domingo, 24 de junio de 2007

Cuba Ingestigadores Creación Formación Desarrollo Capital Humano Socialismo Revolución Cubana

















LA ECONOMIA DEL CONOCIMIENTO Y EL SOCIALISMO: ¿HAY UNA OPORTUNIDAD
PARA EL DESARROLLO?


Dr. Agustín Lage. Centro de Inmunología Molecular

Los resultados de la Revolución Cubana en la formación masiva de
capital humano y en la construcción de una base material y de cuadros
para la investigación científica, han sido ampliamente divulgados, y
son reconocidos por amigos y enemigos. Pero esto es solo la mitad de
la historia. Mucho menos estudiado ha sido el esfuerzo por conectar la
ciencia con la economía.

Este artículo pretende introducirse precisamente en esa segunda mitad
de la historia; más reciente y quizás menos obvia que la primera. Este
segundo proceso (la interconexión de ciencia y economía) no es
espontáneo: requiere estrategia y conducción. Tampoco es independiente
del contexto sociopolítico concreto, nacional e internacional.

En realidad, ambos procesos, técnicos en primera aproximación, tienen
una lectura política. Subyacente al enorme esfuerzo educacional y la
masiva formación de recursos humanos, está la posibilidad de
inversión social que se genera cuando los excedentes de la producción
dejan de estar en manos de una burguesía consumidora, y anti-nacional,
como la que existe en los países subdesarrollados de capitalismo dependiente.

Los fenómenos sociopolíticos que subyacen al proceso de interconexión
de la ciencia con la economía son menos evidentes a primera vista y
han sido menos estudiados en la literatura. Ello se debe a que el
impacto directo de la creación y de la circulación organizada de
conocimientos en la economía es un fenómeno relativamente reciente (se
populariza el término Economía del Conocimiento a partir de la década
de los 80) y no ha habido tiempo histórico suficiente para acumular
datos empíricos y extraer de ellos las regularidades.

Además, la literatura disponible sobre Economía del Conocimiento
proviene principalmente de los países capitalistas industrializados, y
al igual que mucha otra literatura económica proveniente de ahí,
abunda en el tema de la gestión pero soslaya el tema de la propiedad,
que es el determinante fundamental de los vínculos entre el desarrollo
de las fuerzas productivas y la conformación del sistema social de
relaciones entre los hombres. Tal limitación explica la incapacidad de
muchas aproximaciones teóricas al tema de la Economía del
Conocimiento, para describir adecuadamente lo que está sucediendo y
diseñar propuestas para la acción consciente.

Tal limitación explica también la ingenuidad de ver la función social
de la ciencia como “neutra” o inherentemente liberadora, y la
incapacidad para descubrir (y denunciar) su rol dual: como instrumento
de dominación y polarización creciente de la humanidad, y como
oportunidad de desarrollo y conquista de la justicia social.

El autor de este trabajo no es un economista, ni tampoco se desempeña
en el estudio de la ciencia como proceso social. Esto puede explicar
(y quizás excusar) las limitaciones que un lector experto encontrará.
Pero ha tenido la oportunidad de trabajar en la transformación de un
colectivo científico académico en una organización de
“investigación-producción” dentro del sistema de la Biotecnología
Cubana, experiencia esta repetida en Cuba por varios colectivos y en
la que se han hecho evidentes, en la práctica concreta, las
complejidades y oportunidades inherentes a la construcción de
conexiones sostenibles entre la ciencia y la economía. Esto podría
explicar la percepción del deber en dejar expuestas las ideas que han
ido surgiendo, con la esperanza de que sirvan a otros como “materia
prima” para la sistematización de un pensamiento sobre el tema.

La experiencia cubana en este campo (no solo en el desarrollo
científico en sí, sino en la vinculación de la ciencia con la
economía) tiene la particularidad de ocurrir en un país sin desarrollo
industrial precedente, de economía pobre (en términos de PIB); y de
apoyarse además en posibilidades del socialismo.

En América Latina, durante los años 90, fue la única alternativa al
neoliberalismo que se llevó de manera consecuente a la práctica. En el
momento en que se escribe este trabajo, los procesos populares
revolucionarios en Venezuela y Bolivia están construyendo también sus
propios caminos.

No obstante, en este campo específico de la Biotecnología, la
experiencia cubana sigue siendo singular y por tanto de indispensable
análisis para la comprensión, que apenas se está empezando a
conformar, del impacto social y de la peculiar mezcla de amenazas y
oportunidades, vinculados a las nuevas funciones del conocimiento en
los sistemas económicos.

El camino que proponemos recorrer en este trabajo parte de la
descripción de algunos rasgos y datos esenciales de la obra
fundacional de construcción de capacidades científicas en Cuba, así
como de su expresión en el caso particular de la Biotecnología para
intentar después discutir cómo el esfuerzo por lograr que esas
capacidades se expresen también como un activo de la economía
socialista cubana en sus relaciones y batallas con el capitalismo
circundante, pone de manifiesto los mecanismos por los cuales la
ciencia puede operar como instrumento de opresión en manos del
capital, o como instrumento de liberación en manos de los oprimidos.

El lector encontrará entonces en este trabajo cuatro tesis principales:

La primera es que la experiencia exitosa de la Biotecnología Cubana,
aunque es frecuentemente divulgada y comprendida en sus impactos
médicos y científicos, es esencialmente una experiencia de
construcción de conexiones entre la ciencia y la economía. Ese es el
proceso principal.

La segunda es que lo que está sucediendo en el sector de la
Biotecnología en Cuba es expresión de un fenómeno más amplio dado por
el surgimiento de una Economía basada en el conocimiento, que se
expresa primariamente en sectores de alta tecnología, como la
biotecnología, la microelectrónica, las telecomunicaciones, el
software, etc., pero que irá penetrando crecientemente todas las ramas
de la economía.

La tercera es que la ciencia, al insertarse cada vez más en los
sistemas económicos asume un papel dual: por una parte puede
convertirse en una amenaza para las aspiraciones de desarrollo
económico y justicia social, a medida que el sistema capitalista
reacciona intentando privatizar el conocimiento y usarlo para ampliar
aun más las desigualdades; pero por otra parte puede convertirse en
instrumento de liberación y desarrollo en la medida en que el intento
de privatización del conocimiento hace más evidente las
contradicciones del capitalismo. Así, la construcción de conexiones
eficientes entre la ciencia y la economía se convierte en un
componente esencial de la lucha histórica por acelerar el tránsito del
capitalismo al socialismo.

La cuarta es que, como todos los aspectos de la construcción del
socialismo, este proceso es algo que no se puede dejar en manos de
mecanismos ciegos, sino que requiere conducción consciente, en lo cual
la experiencia cubana ya va dejando conocimientos que merecen ser
sistematizados.

