sábado, 18 de abril de 2009

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jueves 16 de abril de 2009
Magra cosecha en Puerto España
window.google_render_ad(); Jorge Gómez Barata (especial para ARGENPRESS.info)


Para los analistas es una suerte no conocer a Barack Obama que a sus 48 años pasa por joven y cuyo pasado político en las ligas mayores se limita a dos años como Senador. Tal pedigrí obliga a juzgarlo por sus planes y por sus actos.

Quienes reclaman a Obama hechos y no palabras desconocen lo que es necesario hacer para madurar decisiones políticas que implican a la mayor economía y al más poderoso imperio del planeta, eje de varias crisis y obligado a afrontar un descalabro económico mundial, salir de dos guerras, impedir que sus adversarios obtengan ventajas en la coyuntura y mantener a raya a aliados oportunistas; todo ello sin contar la atención que demandan las crisis coyunturales y el diario bregar.

Por otra parte es de perogrullo decir que la historia no comienza con Obama que deberá deshacerse de la herencia de Bush, plagada de legados tóxicos, algunos malditos; cosa que probablemente no puede hacer con el ritmo y el radicalismo que quisiera, entre otras cosas porque existen obligaciones estatales y protocolares que un presidente entrante no puede evadir. La OEA y su reunión de Puerto España pueden estar en ese caso.

Es lógico suponer que, de haber dependido de él y de su equipo, difícilmente el flamante presidente se hubiera enredado en una gestión que recuerda a una encerrona, para muchos condenada al fracaso o, como mínimo a un ejercicio estéril. En Puerto España, sin estar listo todavía, Obama que nunca ha estado en América Latina y apenas conoce a alguno de sus mandatarios, se arriesga a escuchar cosas desagradables y que, al margen de su opinión personal, de modo formal y público, tal vez no pueda compartir.

En la zaga de las administraciones de Reagan y Bush quedó un lastre que incluye la Guerra Sucia en Centroamérica, el apoyo a dictaduras en Centro y Sudamérica, las reservas para con el ALCA y el Plan Colombia y otros desencuentros. No hay que omitir que Bush dejó activado un conflicto con Venezuela, discordias con Bolivia, reservas con Ecuador y criticas de casi todos los países. En el ambiente está el diferendo con Cuba que no está en la reunión pero si en la región. Ninguno de esos asuntos es apropiado para ser dilucidado en una reunión multilateral, menos aun en la OEA.

Por lo que se sabe del estilo de Obama, es de suponer que, aunque por razones distintas, le resulte tan embarazoso alternar con Chávez y Ortega como con Insulza. El estilo directo, franco de unos puede tan incómodo que la empalagosa presencia de un Secretario General que hubiera sido apropiado en los tiempos de Marshall o Nixon pero que hoy es tan inútil como un paraguas en un naufragio.

No se trata sólo de un funcionario fallido, sino de la OEA un producto anómalo del diseño de los tiempos de Roosevelt, afianzado en mecanismos de seguridad colectiva y en organismo internacionales por medio de los cuales Estados Unidos y tal vez otras potencias podrían ejercer el control sobre espacios de influencia, sin administrar ni ocupar países. Incluso en el caso de que Obama no se sintiera excesivamente comprometido con ese pasado, no es de esperar que reniegue del mismo. Hablando de pasado, disfruto mucho de una anécdota que parece premonitoria y que pudo ser una advertencia para la OEA.

La OEA se fundó durante la IX Conferencia Panamericana efectuada en Bogotá en abril de 1948, momento en que tuvo lugar allí el Bogotazo, nombre con el que pasó a la historia la sublevación de la ciudad con motivo del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán.

En aquella reunión fundacional de lo sería su “ministerio de colonias” como bautizó Raúl Roa a la OEA, la delegación norteamericana estuvo presidida por George Marshall que había sido jefe del Estado Mayor Aliado durante la II Guerra y que luego fuera Secretario de Estado de Truman. En la comitiva del Secretario figuraba Vernon Walter, un políglota que, entre otros idiomas hablaba español, cosa que explica su presencia en Bogotá.

En su libro: El Bogotazo, Memorias del Olvido, Arturo Alape, escritor colombiano cuenta que, por haber viajado para un evento estudiantil, en aquellos días estaba presente en la ciudad, un joven llamado Fidel Castro quien, en entrevista incluida en libro, cuenta los pormenores de su presencia y su participación en el suceso.

Dado la notoriedad que tuvo la reunión de estudiantes a la que Fidel asistía y la relevancia de su resuelta actitud al lado de los sublevados, Vernon Walter, ex director de la CIA, ex embajador y delegado en misiones especiales de cuatro presidentes norteamericanos, ha contado que en aquella ocasión escuchó por primera vez hablar de Fidel Castro.

Walter hubiera tenido que ser un oráculo para adivinar que 61 años después la OEA escucharía otra vez el nombre de Fidel Castro. ¡De que manera!.