lunes, 20 de abril de 2009

Marx CESAL Chinchón Canales Vicente Huidobro Hugo Moreno Peralta Andres Sabella Humboldt Rubén Soto Orlando Cruz Capote Engels Prometeo Treveris Jenny

foto Dra. Ma.Cecilia Chinchon y Prof.Hugo Moreno Peralta (chilenos del CESAL)




Por Orlando Cruz Capote

El marxismo y otras concepciones de izquierda: las prácticas creadoras y heroicas.

Las realidades sociohistóricas incluidos, por sobre todo, sus contenidos de carácter relacionales-sociales objetivos y sus correlatos en la continuación, confrontación y superación de las ideas en el plano subjetivo y en las intersubjetividades -Vladimir I. Lenin planteó que “[...] la historia de las ideas es de la sucesión y, por lo tanto de la lucha de ideas”- son casi siempre irrepetibles aunque existan semejanzas generales y particulares en los distintos desarrollos civilizatorios, material y espiritualmente. Pero de forma invariable serán desiguales y asimétricos en cualquiera de las comparaciones históricas que se realicen.

A su vez, las singularidades aunque devienen en diferentes -algunas pueden hasta ser proclamadas como excepciones históricas- alcanzan en ocasiones su transformación en categorías y leyes generales-universales. Esas conclusiones, pocas veces reveladas a primera vista, en el pensamiento y accionar de los hombres son parte de la riqueza del marxismo y del leninismo, a pesar de que algunos autores contemporáneos olvidan a Lenin, relegándolo a un líder político y le niegan su aporte a la filosofía y a la teoría política científica. Y de paso, de esa forma “casualmente” también confinan a un último lugar, a la enorme personalidad de Federico Engels. Todo un operativo ideopolítico y cultural de hipnotizante desmemoria y des-segregación histórica llevado a cabo por los poseedores del capital, los Thins tanks y sus grandes poderes mediáticos.

El Prometeo de Treveris, Carlos Marx advertía en su obra cumbre El Capital, cuyo segundo y tercer tomo ordenó y terminó de redactar F. Engels, que la ley social-objetiva “[...] no solo se impone como una tendencia predominante de un modo muy complicado y aproximativo como una media jamás susceptible de ser fijada entre perpetúas fluctuaciones”, (1) y Vladimir Ilich Lenin confirmaba que la teoría de ningún modo podrá abarcar los matices de un proceso real en su variedad concreta porque “[...] En el mejor de los casos solo traza lo fundamental, lo general, solo abarca de un modo aproximado la complejidad de la vida” (2), y “[...] porque nunca podemos conocer lo concreto completamente”. (3)

La propia Revolución Cubana, su triunfo y desarrollo a lo largo de medio siglo ha sido por largos momentos históricos, una herejía teórica y revolucionaria. En específico, la victoria de enero transcurrió por senderos y vericuetos imprevistos, subvirtiendo postulados marxistas que parecían inmutables. Por eso, sin menoscabar el aporte de los textos políticos e históricos Fidel Castro afirmó, en 1965 que “[...] el marxismo lo hemos aprendido en los libros, pero sobre todo lo hemos aprendido en la vida”. (4)

Ello significa que lo general, incluso aquello que ha estado corroborado por la experiencia histórica anterior, no es impertérrito ni abstracto, sino que debe observarse-analizarse en la corriente viva del proceso histórico, o sea en su unidad orgánica con lo particular y lo singular. Porque lo general y lo universal deja de serlo cuando abarca y “[...] encarna la riqueza de lo particular, de lo individual, de lo genuino”. (5) Al final la regularidad siempre implica la singularidad. Por lo que no se deben mezclar y yuxtaponer las leyes objetivas generales del desarrollo social e histórico con la situación concreta. La prácticas reales, activas y vivas, en la mayoría de las ocasiones, no “encajan” o no entran forzadamente en las categorías y cuerpos teóricos generales y particulares elaborados. Las verdades teórico-filosóficas no deben ocupar el lugar de la realidad, ello puede conllevar a declarar como ya existente lo que todavía está por conseguir. Ese es el eterno problema de la sociedad socialista del “deber ser” y “lo que es”, entre la idealidad del proyecto y su construcción-desarrollo concreto, que depende en mucho de las subjetividades, del trabajo investigativo incesante para tratar de descubrir nuevas leyes generales y verificarlas en la práctica o a la inversa, esa práctica que al decir de Lenin en sus Cuadernos Filosóficos, “está por encima del conocimiento porque tiene ella misma la dignidad no solo de la universal, sino también de lo real inmediato”. Y que debemos re-construir -la teoría socialista- de forma sistemática, sistémica, coherente e integral y permanentemente, porque además de superar siglos de atavismos, de realidades objetivas y subjetivas ancestrales, también existen otras que se reproducen en el propio medio socialista con un carácter negativo y contrariedad paradójica con el fin de propiciar la superación de los remanentes de las mentalidades coloniales y neocoloniales -la colonialidad heredada- que se constituyen en pesados fardos porque actúan en el presente a veces de forma imperceptible a través de manifestaciones de racismos, xenofobias, de discriminación por el color de la piel, del sexual, el de género, el etáreo, así como por la supervivencia de la explotación y las opresiones socioclasistas y étnica-nacionales, el machismo y el paternalismo enajenante y alienante. Por eso el Comandante Ernesto Che Guevara aseveraba que “[...] tenemos que empezar a construir el comunismo desde el primer día, aunque nos pasemos toda la vida tratando de construir el socialismo”. (6)