ANTECEDENTES: LA FORMACIÓN DE CAPITAL HUMANO

Cuando en enero de 1960 Fidel Castro dijo que “el futuro de nuestra
patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia,
de hombres de pensamiento”, el país tenía más de un 20% de analfabetos.

En la campaña de alfabetización de 1961 participaron 271 000
alfabetizadores voluntarios y 700 000 personas fueron alfabetizadas.
Esta épica batalla fue continuada por la formación masiva de maestros,
la creación de un sistema de educación totalmente gratuito, la
construcción de escuelas primarias, secundarias y preuniversitarios en
todas las provincias y la expansión de la educación superior.

Entre 1959 y el 2002 la cantidad de escuelas pasó de 7 679 a 12 717,
el personal docente se multiplicó por 10, pasando de 22 800 a 258 000
y la matrícula total en todos los niveles de enseñanza pasó de 811 300
a 2 430 000.

La cantidad de centros de educación superior ascendió de 3 a 54, con
presencia de la docencia universitaria ahora en todas las provincias
del país y un proceso en marcha de expansión hacia todos los
municipios, con más de 900 filiales universitarias.

Conjuntamente con la red educacional, y partiendo de bases
prácticamente inexistentes en la etapa prerrevolucionaria, comenzó a
surgir y a expandirse la red de instituciones de investigación
científica hasta llegar a su composición actual de 221 centros de
investigación, en donde laboran más de 31 000 personas. El número de
investigadores dedicados en jornada completa a la investigación
científica se estimó en el año 2000 en 5 378, para un indicador de
1,15 por cada 1000 personas en edad económicamente activa. Si se
incluyen también los profesores universitarios, este indicador sube a
3,0, cifra muy superior a la media de América Latina y equivalente a
las estimadas para España, Holanda o Austria.

A partir de la década de los setenta, miles de jóvenes científicos
complementaron su formación en el extranjero. Hasta diciembre de 2000
se habían entregado en el país 5 662 títulos de Doctor en Ciencias.

Cuba tiene actualmente los índices de maestros por habitante (y de
médicos por habitante) mayores de mundo.

Este proceso educacional tuvo y sigue teniendo dos profundas raíces
políticas. Una es el abandono de la ingenua idea de algunas teorías
del desarrollo que suponen que la educación, la salud, la ciencia y la
cultura vendrán algún día como consecuencia del desarrollo económico.
La estrategia práctica de la Revolución Cubana fue exactamente la
inversa: la educación, la salud, la ciencia y la cultura son, en el
mundo actual, pre-requisitos del desarrollo económico. A ellos hay que
acceder directamente y rápido.

El acceso a la educación, la salud y la cultura además, tiene que ser
masivo y equitativo. Esto hay que construirlo con voluntad política y
no dejarlo en manos de supuestos mecanismos espontáneos. La justicia
social se alcanza desde la política, no desde la economía. El
desarrollo económico vendrá después, apoyándose en esto.

La otra raíz política nutricia del desarrollo educacional está en el
origen de los excedentes económicos que hacen posible la inversión en
capital humano. Estos recursos existen, aun en las economías
subdesarrolladas, pero son apropiados por las burguesías nacionales
(antinacionales) y en gran parte transferidos hacia las economías de
los países ricos.

La interrupción revolucionaria de este círculo vicioso del
subdesarrollo puso en manos del país los recursos necesarios para el
impulso educacional masivo. Esa base de capital humano sirvió de
plataforma de despegue para el desarrollo científico de los últimos 20 años.

EL SECTOR DE LA BIOTECNOLOGÍA EN CUBA Y SUS REGULARIDADES

La Biotecnología es esencialmente un proceso industrial, en el que las
conexiones con la investigación científica (que todos los procesos
industriales tienen) son muy evidentes. Pero lo esencial es el proceso
de fabricación. Como todo proceso de fabricación implica una
transformación de materias primas en productos finales; y la
particularidad de la biotecnología consiste en que esas
transformaciones ocurren en el interior de una célula viva. La célula
funciona como fábrica.

Procesos fermentativos en los cuales un cultivo celular produce a
escala industrial determinado producto (etanol o antibióticos por
ejemplo) han existido desde hace mucho tiempo. El hecho nuevo a
finales de los años setenta fue el surgimiento de la ”ingeniería
genética”: la capacidad para extraer, modificar o introducir a
voluntad genes en una célula, y cambiar así su metabolismo para
hacerla producir determinado producto.

Esta fusión de las tecnologías fermentativas para el cultivo celular
en gran escala con tecnologías de modificación genética de las
células, dio origen a una nueva industria, que se expresó en el
surgimiento de cientos de pequeñas empresas, lo cual comenzó en
algunos lugares de Estados Unidos en la década de los ochenta y en
Europa 10 años después.

Como unos años antes había ocurrido con la computación y la
microelectrónica, surgía ahora también con la Biotecnología, un sector
industrial que conectaba de manera muy visible y directa la
investigación científica con el desarrollo de procesos productivos y
la comercialización.

En Cuba, movido por una clara voluntad política y con la conducción
estratégica de Fidel, ocurrió un proceso de fundación de instituciones
biotecnológicas que cristalizó en lo que hoy conocemos como el “Polo
Científico” de la Biotecnología, y que agrupa más de 40 instituciones,
con más de 12 000 trabajadores y 7 000 científicos. Es el complejo
principal de instituciones, aunque no el único, pues también surgieron
centros en otras provincias.

La creación del Polo Científico de la Biotecnología fue una inversión
del Estado. Esta enorme inversión rompió el ciclo de “causalidad
circular” que opera entre los bajos ingresos de la economía y la
escasa inversión en ciencia y tecnología; que en los países
subdesarrollados se condicionan mutuamente.

En cualquier aproximación al estudio de la Biotecnología Cubana llaman
la atención tres fenómenos: la precocidad, la magnitud y los resultados.

En el momento en que surgen las instituciones que debían combinar la
investigación científica con el desarrollo de nuevos productos y
procesos productivos en este campo, la biotecnología era algo
incipiente y solo en algunos de los países más industrializados. Aún
hoy, la existencia de grandes instituciones biotecnológicas, con más
de 1 000 trabajadores (como hay varias en Cuba) es excepcional en
Estados Unidos y Europa, donde la empresa biotecnológica promedio
tiene algo más de 100 trabajadores.

De hecho en el sector biotecnológico europeo completo se estima que
trabajen no más de 60 000 personas.

No es el propósito de este artículo enumerar los productos, los
resultados científicos y los económicos que han ido surgiendo del
esfuerzo de la Biotecnología Cubana en los últimos 25 años. No
obstante, al lector carente de información previa pueden serle útiles
algunos apuntes:

Más de 20 biofármacos y vacunas incorporados al Sistema de Salud.

Más de 900 patentes depositadas.

Vacunas novedosas, con tecnología propia, tales como la meningitis B y
la del hemofilus.

