viernes, 22 de junio de 2007

Chile Salvador Allende como lo derrocaron Venezuela Hugo Chávez como quiere derrocarlo EEUU



Como derrocaron a Allende
por Eleazar Díaz Rangel


En reiteradas oportunidades, el presidente Chávez y altos funcionarios han alertado sobre los planes desestabilizadores, e incluso de magnicidio, que se estudiarían en Washington. Más recientemente denunció lo que se ha llamado "el golpe suave". Naturalmente, la oposición siempre se muestra descreída, responde que se trata de maniobras diversionistas, y piden pruebas de los planes de magnicidio.

A la Casa Blanca no le interesa tanto lo que Chávez hace en Venezuela, y ni siquiera lo que dice que hará, tanto como la influencia que está ejerciendo y puede ejercer en América Latina. Los movimientos de izquierda crecen en toda la región, incluso en países donde pierden elecciones como México y Perú. Es aterrador ese panorama.

Ellos están claros; por eso en 1973, cuando se planeaba el derrocamiento del presidente Salvador Allende, Henry Kissinger, asistente de seguridad del presidente Nixon, justificaba el golpe por los efectos que tendría el gobierno de Allende en los países limítrofes e incluso en los países del eurocomunismo. "Es más peligroso que Castro".

A esas razones políticas agréguele usted un factor determinante: las reservas de petróleo en Venezuela, y entonces habrá menos motivos para dudar de las intenciones, propósitos y planes de Washington. Y a propósito, ¿cuántos paracos y expertos francotiradores y explosivistas han entrado a Venezuela en las últimas semanas? Lo que van a leer a continuación no son especulaciones de la izquierda chilena ni producto del periodismo de investigación, ni denuncias políticas, son extractos de los 24.000 documentos secretos de la CIA, el Departamento de Estado y otras dependencias del Gobierno de EEUU, desclasificados por ordenes de Clinton "para compensar en parte el daño causado a Chile", y procesados por Peter Kornbluh y Patricia Verdugo en sus libros Pinochet: los archivos secretos y Allende, cómo la Casa Blanca provocó su muerte.










4 sept 1970. Gana Allende las elecciones; 15 sept, reunión en la Casa Blanca: Donald M. Kendall, presidente de la Pepsi, Agustín Edwards, dueño de El Mercurio, y el presidente Nixon, quien había sido empleado de Kendall, deciden enfrentar a Allende; ese mismo día, Nixon reúne al fiscal John Mitchel, a Kissinger y al jefe de la CIA, Richard Helms, quien resume la reunión en sus escuetas notas: 10 millones de dólares, por lo pronto; disponer de los mejores hombres, hacer aullar la economía chilena, no importan los riesgos, presentar plan en 48 horas.

Antes de la toma de posesión, se le hizo saber a Frei que "no dejaremos que le llegue una sola tuerca o tornillo a Chile si Allende se hace con el poder. Haremos cuanto esté a nuestro alcance para condenar al país y a sus habitantes a las privaciones y la pobreza más absolutas".

Planifican el secuestro del jefe del Ejército, el general Schneider; la CIA entregó 50 mil dólares y seis metralletas para la operación. Lo trasladarían a Argentina, se anunciaría su desaparición, los militares acusarían a la izquierda; ante la situación, el presidente Frei renunciaría, asumiría una Junta Militar que disolvería el Congreso.

Pero Schneider fue muerto y el plan fracasó.

Ante la insistencia de Washington, el embajador en Chile, Edgard Korry, responde el 12 sept: "...Es evidente que los militares no harán nada en absoluto para evitar la llegada de Allende al poder", pero como Kissinger insiste, le escribe. "Estoy convencido de que no podemos provocar un golpe de Estado", y Viron Vaky, asesor de K, lo reafirma: "Es imposible llevar a cabo una acción militar. No tenemos la capacidad necesaria para motivar un golpe de Estado" (14 sept) La CIA tuvo paciencia.

Fracasado el intento de impedir la toma de posesión, Nixon comentó a Ron Zeigler, su secretario de prensa: "Es cierto que le ordené a Korry que lo hiciera, pero fracasó, el muy… Ese era el principal problema al que tenía que enfrentarse: debió haber evitado que Allende se hiciera con la presidencia".

