martes, 8 de abril de 2008

Niños de la calle no hay uno solo en Cuba porque la sociedad no lo tolera y el estado lo refrenda, la Isla con niños pero sin calle para ellos


Los niños de la calle, Por Fernando Ravsberg, Corresponsal de la BBC en Cuba

"Si Ravsberg sabe ser más sutil que sus otros colegas de la prensa extranjera acreditada en Cuba, eso es una prueba más de profesionalidad que aquí todos le reconocen", comenta en un debate que estableciera con el corresponsal de la BBC nuestor querido amigo, al que admiramos en grado superlativo, Manuel David Orrio.

Ciertamente, no todo, -por ser cautos al calificar sus reportajes-, no todo, repito, lo que publican la BBC y su corresponsal, es digno de reseñar, por la dosis de "malintención" -como decimos en Cuba- y por todo lo que de desinformación medíatica. de "gotica de veneno" (utilizando nuevamente la frase que gustaba usar mi padre), traen implícitos los mismos. Sin embargo, hay soles que no hay dedo que pueda tapar, ni tecla que desinformación pueda apretar

Y es por eso que hoy les traemos este reportaje del corresponsal de marras... que ha sido objetivo, porque mucho tendría que mentir para negar esta inobjetable realidad!!:

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La vida de los niños está llena de actividades organizadas por la escuela hogar en la que viven.

A Eva la conocí desarmando camisetas para hacer calzoncillos, sus niños estaban necesitados y ella no los iba a dejar en la estacada, como nunca los había dejado desde que la nombraron directora, hace ya más de 20 años.

Eran 17 niños y niñas los que habitaban la escuela-hogar, todos en edad de preescolar, huérfanos, hijos de delincuentes presos, de enfermos mentales o de padres de probada irresponsabilidad.

Son los niños de la calle, los mismos que en otros países duermen en los portales, piden limosnas en las iglesias, limpian autos en los semáforos o roban lo que pueden a los desprevenidos transeúntes.

El Estado cubano los provee de casi todo lo que les hace falta, tienen una cama, comida y ropa, y cuando a nadie se le ocurre que tienen que enviar calzoncillos, entonces el personal de la escuela-hogar hace de costureros.

Estado y sociedad

En la misma escuela están los dormitorios y tienen además una posta médica durante el día para atender a los pequeños.
En mi visita conversé con la doctora que los atiende y estuve presente en el aula viendo a la maestra de preescolar impartirles las clases, como se hace con el resto de los pequeños del país.

Los niños son protegidos en estos hogares hasta que alcanzan la mayoría de edad pero pueden permanecer más tiempo si están cursando una carrera universitaria y necesitan una vivienda.

Pero no se trata sólo del Estado, la sociedad toda ha adquirido una enorme conciencia respecto a los niños, son muy pocos los que acaban en estas instituciones porque por lo general alguien de la familia se hace cargo de ellos.

Es más, durante la emigración masiva de balseros de 1994, una madre del barrio del Cotorro dejo sus dos hijos pequeños al cuidado de una vecina "por unas horas" y se fue rumbo a los Estados Unidos.

Cuando se tranquilizó la situación y las cosas volvieron a ponerse en orden, la policía fue a la casa de esta señora a buscar los niños para llevarlos a una institución especializada.

Nada pudieron hacer para quitarle esos muchachos, la mujer se negó en redondo a entregarlos y hoy son dos adolescentes felices que viven con su madre postiza en el mismo barrio en el que nacieron.

Paradójicamente en el hogar escuela se les llama "niños de la calle" a los alumnos externos, aquellos que viven con sus padres, asisten a clase por la mañana y son recogidos por sus familias por las tardes.

Volverán a sonreir

Me tensioné en el momento en el que los padres recogían a sus hijos. Pensé que debería ser muy duro para los niños que no tienen familia, para los que debían permanecer en el hogar.

La escuela tiene un campo de juegos donde los chiquillos se divierten entre ellos y con los vienen de la calle a recibir clases.
Pero la vida en la institución sigue plena de actividades, juegos, televisión, la cena y a dormir hasta el día siguiente. Eva y su equipo hacen todo lo posible para crear un ambiente de normalidad.

Los fines de semana también hay actividades, desde paseos a la playa hasta visitas a parques, claro que, en ocasiones, el personal tiene que "fajarse" (pelearse) para que le asignen el diesel necesario para el viaje.

Eva me muestra los últimos niños que le enviaron, uno de ellos tiene serias deformaciones en las piernas y están casi desnutridos. Ella los atiende, les habla, los acaricia y me comenta que ya tiene turno para el día siguiente en el hospital ortopédico.

A diferencia del resto de sus compañeros ellos están serios, se apartan del ruidoso grupo, todavía miran sorprendidos a su alrededor sin entender porqué ha cambiado tanto su vida.

"No importa –me dice Eva- verás como en unos meses comienzan a reír". Ella está segura de lo que hace porque para esta gente su actividad con los niños no es una forma de ganarse la vida sino la esencia de su vida.

No hay horarios, se trabaja los fines de semana si hay que sacarlos a pasear y muchas veces regresan a la escuela en medio de la noche porque uno de los muchachos se enfermó y deben llevarlo al hospital.

Ganan muy poco, entre 15 y 30 dólares mensuales, y, a diferencia de muchos otros cubanos, no se pueden llevar nada del centro de trabajo porque todo lo que hay es de los niños y, por lo tanto, sagrado.

Las he visto en una fiesta repartiendo torta y refrescos. Los pequeños recibieron sus raciones uno por uno, se les dio la oportunidad de repetir y solo después se dividió lo que sobró entre el personal.

El destino de estos pequeños habría sido vagar por la ciudad, dormir en parques y oler pegamento para aplacar el hambre y la desesperanza, pero no será así. La realidad es que en esta isla, pequeña y pobre, no se ve ni un solo "niño de la calle".

Lic. Rosa C. Báez
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