Cuba es actualmente el país del mundo con mayor intensidad y cobertura
de vacunación (13 vacunas) en el mundo.

Drástica reducción de la incidencia de hepatitis B (resultado de la
vacuna recombinante), llegando a cero en la población menor de 15 años de edad.

Acceso amplio de toda la población a medicamentos de alta tecnología
(interferones, eritropoyetina, anticuerpos monoclonales y otros).

Red nacional de inmunodiagnóstico de alta tecnología que conduce a
pesquizaje perinatal con cobertura total para varias enfermedades.

Nuevos medicamentos para la reducción del colesterol y el tratamiento
del infarto.

Red nacional de neurodiagnóstico con equipos de alta tecnología.

Nótese que en esta enumeración hay datos no solo sobre productos y
tecnologías, sino sobre su impacto en modificación de indicadores de
salud a escala poblacional. En esto hay que leer no solo un fenómeno
sanitario, sino un indicador del nivel de inserción de la ciencia en
su contexto social.

Volveremos más adelante sobre este concepto de que el desarrollo
científico es básicamente el desarrollo de sus conexiones y su
integración con otros procesos sociales.

Los productos de la Biotecnología Cubana se exportan hoy a más de 50
países, y generan un flujo de caja positivo, que permite financiar la
propia expansión del sistema. Estos resultados son aun más notables
vistos en el contexto de la lenta maduración de la biotecnología como
sector industrial en el mundo. Más de la mitad de las empresas
biotecnológicas norteamericanas y la gran mayoría de las europeas, no
han logrado transitar a una rentabilidad por sus propias ventas; y el
sector de la biotecnología en su conjunto, tanto en Norteamérica como
en Europa se mantiene en “flujo de caja negativo”, consumiendo dinero,
que extraen de las abundantes fuentes de capital (inversionistas de
riesgo, bolsa de valores, etc.) que existen en las economías de los
países ricos.

También el surgimiento de la biotecnología en Estados Unidos coincidió
en tiempo con el crecimiento de la economía especulativa en el mundo
capitalista desarrollado, que desacopló en gran medida los flujos
financieros de la producción material; y la biotecnología no escapó a
las influencias de esa tendencia.

¿Qué puede explicar entonces el fenómeno de que la Biotecnología
Cubana, surgida en un país sin desarrollo industrial previo y bajo el
bloqueo paranoide de la mayor potencia del capitalismo mundial, haya
logrado construir en unos años balance económico positivo, impacto en
salud, cartera de productos, base de patentes y en fin, crecimiento?

Los cubanos tenemos la obligación de hacer este análisis. No podemos
dejarlo en manos de quienes “nos estudian” desde afuera, en el mejor
de los casos con una carga visible de superficialidad y prejuicios, y
en otros con intencionalidad ideológica.

Por supuesto que un análisis amplio de este tema no puede hacerse en
un solo trabajo, ni mucho menos por una sola persona. Lo que sigue
debe verse como una enumeración de hipótesis, que pueden servir de
punto de partida.

Son estas:

La Biotecnología Cubana partió de una sólida base de inversión previa
en educación y en salud. Sobre esto ya hemos hablado en la sección
sobre “La Formación de Capital Humano”.

La Revolución, en su ejecutoria práctica, fue muy coherente con la
idea de que la educación y la salud no se pueden asumir como
consecuencias distales del desarrollo económico, sino como derecho de
ejercicio inmediato y como pre-requisito para el desarrollo. Sin los
resultados de ese esfuerzo colosal hubiese sido imposible el
surgimiento de la Biotecnología en los ochenta.

La Biotecnología Cubana fue una inversión del Estado socialista. Nunca
hubiese sido posible por mecanismos “de mercado”; con su proverbial
orientación de corto plazo. La voluntad política y la conducción
estatal hicieron posible en Cuba además, el mantenimiento del esfuerzo
inversionista aun durante el período especial.

La propiedad social garantizó y garantiza la integración entre el
esfuerzo de las diferentes instituciones. El despegue no hubiese sido
posible si hubiésemos caído en la trampa de competir unos contra
otros. Es precisamente esa ilusión de competencia lo que fragmenta el
esfuerzo incipiente de otros países del tercer mundo en este campo, y
crea “costos de transacción” para negociaciones internas, que se
vuelven paralizantes.

Las instituciones se diseñaron como “Centros de
Investigación-Producción-Comercialización”, quedando así bajo una sola
administración el “ciclo completo” desde la investigación científica,
pasando por el desarrollo de productos y procesos productivos y
llegando a la comercialización, incluidas las exportaciones.

Se estrecharon así las conexiones entre investigación y producción en
ambos sentidos: en la dirección de acelerar el tránsito de resultados
científicos hacia nuevos productos y procesos; y en la dirección de
utilizar la información proveniente de la producción y el mercado para
fertilizar el diseño de nuevos proyectos de investigación.

Asimismo, surgió una institución de nuevo tipo, que no se ajusta al
esquema presupuestado de los centros científicos tradicionales, dado
que produce, exporta y reinvierte parte de sus ganancias, ajustando
los planes a las oportunidades económicas; pero que tampoco se ajusta
al esquema empresarial de la economía tradicional, dado que debe tener
en cuenta proyectos de rentabilidad en el largo plazo, debe conducir
investigaciones a riesgo y debe proteger sus recursos humanos aun en
períodos de dificultades económicas.

Aun tenemos pendiente la tarea de institucionalizar las
características y procesos de este nuevo tipo de organización, que
surgió en la Biotecnología pero que seguramente se extenderá a otros
sectores de nuestra economía.

La Biotecnología Cubana se planteó una estrategia económica
esencialmente exportadora. Es así por una razón práctica y una
ideológica. En términos prácticos el mercado doméstico de los países
pequeños no tiene volumen suficiente para generar operaciones que
absorban los costos fijos de la investigación científica y del sistema
de garantía de calidad. De hecho, las ganancias de las exportaciones
son las que financian el componente en divisa de las producciones que
se destinan a satisfacer (con toda prioridad) la demanda nacional.

Más importante aun que esta motivación práctica, es el concepto
ideológico de que las relaciones de los Centros de la Biotecnología
con el Sistema de Salud no pueden tener carácter “de mercado”. El
pueblo cubano no es “un cliente”: es el dueño socialista de las instituciones.

La investigación científica recibe un tratamiento “de inversión”. No
se trata de proyectos con salida impredecible que se asuman como
“gasto presupuestado”. Cada proyecto tiene un pronóstico de impacto
económico y una tasa de retorno esperada.