17 nov. Memorando de Kissinger a Nixon: 1. Acción política para dividir y debilitar la coalición de Allende; 2. Mantener y ampliar contactos con militares chilenos; 3. Ofrecer apoyo a grupos y partidos opositores; 4. Ayudar a ciertos periódicos y utilizar otros medios de comunicación en Chile, y 5.Utilizar medios de comunicación seleccionados (en América Latina, Europa y otras partes) para destacar la subversión del proceso democrático de parte de Allende y la intervención de Cuba y la URSS en Chile".

19 nov. Kissinger con los jefes de la CIA: Cuando William Broe propuso inyectarle dólares a los "más moderados", Kissinger respondió: "Si Allende se presenta como moderado, ¿por qué no apoyar a los extremistas".

Posteriormente acuerdan algunas tareas: Financiar a 18 periodistas enviados especiales a Chile para que escriban sobre el inminente colapso; la CIA influyó en 726 artículos contra Allende en diarios de América Latina. Recomendaciones a ITT, Ford, Anaconda Copper, Bank of America, para que emprendan acciones que debiliten la economía chilena. El Banco Mundial, que dio 31 millones a Frei entre 1969 y 1970, no le dio un centavo al gobierno de Allende.

Estudiar la posibilidad de expulsar a Chile de la OEA.

Desarrollo de guerra sicológica, campaña de rumores, "ir a los bares y hacer correr al menos tres rumores al día".

En 1971 se acordó, por órdenes de Nixon, otros 700 mil dólares a El Mercurio, "más si es necesario". La ITT le hizo otros pagos directos. "La CIA gastó más de un millón y medio de dólares para apoyar a El Mercurio".

En 1973 "se registraba un acto terrorista cada 10 minutos en algún lugar del país"; Patria y Libertad se organizó cuadra por cuadra en primeros auxilios, autodefensa, uso de armas, fábricas de molotov, fondos de la CIA al Partido Demócrata Cristiano y al Partido Nacional para que adquieran sus propias radioemisoras y diarios.

La acción ante los militares comienza a dar frutos. Un informe de la CIA a Washington registra: "Altos oficiales del Ejército de tierra, la Armada y los Carabineros han decidido derrocar al gobierno chileno durante la primavera de 1972". Todavía debieron esperar varios meses.
Desmoralizada llegó Condoleezza Rice a Washington. Toda llorosa le echó el cuento al presidente Bush de lo que le había pasado en Panamá con el discurso de ese maluco de Nicolás Maduro. Ni el Canciller de El Salvador la acompañó.

A Bush le recordaron una consigna cuando Cuba fue expulsada, y le dijo: "No te angusties, Condy, con OEA o sin OEA ganaremos la pelea".
Como los estudiantes de Comunicación Social estuvieron muy activos en las manifestaciones pidiendo libertad de prensa, es la oportunidad para que sus escuelas abran una investigación que les permita comparar cómo era esa libertad en los años de Pérez Jiménez, de Betancourt, de Lusinchi, etc, y cómo es ahora.

La primera pregunta es cómo fue ese proceso de maduración, si es que lo hubo, en las universidades privadas que después se expresó en las nutridas manifestaciones estudiantiles, y la segunda, cuál fue el entrenamiento del grupo de jóvenes que sorprendió al país con sus frescos y coherentes discursos en la Asamblea Nacional.

Fuente: Últimas Noticias
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Dinero, hay; ideales, faltan
por José Steinsleger
El subdesarrollo político de América Latina adquiere expresión acabada en la izquierda caviar, antes que en la derecha retrógrada y fascista. La derecha es clara y recurre a la brutalidad, que es lo suyo. Pero la izquierda con chapa en la puerta de la cultura aseguran que en nuestros países hay "desencanto con la democracia. ¿Desencanto? Miriadas de latinoamericanos están encantados con la democracia. Cuba es vista como ejemplo, la revolución bolivariana goza de buena salud, Bolivia y Ecuador eligieron gobernantes antimperialistas, en Chile se forja una generación de rebeldes menores de 18 años, Paraguay y Colombia prometen tener gobernantes populares y en México las elecciones demostraron que algo más de la mitad más uno lucha por un país en el que la política deje de ser nicho de los negocios.

