miércoles, 11 de julio de 2007
Enriquecer neuronas, ahorrar energía y combustible, jóvenes cubanos protegidos Cuba Fidel Castro profético 10 Julio
Autocrítica de Cuba
Fidel Castro - Granma
La Dirección Nacional de la UJC acordó informar la siguiente medida cuando
concluía su aplicación: "El pasado sábado 7 de julio, el Buró Nacional de la
Juventud Comunista decidió ajustar el plan de fuerzas a movilizar por las
Brigadas Estudiantiles de Trabajo, bajo el principio de emplear a los estudiantes
en tareas de orden social y recreativo, en número ajustado al mínimo
necesario y en sus municipios de residencia, para evitar la transportación.
"Tal decisión fue discutida el propio día con el Estado Mayor Nacional de
las BET, conformado por las organizaciones estudiantiles y los organismos de la
Administración Central del Estado, y también con las direcciones de la
Juventud Comunista en todas las provincias.
"Se hizo énfasis en la idea de un uso más racional de la fuerza a movilizar,
el ahorro de recursos materiales, fundamentalmente combustible, y el
propósito de que los estudiantes utilicen el tiempo en afianzar conocimientos,
incorporar hábitos de lectura y debatir sobre temas de suma importancia.
"Como resultado de las decisiones adoptadas, se moverán solo 200 000
estudiantes en julio y agosto, de los 600 000 planificados inicialmente. No se
efectuarán movilizaciones hacia campamentos agrícolas o escuelas en el campo cuya
ubicación implica el uso de transporte y otros aseguramientos logísticos.
"La convocatoria se hará este año por solo 7 días en labores relacionadas
con tareas de la Revolución Energética, junto a los trabajadores sociales,
tales como capacitación de la comunidad para una mejor cultura del ahorro,
entrega de equipos electrodomésticos pendientes de distribuir y visitas a un número
de núcleos familiares que, habiéndolos recibido y asumido las obligaciones
pertinentes, no han cumplimentado el pago.
"También estarán presentes en la lucha antivectorial, a fin de que no se
introduzca de nuevo el dengue, y en la atención primaria y secundaria de salud,
apoyando a policlínicos y hospitales.
"La promoción de actividades culturales, recreativas y deportivas en las
comunidades será otra de las tareas que acometerán los participantes en las
Brigadas Estudiantiles de Trabajo.
"La UJC promoverá entre los movilizados y el resto de los jóvenes el estudio
y el debate."
No puedo menos que felicitar a la Dirección Nacional de la Unión de Jóvenes
Comunistas, y también a los responsables de los departamentos de Organización
e Ideológico del Partido que fueron consultados por la misma y apoyaron sin
vacilar esta medida.
El trabajo físico no genera por sí mismo una conciencia. Cada trabajador es
diferente. Su temperamento, su organismo, sus nervios, el tipo de trabajo que
realiza, el rigor de este, las condiciones en que invierte su fuerza —bajo
el sol ardiente o en área climatizada—, si es a destajo o remunerado por un
sueldo, si tiene hábitos de disciplina o no, si dispone de todas sus facultades
mentales o padece de alguna discapacidad, escuelas en que estudió, maestros
que tuvo, si es profesional o no la actividad a realizar, si el trabajador es
de origen campesino o urbano. Algo muy importante: si maneja o distribuye
bienes o servicios de cualquier tipo, quiénes son sus jefes, qué imagen
proyectan, cómo hablan, cómo miran. Podría llenar páginas hablando de las
diferencias individuales de cada trabajador. Por ello, lo que más requiere el ciudadano
de nuestro país son los conocimientos, si se desea crear una conciencia.
El precepto martiano sobre la importancia de vincular el estudio y el
trabajo en la formación del hombre, nos llevó en el pasado a promover la
participación de los estudiantes universitarios e incluso alumnos de nivel medio
superior en el trabajo físico. Ello fue, en primer lugar, una necesidad
insoslayable. Había que sustituir el vacío que dejaban entonces los que masivamente
abandonaban el campo de caña tan pronto aparecían otras oportunidades de empleo.
El nivel promedio de conocimientos era muy bajo, aun después de la
alfabetización, del auge masivo de la enseñanza primaria y más tarde de la secundaria
básica. Nuestros jóvenes lo comprendieron y aportaron su esfuerzo con
disciplina y entusiasmo.
Hoy se ha masificado la educación superior, que comenzó con los médicos y
educadores, continuó con los trabajadores sociales, los de las ciencias
informáticas, los instructores de arte, la universalización de los estudios
universitarios para gran número de carreras. Hay que hacer trabajar las células del
cerebro si se desea formar conciencia, tan necesaria en la complejidad del
mundo actual.
El propósito de estudiar una o dos semanas, que este año será solo 7 días,
con materiales adecuados que se les suministren, generará la satisfacción del
tiempo bien empleado y la conciencia que con urgencia necesita nuestra
sociedad.
Durante todo el año debemos mantenernos informados sobre las cuestiones
esenciales y los detalles de lo que ocurre en Cuba y en el mundo.
En materia económica concreta, pienso que en cada país casi todos los
ciudadanos ignoramos todo. Es ineludible conocer por qué sube el precio del
petróleo, que el pasado lunes alcanzó cotizaciones de 77 dólares por barril; por qué
suben los precios de los alimentos, como el trigo y otros, que por
cuestiones de clima deben ser importados; si la causa de su elevación es permanente o
coyuntural.
