miércoles, 20 de agosto de 2008

Burócratas hacendados sojizaron a la clase media aterrada por la TV Venezuela Argentina Bolivia Ecuador liberándose por fin Tango Simón Bolívar

















Si arrastré por este mundo
La vergüenza de haber sido
Y el dolor de ya no ser
(Carlos Gardel: Cuesta abajo)


En Argentina todo remite al pasado. Resulta excesivo para un país haber sido Esperanza del Mundo y Granero de América o, como decían los cosmopolitas, “Mundial”, para caer en el paredón de las Malvinas y la trituradora neoliberal de Menem. Al porteño cada esquina le recuerda una mujer o un esplendor ya idos. Al visitante cada hora lo reenvía a un ayer más propio de lo que parece. En todos nuestros países se aplica el mismo Recetario para aniquilar Democracias. A los latinoamericanos nos unen tanto esplendores como calamidades.

Aquí está mi orgullo de antes
Bandoneón de mi pasado
(Rafael Rossá: Cuando fallan los recuerdos)


Durante la I Semana del Libro Venezolano en el Centro de la Cooperación Floreal Gorini hablo de Soberanía e Integración. Soberanía la de Venezuela al evitar la privatización de PDVSA y de las aguas; la de Argentina al renacionalizar Yacimientos Petrolíferos Fiscales y los acueductos. Soberanía la de Argentina al intentar recuperar la aerolínea nacional, al reclamar sobre la IV Flota. Cinismo, el de Thomas Shannon al contestar que ésta no navegará ríos ni aguas territoriales. Integración, la forma de ganar juntos tantas batallas.

Te criaste entre malevos
Malandrines y matones,
Entre gente de avería
Desarrollaste tu acción
(Celedonio Flores: Mala entraña)


En Venezuela depende todo del subsuelo. En Argentina todo depende del suelo. Aquí una casta de burócratas quiso privatizar la energía fósil. Una casta de hacendados privatizó las tierras allá. Son gente de avería, que desarrolló latifundios matando indígenas, custodió su oligopolio con gobiernos de fuerza y moviliza para defender sus cercas una clase media aterrorizada por la televisión. Ya no cultivan para las necesidades internas: siembran soja, que comprende la mitad de las cosechas de Argentina y 20% de las exportaciones, pero casi no se usa como alimento humano y empobrece irreversiblemente los suelos. Ésta agricultura del hambre dispara el valor de las estancias y cría nuevos ricos de mala entraña dispuestos a tumbar democracias en aras del agronegocio. El gobierno aumentó los impuestos a la exportación de granos, hasta 35% la soja, el 28% el trigo, 25% el maíz, para aliviar la pobreza que en 2006 aquejaba al 26,9 % de la población, la indigencia que castigaba al 8,7%, y el desempleo que para 2007 superaba el 11%. En Venezuela la patronal quiso aniquilar la democracia con un paro petrolero, un bloqueo de alimentos y un llamamiento a la desobediencia tributaria. En Argentina buscan desmantelarla con la desobediencia tributaria, el bloqueo de alimentos, el paro agrario.


La gente es brutal
Y odia siempre al que sueña
Lo burla y con risas despeña
Su intento mejor
(Enrique Santos Discépolo: Infamia)


En la inauguración de la Cátedra Simón Bolívar en la Facultad de Periodismo de la Universidad de la Plata expongo que cuando en Venezuela se desató la tormenta mediática contra el gobierno electo, éste sólo contaba con una televisora y una radio de servicio público, de alcance precario. Contra un aparato mediático dominado casi totalmente por los grandes propietarios, cuenta Cristina Kirchner con una televisora de servicio público y algunos programas de radio y emisoras comunitarias. Los medios de la patronal de estancieros exhortan a la paralización del país y al acoso a los defensores del gobierno democrático. Sus casas son atacadas por muchedumbres que les arrojan inmundicia y basuras. “Escrachar”, llaman a esta variante del fascismo vulgar, amenizada con música de cacerolas.