Por tales motivaciones, los marxistas, los socialistas y las izquierdas radicales, los movimientos sociales y políticos antisistémicos actuales tienen que ser creativos, audaces y originales, porque si no lo son les va ir mal al menos en algunos aspectos de la actividad revolucionaria, ya que serán rígidos, esquemáticos y dogmáticos.

El ya fallecido dirigente político e intelectual cubano Carlos Rafael Rodríguez, en una memorable y esclarecedora intervención en el IV Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba -UNEAC, 1988-, expresó al respecto: “[...] En la resolución se nos propone también “el rechazo de toda desviación ética, política e ideológica, que pretenda erosionar nuestra voluntad de luchar por el socialismo” y se proclama la aspiración de estar “tan lejos del dogmatismo como del liberalismo, tan lejos de la intolerancia como de la complacencia” [...] Al llevarlo a la práctica, no debemos olvidar sin embargo que, aunque el liberalismo es peligroso y la autocomplacencia inaceptable, más peligrosos todavía, en el terreno de la cultura y la ciencia, son la intolerancia y el dogmatismo. Aquellos no pueden entrar -por su signo político- en nuestra unida y fuerte revolución. Pero si no vencemos el dogma, nos corroerá y nos cerrará el camino hacia la amplia y noble cultura del socialismo, en la cual la de Hombre tiene que ser, como lo proclamaba Máximo Gorki, “una hermosa palabra”. (Revista Cuba Socialista, No. 38, La Habana, Marzo-Abril 1988, p. 22) Pero en la política, tampoco saldremos adelante si nos entregamos al voluntarismo, al espontaneísmo-aventurerista, es decir si hacemos caso omiso a las regularidades generales que rigen, a pesar de nuestras conciencias, nuestra actividad práctica. Al unísono, es dable que las “reglas” y las regularidades, en determinados casos, se alteren pero lo imposible es que desaparezcan, sean ignoradas y obviadas. Pero cambiar algunas “reglas”, corregirlas, readecuarlas, redimensionarlas y/o aplicarlas crítica y acertadamente, luego de análisis concienzudos de la realidad sociohistórica concreta que pretendemos transformar, forma parte de la alta y consciente subjetividad política revolucionaria. Paralelamente, hay que poseer la visión de que es necesario impulsar los desarrollos independientes del marxismo (6) y que es urgente comprender que cada pueblo y nación con la plena autodeterminación, independencia y soberanía llegarán al socialismo por sus propios caminos, viviendo sus propias peculiaridades y experiencias. (7)

Carlos Marx

El dirigente del partido bolchevique, Vladimir Ilich Lenin expresaba que “La Revolución es una ciencia profunda, difícil y complicada” y el marxista italiano Antonio Gramsci confirmaba que “La Revolución [...] es una causa grande y pavorosa y no un juego para diletantes o aventura romántica”. Asimismo, el escritor Roman Rolland -tan citado por el propio Gramsci- escribía que en momentos de incertidumbre, dudas y perdida de la brújula revolucionaria había “que oponer al pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad”. Incluso una personalidad literaria tan controvertida y conservadora desde el ángulo político, como el famoso escritor argentino Jorge Luis Borges dijo que, la práctica errónea no invalida a la auténtica teoría.

Por su parte, el Amauta marxista peruano, José Carlos Mariátegui escribió: “No queremos ciertamente que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica.

Mariátegui el peruano

Tenemos que dar vida con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano. He aquí una misión digna de una generación nueva”. Y Julio Antonio Mella, el primer marxista orgánico cubano, detalló en varios momentos de su fecunda vida la necesaria interpretación y adecuación de los preceptos generales. En 1925, acerca del ajuste acertado, original y creador del marxismo-leninismo subrayó que “[…] Donde cambia el aspecto en cuestión es cuando hay que practicar las frases. Entonces se da uno cuenta del gran abismo va de la realidad a la teoría.” (Julio Antonio Mella “Proletarios de todos los Países Unios. Juntarse es la palabra del mundo” en, Mella.


foto: Carlos Rafael Rodríguez cubano


Documentos y Artículos, Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p. 200). En otro momento, en el año 1928 afirmó, atendiendo a la lucha que desarrollaba Augusto César Sandino en Nicaragua que, “[…] No debe creerse en una explicación mecánica de la experiencia de otros movimientos”. (Idem., “¿Hacia donde va Cuba?”, p. 408). Asimismo, y para no ser más extensos, en su trabajo crítico “¿Que es el ARPA?” (Alianza Popular Revolucionaria Americana y que Mella le denominaba, irónicamente, “Alianza Para Revolucionarios Arrepentidos”), en el propio año 1928, indicó que “[…] Los pueblos coloniales también presentan rasgos semejantes en Asía y en América […] luego la aplicación táctica ha de diferir en los detalles y en la oportunidad histórica. Pero las generalidades (papel de las clases, base del frente único, desarrollo del imperialismo y el proletariado, etc.) son invariables a la luz del marxismo y de su adaptación a la época moderna del imperialismo: el leninismo [...]”. (Ídem., “¿Qué es el ARPA?”, 1928, p. 378).

