Por: Rosa Miriam Elizalde
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04 de marzo de 2008 02:13:35 GMT
Para Camilo, Adriana,
Alejandra y Daniel.
En el kilómetro 52 de la autopista hacia Pinar del Río está la entrada a la comunidad Las Terrazas, una zona que la UNESCO ha declarado reserva natural por sus bosques de pinares entrelazados de palmas. En el kilómetro 52 de la Autopista hacia el Oriente de la Isla, ha crecido una palma real entre las ramas extendidas de la ceiba. Mirados desde cierta distancia, no hay dudas: los árboles se abrazan.
Quien tenga alguna duda de que Cuba nació del mar, que vaya a Viñales. El paisaje no es terrestre, sino marino. Es el fondo del mar de hace dos millones de años, pero sin el agua. La mayoría de los peces se fueron —solo unos pocos quedaron petrificados dentro de las cuevas y debajo de la piel verde de los mogotes—, y en su lugar, tomaron posesión los caracoles, las hormigas tornasoladas, las mariposas, el zunzún, los mosquitos. No hace falta mucha imaginación para descubrir que no viajamos en guagua por la carretera, sino en un batiscafo que nos lleva por un mundo virtual, un mar que es también una nación de pájaros, una muchedumbre de hojas y palmas y «pinos —venturosa región que se prolonga—/ del tamaño del hombre, breves y casuales», como haría notar José Lezama Lima en su poema El arco invisible de Viñales.
Si se toma como punto de partida La Habana, a un lado y al otro de la Autopista el paisaje es terroso y amarillo. La sequía tiene pelados los árboles, que levantan sus ramas y sus raíces secas al sol en dolorosa plegaria. Cuando llegamos al filo de la Sierra de los Órganos, es como si pasáramos de tierra firme a un barco. La humedad atraviesa las casas y los perros, el camino y el ganado, el árbol y la carreta del arriero, como si el Arca de Noé acabara de surgir chorreando del fondo del mar, navío dos veces fantasma. Llueve sobre nosotros el tiempo y para que este se escuche pasar basta que una gota de agua caiga de la hoja de un cedro hasta tu mano. Ese sonido único se desgaja como una perla, o como una lágrima. Pleno, desprendido, sencillo y natural es el más hermoso de todos los sonidos, y rareza de esta Isla