domingo, 29 de junio de 2008

Che Guevara dice Viva el poeta, periodista y héroe José Martí cubano apóstol de la revolución ideólogo del Moncada que atacó Fidel Castro
















Martí en el Che
Por Pedro Pablo Rodríguez*, serviex@prensa-latina.cu

La Habana (PL).- La reciente conmemoración por los 80 años del natalicio del comandante Ernesto Che Guevara me ha hecho releer su discurso del 28 de enero de 1960dedicado a Martí, del que siempre he guardado en la memoria su llamado al entusiasta público que le escuchaba, integrado por muchos niños, a cambiar sus gritos de "¡Viva el Che!" por los de ¡Viva Martí!"

Como se evidencia en el texto conservado, no sólo le animaban su proverbial sencillez y modestia, sino su propio análisis de la personalidad martiana. Considera Che que había que dar vivas a Martí porque antes de que él mismo y los demás luchadores de la Revolución de 1959 nacieran, ya Martí había nacido, había sufrido y había muerto por el mismo ideal. Y ahí fijaba la razón de por qué era Martí el mentor directo de la nueva Revolución e, incluso, un hombre no sólo de Cuba sino de toda la América.

Señala el comandante revolucionario que hay muchas formas de honrar a Martí: cumpliendo "religiosamente"con el recordatorio de su nacimiento y de su caída en combate o citando sus frases "bonitas", "perfectas" y "sobre todo justas". Pero para Che se trataba de que se le debía honrar en la forma que él querría cuando proclamó que "la mejor manera de decir es hacer". Y por ello, considera que los revolucionarios justamente lo estaban honrando adecuadamente en la medida en que hacían lo que las circunstancias y las balas de la colonia le impidieron al Maestro.
De este modo, pues, planteaba que en la tareas de la construcción revolucionaria Martí continuaba siendo el guía, como en los tiempos de la lucha armada contra la tiranía batistiana.

La Revolución, entonces, era para Che el cumplimiento del proceso de cambios inconcluso con la Guerra de Independencia, con lo cual reiteraba su comprensión de las raíces autóctonas del nuevo proceso liberador.

Son de alta significación en 1960 estas consideraciones del entonces ministro de Industrias del Gobierno Revolucionario, quien no anteponía sus ya conocidos criterios marxistas a las tradiciones propias de la historia liberadora y del pensamiento social cubanos, ni tampoco intentaba ajustar o validar estos por comparación con el marxismo. Luego, aunque Che no lo explicite en este discurso, su pensamiento no se movía en modo alguno por los esquemas que por esa época se manifestaban en la mayoría de las corrientes de ideas y de los partidos marxistas, sobre todo en los países coloniales y neocoloniales en cuanto a la consideración de sus propios antecedentes y fundamentos para la liberación nacional.

Lo que Che hacía, por tanto, era una apropiación o, mejor, una asunción de Martí desde su ya original óptica marxista, que se desarrollaría aceleradamente en medio de las tareas liberadoras que acometía la Revolución cubana y de la construcción del socialismo hacia la que se avanzaba aceleradamente en aquel año de 1960. Quizás ahí esté la clave de esa sorprendente capacidad para entender y explicar el ideario del Maestro para quien, como él, no se había formado en Cuba y seguramente lo conoció
a profundidad a partir de su encuentro con los revolucionarios cubanos en Guatemala.

Quien sabe cuánto pudo influir en Che, por ejemplo, su amistad intensa con Ñico López, todo un cuadro de pensamiento, a pesar de su escasa instrucción escolarizada, y no es desacertado suponer que probablemente leyó con intencionalidad creadora a Martí durante la preparación en México al entrar en contacto con los futuros expedicionarios del yate Granma, particularmente con personas como Juan Manuel Márquez, elocuente martiano desde su juventud, y el mismo Fidel Castro, estudioso concienzudo de los textos y seguidor leal y consciente del ideario del Maestro.

Es este, desde luego, asunto para examinar a fondo, porque, de otro lado, es probable que la sagacidad del criterio marxista de Che se deba en medida por precisar a ese conocimiento del pensamiento martiano, que llevó a buena parte de la vanguardia revolucionaria cubana â?"desde los días del Moncada, del Granma y de la lucha armadaâ?" a una asimilación también creadora y original del marxismo.

Este discurso de Che del 28 de enero de 1960 fue pronunciado en medio de un serio enfrentamiento ideológico y político con el imperialismo y la burguesía cubana cuya hegemonía se quebraba ya velozmente, y cuando la propaganda anticomunista pretendía impedir la credibilidad y la legitimación del marxismo y del proyecto socialista dentro del campo revolucionario cubano. Luego era decisivo proclamar que Martí continuaba siendo el mentor, tal y como había sido declarado antes por Fidel el autor intelectual del ataque al cuartel Moncada; pero, al mismo tiempo, con fineza intelectual y sensibilidad de creación heroica como pedía José Carlos Mariátegui muchos años atrás, se hacía imprescindible incorporar los aportes del pensamiento marxista a la indudable lucha contra el capitalismo por la que se enrumbaba la revolución cubana en la misma medida en que llevaba a la práctica las tareas de rescate de la nación y de su dignidad.

Detrás de las palabras sencillas de Che, detrás de sus juicios de inmediata comprensión para sus oyentes, sin apelar a formulaciones teóricas o a elaborados análisis conceptuales, Che Guevara estaba incidiendo, probablemente a plena conciencia, en el debate ideológico de su tiempo durante el cual él también, desde luego, completaría su propia formación.

