miércoles, 19 de septiembre de 2007

Che Guevara subastan mechón de cabellos que el asesino agente de la CIA le arrancó al argentino heróico Adys Cupull Froilán González



EL CHE Y LA SUBASTA MALDITA

un asesino agente de la CIA está por subastar objetos pertenecientes al Che, entre ellos un mechón de su cabello que cortó con afilada tijera cuando yacía en la enfermería, todavía tibios sus restos.

Este siniestro excavador de sepulcros que osó tocar con sus manos la cabellera de uno de los hombres más dignos del Humanidad convirtiéndose en el Che de todos los desposeídos, no tiene calificativos. Si jugamos con nuestro vocabulario y decimos diablo, maligno, lucifer, sátrapa, indigno, vividor, especulador, sin escrúpulos, aberrante, absurdo y descarriado, llegaremos a otra conclusión mayor sobre el término que le cabe a esta perversa personalidad y lo señalaremos abierta y rotundamente como PSICÓPATA.

Lamentablemente la humanidad conoce demasiado bien la perversidad de los psicópatas que predominan en todos los rincones del mundo, mayormente en los gobiernos y en las mafias. Ellos han encontrado en Miami el clima propicio para subsistir en su tela de araña venenosa, urdiendo siempre enredos malignos sin dormir por las noches. Apoyados en el delito, la avaricia y la usura que promueve un capitalismo feroz proyectado sólo en función de intereses del valor económico porque no conocen otros.

La prensa latinoamericana refleja hoy que un asesino del Che quiere “vender lo que no pudo matar”.

Expondré ante ustedes una somera figura del rematador psicópata.

Gustavo Villoldo Sampera utilizó el seudónimo de Eduardo González y nació el 21 de enero de 1936 en La Habana aunque estudió en Estados Unidos. En 1958, durante la lucha contra la dictadura de Batista se relacionó con personajes del régimen tiránico y tuvo gran amistad con connotados asesinos que le otorgaron un pomposo carné de capitán honorario. A fines de 1959, fue acusado de colaborador de la policía por delatar a jóvenes revolucionarios y abandonó el país definitivamente rumbo a Estados Unidos.

En 1960 fue reclutado por la CIA para trabajar en los planes contra Cuba. Dos años después, como agente principal de los grupos de infiltración y sabotajes, realizó varias acciones terroristas. Asistió a Fort Benning, Georgia, para un curso de adiestramiento militar que compartió con los HERALDOS DE LA MUERTE Luis Posada Carriles, Félix Rodríguez y Jorge Mas Canosa. Todo un club de amigos.

En Bolivia participó en interrogatorios y torturas de detenidos. Se jactó públicamente de haber pateado y abofeteado el cadáver del Che, y de la decisión de cercenarle las manos.

Después de los acontecimientos guerrilleros orientados por la CIA Gustavo Villoldo Sampera se trasladó a Brasil y en abril de 1971 a México para coordinar planes de atentados terroristas contra funcionarios diplomáticos cubanos. Posteriormente fue enviado a Vietnam. Por algo será.

El 26 de agosto de 1976 prestó su nombre para la adquisición del National Bank of South, en Hialeah, Florida, propiedad de la CIA. El 14 de septiembre de 1978, los representantes del FBI Harry Brandson y Joseph Dawson, plantearon a su misma Agencia argumentos y pruebas de que Villoldo estaba involucrado en el tráfico de drogas y que una avioneta de su propiedad desapareció con dos tripulantes de origen cubano, mezclados con el narcotráfico. La CIA lo protegió “desestimando” las pruebas

Este anti castrista ex agente de Estados Unidos fue uno de los asesinos del legendario guerrillero Ernesto Che Guevara en 1967, y es quien ahora intenta subastar algunos objetos de su propiedad. Todo un asesino confeso que pretende en su sórdida y decrépita vejez, lucrar con su Botín de Guerra.

Mi recuerdo viaja hacia Hitler, Pinochet, Franco, Mussolini. Videla, actualmente al descerebrado de Bush y tantos otros energúmenos por el estilo .

“Miserable al fin, como no pudo ni puede matarlo, despedazarlo, desaparecerlo, ahora pretende venderlo”, dice el único rotativo que circuló ayer en toda la isla de Cuba.

El órgano de las juventudes comunistas cubanas afirma que “han pasado casi cuarenta años y todavía Villoldo no puede explicarse cómo su despreciable crimen no logró matar a aquel hombre torturado por él”.

El septuagenario actualmente reside por supuesto en Miami, y es pública su participación en el asesinato del Che Guevara en Bolivia en 1967 tras apresarlo herido. El mismo dirigió la captura del Guerrillero Heroico, ordenó su muerte, mutiló su cadáver y decidió el entierro en una fosa común descubierta hace diez años por un equipo de médicos forenses cubanos y argentinos que el sujeto niega porque intenta también subastar un supuesto plano del sitio de la hoy inexistente fosa.

