miércoles, 18 de noviembre de 2020

Camilo Cienfuegos descripto por el argentino Ernesto Che Guevara Noda, Capote mártires revolucionarios cubanos Mr. Biden devuelva Guantanamo ya a los cubanos y levante el bloqueo genocida Chaubloqueo museo Che Guevara Buenos Aires Eladio González toto

 













A 62 AÑOS DE LA REVOLUCION CUBANA:   ¡ HONOR Y GLORIA ! 

CAMILO CIENFUEGOS. [*]          Por Ernesto Che Guevara. 

EL RECUERDO es la forma de traer al presente y de revivir lo que ya ha pasado, o lo que está muerto. Recordar a Camilo es significar lo pasado, o lo muerto, y Camilo es presencia viva de la Revolución Cubana, inmortal por naturaleza. Quiero simplemente dejar a nuestros compañeros del Ejército Rebelde alguna semblanza de quién era el guerrillero invicto; y puedo hacerlo porque siempre estuvimos unidos desde las tristes horas del primer desastre de Alegría de Pío; y debo decirlo porque más que mi compañero de lucha, de alegría y victorias, Camilo era de verdad un hermano. 

No lo llegué a conocer en México, se incorporó a último momento, venía de los Estados Unidos, sin una recomendación previa y la gente dudaba de él, como se dudaba de todo el mundo en aquella hora azarosa. Vino en el ''Granma'' como una cosa más entre las ochenta y dos cosas que, a merced de los elementos, cruzó el mar __para traer un nuevo acontecer en América. Conocí a Camilo antes de conocerlo por una exclamación que era un símbolo; fue en el momento del desastre de Alegría de Pío. Yo estaba herido, tirado en un claro y a mi lado un compañero se desangraba disparando sus últimos cartuchos para morir peleando. Se oyó un débil grito: "estamos perdidos, hay que rendirse". Y una voz viril que no identifiqué sino como la voz del pueblo, gritó desde algún lugar: "Aquí no se rinde nadie , carajo." [**] 

Pasó aquello, salvamos la vida, la mía personal gracias a la intervención del compañero Almeida y vagamos cinco hombres por los acantilados cercanos a Cabo Cruz. Allí, una noche de luna, encontramos a tres compañeros más, dormían plácidamente sin temor a los soldados y los sorprendimos creyendo precisamente que eran enemigos, no pasó nada, pero serviría después de base a un chiste mutuo que nos hacíamos; el que hubiera estado yo entre los que lo sorprendieran, pues otra vez me tocó levantar bandera blanca para que la gente no nos matara, confundiéndonos con batistianos.

Seguimos 8, Camilo tenía hambre y quería comer; no le importaba cómo ni dónde, simplemente quería comer, tuvimos fuertes ''broncas'' con Camilo porque quería constantemente meterse en los bohios para pedir algo y, dos veces, por seguir los consejos del ''bando comilon'' estuvimos a punto de caer en las manos de un ejército que había asesinado allí a decenas de nuestros compañeros. Al noveno día, la parte ''glotona'' triunfó;  fuimos a un bohio, comimos y nos enfermamos todos, pero entre los más enfermos, naturalmente, estaba Camilo, que había engullido como un león un cabrito entero. 