Aun aceptando que los proyectos de investigación-desarrollo tienen un
componente de riesgo mucho mayor que el de otros proyectos de
inversión (la ciencia es por definición el espacio de lo desconocido),
el ejercicio de diseñar desde el principio el ciclo completo de la
transformación del resultado científico en producto novedoso y de este
producto en proceso productivo con realización económica, es un
ejercicio imprescindible para no perder el rumbo en este tipo de
institución cuyo rasgo esencial está precisamente en la interconexión
estrecha entre la ciencia y la economía. La labor del dirigente
científico aquí es gestionar eficazmente esta construcción de conexiones.

La motivación de los trabajadores. En la Biotecnología, como en otras
industrias de la llamada Economía del Conocimiento, la productividad
depende directamente de la creatividad de los trabajadores y esta a su
vez de la motivación.

El éxito de la Biotecnología Cubana fue visto desde el principio por
todos, como parte de la defensa de socialismo en Cuba. Esta capacidad
cultural de poner siempre el esfuerzo concreto cotidiano dentro del
contexto mayor de los grandes objetivos nacionales ha sido una de las
direcciones principales del trabajo político en nuestros colectivos.
Estos fueron integrados de inicio por personas “motivados y
motivables” y esa motivación fue permanentemente reforzada por la
atención de los dirigentes de la Revolución, a partir del propio
Comandante en Jefe, y por la labor del PCC y la UJC.

¿Es la Biotecnología Cubana una especie de “singularidad económica”
difícilmente repetible en otros sectores de la economía cubana y/o en
otros países? Precisamente refutar esta interpretación superficial es
uno de los propósitos de este artículo.

Lo que ha estado sucediendo en la Biotecnología Cubana es algo que
podemos y debemos extender a otros sectores de nuestra economía; y
poner en el contexto mayor de la lucha por el derecho al desarrollo económico.

DESARROLLO ECONÓMICO Y ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO

La experiencia del sector de la Biotecnología en Cuba es básicamente
la de hacer surgir un sector de Economía basada en el Conocimiento, en
el contexto de un país industrialmente subdesarrollado.

El tema del desarrollo económico (o del subdesarrollo) y el tema del
tránsito a la economía basada en el conocimiento han producido mucha
literatura en las últimas décadas, pero curiosamente han sido tratados
por separado, y hay mucha menos literatura que trate ambos
simultáneamente. Mucha literatura sobre el desarrollo económico, como
es de esperar, proviene del sur. La literatura sobre Economía del
Conocimiento proviene casi toda del norte.

Obviamente no podemos intentar en este espacio resumir ambas. Nos
limitaremos a comentar algunas ideas que nos sirvan de base para
explorar cómo la experiencia práctica del desarrollo científico en
Cuba puede iluminar lo que hay en la intersección de estos dos campos:
el del Desarrollo Económico y el de la Economía del Conocimiento.

Les adelanto que lo que vamos a encontrar en la intersección es la
vieja polémica sobre el carácter social de la producción y el carácter
privado (en el capitalismo) de la apropiación.

El pensamiento reciente sobre el Desarrollo Económico está marcado
básicamente por tres ideas:

El reconocimiento (y la alarma) sobre la creciente polarización del
mundo, en un proceso indetenible de concentración de riquezas y
marginación de personas.

El reconocimiento de que el subdesarrollo económico no es una etapa
hacia el desarrollo, si no que al contrario, el subdesarrollo es la
otra cara del desarrollo. Ambos se condicionan y se causan mutuamente.

El agotamiento del neoliberalismo como estrategia de desarrollo
económico (si es que alguna vez lo fue).

Los países subdesarrollados son hoy el 85% de la humanidad, que vive
en 150 naciones.

En esa humanidad del sur hay 800 millones de personas (15% de la
población mundial) subalimentados y 1 300 millones viven en la pobreza
absoluta. Cada año de 13 a 18 millones de seres humanos mueren por
hambre. Un tercio de la población adulta mundial, 950 millones de
personas, son analfabetas.

En el polo de la riqueza, aproximadamente (según se clasifiquen) 40
países, vive menos del 20% de la población mundial, pero ellos
acumulan el 86% del Producto Interno Bruto (PIB) y realizan el 82% de
las exportaciones. Una extensa relación de indicadores de desarrollo
socioeconómico pudiera añadirse, pero todos dibujan el mismo cuadro:
hay una enorme brecha entre los países ricos y los países pobres; y
además esa brecha está creciendo. Las tendencias de la economía
mundial no conducen al desarrollo de ese 85% de la humanidad que es
pobre, sino a la profundización del subdesarrollo.

La idea de que los países subdesarrollados podrían repetir el camino
(con 200 años de diferencia) de industrialización que siguieron los
países hoy llamados “desarrollados” ha quedado definitivamente atrás,
y se hace evidente la realidad de que la causa verdadera del
subdesarrollo está en la continua extracción del excedente económico
generado por los países pobres y su transferencia a los países ricos.
Los polos del desarrollo y del subdesarrollo existen cada uno,
precisamente porque existe el otro.

La receta del fundamentalismo neoliberal: desregulación,
privatización, liberalización de los flujos de capital y mercancías
(no de personas), retirada del Estado a favor del mercado; no ha hecho
otra cosa que agravar el problema.

Es precisamente en ese contexto mundial, que comienza a ocurrir en los
países industrializados, la llamada “transición hacia la Economía del
Conocimiento”.

Se identifica con este término inicialmente a un conjunto de sectores
de la economía (microelectrónica, computación, telecomunicaciones,
biotecnología, nuevos materiales, etc.) caracterizados por productos y
servicios de alta tecnología y siempre cambiantes en los que el
conocimiento es el principal componente del costo y el precio; y el
acceso al conocimiento la principal “barrera de entrada” para el desarrollo.

Durante 200 años, la economía neoclásica reconoció dos factores en la
producción: el capital y el trabajo. El conocimiento (y la educación)
se consideraba un factor exógeno, una “externalidad económica”.

En la economía del siglo xxi el conocimiento pasa a ser un tercer
factor de producción y el crecimiento económico se vuelve cada vez más
dependiente de la acumulación de conocimientos. Aunque más visibles en
los sectores productivos de alta tecnología, antes mencionados, el
papel del conocimiento en los sistemas económicos está cambiando. De
hecho, cada vez más, la investigación científica es internalizada por
muchas empresas como parte de la “cadena de valor” y ello crea la
necesidad de una fuerza de trabajo cada vez más calificada y motivada.

La economía mundial se transforma en ese sentido. La aspiración al
desarrollo económico no puede ser más la aspiración a “construir un
pasado” de industrialización estandarizada de alto consumo de recursos
naturales y fuerza de trabajo poco calificada. Hay que luchar por
salir adelante, pero por salir hacia el tipo de economía a la que el
mundo va, no hacia el tipo de economía de la que el mundo viene. Hay
que tener mucho cuidado con esta confusión porque puede ser bien
utilizada por los explotadores de siempre.

EL TRÁNSITO A LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO: ¿AMENAZA U OPORTUNIDAD
PARA LOS PAÍSES SUBDESARROLLADOS?