Quisiera que alguno pudiera escucharlo
En esa elocuencia que las penas dan,
Y ver si es humano querer condenarlo
Por haber robado… ¡Un cacho de pan!
(Celedonio Flores: Pan)


Camino por una avenida Corrientes opacada por la niebla. En la acera de enfrente, dos linyeras recogen desechos de un edificio en construcción y los apilan en un remolque más grande que ellos. Aparece un camión casi más grande que la cuadra con policías que buscan aquí y allá y se marchan. Los linyeras huyen arrastrando el remolque. En el Buenos Aires cosmopolita, cartoneros de las Villas Miseria periféricas recogen desperdicios que revenderán a los traficantes de basura para comprar un trozo de pan. Mientras tanto, los estancieros derraman la leche en las carreteras, cortan el suministro de alimentos al país que se ha atrevido a votar contra ellos.

¡Hoy resulta que es lo mismo
Ser derecho que traidor!...
¡Ignorante, sabio o chorro
Generoso o estafador!
(Enrique Santos Discépolo: Cambalache)


La pugna entre mayoría de votantes y minoría de propietarios se decide, como tantos dramas, por una traición. Así como un alcalde electo con votos bolivarianos ejecutó con su policía el golpe del 11 de abril, el vicepresidente Julio Cobos, elegido como compañero de fórmula de Cristina Kirchner, hunde con su voto en el Senado los impuestos a las exportaciones. Los diarios exhiben las listas de votantes, listas negras para muchos que quizá perderán su carrera política por haber desafiado al agronegocio.


La gente se te arrima con su montón de penas
Y tú las acaricias casi con un temblor…
Te duele como propia la cicatriz ajena:
Aquél no tuvo suerte y ésta no tuvo amor.
(Aníbal Troilo: Discepolín)


El barrio del Boca, Caminito del viejo esplendor portuario, se ha venido a menos como una percanta cualquiera y las autoridades locales quieren arrasarlo para montar una zona rosa al estilo de La Costanera. Ello multiplicaría por diez los alquileres, y los movimientos sociales resisten. La Cooperativa Los Pibes erige ladrillo a ladrillo viviendas colectivas en solares derruidos, monta talleres en galpones de industrias abandonadas. Los afiches recuerdan un mártir: el “Oso” Cisneros. Sobre las máquinas se afanan muchachas que cosen uniformes escolares, en la cocina una voluntaria escandinava amasa el pan de la solidaridad, el único que se multiplica más que la tristeza, pues ésta, compartida, sabe a menos, y el pan compartido sabe a más.

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Caracas. Venezuela

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Plaza de San Francisco, agosto de 2007. (Archivo personal)


Entrevista a Eusebio Leal Spengler
Restauración de La Habana Vieja: Un espejo de Cuba


Por: Oliverio Comte (PUNTO FINAL)
Fecha publicación: 28/07/2008

“A muchas personas no sólo le interesan las playas y la imagen estereotipada de Cuba. Quieren conocer la esencia del pueblo, su capacidad de resistencia, su cultura, uno de cuyos puntos álgidos es la obra de restauración de La Habana Vieja”.

“Independientemente que para salvar la revolución hayamos tenido que dejar en el camino jirones de nuestra piel, jamás abandonamos nuestras ideas. Hemos sido consecuentes y creemos más que nunca que la solidaridad, la hermandad y la justicia social son el único camino”.

Todo lo que vive lucha por vivir y los procesos sociales no son la excepción. En un mundo asolado por la tempestad globalizadora, donde los modernos emperadores quieren imponer una dictadura neoliberal a cualquier precio, la defensa de la identidad cultural de los pueblos es un deber irrenunciable. Desde los centros de poder liderados por Estados Unidos, se promueve un “choque de culturas”, que tiene como objetivo imponer un orden desigual para cautelar los privilegios de una minoría enajenada con el lucro. La crisis del sistema es innegable y los halcones en su vuelo de rapiña arrasan territorios a la caza de recursos naturales. A través de la mentira, devenida en discurso ideológico de carácter hegemónico, construyen la retórica y el “marco legal” para borrar del planeta cualquier vestigio de singularidad o disenso.