Todas estas aseveraciones, enunciadas por diversas personalidades, son justas y contienen verdades dialécticas indiscutibles, que son válidas para quienes y los que, desde diferentes partidos y agrupaciones, movimientos y redes, están a la izquierda del espectro ideopolítico y luchan de manera antisistémica y contrahegemónica al imperialismo-capitalista. Por eso es tan necesaria la articulación de todas estas fuerzas y los agentes sociales que la componen, en aquellos puntos comunes que puedan unirlos y no siempre en las agendas máximas, siempre tan variadas y heterogéneas, que puedan disgregarlos para beneficio de la burguesía transnacional y sus agoreros.

Nunca ha habido una revolución que la haya realizado una sola clase, una sola organización política o un movimiento social por muy amplio que se constituya. Ni siquiera en la época de Marx y de Lenin cuando se precisaba con ahínco y seguridad que era el proletariado el núcleo que debía encabezarla, porque indudablemente era la clase obrera industrial el eje principal del enfrentamiento clasista contra el capital, y se convertiría en su sepulturero.

Vicente Huidobro poeta



Pero se olvidó, por otros, que por las características cuantitativas el proletariado no muestra su verdadero rol en la vida política, sino que revela solamente su lugar en la estructura social. Únicamente cuando las clases, las capas populares y, en nuestros días, los nuevos actores y/o agentes sociales del cambio, tienen conciencia política del nivel de explotación y opresión socioeconómica, es que pueden llevar a cabo la revolución social. Quizás por tal motivo Lenin afirmó que “quien esperara una revolución social “pura” no la verá jamás”. Y el concepto de pueblo de Fidel Castro en “La Historia me Absolverá”, es en ese sentido una verificación en la práctica de tales enunciados teóricos.

Hoy es demasiada la envergadura del viraje histórico que estamos experimentando -época de cambios o cambios de época- para esperar, con los brazos cruzados o continuar acumulando fuerzas, un gran salto en la conciencia social y política, porque de lo que no hay dudas es que tenemos que prepararnos para propiciar ese viraje o salto en cada una de las clases y actores sociales actuantes, hacia un nuevo espacio nacional-liberador y social con un trabajo de concientización constante. Hay que recordar que Marx le escribió a Engels que “en los grandes procesos del desarrollo histórico veinte años equivalen a un día, pero hay días que condensan esos veinte años”. Y si observamos con realismo crítico los escenarios de hoy, posiblemente concordemos que estamos en el instante histórico cuando la revolución no solo está estallando por la impaciencia de los desposeídos, como tampoco por la sola tozudez de los privilegiados, sino porque ambas condicionantes están presentes en el contexto regional latinoamericano-caribeño.

Y no se puede temer -u obviar, que sería más peligroso- una inevitable confrontación violenta con las fuerzas oligárquicas burguesas y el imperialismo transnacionalizado mundial, específicamente, el estadounidense, porque esa opción, tantas veces practicada, no debe estar descartada entre los que luchan de forma pacífica, en los procesos eleccionarios, en la recuperación de tierras y fábricas, en el batallar por los derechos humanos y la democracia. El que olvida la lección del garrote imperial y oligárquico, puede recibir ese golpe que casi siempre anonada a las masas populares si no están preparadas para enfrentar la violencia contrarrevolucionaria. Y Lenin también llamaba la atención sobre el no estar preparados para el instante histórico y sus probables consecuencias porque, “la Revolución puede haber madurado, y sus creadores revolucionarios pueden carecer de fuerzas suficientes para realizarla; entonces la sociedad entra en descomposición y esta descomposición se prolonga a veces por decenios”. No podemos permitir que esta situación se repita en la historia de nuestro subcontinente.

Las izquierdas actuales, sus actitudes y la contemporaneidad.

Hoy no puede existir un Socialismo del Siglo XXI, en el Siglo XXI o para el Siglo XXI, sin una investigación seria de la historia de las ideas y las prácticas del socialismo del pasado que, inexorablemente, se reflejan en el presente y se proyectan hacia el futuro. El filósofo Benedetto Croce escribió “Toda historia es contemporánea”. Cualquier abandono, por desidia e ignorancia, de lo que ocurrió y de lo que ocurre en el plano de las ideas y las prácticas socialistas podría ser un terrible boomerang que nos golpee una y otra vez. ¿O es que acaso la experiencia socialista cubana, así como la China, la vietnamita, la coreana del norte y la laosiana, con todas las limitaciones que podamos advertir en ellas, no provienen del siglo XX y se relanzan hacia el XXI? La ironía del autor J. M. Martinelli, parece advertirnos contra los que desean mutar de manera absoluta olvidando el pasado: “Si todo cambiara, ¿qué sería lo nuevo?”