¿Qué impacto puede tener el tránsito hacia una economía basada en el
conocimiento, sobre la ya vieja aspiración (y derecho) al desarrollo
económico? Este es el tema central de este artículo. Veamos qué
intuiciones podemos extraer de la experiencia de estos últimos 20 años.

El problema desarrollo-subdesarrollo es esencialmente un problema de
apropiación y distribución de los recursos producidos y de los medios
de producción. El conocimiento, al convertirse plenamente en un
“factor de producción” (junto a la fuerza de trabajo, las materias
primas y los bienes de capital) y también como un producto del trabajo
social, entra de lleno en la polémica sobre los recursos. Sin embargo,
al compararlo con las materias primas, la fuerza de trabajo o los
bienes de capital, vemos que el “recurso conocimiento” tiene rasgos
similares pero también características que lo hacen diferente. Estas
semejanzas y estas diferencias tenemos que conocerlas muy bien si
queremos que la Economía del Conocimiento sea más oportunidad que amenaza.

El conocimiento tiene un costo, y no es barato. Si se tiene en cuenta
que en muchos países desarrollados el sistema educacional absorbe
aproximadamente el 10% del Producto Interno Bruto, que las empresas
gastan otro 5% del PIB en capacitación, y que otro 3-5% se emplea en
investigación-desarrollo, se concluye que las economías más avanzadas
invierten hoy la quinta parte de su PIB en producir y diseminar
conocimiento, lo cual es más que lo que esas mismas economías
invierten en la formación de capital tradicional.

El costo del conocimiento se transfiere al costo y al precio de los
productos. En la medida en que el conocimiento se ha hecho limitante y
ha dejado de ser un elemento de “externalidad” libremente accesible,
las empresas tienen que pagar por él: ya sea por adquirirlo (patentes,
transferencia de tecnologías, etc.) o por generarlo.

Este conocimiento incorporado es fuente de valor; porque es una
expresión del trabajo. Según Marx el valor de la mercancía solo surge
del trabajo: es precisamente la fuerza de trabajo la única capaz de
generar valor. Pero en ese proceso operan tanto el “trabajo inmediato”
que ocurre durante el proceso concreto de manufactura, como el
“trabajo general” que se incorpora al valor a través de los
conocimientos y las tecnologías. El propio Marx lo define así: “Es
trabajo general todo trabajo científico, todo conocimiento, todo invento”.

Pero el recurso “conocimiento” tiene también particularidades que lo
diferencian de otros recursos. La tierra, los recursos naturales, la
fuerza de trabajo y el capital son finitos. Se puede poseer mucho,
pero tarde o temprano se agota. El conocimiento por el contrario es
infinitamente expansible: siempre se puede generar más. El
conocimiento por otra parte no “se gasta”. Dos empresas no pueden usar
al mismo tiempo la misma parcela de tierra, ni la misma brigada de
trabajadores; pero si pueden usar simultáneamente el mismo conocimiento.

Algunos han llevado esta idea al extremo de decir que el conocimiento
es accesible y que no puede ser “apropiado”. Como veremos más adelante
esta extrapolación es falsa; y uno de los procesos más complejos y
peligrosos del capitalismo actual consiste precisamente en el intento
de encontrar formas de privatizar el conocimiento. Aunque también es
cierto que el conocimiento es más difícil de privatizar que la tierra
y los bienes de capital; y ahí radica precisamente la oportunidad.

El conocimiento rara vez es aplicable directa o inmediatamente. Su
aplicación requiere en numerosos casos de nuevo conocimiento,
vinculado al contexto concreto, nacional o local en que se usa. El
conocimiento por último, se deprecia muy rápidamente al ser sustituido
por conocimiento nuevo. No se puede “almacenar”.

Estos dos últimos rasgos implican que las ventajas o desventajas que
derivan del papel del conocimiento en la economía dependen menos de la
cantidad de conocimiento que hoy se tiene, como de la capacidad de
generar rápida y continuamente, nuevo conocimiento. Es en el sistema
de ciencia e innovación tecnológica donde está el centro del problema.

El conocimiento, como cualquier otro recurso, tiene una
“productividad”, una especie de rendimiento o retorno de la inversión
en conocimiento. Sobre esto no hay mediciones, ni siquiera una teoría;
pero sí la intuición de que el mismo esfuerzo de generación de
conocimientos produce retornos económicos diferentes en distintos
contextos. Algunos datos publicados a nivel macro sustentan tal
intuición. Por ejemplo, los indicadores de actividad científica en la
segunda mitad del siglo xx en Inglaterra eran superiores a los de
Alemania y Japón; mientras que los indicadores de crecimiento
económico se comportaban al revés.

De manera que, cuando empezamos a ver al conocimiento como recurso
productivo, vemos también que disponer de este recurso es una cosa, e
invertirlo bien para obtener retorno económico, es otra. Ello nos
lleva inmediatamente a la idea de que disponer de un sistema de
Ciencia e Innovación Tecnológica es una cosa, y conectarlo inteligente
y eficazmente con el aparato productivo, es otra. La ciencia es
obviamente, condición necesaria, pero ni con mucho condición suficiente.

La conexión de la ciencia con la economía es el tema principal.

A medida que la ciencia, y el conocimiento que esta genera se han ido
convirtiendo en un factor directo de la producción, la necesidad de
reforzar los vínculos entre ciencia y economía ha ido generando
fenómenos nuevos y cambios en el comportamiento de las empresas hacia
la investigación científica.

Un primer cambio es la creciente inversión de las empresas para
financiar investigaciones científicas, mediante diferentes modalidades
de contratos o alianzas con instituciones académicas o universitarias.
Los datos de la década del noventa registran que más del 50% de la
actividad científica no-militar en los principales países
industrializados, es financiada por la industria privada y esta cifra
sobrepasa el 70% en Japón.

Otro cambio, que se superpone en el tiempo con el primero, y que es
probablemente el más importante, es la creciente internalización de la
actividad de investigación-desarrollo como parte del contenido de
trabajo de las propias empresas de producción y servicios.

En Estados Unidos, hacia 1920 ya existían unos 300 “laboratorios” en
las corporaciones, y en 1960 estos llegaban a 5 400. La constitución
misma de estos laboratorios es el reconocimiento de situaciones en las
cuales la producción material ya no puede avanzar sin integrar un
proceso organizado de producción de conocimientos. La gran industria
farmacéutica puede servir para ilustrar esta tendencia. Sus gastos en
I+D pasaron del 12% de la facturación al 22% de la facturación en los
últimos 17 años; un gasto en I+D en el orden de las decenas de
billones de dólares por año.

En los últimos 20 años del siglo xx comienzan a surgir empresas en que
la generación de conocimientos no es solo una actividad intrínseca,
sino la actividad principal.