No obstante, todo poder genera resistencia y la posibilidad cierta de erigir una realidad moralmente distinta, donde las culturas fluyan y se encuentren en una lógica de respeto y colaboración. La relación entre lo global y lo local - si no es determinada por el interés mercantil del más fuerte - puede ser de armonía y beneficio mutuo. Para que esto sea posible, en el mundo de hoy, es esencial defender la cultura local y fortalecer la identidad de los pueblos. Un claro ejemplo de ello, es el Programa de Restauración del Centro Histórico de la Ciudad de La Habana Vieja, impulsado por el Comandante Fidel Castro a comienzos de la década de los noventa, ante la necesidad de preservar la cultura nacional, en el contexto de la crisis posterior al derrumbe del campo socialista. La entidad encargada de liderar ese proceso ha sido la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH), dirigida por Eusebio Leal Spengler, doctor en Ciencias Históricas, especialista en Ciencias Arqueológicas de la Universidad de La Habana, quien además es miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCCU).

La obra realizada por Leal, ha sido reconocida a nivel internacional. En noviembre de 2007, le fue otorgado el Premio Internacional 'Reina Sofía' de Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural, por su importante contribución al programa de rehabilitación de La Habana Vieja y su impacto en la promoción de ese lugar histórico de la ciudad. El dirigente, integró la delegación cubana que asistió recientemente a los actos de celebración de los 100 años del nacimiento del ex Presidente Salvador Allende en Chile, oportunidad en la que conversó con Punto Final.

La OHCH, fue creada en 1937, liderada por Emilio Roig de Leuchsenring, historiador, escritor y periodista, conocedor profundo de la historia de Cuba. De pensamiento muy avanzado mantuvo una posición fuertemente anti-imperialista. “Pensaba que la creación de la conciencia nacional, la defensa de los valores de la cultura y la independencia lograda por el pueblo cubano, constituían una clave interpretativa de nuestra realidad, que permitía contravenir la línea historiográfica oficial”, señaló Eusebio Leal. Tras la muerte de su predecesor, Leal asumió en 1967 la responsabilidad de restaurar el antiguo palacio de gobierno, el edificio más importante desde el punto vista simbólico del centro histórico. Los trabajos duraron once años y permitieron que la obra restauradora ganara prestigio en la opinión pública. “Si mi predecesor, determinado por las circunstancias, sólo pudo desarrollar una obra esencialmente intelectual, a través de la cual se opuso a los desmanes cometidos contra los edificios históricos, la nueva etapa de la historia me daría la posibilidad de realizar la intervención real”, sostuvo el dirigente cubano.

Preservar la cultura


Plaza de San Francisco, agosto de 2007. (Archivo personal)

En 1994, en plena crisis posterior a la caída de los denominados socialismos reales, se le confirió la autonomía financiera a la OHCH, que pasó a depender del Consejo de Estado. ¿Cómo lograron en un contexto tan difícil, abordar con éxito el desafío de crear una entidad capaz de acometer un proceso de restauración integral de la ciudad, que contempla no sólo aspectos arquitectónicos, sino también sociales, arqueológicos y culturales?

“En ese período, habíamos acumulado una experiencia importante que nos hizo concluir que era inviable para un país en vías de desarrollo, que además enfrentaba la crisis que usted señala, asumir el proyecto restaurador, soslayando el aspecto social. Teníamos una ciudad habitada, pero sobretodo estábamos insertos en el marco de una revolución social de la cual éramos hijos. La situación se agudizaba y en 1993, el Comandante Fidel Castro, planteó a un grupo de intelectuales que era esencial salvar la cultura nacional. En ese momento, existía consenso en la opinión pública que la OHCH podía liderar ese proceso. En octubre de 1994, Fidel dictó el decreto de ley que concede a la Oficina la personería jurídica, la capacidad de poseer patrimonio y de gestionar sus propios recursos. Además, diseñó él mismo un mecanismo para que no tuviéramos que depender de una hipotética cooperación internacional, que seguramente sería simbólica. Con ello, expresó de manera clara la voluntad política del Estado que La Habana Vieja debía salvarse sin venderse”.

