viernes, 28 de septiembre de 2007

Manuel Yepe, Bush, y los malos norteamericanos


LOS AMERICANOS MALOS Por Manuel E. Yepe*

Puedo imaginar la vergüenza que habrá embargado a todo ciudadano honesto e inteligente de los Estados Unidos cuando el Presidente de su país, George W. Bush, se pronunciaba de la manera que lo hizo ante el pleno de la Asamblea General de la ONU, en el primer día del debate general del actual período de sesiones.

En Cuba, un país "donde no hay libertad de expresión, de asociación, ni elecciones libres… el régimen de "un dictador cruel llega a su fin" –dijo sin ruborizarse- para a continuación solicitar a la ONU ayuda para impulsar "una transición hacia la democracia" en la isla.

Bush lanzó esta invectiva en el mismo escenario donde desde hace 15 años la comunidad mundial allí representada viene condenando, casi unánimemente, a los Estados Unidos por su política de bloqueo contra Cuba. En noviembre último la votación a favor de Cuba fue de 183 votos contra cuatro (Estados Unidos, Israel, Islas Marshall y Palau), con una única abstención, de Micronesia.

En el propio discurso, el Presidente de los Estados Unidos de América, además de amenazar a una veintena de países en vías de desarrollo por atentar contra la democracia y la libertad, exaltó los avances democráticos en Irak, Afganistán y Líbano, "pese a la presión que ejercen los extremistas", entre otras barrabasadas ofensivas a la inteligencia y la razón.

Tanto desatino me hizo recordar el llamamiento emitido a mediados de junio de este año 2007 por el renombrado pacifista estadounidense Bruce K. Gagnon bajo el título de "¿Y ahora que hacemos?" en el que respondía a esa pregunta y a otra tan urgente como la anterior: ¿Cómo podremos detener a Bush?

Gagnon ofrecía como la primera de diez recomendaciones la de ir más allá de culpar a Bush, porque el imperio estadounidense es mucho más que Bush o el dominio de un partido. De lo que se trata es de la dominación de un sistema de corporaciones transnacionales en el que Bush es solo la fachada del gran capital.

La segunda recomendación era la de estar concientes de que todos los ciudadanos estadounidenses son parte de un imperio militar y económico cuya bota en el cuello de otros pueblos del mundo les proporciona el control y los beneficios de buena parte de los recursos globales. "Nosotros tenemos el 5% de la población y consumimos el 25% de los recursos del planeta; esta realidad nos crea serios conflictos morales que no pueden ignorarse".

La tercera era reconocer que "tenemos adicción a la guerra y a la violencia, algo que comenzó a formarse con el exterminio de las poblaciones nativas y la introducción de la esclavitud."

La cuarta sugerencia era la de comenzar a pensar de otra manera acerca del propio país y comprender que, cuando se ha perdido la democracia y lo que se tiene en el poder es un "gobierno en manos de unos pocos", contra esa "oligarquía" hay que luchar (sin violencia) para recuperar la democracia. Gagnon recordaba que prácticamente todas las mejores cosas que ha logrado la nación norteamericana (abolición de la esclavitud, voto de la mujer, derechos civiles, acciones contra las guerras, etc.) han sido obtenidas a base de acción directa y, algunas veces, desobediencia civil.

Como quinta idea, el destacado pacifista convocaba a olvidar la mitología individualista de "cada quien por su lado" con la que a todos "se nos ha lavado el cerebro en este país". Un movimiento para el cambio solo puede ocurrir con trabajo colectivo, en comunidad. Hay que olvidar la noción egocéntrica de que "un gran hombre" vendrá a salvarnos.

La sexta recomendación de Gagnon llamaba a dejar de lado el asfixiante mito del "éxito americano" al que solo se puede acceder si no se alteran los valores establecidos, sin meterse en política, y si se aceptan las cosas tal como son y siempre han sido. "Nos han entrenado para dar mayor valor al éxito y la movilidad ascendente que a la libertad de palabra, al agua limpia, al aire puro y al fin de las descontroladas ansias de dominio mundial de nuestro gobierno".

Trabajar bien con otros, echar a un lado los egos y nuestras ansias de ser estrellas, era la séptima sugerencia de Gagnon a sus compatriotas, para traer a la realidad los cambios deseados.

Como octava fórmula, Bruce Gagnon invitaba a abandonar el consumismo que domina la vida cotidiana del ciudadano común estadounidense, señalando que se vive pensando cada vez más en la "carrera de ratas de cada día y menos en la protección de las futuras generaciones."

La novena orientación convocaba a volver a la lectura, dedicar menos tiempo a ver televisión, que es la herramienta principal de que se sirve la estructura de poder para lavar las mentes de los ciudadanos. "Tenemos que convertirnos de nuevo en pensadores independientes y enseñar a nuestros hijos a pensar ellos mismos. Leer y hablar con los demás es la clave; sobre todo leer y hablar de historia: es en ella donde se encuentran todas las respuestas y lecciones."

Finalmente, Bruce K. Gagnon, quien es Coordinador de la Global Network Against Weapons & Nuclear Power in Space (Red Global contra las Armas y la Fuerza Nuclear en el Espacio), convidaba a reestablecer la confianza y la alegría en medio del trabajo político por la paz, "donde encontrarán y harán amistad con algunas de las gentes más encantadoras del mundo, lo que cambiará sus vidas."

Estas ideas con las que el destacado pacifista invitaba a sus compatriotas a sacudirse el pesado fardo que les está impuesto por el complejo militar industrial y el sistema de corporaciones transnacionales que conforman la cúpula del poder que lleva las riendas de la única superpotencia del planeta, invita a reflexionar que no es justo cargar sobre la ciudadanía estadounidense culpas que en verdad corresponden a los poderosos intereses que también el pueblo de ese país sufre.

Es bien posible que la errática actuación de un Jefe de Estado y Gobierno tan desacreditado, instrumento del sector neoconservador de extrema derecha de la cúpula del poder -que también ha evidenciado incapacidad para desempeñar la hegemonía global que ambiciona-, puede estar contribuyendo a que la humanidad logre librarse de los designios de esta última antes de lo que se temía en las postrimerías del pasado siglo XX.

Porque, indudablemente, en los Estados Unidos hay muchos arrogantes "americanos malos" que encarnan las ansias de hegemonía y dominación que proyecta su actual Presidente, pero hay muchos más "buenos americanos" que no están contentos ni dispuestos a cargar las culpas por mucho más tiempo.

*Manuel E. Yepe Menéndez es periodista y se desempeña como Profesor adjunto en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana.

Septiembre de 2007