LA AMENAZA: EL APARTHEID CIENTIFICO

La creciente integración de la investigación científica en la cadena
de valor de los procesos económicos no ocurre en un vacío político.
Este proceso está ocurriendo en las economías tecnológicamente más
avanzadas en el contexto de las relaciones capitalistas de producción.

Marx describió al capitalismo como una relación en que la separación
de los trabajadores de los medios de trabajo y la organización de la
economía por aquellos que son propietarios de esos medios tiene como
resultado que, para poder sobrevivir, ellos deben vender su capacidad
de trabajar a aquellos que son propietarios de los medios de producción.

El excedente que los trabajadores producen por sobre su salario se
convierte en más capital para el capitalista, el que se dedica a la
acumulación de más medios de producción. La propiedad privada sobre
aquellos medios que son necesarios para producir es la base de
sistema, a partir de la “acumulación originaria del capital” que Marx
definió como “el proceso histórico de disociación entre los
productores y los medios de producción”.

¿Qué ocurre entonces ahora cuando el conocimiento se convierte cada
vez más en un factor determinante en la producción?

La reacción del sistema capitalista está siendo el intento de
convertir el conocimiento también en propiedad privada. Ello ocurre
por mecanismos que no son siempre transparentes. El más obvio es el de
la llamada “Propiedad Intelectual” que se expresa en la biotecnología
a través de las leyes de patentes cuya extensión al campo de los
medicamentos fue impuesta por las empresas multinacionales en las
negociaciones que concluyeron al surgimiento de la Organización
Mundial de Comercio.

A ello se añade la imposición de sistemas de regulaciones (Barreras
Técnicas al Comercio) excluyentes, que impiden el acceso al mercado de
los productos innovadores de pequeñas empresas, en el caso que los
obtuviesen, y las obliga a ceder los derechos de producción a las
grandes empresas que tienen capital acumulado y volumen de negocios
suficientes para sostener el costo fijo que implican los estándares de
calidad que ellos mismos establecen.

Añádase a esto, el fenómeno creciente de emigración selectiva de
personal calificado conocido como “robo de cerebros” que lleva cientos
de miles de científicos e ingenieros nacidos y educados en los países
del sur a trabajar en los países industrializados. Más de 1,4 millones
de las personas que tienen diplomas en ciencia e ingeniería en Estados
Unidos son inmigrantes. Se afirma que solamente desde Latinoamérica
emigran más de 70 científicos por día desde hace 40 años (¡).

Todo ello va conformando un sistema en el cual las personas capaces de
generar conocimiento nuevo “venden” esa capacidad a los propietarios
de los medios de producción y del conocimiento precedente (patentes).
El conocimiento generado se separa así de quien lo produce, y los
resultados de esos conocimientos, integrados en la cadena de valor de
las empresas, se utilizan para perpetuar la acumulación.

Las tendencias a la privatización del conocimiento y a la
internalización de la investigación científica en empresas intensivas
de capital ha ido creando una especie de “apartheid científico” para
la gran mayoría de la humanidad. En los países más desarrollados, se
invierte anualmente en investigación-desarrollo más de 600 mil
millones de dólares. En el resto del mundo, donde reside el 86% de la
humanidad se invierte una cantidad 12 veces inferior.

Los gastos en investigación-desarrollo en los países desarrollados de
la OCDE representan el 2,2% del Producto Interno Bruto de la economía.
Esta cifra es 0,5% para América Latina, 0,2% para los países árabes y
0,3% para África. Se estima que hay algo más de 5 millones de personas
en el mundo dedicadas a la investigación. De ellos, residen en países
industrializados el 72%.

Entre Europa, Norteamérica y Japón se genera más del 80% de todas las
publicaciones científicas, y más del 90% de las patentes. De las
publicaciones científicas más citadas, el 98% se genera en 31 países.
El restante 2% se divide entre los otros 162 países.

La investigación científica en los países del sur no es solamente una
actividad de menos volumen y escaso financiamiento, sino que además
está menos vinculada con sus propias economías. La brecha norte-sur en
ciencia se amplia. Ahí reside la amenaza: la investigación científica
es cada vez más un integrante de las fuerzas productivas y entonces, a
partir de la acumulación originaria dada por la privatización del
conocimiento, ella entra en el ciclo de reproducción ampliada del
capital y se concentra cada vez más. La Economía del Conocimiento
funciona así como un instrumento más de explotación; y amplía la
ventaja acumulada de los países ricos.

La división norte-sur es incluso más notable en los datos sobre
investigación-desarrollo, que en los datos económicos tales como PIB
per cápita y participación en el comercio. El grupo Estados Unidos,
Japón y Alemania tiene un por ciento de la población mundial similar
al de América Latina (8.8% vs 8.0%) y el contraste en el peso
porcentual es de 42,2% vs 7,0% para el PIB, mientras que es de 47% vs
1.8% para la inversión en Investigación-Desarrollo y de 52.9% vs 1.3%
para la cantidad de autores científicos. Diríase que la brecha
tecnológica de hoy anticipa hasta donde puede llegar la brecha
económica de mañana, si estas tendencias no son revertidas.

La retroalimentación positiva entre ciencia y economía, va creando las
condiciones para una bifurcación irreversible de la humanidad. La
Economía basada en el Conocimiento puede operar como una respuesta del
capitalismo a la ley de la tendencia decreciente de la cuota de
ganancia (que describió Marx) y permitir la continuación perversa de
la acumulación.

La ciencia al integrarse a la economía, pierde su neutralidad de otros
tiempos: ella puede funcionar como instrumento de acumulación,
marginación y explotación. El capitalismo ha creado los mecanismos
para ello. Pero también puede operar como fuerza de liberación. En
este caso nos toca a nosotros descubrir e implementar los mecanismos posibles.

A pesar de la clara denuncia de Carlos Marx y de enormes esfuerzos
revolucionarios y sacrificios, la humanidad no logró en el siglo xx
revertir la tendencia concentrativa del capital, ni sus consecuencias
de marginalidad y subdesarrollo. En la nueva economía del siglo xxi
revertir la tendencia concentrativa del conocimiento puede ser un
objetivo alcanzable, si lo comprendemos a tiempo y actuamos con energía.

LA OPORTUNIDAD: LAS PALANCAS DE LA EXPROPIACIÓN

El conocimiento (y la actividad científica que lo genera) puede
funcionar como instrumento de acumulación y apropiación capitalista,
pues de cierta manera se parece al capital: es un producto del
trabajo, es privatizado por los propietarios, funciona como “trabajo
pretérito” en la formación de valor, y se utiliza en la producción
para generar nueva acumulación.

Pero solamente “se parece”: no es idéntico. La oportunidad está
precisamente en las diferencias.