La decisión de preservar el patrimonio cultural de la manera en que ustedes lo han hecho, lejos de criterios mercantiles, implica una voluntad política férrea de la revolución por hacer prevalecer los valores del socialismo. ¿Cuáles han sido los énfasis en el proceso de restauración desarrollado por ustedes y en qué aspectos esenciales se diferencia de experiencias de este tipo en sociedades donde predomina el interés privado sobre lo social?

“Todo proyecto de desarrollo que prescinda de la cultura, sólo genera decadencia. En el decreto que nos constituye se establece que nuestra entidad puede generar recursos propios, siempre y cuando se rija por valores éticos, morales y espirituales lejanos a cualquier interés de tipo mercantil. Esto cobra gran trascendencia en el contexto del turismo, donde a muchas personas no sólo les interesan las playas y la imagen estereotipada de Cuba. Quieren conocer la esencia del pueblo, su capacidad de resistencia, su cultura, uno de cuyos puntos álgidos es la obra de restauración de La Habana Vieja. Allí, el turista tiene la posibilidad de conocer un proyecto que además de embellecer la ciudad, ha permitido crear empleos, formar jóvenes en distintas especialidades en el rubro de la construcción, cautelar y proyectar nuestro patrimonio cultural”.

Independientemente del mecanismo que les permite como oficina autofinanciarse, creando un sector económico propio, ¿han establecido algún tipo de relación o convenio de cooperación internacional?

“A pesar del bloqueo, hemos conseguido apoyo internacional de organizaciones científicas, universidades y agencias de cooperación, en países como España y Bélgica. En el contexto, de una iniciativa de Naciones Unidas creamos el Proyecto de Desarrollo Humano a Nivel Local (PDHL), que contempla dos aspectos fundamentales en la restauración de un barrio habitado: el ámbito monumental y el social y comunitario. Ciertamente, hemos aplicado este criterio en La Habana Vieja, que representa una pequeña Esparta, batallando por su destino. Un verdadero espejo de Cuba”.

Ni calco ni copia

Usted ha definido La Habana como una ciudad ecléctica en la que confluyen distintos tipos de arquitectura, pero que al mismo tiempo posee una identidad muy fuerte que da cuenta de la cubanidad. ¿Puede precisar cuáles son esas tendencias arquitectónicas que convergen entre sí y cómo a partir de ese encuentro surge una ciudad que representa de manera fiel la cultura local?

“La ciudad marcó a partir de su establecimiento definitivo en 1519 una ruta en el ‘crucero’ americano. La isla y la ciudad están en el corazón del mediterráneo y por ello Cuba fue siempre definida por los precursores del pensamiento y de la identidad nacional, como isla en lo geográfico, pero no en lo cultural. Siempre hemos mirado hacia el continente al que pertenecemos y también hacia el mundo. Así llegaron las distintas tendencias. Primero las ideas, luego la arquitectura y la forma, con las contradicciones y fenómenos propios de una sociedad colonial, basada en la explotación azucarera, del café, las maderas, del comercio de flotas, del cual La Habana fue punto central. Por eso, no es extraño que la arquitectura de las ciudades históricas de Cuba y particularmente de La Habana, refleje una visión del mundo, no como copia, sino siempre con una interpretación”.

Una interpretación que es la síntesis de un encuentro de culturas donde la identidad local se enriquece y prevalece



Habana Vieja, agosto de 2007. (Archivo personal)

“Nada es como nos lo dicen, sino cómo nosotros lo interpretamos y cómo lo plasmamos luego en nuestra realidad geográfica, climatológica y sobretodo del ser cubano. Somos un pueblo mestizo en la sangre y en la cultura. En nuestro origen está el reflejo del mundo árabe, a través de España, de los esclavos del Africa diversa, el judaísmo y el cristianismo, las huellas indígenas borradas por la conquista. De todo ello nació una identidad propia”.

Es una realidad interesante, que demuestra que lo global puede confluir de manera armónica con lo local y enriquecerse mutuamente. Justamente lo contrario, que se busca imponer, a través de la globalización neoliberal: borrar las identidades culturales locales y lograr una hegemonía absoluta.