En aquella época, yo era más médico que combatiente, le impuse un método de comida y además que se quedara en un bohio resguardado y atendido. Aquello pasó y nos juntamos nuevamente, los días se juntaron en semanas y meses, valiosos compañeros quedaron en el camino; Camilo fue imponiendo sus condiciones hasta convertirse en el teniente de la vanguardia de nuestra única y querida columna, que luego sería la número 1 ''José Martí'', comandada personalmente por Fidel; Almeida y Raúl eran capitanes allí, Camilo teniente de la vanguardia, Efigenio Amejeiras de la retaguardia, Ramiro Valdes, teniente de uno de los pelotones de Raúl, Calixto soldado en otro, en fin, todas nuestras fuerzas nacieron allí donde yo era teniente médico. Posteriormente, después de Uvero, se me dio el grado de capitán y a los pocos días, el grado de comandante al mando de una Columna. Seguimos nuestra vida como columna independiente y, un día, Camilo pasó como capitán a la Columna que yo comandaba, la cuatro, que llevaba este número para engañar al enemigo, pues le correspondía el dos. Camilo inició allí su nueva carrera de proezas, con una actividad infatigable y un celo extraordinario se movilizaba una y otra vez en todos los sentidos cazando guardias. Una vez mató el soldado de la vanguardia enemiga y el fusil que este llevaba lo recibió en el aire sin que tocara el suelo, tan cerca estaba de él. Otra vez su plan era dejar pasar el primero hasta que estuviera a su altura, y abrir fuego de costado en una emboscada que no se realizó como él quería porque alguien tuvo menos nervios y disparó algunos metros antes. Ya Camilo era Camilo, señor de la vanguardia, guerrillero completo que se imponía por esa guerra con colorido que sabía hacer. 



En el segundo ataque a Pino del Agua, recuerdo mis angustias, Fidel me ordenó que me quedara con él y que dejara a Camilo la responsabilidad del ataque por uno de los flancos. La idea era sencilla, Camilo debía atacar y tomar un extremo del campamento y después sitiarlo, pero llegó el huracán y él y sus soldados tomaron la posta y siguieron avanzando, metiéndose en el poblado, matando y aprisionando cuanto encontraban a su paso. Fueron conquistando casa por casa, hasta que al final se organizó la resistencia del enemigo y una lluvia de plomo empezó a mermar nuestras filas en las que grandes compañeros como Noda y Capote, dejaron allí sus vidas.

El ametralladorista iba avanzando con la tropa, pero en un momento dado se encontró en medio del huracán de fuego y con sus sirvientes muertos, dejando la ametralladora; ya era de día,  el ataque se había iniciado de noche; Camilo se precipitó sobre la ametralladora para defenderla y salvarla, dos balas le dieron, una le atravesó el muslo izquierdo y la otra le perforó el abdomen; salió de allí y sus compañeros se lo llevaron; a dos kilómetros de él, con el enemigo de por medio, escuchábamos nosotros al rato una ametralladora mientras gritaban: ''ahí va la de Camilo... Ahí van balas de Camilo'', y vivas a Batista, todos pensamos que Camilo había muerto; después celebrábamos su suerte pues la bala había entrado y salido por el abdomen sin interesar los intestinos ni ningún órgano vital. Llegaron los días trágicos del 9 de abril y Camilo el precursor, fue a crear su leyenda en los llanos de Oriente, constituyéndose en el terror de las fuerzas que se movilizaban en la zona de Bayamo. Una vez estuvo cercado por seiscientos hombres, ellos eran veinte y resistió un día entero el acoso hasta de dos tanques, para irse por la noche en una forma extraordinaria. Vino luego la ofensiva y ante la inminencia del peligro y la concentración de las fuerzas, se llamó a Camilo, que era el hombre de confianza que Fidel dejaba en su lugar, cuando iba a atender un frente determinado. Después viene la historia maravillosa de la invasión y su cadena de victorias en el llano de Las Villas, difíciles por la poca seguridad del terreno, magníficas por su audacia y al mismo tiempo se veía ya el sentido político de Camilo, su decisión en los problemas revolucionarios, sus fuerzas y su fe en el pueblo. Camilo si era alegre, era dicharachero y burlón,  recuerdo que en la Sierra, a un campesino, uno de nuestros grandes héroes anónimos, magnífico, le tenía puesto un apodo que se lo decía con un gesto infame; un día vino a verme como jefe de la Columna para decirme que él no podía ser insultado, que él no era ningún ''ventrilogo''. Como no entendí fui a ver a Camilo para explicar un poco esa actitud tan extraña, y es que Camilo lo miraba con un aire tan despectivo y le aplicaba la palabra "ventrilogo'', que el campesino interpretaba como un insulto de terrible magnitud.