No todos los trabajadores tienen estímulos en pesos convertibles, una
práctica que se generalizó en gran número de empresas durante el periodo especial,
sin cumplir en no pocas ocasiones los requisitos mínimos comprometidos. No
todos los ciudadanos reciben del exterior divisas convertibles, algo que no es
ilegal, pero que a veces crea desigualdades y privilegios irritantes en un
país que se esmera por los servicios vitales y gratuitos que ofrece a toda su
población. No menciono las jugosas ganancias que hacían los que las
transportaban clandestinamente, ni la forma en que nos tomaban el pelo transfiriendo
los billetes norteamericanos a otras monedas para evitar las medidas de
respuesta contra el dólar.
La falta real y visible de igualdad y la carencia de información pertinente
da lugar a opiniones críticas, sobre todo en los sectores más necesitados.
Es indudable que en Cuba, los que de una u otra forma reciben pesos
convertibles —aunque en estos casos son limitadas las sumas— o los ciudadanos que
reciben divisas del exterior, adquieren a la vez servicios sociales esenciales
gratuitos, alimentos, medicinas y otros bienes a precios ínfimos y
subsidiados. Estamos sin embargo cumpliendo estrictamente nuestras obligaciones
financieras precisamente porque no somos una sociedad de consumo. Se necesitan
administradores serios, valientes y conscientes.
Los que gastan gasolina a diestra y siniestra con nuestro actual parque de
vehículos de todo tipo; los que olvidan que los precios de los alimentos suben
sostenidamente y que las materias primas para la agricultura y la industria,
muchas de cuyas producciones se distribuyen a todos con precios subsidiados,
deben adquirirse a precios de mercado; los que olvidan que el país tiene el
deber sagrado de luchar hasta la última gota de sangre y debe gastar en
materias primas y medios defensivos frente a un enemigo que monta guardia
permanente, pueden comprometer la independencia y la vida de Cuba. ¡Con eso no se
juega!
Los pelos se me pusieron de punta cuando hace pocos días un distinguido
burócrata exclamó por televisión que ahora que el periodo especial se acabó
enviaremos cada año más y más delegaciones para tal y más cual actividad.
¿De dónde habrá salido ese bárbaro?, me dije. Tal vez sea una donación que
nos envía Sancho Panza desde su ínsula de Barataria.
En Cuba se alivió el periodo especial; pero el mundo ha caído en periodo muy
especial, que está por ver cómo sale de él. Despilfarramos miles de millones
de dólares en combustible. No solo como gastadores de oficio, que es una
tendencia natural, sino también por la necesidad de cambiar decenas de miles de
antiguos motores soviéticos, de una época en que les sobraba la gasolina, por
motores chinos muy ahorrativos con razonables facilidades de pago. Este
programa se ha retrasado.
En la economía mundial los metales, igual que el petróleo, suben por encima
de sus parámetros históricos, pero tienen caídas bruscas.
Nada puede sin embargo remediar en breve tiempo la necesidad de combustible
para el transporte personal y público y los equipos agrícolas o de
construcción. Todo está mecanizado en los países desarrollados. Cuentan los viajeros
que ven levantarse una tras otra edificaciones de todo tipo, que no se detienen
de día o de noche. Las ciudades se agigantan. Cada vez son más los millones
de personas que necesitan agua potable, vegetales, frutas y alimentos
proteicos, que otros deben producir y suministrar después de recorrer a veces
grandes distancias. Necesitan además carreteras de tres o cuatro vías en cada
dirección, puentes, obras ingenieras costosas. El menor incidente, el simple
contacto lateral entre dos vehículos, lo paraliza todo. Cada día es mayor el gasto
público y menor la ayuda al desarrollo.
Lo peor es que por cada mil personas hay más de 500 automóviles
individuales. En Estados Unidos casi mil. Viven o trabajan en lugares distantes. Cada uno
con su garaje. Cada centro de trabajo con su parqueo. No alcanzan las
refinerías. Muchas necesitan ampliarse y además deben construirse nuevas plantas.
La materia prima de la refinería es el petróleo; mientras más pesado más se
requiere y hace rato no aparecen grandes yacimientos del ligero. Una huelga en
Nigeria, la guerra de Iraq, las amenazas a Irán, los viejos conflictos
políticos en Europa, un maremoto, un ciclón, disparan los precios. Los viejos y
nuevos grandes consumidores demandan cada vez más millones de barriles diarios.
Crecen por supuesto simultáneamente los planes de construir nuevas plantas
nucleares. No discuto ahora los efectos o peligros ambientales o climáticos,
sino las incertidumbres que desatan en la economía real.
Después de gastar una montaña de oro destruyendo a Vietnam, Nixon sustituyó
el oro por billetes de papel, sin que apenas alguien se percatara de las
consecuencias. Era tal el desarrollo tecnológico de Estados Unidos, su capacidad
de producir mercancías industriales y agrícolas, y en especial su enorme
poderío militar, que la sustitución del oro por billetes de papel no constituyó
una tragedia. Se produjo una inflación de más del 10 por ciento, que fue
controlada. Vino después el rearme de Estados Unidos sufragado con papeles, al
final de la guerra fría, y la victoria de la sociedad consumista, que
deslumbraba a las naciones con su orgía de bienestar aparente. Con papeles el imperio
adquirió gran parte de las riquezas del mundo, donde impone sus leyes,
menospreciando la soberanía de las naciones.
El dólar fue perdiendo progresivamente su valor hasta llegar a menos del 6
por ciento en la década del 70. Los expertos están desconcertados respecto a
los fenómenos nuevos. Ninguno está seguro de lo que va a ocurrir.
¿Existen o no razones para profundizar en estos temas?
Fidel Castro Ruz