Por eso los procesos revolucionarios en América Latina, con sus diferentes matices, como la Venezuela Bolivariana de Hugo Rafael Chávez Frías, la Bolivia del líder social Evo Morales, el Ecuador del presidente Rafael Correa, el Brasil de Jose Inacio “Lula” da Silva y la Nicaragua del sandinista Daniel Ortega, así como el Uruguay de Tabaré Vázquez, la Guatemala de Álvaro Colom, el Paraguay de Fernando Lugo, el Chile de Michelle Bachelet, entre otros gobiernos progresistas en algún aspecto de su política interna o externa, son herederos, por muchas rupturas definitorias que se pronuncien, quiéranlo o no, de las elaboraciones y las praxis socialistas de las dos centurias anteriores, desde la elaboración del Manifiesto Comunista en 1848, el primer ensayo obrero-revolucionario en el poder: la Comuna de París en 1871, y la triunfante Revolución Socialista Rusa de 1917. De esta forma también tienen ante sí, más cercanas en el tiempo, las experiencias de la Europa Oriental surgida de los sangrientos combates de la Segunda Guerra Mundial, el impacto de la Revolución China en 1949, la Revolución Vietnamita y su valiente lucha de resistencia contra los japoneses, franceses y los estadounidenses, la Revolución argelina y a la Revolución Cubana, que al decir de algunos líderes de los movimientos revolucionarios latinoamericano-caribeños, esta última constituye y simboliza la matriz de estas subversiones y rebeliones actuales, y es parte imprescindible de su inspiración ética y militante. Y se está haciendo honor a la primicia subversiva y no a la repetición mecánica de sus prácticas, porque cuando se trató de imitar a Cuba, muchos procesos de luchas populares, armadas y pacíficas, políticas radicales y reformistas fueron al fracaso, en parte, porque no tuvieron en cuenta las singularidades de su situación sociohistórica específica y, porque tampoco tuvieron la capacidad de resistencia, previsión y readecuación táctica ante la ofensiva contrarrevolucionaria lanzada por el imperialismo y la oligarquía burguesa interna.

Las lecciones, enseñanzas y experiencias históricas no están para ser obviadas sino para ser aprendidas, aprehendidas y comprendidas, además de proceder a su revisión cuidadosa y rigurosa, con la pretensión de criticarlas constructivamente, así como para re-crear y re-inventar algunas de sus partes teórica-metodológicas, hasta reactualizar y eliminar aquello que ya no nos sirve porque el tiempo y las nuevas circunstancias rebasaron los conceptos y los accionares establecidos. Lo que sería contraproducente es que nos permitamos el lujo de que se repitan los decepcionantes y catastróficos acontecimientos socialistas euro-orientales y de la Unión Soviética del siglo XX, por no conocer lo que sucedió realmente en aquellas experiencias históricas.

Al unísono, hoy es necesario apoderarse, realistamente, del tan polémico debate sobre como asumir, respetar y desplegar, con toda la intensidad posible, la inevitable presencia de la emergencia de la diversidad sociocultural, nacional, étnica, racial, de género, etárea, de opciones sexuales, diferencias regionales y locales, etc., de los diferentes movimientos sociales y políticos contemporáneos. (8) Porque todos ellos son signos de la complejidad del sujeto social-popular múltiple contemporáneo, capaz de ser, en plural, el sujeto histórico político de la transformación social, porque se han multiplicado los sepultureros del sistema capitalista.

El capital no ha des-asalariado, tampoco ha hecho desaparecer al obrero, aunque haya aumentado el nivel de capacitación de grandes grupos de trabajadores en la industria de punta científico-tecnológica y de avanzada, o los haya reubicado en el gran sector terciario: servicios, cultura y finanzas, o los haya desplazado del campo a la ciudad, ubicándolos casi siempre en el mercado informal. Esa movilidad social, no significa que estos nuevos trabajadores sean poseedores de los medios de producción -a algunos le han hecho creer tal falacia porque lo dejaron “invertir” en sus empresas-, sino al contrario, ha conllevado a un nivel de cosificación, fetichismo, enajenación / alienación del trabajo y el trabajador como mercancía, mucho mayor, y a la necesidad de llevar a cabo una superior, más abarcadora y riguirosa labor de concientización y de cultura política para con esos grandes grupos.

Por eso el reconocimiento de las diferencias deviene punto de partida para aceptar la diversidad social, siendo la Identidad el punto inicial para concebir la misma. Y estos preceptos, de identidad-diversidad y de movimiento sociales y políticos, ya no pueden ser dicotómicos o antagónicos porque la mayoría coexisten, se complementan y urgen de la promoción de interacciones mancomunadas, relaciones sociales basadas en el respeto mutuo, la tolerancia, el razonamiento, el fortalecimiento del tejido asociativo, la aportación constructiva y la coherencia ética. (9)

Esa ética de la articulación se construye sobre la base del aprendizaje y desarrollo de la capacidad dialógica, la disposición a construir juntos desde saberles, cosmologías y experiencias de acumulación y confrontación distintas, de potenciar identidades y subjetividades hasta el infinito. Es un enfoque ético-político que reconoce la multiplicidad y diversidad del sujeto social alternativo, de sus diferentes conceptualizaciones teóricas y aquellas que se producen desde el sentido común, por la legitimidad de epistemes y de reconocer que nadie en absoluto tiene la verdad absoluta. Donde estén representadas el conjunto de demandas emancipatorias-libertadoras y sociales, independientemente de las tendencias cosmovisivas ensayadas y, hasta confrontadas. (Idem.)

