miércoles, 1 de agosto de 2007

Europeos critican Fidel responde sobre su ropa verde oliva, la de la Sierra Maestra, la de Cuba Revolucionaria Evo Morales y Koldo Campos Sagaseta





Cronopiando Por Koldo Campos Sagaseta
Evo Morales y sus "exóticas" indumentarias


Ocurrió hace algunos años. Fidel Castro respondía preguntas durante una
rueda de prensa celebrada en La Habana, con nutrida presencia de
corresponsales extranjeros. Uno de ellos, un joven italiano, preguntó: "¿No
le parece que ya va siendo hora de que se quite ese uniforme, de que ya los
tiempos no están para vestir de verde-olivo, de que ese uniforme ya está
pasao?"

La pregunta, formulada con el deliberado desparpajo por quien parecía
encarnar todas las esencias de la antimilitarista y descreída Europa, que
pasa de convencionalismos y apuesta por la modernidad, provocó un
expectante silencio en la sala a la espera de la respuesta del presidente
cubano.

Durante algunos minutos, Fidel, que no quiso dejar sin respuesta al
intrépido periodista, fue desglosando, una tras otra, todas las razones por
las que, ocasionalmente, viste de verde-olivo. Le habló de la consistencia
de la tela, de la resistencia del tejido, de su bajo costo, del valor
afectivo que ese uniforme tenía y tiene para él, hasta que agotadas todas
las explicaciones pertinentes, quiso, a su vez, devolverle la pregunta al
joven periodista. "Por curiosidad y ya que usted es italiano ¿le ha hecho
alguna vez esta misma pregunta al Papa? ¿Aceptaría el periódico para el que
trabaja que cuestionara al pontífice su insistencia en vestir su.
tradicional uniforme?"

El joven periodista italiano fue encogiéndose en su silla, abochornado,
ante la carcajada general que puso en evidencia su altanera prepotencia.

Evidentemente, nunca había cuestionado al sumo pontífice su larga batola
blanca con festones dorados, ni sus zapatos rojos de Prada, ni su
tradicional cono invertido incrustado en la cabeza, ni su capa de
terciopelo rojo y demás prendas de su amplio y caro vestuario.

Si lo hubiera hecho, no sólo habría tenido que buscarse un nuevo empleo en
otro periódico más tolerante con sus inquietudes sino, posiblemente,
cambiar de oficio.

Y viene a cuento la anécdota por la insistencia de algunos medios de
comunicación españoles en pretender ridiculizar a Evo Morales por los
"exóticos" trajes que acostumbra el dignatario boliviano y que no son más
que expresiones propias de su cultura aymara, tan dignas como cualquier
otra. De hecho, el suéter de colores de Evo Morales que tantos comentarios
suscitara en los medios de comunicación españoles es más propio y
natural, por ejemplo, que el ridículo disfraz de capitán general que usa el
monarca español o los faldones de las infantas antes de que las bauticen
con agua del río Jordán o todo el amplio y risible joyero, coronas y
vestuario de la familia borbona, del que nunca se han hecho eco, menos
mofa, esos medios españoles.

Todavía recuerdo el despliegue de recursos que con motivo de la boda de una
de las infantas españolas supuso, al margen de la boda, el banquete y demás
ceremonias, el simple traslado del traje de novia de Madrid a Barcelona,
traslado efectuado en una camioneta blindada de la policía, acompañada de
tres vehículos de escolta y custodiada por agentes especiales e, incluso,
perros, en secreto operativo para evitar, según se dijo, las entusiastas y
espontáneas aglomeraciones de ciudadanos por las carreteras para ver pasar
la procesión. El suéter de Evo, que se sepa, no precisa en sus traslados
tanta parafernalia ni es el pueblo boliviano quien la paga.

Tal parece que los medios reservan sus reproches y sarcasmos,
exclusivamente, para el dirigente boliviano, Correa, Chávez o el propio
Fidel, así vista de verde-olivo o use chándal.

La criticidad, aquella valiosa virtud que en el pasado distinguiera a
Europa, hace tiempo que sólo es historia patria. Las últimas hornadas de
"intelectuales y comunicadores" europeos muestran su pretendida agudeza
para pretender ridiculizar las expresiones culturales de otros pueblos,
pero se vuelven boñiga, simple mierda de gato, cuando se trata de ponderar
las figuras de papas, presidentes o monarcas propios. Muestran, esos
medios, su afilada criticidad para burlarse de los "tópicos
tercermundistas" pero guardan circunspecta seriedad y respeto frente a las
grotescas extravagancias y ridiculeces de la mano que los compra y que les
paga. Y para quien se aventure a saltarse el "debido protocolo", siempre
queda la Audiencia Nacional y esa recua de energúmenos con peluca
disfrazados de jueces, cuya vestimenta, por cierto, más mueve a la pena que
a la risa.