calificadas por la SVS
como uso de información privilegiada, en el CASO de los ejecutivos de la AFP.
Ellos debían abstenerse de ocupar la información de la administradora de fondos
de pensiones, tanto por conocerla previamente en el comité de inversiones, como
por los cargos que ostentaban.
A Gardeweg y García se le multó por no dejar
constancia de las órdenes especiales impartidas por los ejecutivos de la AFP y
por no indicar en las fichas de la operación la relación entre Moncada y la
corredora. En el fondo, como Gardeweg no dejó registros debidamente
establecidos, los dos ejecutivos de la AFP pasaban por cualquier tipo de
cliente.
Ese fue, quizás, uno de los primeros casos
relativamente públicos en el que se advirtió y sancionó el uso de información
privilegiada con los fondos de pensiones de por medio. Lo curioso de aquello es
que, no mucho tiempo después, Fernando Moncada, Alejandro Reyes y Maximiliano
Vial, terminarían trabajando en CELFIN. Los últimos dos, incluso, como socios
de Camus y Errázuriz. Recientemente, crearon su propia administradora de fondos
y corredora de bolsa: Toesca.
Como sea, cuando Camus y Errázuriz compraron
Gardeweg y García y crearon su propia corredora de bolsa, allá por 1997,
comenzaron a romper con todos los esquemas y los acuerdos de caballeros que había,
hasta ese entonces, en el club de amigos que era la Bolsa de Comercio de
Santiago, cuyo líder era Leonidas Vial, el principal competidor de CELFIN.
Portada libro Piñera
y los leones de Sanhattan.
* Este texto forma parte del tercer capítulo del libro Piñera y los leones de Sanhattan, del
periodista Sergio Jara Román.
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