Las alternativas prácticas-transformativas de los tradicionales y nuevos movimientos sociales y políticos, fracasarán si no existe un pensamiento teórico alternativo para ir construyendo, en paralelo, ese socialismo necesario e imprescindible. “Sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario”, (10) continuaría expresando Vladimir Ilich Lenin si estuviera hoy con nosotros.

Hay que partir de una realidad, y es que no todas las izquierdas son marxistas, algo que no debe preocuparnos, sino que forma parte de una realidad enriquecedora si sabemos establecer intercambios y diálogos constructivos, éticos y abiertos que nos conduzcan hacia el reconocimiento de la gran diversidad de puntos de partidas, metas y visiones, construcción y estructuración de programas mínimos y máximos, métodos de lucha, variados enfoques de la realidad concreta en que estas organizaciones maniobran y piensan, con diversas ideologías y políticas que determinan sus accionares, estrategias y tácticas en el enfrentamiento múltiple a las generalidades y particularidades del capitalismo que enfrentan en cada localidad, país, región y a nivel planetario.

Si analizamos la historia como proceso intervinculado y no como hechos empíricos aislados, podemos apreciar que en la historia de Nuestra América las luchas socioeconómicas y políticas, a la cual no ha sido ajena la confrontación ideológica y cultural, los cambios políticos han sido frecuentes tanto al interior como aquellos que se inducen desde el exterior lo que siempre ha motivado que las múltiples fuerzas de izquierda y revolucionarias tengan que dar batallas sociales y políticas simultáneas, contra enemigos diversos, en unión de aliados disímiles -algunos de corto y mediano compromiso- y utilizando consignas y formas de luchas también diversas. Eso es una regularidad de la historia pasada y presente del subcontinente. Todo ello enriquece el acervo de todos los que confrontamos al imperialismo-capitalista y sus heterogéneas manifestaciones fenoménicas, aunque sus esencias continúan siendo prácticamente similares.

Una definición de “izquierda, en el sentido de “ser de izquierda”, nos las brinda el Teólogo de la Liberación Frei Betto quien, en los “Diez consejos para mantenerse militando en la izquierda” (Aporrea / inSurgente) afirma, de forma amena y asequible a todos que: 1) se debe mantener viva la indignación en cuanto que la desigualdad social es una aberración a erradicar; 2) que la cabeza piensa donde pisan los pies, es decir que hay que luchar junto al pueblo, que la teoría no puede estar bien sin la práctica cotidiana; 3) que la izquierda no se puede avergonzar porque crea en el socialismo; que se debe ser crítico sin perder la autocrítica; 4) debe criticar y al mismo tiempo autocriticarse, y el admitir ser criticado; 5) el saber diferenciar quien es militante y quien no lo es -el autor lo llama militonto-, apreciando que “[...] el Militonto es aquel que presume de estar en todo, participar en todos los actos y movimientos, actuar en todos los frentes. Su lenguaje está lleno de las grandes palabras y los efectos de su acción son superficiales [...] El militante profundiza sus vínculos con el pueblo, estudia, reflexiona, medita; se cualifica en una determinada forma y área de actuación o actividad, valora sus vínculos orgánicos y los proyectos comunitarios [...]”; 6) el verdadero militante -como Jesús, Gandhi, Che Guevara- es un servidor, dispuesto a dar la propia vida para que otros tengan vida. No se siente humillado por no estar en el poder, ni orgulloso por estarlo [...] no se confunde a sí mismo con la función que ocupa; 7) asimismo, hay que alimentarse de la tradición de la izquierda o sea volver a las fuentes nutricias; 8) preferir el riesgo de equivocarse con los pobres, a la pretensión de acertar sin ellos; 9) defender siempre al oprimido, aunque aparentemente no tenga razón 10) y, finalmente, el militante de izquierda debe hacer de la oración un antídoto contra la alineación, o sea que orar es permitir que Dios subvierta nuestra existencia, enseñándonos a amar como Jesús amaba, liberadoramente.