Tenía un fogoncito especial para cocinar gatos y ofrecérselo como manjar a los que venían a incorporarse, era una de las tantas pruebas de la Sierra, y mucho más de uno quedó en ese examen preliminar al negarse a comer gato. Camilo era un hombre de anécdotas, de mil anécdotas, las creaba a su paso con naturalidad; unía su desenvoltura y su aprecio por el pueblo a su personalidad, eso que ha veces hoy se olvida y se desconoce, eso que imprimía el sello de Camilo a todo lo que le pertenecía, el distintivo precioso que tan pocos hombres alcanzan de dejar eso suyo, en cada acción, y cierto, ya lo dijo Fidel, no tenía la cultura de los libros, tenía la inteligencia del pueblo que lo había elegido entre miles para ponerlo en ese lugar privilegiado a donde llegó con golpes audacia, con tesón; con inteligencia y con devoción, sí,  porque Camilo era un devoto de la lealtad que la usaba en dos grandes líneas con el mismo resultado: tan devoto de la lealtad hacia Fidel que encarnaba como nadie y era devoto de la lealtad del pueblo; pueblo y Fidel marchan unidos y así marchaban unidas las devociones de Camilo. ¿Quién lo mató? ¿Quién liquidó su cuerpo físico que en la vida de los hombres como él tienen su más allá en el pueblo? No acaban mientras el pueblo no lo ordena. Lo mató el enemigo, lo mató porque quería su muerte, lo mató porque no hay aviones seguros, porque los pilotos no pueden adquirir toda la experiencia necesaria, porque tenía que volar sobrecargado de trabajo para estar en pocas horas en La Habana, y lo mató  su carácter. Camilo no es que midiera el peligro, lo utilizaba como juego, jugaba con él, lo toreaba, lo atraía y lo manejaba, y en su mentalidad de guerrillero no podía una nube detener o torcer una línea trazada, fue allí cuando todo un pueblo lo conocía, lo admiraba y lo quería, pudo haber, pudo haber sido antes y su historia sería la simple de un capitán guerrillero; habrá muchos Camilos, dijo Fidel, y hubo Camilos, puedo agregar, Camilos que acabaron su vida antes de completar el ciclo magnífico que él ha cerrado para entrar en la historia; Camilo y los otros Camilos, los que no llegaron y los que vendrán, son el índice de la fuerza del pueblo, son la expresión más alta de lo que puede llegar a dar una nación en pie de guerra en su defensa de sus ideales más puros y con la fe puesta en la consecución de sus metas más nobles. Queda tanto por decir para encasillarlo, para aprisionarlo en moldes, es decir, matarlo; dejemoslo así en líneas generales, sin ponerle ribetes precisos a su ideología socio - económica, la que no estaba perfectamente definida, pero si recalcamos siempre que no ha habido ni antes de la guerra de liberación un hombre comparable a Camilo, revolucionario cabal, hombre de pueblo, artífice de esa Revolución, que hizo la nación cubana para sí, no podría pasar en su cabeza, la más  leve sombra del cansancio o de la decepción. Camilo, el guerrillero, es artículo permanente de evocación cotidiana, es el que hizo esto o aquello, una cosa de Camilo, el que puso su señal precisa e indeleble a la Revolución Cubana, el que está presente en los otros que no llegaron y en aquellos que están por venir, en su renuevo continuo e inmortal, Camilo es la imagen del pueblo. 

REVISTA VERDE OLIVO,           12 de febrero de 1961.

 [*]   CHE PERIODISTA. Editorial ''Pablo de la Torriente Brau'', 1988.

UNIÓN DE PERIODISTAS DE CUBA. 

[**]    Después supimos por el Cmdte Raúl Castro Ruz que fue el Cmdte Juan Almeida Bosque quién pronunció esas históricas palabras.