Veamos algunas intuiciones derivadas de la experiencia de los primeros
25 años de la biotecnología cubana en sus relaciones con el mundo
capitalista exterior:

A pesar de los intentos de privatización, el conocimiento es más
difícilmente apropiable (en comparación con la tierra y los bienes de
capital).

El corrimiento de las ventajas competitivas principales en
determinados sectores (como la biotecnología) hacia el acceso y la
capacidad de creación de conocimiento, en cierta medida diluye la
ventaja acumulada por los países capitalistas ricos resultado de la
explotación precedente y que se expresa como capital fijo acumulado.
La creación de conocimiento (aunque requiere instrumentación a veces
costosa) depende principalmente del capital humano, y en él somos
nosotros los millonarios.

El conocimiento económicamente relevante no es solamente el
conocimiento estructurable, de fácil circulación. Una parte importante
es el llamado “conocimiento tácito”, vinculado a la experiencia
concreta de los colectivos de trabajadores, sus prácticas de trabajo y
su sistema local de relaciones. Este conocimiento está incorporado en
la organización, más que en ninguna persona o ningún documento, y ello
lo hace intransferible a pesar del “robo de cerebros”.

En la diversidad de productos y procesos de ciclo de vida corto propio
de la Economía del Conocimiento, la ventaja no está solo en el
conocimiento de que se dispone (que se hace rápidamente obsoleto) sino
principalmente en la capacidad de adquirir y generar conocimiento
nuevo. La productividad del trabajo depende así directamente de su
creatividad y esta de su motivación. La motivación de los
trabajadores, que proviene en nuestro contexto de su conciencia de
dueños socialistas de los medios de producción, y del tejido social de
apoyo solidario en que vivimos; constituye un arma muy poderosa en
esta batalla.

El sistema de Propiedad Intelectual que los países capitalistas
industrializados han montado, además de éticamente condenable por su
intento de privatizar el conocimiento, es infuncional. Raramente una
pieza de conocimiento (aun nueva) es suficiente para construir un
nuevo producto o proceso y armar un ciclo económico cerrado. El
conocimiento funciona en el contexto de otras piezas de conocimiento.
En la medida en que estas son “propiedad de alguien” el sistema de
patentes generará (de hecho está generando ya) enormes costos de
transacción, que se convertirán en un freno al desarrollo.

El conocimiento económicamente relevante es en gran medida
“combinatorio”. Se expresa en la producción mediante la recombinación
de conocimientos y experiencias que provienen de instituciones y
campos del saber diferentes. La consecuencia es que la cooperación
entre organizaciones productivas es más eficiente que la competencia
como motor del desarrollo económico.

La capacidad de acceder rápidamente al conocimiento y generar
conocimiento nuevo no es un proceso “tecnológico”, sino que es un
proceso esencialmente cultural. La educación y la cultura masivas,
incluyendo no solo el desarrollo de capacidades, sino también el
desarrollo de actitudes ante la vida, serán cada vez más una base
imprescindible sobre la cual construir una economía basada en el conocimiento.

La educación y la cultura masivas son inversiones sociales. Las leyes
del mercado “socialmente ciegas” no pueden lograrlo.

Lo que podemos estar presenciando en pocos años es que, a medida que
aumente el papel del conocimiento en los sistemas económicos, se irá
haciendo más aguda e insostenible la contradicción fundamental del
capitalismo entre el carácter social de la producción y el carácter
privado de la apropiación.

Marx, con su sensibilidad de revolucionario, rechazó el capitalismo
por injusto y excluyente; pero al mismo tiempo con la agudeza de su
pensamiento científico, previó el fin del capitalismo principalmente
porque ese sistema de relaciones de producción se convertiría en un
freno al desarrollo de las fuerzas productivas. El tránsito hacia una
Economía basada en el conocimiento acercará el momento en que las
contradicciones internas del capitalismo lo hagan inviable como sistema social.

El socialismo está mejor preparado que el capitalismo para una
economía basada en el conocimiento. Puede construir mejor las
herramientas del desarrollo en la nueva economía: conocimiento,
investigación científica, cultura, valores, justicia social y
motivación del hombre par su participación creativa en la reproducción
de la vida material y espiritual de la sociedad.

DIRECCIÓN CONSCIENTE: SUJETOS DE LA HISTORIA

Retomemos ahora la cuarta y última de las ideas centrales anunciadas
en la introducción: el tránsito a una economía basada en el
conocimiento es una oportunidad para el desarrollo socioeconómico y
para el socialismo (cada vez más relacionados) pero la captación
revolucionaria de esta oportunidad y su materialización en
realizaciones concretas es algo que no va a ocurrir espontáneamente.
Es un proceso que hay que dirigir.

Como una vez más anunció Marx, en el tránsito al socialismo los
hombres dejan de ser objetos pasivos de la historia para convertirse
en sujetos que construyen, conscientemente, su propia historia.

Nadie tiene recetas para esto, y aprenderemos sobre la marcha; pero la
experiencia concreta de la Biotecnología Cubana en sus primeros 25
años, ya nos va dejando una colección de ideas que conviene empezar a
ordenar y a discutir:

Lo primero es tomar conciencia de la magnitud e importancia de lo que
estamos emprendiendo: un proceso de integración creciente de la
ciencia a la economía socialista, de manera que a medida que el
conocimiento sea cada vez más un medio directo de producción; este
esté también en manos de los trabajadores. La expropiación
revolucionaria de la tierra y las fábricas fue un salto histórico
colosal; pero ya no es suficiente. Los medios de producción del
conocimiento tienen que ser nuestros también.

Hay que tomar conciencia de los peligros y desechar ingenuidades. La
creciente globalización de la economía y en consecuencia de la
interdependencia de las economías nacionales, sumada al intento del
capitalismo de privatizar el conocimiento, pueden crear un
peligrosísimo e irreversible apartheid cognoscitivo, si no actuamos a
tiempo, con energía y creatividad.

El componente principal de la tarea es la construcción de conexiones
entre la ciencia y la economía. El desarrollo científico-técnico no
puede entenderse solamente como el crecimiento de la actividad
científica: es la síntesis de crecimiento más conexiones. Es decir,
desarrollo de los nexos entre la actividad científica y la actividad
económica y la educacional.

La necesidad de una integración más eficaz entre la ciencia y la
economía fue reconocida en la ex Unión Soviética, como uno de los
problemas principales, en el XXVII Congreso del PCUS (1986), pero no
actuaron con energía ni en la dirección correcta. Recordemos que Fidel
habló allí precisamente de ese tema, cuando estábamos comenzando
nuestro desarrollo en la biotecnología.

Es un proceso de masas. Aunque sean más visibles determinados
científicos e instituciones, el tránsito consciente a la Economía del
Conocimiento en el socialismo no puede ser una tarea de “elites”. Por
el contrario, hay que basarlo en el acceso masivo a la educación y a
la cultura. La frase de Fidel de que “el futuro de nuestro país tiene
que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia” es de 1960.
Después de eso, la primera tarea fue la campaña de alfabetización; y
después la construcción masiva de escuelas en todas las provincias; y
así hasta la trascendental tarea actual de la municipalización de la
enseñanza universitaria, cuyos nexos con el desarrollo
científico-técnico se empezarán a ver muy pronto.