Por su parte, el filósofo cubano Darío L. Machado Rodríguez, también analiza la actitud y la posición de las izquierdas “[...] en una perspectiva histórica integral, estratégica, de largo plazo, debe [...] incluir las cualidades de anticapitalista, científica, incluyente, ética, revolucionaria, activa y creativa e internacionalista”. (11) Aunque como advertía Lenin -continúa expresando Machado- a los movimientos políticos hay que valorarlos por lo que hacen no por lo que dicen, porque los hechos concretos resultan el principal indicador de sus motivaciones verdaderas. Esta aseveración se acerca a otra afirmación del propio Lenin cuando explicó, refiriéndose a los comunistas-marxistas pero que puede apegarse a una fuerza de izquierda radical -que viene etimológicamente de raíces-, que el mejor lugar para juzgar los revolucionarios, para verificar sus ideas teóricas es y será el campo de la actividad combativa, en donde, cómo y cuando el comunista y ese revolucionario radical pueden y deben convertir el marxismo -o su teoría revolucionaria- en acción liberadora. (12) Todas estas aserciones razonables y lógicas deben ser asumidas por los que enfrentan al capitalismo-imperialista.

Sin embargo, en las generalidades, las particularidades y singularidades que coexisten en el contexto sociohistórico concreto latinoamericano-caribeño, el accionar teórico y de método debe aplicarse de forma diferente para un país en que triunfó el socialismo hace ya 50 años, como es el caso de Cuba. Otra significación posee para el gobierno-poder, que no son lo mismo, que comienza su desarrollo incipiente pero representa a los intereses socioclasistas populares en algunas naciones del subcontinente; y una tercera opción, la pueden desempeñar aquellas fuerzas revolucionarias que accionan en terruños nacionales, regionales y planetarios en la más abierta o clandestina oposición, construyendo día a día el futuro de la emancipación nacional y social, desde abajo hacia arriba, arriba hacia abajo y desde las denominadas redes horizontales, momentos de una democracia participativa-directa que también son aplicables, pero adecuándolas, en los primeros ejemplos.

No obstante, puede que un nacionalismo populista, un reformismo de centro-izquierda y/o radical, un antiimperialismo no anticapitalista o sí, sea un paso de avance en los dos últimos casos enunciados, pero en Cuba sería dar un paso atrás de enormes consecuencias políticas negativas. A los cubanos solo nos resta marchar inexorablemente hacia el comunismo, aunque nos atrevamos a utilizar, controladamente, algunas de “las armas melladas del capitalismo”, y correr el difícil riesgo de atravesar las dificultades de no poseer aún una totalizadora economía política de esta etapa -porque el Programa de Gotha y otros textos marxistas no agotan esa problemática-, o una suficiente teoría política que nos indique qué Estado socialista re-construir una y otra vez, comprendiendo que hasta este momento el que poseemos, aunque sea radicalmente diferente al capitalista, está basado en los pilares del Estado-nación moderno, surgido precisamente en los albores del capitalismo como sistema mundial y se ha desenvuelto socialistamente en una sociedad que sólo ha estado viviendo esa experiencia por medio siglo, en medio de un brutal bloqueo genocida y agresiones constantes de los EE.UU. y sus aliados.

Y que ese Estado nación, sus estructuras, funciones y los componentes de la sociedad civil y política que fundamentan su carácter socialista, tiene un sistema de reproducción de ganancias -el denominado y necesario Producto Interno Bruto (PIB)- y lo realiza “quizás” con la lógica metabólica reproductiva de aquél que se heredó. Y aunque re-distribuye ese beneficio económico-material de la forma más equitativa posible, su dividendo no alcanza aún su total plenitud, porque prima el derecho burgués para esa etapa de tránsito de “a cada cual según su trabajo de cada cual según su capacidad” que tiene que cumplirse inexorablemente en este momento. Y al mismo tiempo, la Revolución debe producir una nueva subjetividad para la nueva sociedad que se construye; debe construirse un Hombre Nuevo, cuya conciencia necesita transformarse a partir de un conjunto de nuevos valores comprometidos con el mayor valor: el ser humano, su dignidad, su ética y honor.

Esta nueva conciencia humana, democráticamente apoderada y solidaria en todos los órdenes de la vida social, constituye la nueva palanca del desarrollo. Y hay que realizarlo estando, además, rodeado de un océano capitalista que impone casi todas las reglas del intercambio, el comercio, las finanzas, así como la competitividad para ese mercado ahora transnacionalizado y desigual, tan necesario para el desarrollo endógeno, y en donde la productividad, la eficiencia y la eficacia del modo de producción socialista es todavía muy insuficiente, aunque sus sistemas de salud, educacional, asistencia y seguridad social sean muy superiores en extensión y profundidad, y se comparen, inevitablemente, con el del resto de los países del sistema-mundo capitalista, y no precisamente con los menos ricos y opulentos.

Para este autor, no se debería realizar esta comparación entre ambos sistemas, -lo que se denominó en la era soviética “la “emulación de los dos sistemas”-, porque la fundamentación sobre la cual se parte es antagónica y no se corresponde en las premisas. Y siempre saldría muy mal parado el socialismo ante la inconmensurable productividad del capitalismo porque este super-explota para obtener la super-plusvalía, y no solo al obrero en su país, y es derrochador, consumista masivo, depredador, insostenible, etc.

La naturaleza y el ideal del socialismo es ser un sistema productivo eficiente, eficaz y auto-suficiente, pero sostenible y, por sobre todo, practicar la equidad, la libertad, la igualdad y la justicia social en el cuerpo societario. Y en esa competencia -eufemísticamente denominada emulación- se partirá de muchas premisas falsas, desiguales, porque son disimiles en su naturaleza, los contextos, el carácter, el contenido, la forma y espacio-tiempo de los dos sistemas antagónicos.