Dos frases de Martí bien conocidas sirven al orador para sostener su planteo del por qué de la lucha, como él decía, "contra los poderes imperiales", y que, premonitoriamente, señalaba entonces quizás habría que sostener más adelante en el campo económico y hasta en el armado. Citaba de memoria el comandante: "Todo hombre verdadero debe sentir en la mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de hombre"; y "Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar". Son dos frases que revelan la íntima esencia ética y el alineamiento clasista martiano con los sectores
populares, no con los poderosos.

Sin explicitarlo, Guevara de hecho ponía el acento en los que podrían considerarse los dos puntales del ideario martiano. No emplea las numerosísimas ideas de Martí para llamar a la lucha por la libertad de Cuba, ni siquiera sus llamados constantes a la unidad de los patriotas cubanos, algo tan necesario por cierto en aquel año de 1960 en que tanto se trabajó y se logró para la unidad frente a la contrarrevolución y el imperialismo. No cita cualquiera de las tantas frases martianas a propósito de su amor a Cuba, o sus llamados a la unidad latinoamericana, ni siquiera sus contundentes denuncias contra el expansionismo del naciente imperialismo estadounidense.

Che se vale de ideas martianas de profundo alcance humano, de sabor bíblico inclusive, para desde ellas sostener la presencia del Maestro en la Revolución que comenzaba, su presencia no sólo en las tareas liberadoras inmediatas pendientes del 95, sino también y sobre todo en el espíritu humanista del nuevo proceso. Y por eso "¿quizás presintiendo su propio futuro y la entrega de su vidaâ?" declara que la Revolución y su ejército también sienten la afrenta que significa el bofetón dado a
cualquier mejilla de hombre en cualquier lugar de la tierra, a la vez que reafirma así el carácter transformador de esa revolución: "Hemos venido puestos por el pueblo y dispuestos a seguir aquí hasta que el pueblo lo quiera, a destruir todas las injusticias y a implantar un nuevo orden social."

Se hacía eco con estas palabras del llamado martiano a lograr toda la justicia y no sólo una parte de ella. No podemos dilucidar hoy si en él hubo una paráfrasis consciente del Maestro; ello no importa tanto como advertir esa coincidencia que no es de mera forma sino de espíritu y de ideales.

Che recuerda también el respeto admirado y filial de Martí ante la condena de los mártires de Chicago, aquellos anarquistas ahorcados injustamente por un crimen que no cometieron. La memoria le traiciona y habla de un escrito de 1872 referido a un primero de mayo: en verdad, estaba pensando a todas luces en ese texto martiano formidable que se titula "Un drama terrible", en que se repasa el juicio a los anarquistas de Chicago y la ejecución de la sentencia a muerte contra ellos, y se condena al sistema que organizó aquella terrible represión para cortar la cólera
reivindicativa de los obreros estadounidenses. Los que hemos leído ese texto de 1887 sabemos que Guevara tenía toda la razón cuando apuntaba el alineamiento martiano con aquellos líderes obreros en cuyo honor se instituyó el primero de mayo como el Día Internacional de los Trabajadores.

No es esa entonces una referencia casual: ella nos revela el deseo de Che por hacer comprender la cercanía del Maestro a la clase trabajadora aunque, obviamente, no fuera el suyo un programa para la revolución proletaria que se preconizaba entonces por muchos.

Una lección extrae Che de Martí para los dirigentes de la Revolución cubana: "Nos enseñó que un revolucionario y un gobernante no pueden tener goce ni vida privada, que debe destinarlo todo a su pueblo, el pueblo que lo eligió, y lo manda a una posición de responsabilidad y combate."

Sabemos de su sentido del decoro y del firme estoicismo de su carácter desde su juventud. No deja, sin embargo, de llamar la atención cómo Che asimila el sentido sacrificial martiano y le abre lugar central en la ética del dirigente revolucionario, tema sobre el que volvió una y otra vez, y del cual fue y es paradigma impar.

Finalmente, Che cierra su discurso con una reflexión acerca de cómo viven los héroes en sus pueblos. Recuerda a Camilo Cienfuegos, lamentablemente desaparecido poco más de tres meses atrás, para, con esa figura que en escaso tiempo se ganó el cariño de su pueblo, afirmar su opinión contraria a convertir a los héroes en estatuas: "El héroe popular debe ser una cosa viva y presente en cada momento de la historia de un pueblo."

Por eso, como Camilo, dice, hay que recordar a Martí, "al Martí que habla y piensa hoy, con el lenguaje de hoy, porque eso tienen de grande los grandes pensadores y revolucionarios: su lenguaje no envejece. Las palabras de Martí de hoy no son de museo, están incorporadas a nuestra lucha y son nuestro emblema, son nuestra bandera de combate."

Esa actualidad del Maestro para aquel momento de la pelea por la Revolución, la reafirma Che del modo siguiente: "Esa es mi recomendación final, que se acerquen a Martí sin pena, sin pensar que se acercan a un dios, sino a un hombre más grande que los demás hombres, más sabio y más sacrificado que los demás hombres, y pensar que
lo reviven un poco cada vez que piensen en él y lo reviven mucho cada vez que actúan como él quería que actuaran."

Establece así el comandante revolucionario la vigencia martiana no sólo por el reconocido alcance y por la proyección de futuro de sus ideas, sino, además, por el enfoque que se les daba en aquel presente y por su significación como modelo, como símbolo, con lo cual admite que las generaciones siguientes no son meras receptoras del pasado sino que de hecho lo recrean y reconstruyen una y otra vez a partir de los requerimientos históricos y sociales de su tiempo.

Y para reafirmar las últimas frases citadas concluye sus palabras pidiendo un "¡Viva Martí, que está vivo!".

*Historiador y ensayista cubano.