El actor principal en la base (al menos ha sido así para la
biotecnología) es un nuevo tipo de organización productiva: el Centro
de Investigación-Producción. Este integra características de los
centros científicos (investigación, formación permanente del capital
humano, orientación al largo plazo) con características propias de
determinadas empresas (rentabilidad económica, orientación
exportadora, sentido de competitividad exterior, vocación de
crecimiento continuo); y no es ni una cosa ni la otra, sino ambas y
algo nuevo. Los sistemas de dirección que diseñemos deben proteger
esta síntesis y no introducir sesgos en un sentido o en otro.

La experiencia de los centros de investigación-producción puede y debe
extenderse a otros sectores de la economía

El proceso en su conjunto solo puede ser conducido por el Estado
socialista. Hay que atrincherarse en el concepto de la propiedad
social sobre las instituciones y sus resultados. Ninguna “mano
invisible del mercado” nos conducirá a una economía basada en el conocimiento.

Si se trata de aprovechar la oportunidad creada por la Economía del
Conocimiento para defender una alternativa de desarrollo
socioeconómico diferente a la globalización neoliberal, y en esa
batalla estamos, no puede haber confusiones ni concesiones en el tema
de la propiedad; y todas las alternativas que exploremos, variadas,
flexibles, descentralizadas y todo eso, deberán estar al mismo tiempo
cohesionadas por el propósito único de defender la propiedad social de
los medios de producción (sean las fábricas o los conocimientos) y la
distribución socialista de los resultados.

El concepto inalienable de propiedad social se complementa (no se
contradice) con la necesidad de una alta descentralización de las
decisiones operativas en los sectores intensivos en ciencia y
tecnología. Son un campo permanente de ensayo y error, de exploración
de lo desconocido y de ajuste o las amenazas y oportunidades
cambiantes del entorno. Así han operado hasta hoy los centros de la
biotecnología cubana y así han obtenido sus resultados.

Esta necesidad de gestión descentralizada implica a su vez la
necesidad de una intensa labor del partido sobre la política de
cuadros en estas instituciones.

La economía acelerada e intensiva en conocimiento de nuestra época
requiere claramente más flexibilidad y menos estandarización, que la
de la época de las producciones industriales de gran escala. Ello
demandará a su vez un alto grado de descentralización de las
decisiones operativas hacia las empresas de alta tecnología que vayan
surgiendo.

Pero una vez más, y esta es una idea muy importante, no podemos
confundir gestión y propiedad. Algunos en otras latitudes, tradujeron
dinamización y descentralización como retirada del Estado de la
economía y privatizaciones. No necesitamos teorizar: el experimento
esta hecho y se conocen sus desastrosos resultados.

La propiedad social debe permitir la integración entre el trabajo de
los diferentes centros de investigación-producción y de estos con
instituciones del sistema de salud, del educacional y otros. Pero
“permitir” no es suficiente. Esta integración, y la “recombinación de
conocimientos” que de ella se deriva no se puede dejar a la
espontaneidad. Determinadas formas organizacionales deberán surgir,
que catalicen e implementen esta integración.

La actividad científica hay que medirla no solo por sus indicadores de
volumen (cantidad de científicos, de instituciones, de proyectos,
financiamiento, etc.) sino por sus indicadores de salida (nuevos
productos, valor añadido de las producciones, patentes, impacto en la salud).

Si el desarrollo científico técnico depende de las conexiones sociales
de la actividad científica tanto como de su volumen, debemos medir la
intensidad y eficiencia de estas conexiones. Solo es posible dirigir
aquello que podemos medir.

En este tipo de sector, el proyecto científico es un “proyecto de
inversión” el cual, aun comprendiendo el riesgo intrínseco de la
investigación, debe rendir cuenta del retorno de la inversión.

La sostenibilidad económica de nuestros nacientes sectores de alta
tecnología deberá realizarse en el mercado exterior; y asumir la
demanda interna como una obligación de objeto social, que debe ser
subsidiada por las exportaciones y eventualmente internalizada en los
costos. Las relaciones “de mercado”, en lo interno, terminarían
distorsionando el sistema y desviándolo de la alta tecnología y de la
innovación.

La penetración de mercados externos requerirá un manejo muy
inteligente de las barreras de propiedad intelectual y de
regulaciones. Los sistemas nacionales de Propiedad Intelectual y
Regulaciones que debamos diseñar, deben estar en concertación
estratégica con este objetivo. Esta concertación para el
enfrentamiento a las barreras que nos imponen deberá irse extendiendo
poco a poco a otros países mediante acciones conjuntas de Colaboración
Sur-Sur; e ir construyendo, a partir de nuestros productos
innovadores, presiones concretas sobre los países del norte.

Este es un tema a dejar solamente apuntado aquí, pues sus
complejidades requerirán un análisis específico en otro trabajo.

El protagonista principal de todo esto es el trabajador y su
conciencia social. La expansión en nuestra economía de procesos
integrados de investigación-producción-comercialización, demandantes
de esfuerzo, superación permanente y creatividad de todos los
trabajadores solamente puede ser exitosa si es protagonizada por
trabajadores con plena conciencia de los vínculos entre su labor
cotidiana y el proyecto de sociedad socialista de la Revolución Cubana.

Ello requerirá una permanente labor del PCC y la UJC en todos los
aspectos de la vida de los colectivos laborales, garantizando un
elevado grado de politización del ambiente laboral, de selección y
motivación de los trabajadores, y de dedicación, transparencia y
rendición de cuentas de los cuadros.

Evidentemente el tema de la transformación del conocimiento en recurso
económico y sobre todo su realización comercial concreta es un tema
muy complejo. La Economía del Conocimiento está naciendo y en nada que
nace hay experiencia. Será necesario un largo camino de diversidad de
estrategias; de ensayo y error. Ya hemos comenzado a recorrerlo y los
primeros resultados son muy alentadores. Hay que seguir.

Las opciones de desarrollo en la Economía del Conocimiento existen,
pero ciertamente no están dentro del sistema capitalista. Apoyados en
la participación consciente y en la motivación de los trabajadores
(incluidos los científicos), ya no alienados de los frutos de su
trabajo, y en la posibilidad de cooperación e integración entre las
instituciones; y liberados de los efectos corruptores y
distorsionadotes de la propiedad privada y del mercado; podemos lograrlo.

Será complejo y difícil; pero se puede hacer.

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TOMADO DE LA PAGINA WEB DE "CUBA SOCIALISTA", revista teórica del
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http://www.cubasocialista.cu/