Esta despreciable comadreja es quien acaba de poner en remate (qué palabreja) una serie de objetos personales del Che robados a sus propios restos.

En 1967 Gustavo Villoldo Sampera, exiliado anti cubano usamericano, dirigió la captura del Che Guevara y la de sus hombres en Bolivia, ordenó su muerte, le cortó las manos para que no pudiera ser identificado y ordenó su entierro en la fosa común descubierta hace diez años por el equipo forense cubano-argentino.

En la actualidad no soporta su condición de criminal sepultado en el abandono, más cuando quien debía estar desaparecido en la desmemoria es el HEROE a quien enterró a escondidas en una pista recóndita de Valle Grande, Bolivia

Villoldo se asoció vergonzosamente con el Heritage Auctions of Dallas, la mayor firma de subastas del mundo, para la venta de los objetos, que se realizará el próximo 25 y 26 de octubre.

Ambos esperan que las ofertas sobrepasen el millón de dólares.

RECORDANDO VALLEGRANDE

“Son las dos y media de la tarde del 9 de octubre de 1967 y está aterrizando el helicóptero . Veo descender al coronel Joaquín Zenteno Anaya y Félix Rodríguez a los agentes de la CIA, Gustavo Villoldo Sampera y Julio Gabriel García, y los bolivianos, teniente coronel Roberto Toto Quintanilla y el mayor Arnaldo Saucedo Parada.

Zenteno Anaya se dirige hacia donde se encuentra el general Alfredo Ovando con una comitiva que ha llegado desde La Paz. Los agentes de la CIA recogen los documentos de mis guerrilleros para efectuar un inventario.

A las cuatro y media el helicóptero piloteado por el mayor Jaime Niño de Guzmán, transporta mi cuerpo . A través de reportajes de prensa, alcanzo a escuchar la repercusión que ha provocado en Vallegrande la llegada de mis restos, que están conmoviendo a la población, porque en número crecido se traslada primero a la pista y luego al hospital. La multitud intenta arrebatar mi cadáver, pero efectivos del ejército se esfuerzan para evitar el asalto. El pueblo se vuelca a la pista y está decidido a no permitir mi acarreo hacia ninguna parte. Los militares me desamarran, me sujetan a la plataforma externa del helicóptero y rápidamente me introducen a una ambulancia que a toda velocidad me conduce al hospital “Señor de Malta”.

Christopher Rooper de la agencia de noticias Reuters, trasmite que mi cadáver es retirado del helicóptero e introducido en un furgón Chevrolet perseguido por ansiosos periodistas que se trepan en el primer jeep que encuentran a mano. Nos dirigimos hacia un pequeño local que hace las veces de morgue. Se esfuerzan por impedir que espectadores y periodistas penetren al recinto. En la puja se destaca particularmente un individuo rollizo y calvo, de unos treinta años. No lleva insignia militar sobre su uniforme amarillento y parece hacerse cargo de la situación desde el aterrizaje. Viaja conmigo en el furgón Chevrolet.

Ninguno de los jefes militares revela el nombre de esta persona, pero conozco muy bien que se trata de un exiliado cubano y que trabaja para la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos.

Desde el momento en que el helicóptero aterriza, la operación es puesta en manos de este esbirro en traje de campaña, incuestionablemente un representante del servicio de inteligencia de Estados Unidos y cubano, por eso el helicóptero aterrizó lejos de donde hay un grupo de personas.

-Comandábamos un jeep para seguirlos y el chofer se las arregló para atravesar las verjas del hospital,- está contando uno de ellos con voz alterada- y el cadáver fue llevado a un cobertizo descolorido que servirá de morgue, cuando las puertas del camión se abrieron de repente y este agente americano saltó, emitiendo un grito de guerra:

- ¡Vamos a llevárnoslos para el demonio o para el carajo, lejos de aquí!”

Uno de los corresponsales le pregunta de dónde viene. -¡De ninguna parte! - es la respuesta insolente.

Mi cuerpo verde olivo es acarreado hacia cobertizo. Soy indudablemente el Che Guevara.

-Yo, una de las pocas gentes que lo ha visto vivo.-dice el taimado.

Lo conocí en Cuba en una recepción de la embajada de 1963, y no tengo dudas de que es el cuerpo de Ernesto Guevara- aclara nuevamente dándose importancia.

Es evidente que el cipayo me conoce y puede dar fe sobre mi asesinato y la traición a su patria liberada. No ignora que sé lo que él es, y también que no debería estar aquí porque ésta es una guerra en la que Estados Unidos asegura no tomar parte.