Cuba y su socialismo.

Sabiendo que la sociedad socialista que desarrollamos no tiene los mismos principios que ese modo de producción capitalista y que tampoco coinciden incluso en el propio tránsito, por eso tratamos de ser y somos -y seremos- más justos, más equitativos, más éticos, más solidarios e internacionalistas, y estos principios y prácticas las realizamos sobre la base de una conciencia patriótica-revolucionaria, solidaria-internacionalista y socialista, con hombres y mujeres libres y voluntarios, con niveles de conciencia política e ideológica variada, que se ven constantemente bombardeados por el consumismo que esquilma y derrocha, la seudocultura, la seudo-estética y los valores cuestionables que se producen y reproducen a través de los gigantescos poderes mediáticos-.mediatizados transnacionales capitalistas. Realidades y símbolos confusos y contradictorios que repetimos en nuestros sistemas de vida y valores espirituales, y en otras muchas esferas de nuestro socialismo (im)-perfecto. Porque no hemos hallado la forma de desconectarnos de ese sistema-mundo burgués, a pesar de los grandes esfuerzos por realizarlo.

Solo a finales del pasado año, nos hemos incorporado al Grupo de Río, con el derecho y la autoridad ganados por la resistencia y el desarrollo alcanzados. Y a pesar de ese reconocimiento, los imperialistas y sus lacayos han continuado los intentos por aislarnos de la región geográfica e histórica natural a la cual pertenecemos de modo natural. Y resistimos además las presiones, chantajes y sobornos de las vigentes, Ley de Ajuste Cubano (1966), la Ley Torricelli (1992), la Ley Helms Burton (1996) y el denominado “Plan Para una Transición en Cuba” (2004) que nos impiden competir en igualdad de condiciones con otros países y Estados naciones del mundo desarrollado, subdesarrollado y en vías de desarrollo.

Hace un año escribí un artículo titulado “La revolución Cubana y las propuestas de los posibles cambios en su sistema socialista”, en el que expresé “[...] Por otra parte, no considero que las formas alternativas de autogestión y de autogobierno local, la sociedad de productores libres y la cooperativización por si solas, sin la presencia de un Estado Nación-Popular y Socialista fuerte -que no significa estatista y centralizador de todo-, puedan conllevar a un socialismo nuevo y más eficiente, como tampoco creo en la descentralización desmedida, el caos y la anarquía absolutas, aunque estén en manos de los trabajadores los destinos de la nación y el socialismo. Cualquier cosmovisión unilateral, podría conllevarnos a caminos o, mejor expresado, hacia atolladeros sin salida para un socialismo perfeccionado, pero que tiene que ser guiado por una teoría y práctica revolucionaria y, en el caso cubano, por un partido de vanguardia, que no significa que todos sus militantes tengan el mismo nivel de conciencia y ejemplaridad, de prestigio y méritos, pero que es una fuerza de avanzada, junto a la Unión de Jóvenes Comunistas, en que ambos suman alrededor de más de medio millón de cubanos”. (cubacoraje.blogspot.com, lapolillacubana.wordpress.com y Kaosenlared, entre otros, 3 de agosto de 2008)

En Cuba se juega el poder político conquistado por el pueblo, para el pueblo y con el pueblo, y sería bochornoso que un proceso de reformas no riguroso y no profundamente analizado conllevara a los caminos de la destrucción del socialismo en nuestro país, que sería la liquidación no solo de la justicia, la equidad y la igualdad lograda con tanta sangre y sudor, sino que pondría en peligro hasta la propia nación y la patria independiente y soberana.

Estamos abiertos al debate académico, político y desde la vida social cotidiana, pero tiene que ser una discusión y polémica seria y rigurosa, respetuosa y ética. Porque la unidad del pueblo alrededor de su proceso revolucionario socialista no puede ser quebrantada con llamamientos sobre una democracia abstracta que hasta hoy ningún gobierno y partido puede mostrarla como ejemplar y perfecta. El partido comunista es el partido de la nación cubana porque las condiciones históricas nos han enrumbado de forma natural a esa realidad objetiva y subjetiva. No es una construcción superficial y caprichosa. Se podrán mejorar los métodos y estilos de trabajo del partido, se podrá ser más crítico y autocrítico en el partido, pero dentro del partido. No habrá uniformidad y unanimidad, pero si una política de principios inalienables para la democracia socialista cubana. No existe socialismo democrático, sino democracia socialista. La fragmentación y la atomización social y política de los discursos de la posthistoria no nos interesan, porque no nos sirven.

