martes, 4 de septiembre de 2007
Violencia armada, Barra Brava Militar, Rugby, Ejército Argentino
Un posible huevo de la serpiente
Por Osvaldo Bayer
El doctor Fernando Comunale, conocido médico de Belgrano, cirujano y sanitarista, del Hospital Pirovano, quien fue director de regiones sanitarias de la provincia bonaerense e interventor de la Obra Social de los Obreros de la Carne, hizo ayer una denuncia que para muchos no será de total importancia, pero que guarda un significado muy peligroso que demuestra que, pese a que han pasado ya 24 años de democracia, hay sectores que parecen no haber aprendido nada.
Todo ocurrió en una cancha de rugby, con la característica especial de que ese campo de juego está dentro del Colegio Militar. Justo allí donde se educan los próximos oficiales del Ejército. El domingo pasado se estaba jugando un partido de ese deporte, por el campeonato de la Liga Universitaria de la Unión de Rugby de Buenos Aires, entre el equipo del Colegio Militar, como local, y el representativo de la Universidad José Ingenieros, que actúa en representación de lo que era el antiguo Club Obras Sanitarias, integrado por estudiantes de educación física. Durante el juego, hubo un penal a favor del club civil, que no fue cobrado por el juez, y los jugadores perdieron la calma y algunos de ellos se insultaron y tomaron a golpes de puño. Pero lo increíble fue que en las tribunas había personal militar con traje de fajina y armado con fusiles ametralladoras Fal, además de otros con armas de tiro corto. Algunos uniformados bajaron de la tribuna y comenzaron a castigar a los jugadores del equipo civil, mientras hacían ostentación de armas. Cuando el doctor Comunale –que servía allí como médico del equipo universitario y además como entrenador– reprochó la actitud de los hombres uniformados armados, un coronel le contestó agresivamente: “Esta cancha es territorio del Ejército Argentino”. A lo que contestó el doctor Comunale: “Usted se equivoca, un espacio deportivo siempre pertenece a los dos equipos mientras juegan”. Y siguieron las trompadas, en las que se destacó un mayor del Ejército.
Todo esto origina una serie de preguntas: ¿por qué el público militar estaba “disfrazado” con uniforme de combate? Además, es tradicional en ese deporte que se juegue un “tercer tiempo”, es decir, cuando los dos equipos, terminado el partido, se juntan para conversar y brindar por el deporte y por la amistad, aunque durante el partido haya habido desavenencias, protestas o hasta golpes. Cuando un jugador comete una falta es retirado del campo por diez minutos, para que recapacite, y luego puede entrar de nuevo. Así debe ser el deporte y no bordear la cancha con armas de fuego y entrar a trompada limpia. ¿Dónde han aprendido ese proceder los militares argentinos? ¿Cómo es posible que los oficiales tengan esa conducta, se crean los dueños de la verdad? ¿Quiénes son los profesores del Colegio Militar que no fundamentan una conducta de honorabilidad en vez de una agresividad inútil donde nace el odio? ¿No han aprendido nada después de la tragedia del cobarde método de la desaparición de personas?
El Ministerio de Defensa debería hacer una profunda investigación de este incidente en el campo de juego del Colegio Militar y luego también hacer una clase magistral de cómo tendrían que haberse conducido los responsables uniformados del incidente. Una enseñanza para que les sirva definitivamente para el futuro. Si se deja pasar por alto, podría servir como el huevo de la serpiente para el futuro de la democracia.