Tan pronto como mi cuerpo llega a la morgue, los médicos comienzan a inyectarme químicos. El agente americano hace esfuerzos desesperados para aguantar a las masas. Es un hombre muy nervioso y observa iracundo con ojos de hielo cada vez que una cámara de dirige hacia él. Sin embargo se desplaza con autoridad entre las tropas de Vallegrande, hablando con los oficiales de mayor graduación y en términos muy familiares.

Los agentes de la CIA Gustavo Villoldo y Toto Quintanilla, me transportan a la lavandería del hospital y al depositarme en el piso, el agente demuestra su condición moral dándome una fuerte patada; después me suben al lavadero y golpea mi rostro mientras Toto Quintanilla toma huellas dactilares y ordena a una enfermera que proceda a lavar mi cuerpo.

En el hotel Santa Teresita de Vallegrande, los agentes de la CIA y los militares bolivianos festejan mi muerte. Félix Rodríguez abre una botella de whisky y brinda con todos los presentes.

Los comentarios de que fui asesinado se escuchan cada vez más fuertes. La presencia de mi hermano Roberto en La Paz, su pedido de contemplarme y un movimiento de médicos bolivianos, exigen que se me realice una autopsia imparcial. Solicitan ayuda a sus colegas latinoamericanos colocando al alto mando militar y a la estación de la CIA en La Paz en un grave dilema.

Algunas moscas comienzan a revolotear cerca de mi rostro golpeado. El esbirro traidor aparece con una tijera y me corta un mechón de cabello ensortijado por la humedad de la tierra. Una de las enfermeras esconde su lágrima. Entran y salen periodistas de todos los sitios, algunos muy afectados. La abuela Ana y mi madre me besan en la frente todavía tibia.

Debido a la demora de los peritos argentinos para identificarme, ordenan cortarme las manos. La cabeza y el resto del cuerpo los incinerarán. Hay confusión en las medidas. Todo es revuelo e Indecisión.

Por razones políticas han inventado la frase: “Soy el Che, valgo más vivo que muerto”. Resulta increíble que un hombre con un balazo en el cuello y otro cerca del corazón esté hablando, esas son las causas por las que no pueden exhibirme ante la gente y como no resuelven el problema de la identificación por ausencia de los argentinos, deciden que me las corten.

Toto Quintanilla acaba de expresar que los cubanos agentes de la CIA. dieron una orden que hacen aparecer como de la superioridad.

Todo es un caos porque el doctor Martínez Caso se embriagó antes de la hora indicada y la tarea se la impusieron a otro médico llamado Moisés Abraham, al que ayudarán los agentes de la CIA y Toto Quintanilla. Amenazan de muerte a este médico por si él o su familia llegaran a filtrar la información, la hora y las circunstancias en que fallecí.

Otro agente de la CIA Julio Gabriel García, admite que ordenó cortar mis manos y cuando intenta tomar mis huellas digitales, encuentra las yemas muy arrugadas y tiene problemas con la decadactilar. Las trozan para hacer el trabajo eficientemente y luego van a parar a un frasco con formol para su conservación.

Concluido este proceso me trasladan en un jeep hasta el cuartel del regimiento “Pando”. Son las dos de la madrugada del 11 de octubre.

Me aguardan cuatro tanques de combustible para la incineración y no pueden efectuarla por la cercanía del amanecer. Le temen al alto grado de susceptibilidad que estos acontecimientos provocarían entre los pobladores, unido a la presencia de periodistas y corresponsales extranjeros.

Determinan enterrarme con un tractor en la misma zanja y junto a mis compañeros guerrilleros. En primera fila observa el traidor cubano norteamericano.

Mi cadáver del Che lo lleva el coronel Andrés Sélich en una volqueta conducida por su chofer Carlos Cortés.

El chofer parece un buen hombre.”

POR SUPUESTO BUEN HOMBRE NO ES GUSTAVO VILLOLDO SAMPERA

EN ARGENTINA SOLEMOS DECIR: NI OLVIDO NI PERDON PARA ESTOS USUREROS DEL DIABLO.

JUICIO Y CASTIGO A LOS CULPABLES. NUESTRAS TREINTA MIL RAZONES PRACTICARON EL CAMINO Y LOS VALORES DE UN CHE QUE TODAVÍA VIVE HASTA LA VICTORIA SIEMPRE

FORMEMOS TRIBUNALES DE LA HUMANIDAD PARA ENJUICIAR ESTA RUINA

ADRIANA VEGA*

*Los dato históricos de esta nota se basan en el libro de Adys Cupull y Froilán González titulado SIN OLVIDOS, CRÍMENES EN LA HIGUERA recientemente presentado para el mundo en Rosario y a su vez extraídos de fuentes suministradas por el FBI.