Cuba no es una página digital alternativa de izquierda -ni virtual- donde se tengan cabida a expresiones caóticas, ambiguas y confusionistas. Cuba fue, es y será un opción legítima, viable y renovadora, en constante proceso de construcción socialista. Realizamos elecciones libres y soberanas, hacemos referendos cuando se necesiten, y esta es una sociedad heterogénea, diversa, pero es cubana, y todos nos comprometemos con la suerte del socialismo en Cuba, en mayor o menor medida. No tememos a los deslindes, a los vacíos en las filas. Siempre los hubo y los habrá, porque ello sucede, de forma perpetua, en toda Revolución auténtica y autónoma. Quien ataca a Cuba, escondiéndose en juegos de palabras seudo-revolucionarias, rectificadoras o reformadoras no podrán ejercer presión sobre los destinos del país. Mucho más si no están inmersos en el problémico cuerpo societal interno y luchan a diario junto al pueblo para solucionar nuestros derroteros, difíciles y llenos de obstáculos, pero socialistas.

No jugaremos con nuestra integridad e independencia y soberanía nacional. Han sido muchos años de guerras abiertas y encubiertas lanzadas contra la Revolución para que nos indiquen desde artículos, con doble intención, lo que debemos realizar.

La única solución para que Cuba emprenda nuevas y más profundas transformaciones con el objetivo de perfeccionar su sistema socialista transcurre por el inmediato cese del bloqueo imperialista-norteamericano, la retirada incondicional de la base militar de Guantánamo, la eliminación de la promoción y pago a los mercenarios-contrarrevolucionarios internos -como no han podido organizarlos masivamente a lo interno, nos los crean en el exterior- con el fin de subvertir a la Revolución, la culminación de las agresiones al espacio radio-televisivo nacional, el fin de todo tipo de hostilidad y presiones en su contra, especialmente el conjunto de leyes y normativas establecidas para producir el roll back del socialismo cubano, el respeto hacia su política interna y externa, el sentarse en una mesa de negociaciones de igual a igual para normalizar las relaciones con el gobierno de nuestro país con respeto, seguridad mutua y sin condicionamientos, concluir con los entrometimientos en los asuntos internos de la Patria y, también, de otro país hermano, entre otros. Estos son los factores externos que nos han golpeado a través de 50 años de victorias e ineficiencias, triunfos y errores, éxitos y deficiencias propias y ajenas.

Y no es que no hagamos cambios, pero lo realizaremos al ritmo que consideremos necesario y prudentemente, cuidando esta nación, nacionalidad y cultura revolucionaria y socialista: con el pueblo, para el pueblo y por el pueblo.

Notas bibliográficas y referencias:
(1) Carlos Marx “El Capital”, en Tres Tomos, T. III, Ediciones Venceremos, La Habana, 1965, p. 183.
(2) Vladimir I. Lenin “Cartas sobre Táctica”, en Obras Completas, 5ta edición, T. 31, Ed. Moskova, Politizdat, 1958-1965, P. 134. (En ruso)
(3) _____________ “Cuadernos Filosóficos”, T. 29, Idem., p. 152.
(18) Idem., p. 90.
(4) Fidel Castro Ruz Discurso por el XII Aniversario del asalto al Cuartel Moncada, Las Villas, Ediciones Orientación Revolucionaria, (17), La Habana, 1965, p. 28.
(5) Fernando Martínez Heredia “El Che Guevara: los sesenta y los noventa”, en El corrimiento hacia el rojo, Editorial de Letras Cubanas, La Habana, pp. 254-255.
(6) V. I. Lenin “Nuestro Programa”, Obras Completas, Tomo 4, Editorial Progreso, Moscú, p. 194.
(7) V. I. Lenin “Sobre la caricatura del marxismo y el “economismo imperialista”, Ob. Cit., Tomo 30, p. 129.
(8) Entre ellos podemos mencionar: los indigenistas, étnicos, raciales, ecologistas, alterglobalización capital transnacional neoliberal, los antibélicos, sindicales, comunitarios, barriales; los antideuda externa, feministas, homosexuales (gay); los campesinos (como el Movimiento Sin Tierra, del Brasil), los movimientos anti-Tratados de Libre Comercio (como el que se desarrolla en América Latina contra el NAFTA, el ALCA y los TLC), los religiosos (como la Teología de la Liberación, en el subcontinente Latinoamericano-caribeño), las Abuelas de la Plaza de Mayo y las Madres de la Plaza de Mayo, ambos en Argentina, los pro-derechos humanos, los piqueteros, los cocaleros, etc.
(9) Informe Final de Investigación del Grupo de Axiología y Filosofía Social en América Latina (GALFISA), “Diversidad e Identidad en los Movimientos Sociales y Políticos en América Latina”, Instituto de Filosofía, CITMA, 2006, en Archivo del Instituto de Filosofía.
(10) V. I. Lenin “¿Qué hacer?”, Obras Escogidas, en Doce Tomos, T. II, Editorial Progreso, Moscú, 1975, p. 22.
(11) Darío L. Machado Rodríguez ¿Qué es hoy ser de izquierda?, en tres partes, http://lapolillacubana.nireblog.com, agosto de 2008.
(12) V. I. Lenin Recopilación leninista, XXXVII, Moscú, 1970, p. 249. (En ruso)

Dr. Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar, Instituto de Filosofía, Cuba









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Lic. Rosa Cristina Báez Valdes
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Fidel Castro, Venezuela, enero de 1959

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