“El todos y el nosotros no es más que una suma de individualidades. En la revolución, el concepto del pueblo es una suma de individuos y no la destrucción de los individuos. Se promueve la participación plena de la persona, la entrega de su talento y creatividad. Si analizamos esto a escala mundial, vemos que es importante aceptar que toda modernidad ha sido necesariamente precedida por otra; que vivimos un proceso más global que nunca antes en la historia, producto del desarrollo tecnológico y de los medios de comunicación; y que por ello, también es más importante que nunca preservar la identidad de cada uno de nosotros. Si en este proceso de homologación hemos luchado tanto por la unidad, debemos luchar también por la singularidad”.

Una de las características más particulares de la revolución cubana es que en lo ideológico también ha existido una síntesis entre lo global y lo local. El aporte de Marx y Lenin ha sido y es central, pero el pensamiento y acción de José Martí, Félix Varela, José Antonio Saco, Fidel Castro y el Che, también lo son. ¿Qué importancia le asigna usted a este elemento y qué papel ha jugado para la supervivencia y proyección de la revolución?

“En la medida que las vanguardias intelectuales cubanas fueron descubriendo el pensamiento más avanzado a escala mundial, se produjo una identificación con el ideal del socialismo. Sin embargo, existía un antecedente local que fue esencial para nosotros: José Martí. En el pensamiento de Fidel hay tres fuentes fundamentales: su formación marxista, cristiana y martiana. Por eso, para América Latina, el discurso tenía que ser completamente diferente. El Che expresó muy bien esa búsqueda de un pensamiento y una praxis propia. Como Mariátegui, que antes había planteado la necesidad que el socialismo no fuera una copia, sino una creación heroica. Cuando hemos sido consecuentes con esto nos hemos acercado a la verdad. Las veces que copiamos nos hemos equivocado”.

Armando Hart, ex ministro de Educación y de Cultura de Cuba, en su libro Cultura para el Desarrollo, plantea que la importancia que ha dado Cuba a la educación, a la cultura y a la promoción de valores éticos, ha sido fundamental para la sobrevivencia y fortalecimiento de la revolución. ¿Qué opina al respecto?

“El reciente informe de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), sitúa a Cuba en el primer lugar del continente en educación. Por cierto, ello es resultado de una labor incansable de la revolución, que desde el primer día fomentó la educación y la cultura del pueblo. También ha sido fundamental la promoción constante de valores como la solidaridad, generosidad, la voluntad de colaborar con cualquier pueblo de la tierra, la vocación americanista. No tenemos frontera con ningún estado y el mar lejos de separarnos nos ha unido. Tenemos un sentimiento que navega fácil gracias al idioma, que ha sido nuestra fuerza esencial y ha jugado un papel unitario que debemos agradecer”.

¿Cómo ve usted el futuro de la revolución? ¿Cuáles son sus desafíos?

“Celebramos anticipadamente la caída de la décima administración norteamericana que ha pretendido hundir nuestro proceso. Lo hacemos viendo el descrédito del imperialismo en su afán por apoderarse de Cuba. El descrédito de su guerra mendaz y criminal en el medio oriente; el desastre provocado en la economía estadounidense y la crisis a la que arrastra al mundo. Todo ello, refuerza nuestra confianza en la razón que ha motivado la resistencia del pueblo cubano, cuando nos acercamos a celebrar 50 años de revolución. Sin duda, afrontamos nuevas realidades y desafíos, donde se requieren interpretaciones más audaces de la realidad, a las cuales debemos arribar sin premura, con la cautela propia del mundo complejo en el que vivimos. No obstante, nuestro deber es consolidar la obra social de la revolución. Porque independientemente que para salvarla hayamos tenido que dejar en el camino jirones de nuestra piel, jamás abandonamos nuestras ideas. Hemos sido consecuentes y creemos más que nunca que la solidaridad, la hermandad y la justicia social son el único camino”.

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PARA NOSOTROS, SIEMPRE ES 26