Qué paradoja. Cuarenta años atrás, la derecha lamentaba que las juventudes patrióticas escogieran el camino de las armas para impulsar cambios estructurales. Y hoy, cuando los pueblos escogen el camino de las urnas, también se queja. Conclusión: para la derecha, la democracia es una piedra en el zapato. Ni por métodos violentos, ni pacíficos, le interesa cambiar nada.

En tanto, la izquierda caviar tampoco parece interesarse en algo más que una cultura condicionada, prefabricada y adulada por escritores "progre" que, con sus rebeliones de mercado cuidadosamente delimitadas, cabría llamar "funcionales". Desde luego, lo que les importa a las dos es cerrar el paso al "populismo radical".

Menuda tarea tendrán. Pues la derecha fascista y la izquierda caviar saben que ya no basta con sembrar el terror para aplastar, como antes, organizaciones sin pueblo o grupos de insurgentes alzados en armas.

¿Qué hacer? La una aprueba leyes "antiterroristas", criminalizando la lucha social. Y la otra, persuadida de que la corrección formal en el escribir y el vestir son garantía de seriedad, admira cuanta novedad editorial aparece en el mercado, olvidando que sus maestros practican la extrema vigilancia de su oficio, única manera de no anunciar que la Tierra es redonda con estilo más o menos aceptable.

Nada de lo apuntado es de hoy. En el proceso de emancipación e independencia, las juntas patrióticas reunieron a "cultos" y "bárbaros". De la pregunta uno, ¿qué clase de país formar?, se pasó a la dos: ¿quiénes eran el país? Y a la tres: ¿con quiénes se hace un país? Y a la cuatro: ¿con los cultos que sabían de jurisprudencia y proclamaban en latín la libertad, en tanto se la negaban a indios, mestizos, negros y mulatos?

Con Hidalgo, Morelos, Morazán, Bolívar y Juárez, los pueblos respondieron a esas preguntas, lidiando con los Santa Anna, Maximilianos y Porfirios de nuestra América. Y con Zapata, Cárdenas, Sandino y el Che conocieron la trampa del pacto neocolonial: ustedes compran nuestras mercancías, y nosotros vuestras materias primas. No se unan. No formen un mercado interno. Nosotros somos el "progreso" ("globalización" de entonces).

Las oligarquías latinoamericanas admiraron y copiaron lo mejor de la Constitución estadunidense. Pero luego de aplastar los proyectos de unidad continental, abrazaron las formas de "independencia" coherentes con sus intereses. No las del capitalismo real, basado en la industria, sino la feudal de los anglosajones del sur que no querían un país (un mercado interno), porque basaban su prosperidad en el monocultivo, la esclavitud y la exportación de productos primarios.

Tal es el pasado que hoy niegan los pueblos de América Latina. No el mítico de la "Historia", sino el que en México nos ha conducido al caos, a la miseria sin solución, a la debacle social y a la violencia sin fin en la que el narcotráfico parecería ser el único grupo económico en defender la soberanía nacional, en el marco de la criminal política impuesta por Washington: que los mexicanos se maten entre mexicanos, mientras ellos discuten si Paris Hilton merecía o no ser condenada por conducir sin licencia.

Dinero para crear un gran mercado interno, no falta. El dinero está. Según el economista brasileño Theotonio Dos Santos, las reservas de Brasil ascienden a 106 mil millones de dólares; México tiene 68 mil millones; Argentina, 35 mil millones; Venezuela, 34 mil millones; Chile, 19 mil millones, y Colombia, 16 mil millones.

Dos Santos señala que si los países dejasen de juntar su plata en dólares (causa final del odio oligárquico a Chávez) y de pagar intereses a Estados Unidos "... tendremos un decisivo vuelco en la economía mundial".

El Banco del Sur, puesto en marcha por algunos países de América, podría ser el camino para este cambio que permita invertir las reservas en investigación y desarrollo, compra de maquinarias de alta tecnología, disminución efectiva de la pobreza, generación de empleo digno y creación de una infraestructura moderna en nuestros países.

Pero como bien dice Theotonio, "... la principal limitación es la estrechez mental y moral de nuestra clase dominante. Es mucho más fácil recibir un buen sueldo de las multinacionales, y sobre todo de los bancos internacionales, que luchar por un cambio fundamental de nuestra realidad..."

Fuente: La Jornada