martes, 11 de agosto de 2009

CHE GUEVARA por NYLS GUSTAVO PONCE SEOANE

         Prueba de Dureza
                      ó
  ¡ Cien Días,  Ché,  Cien días !

                                                        
                                                         por Nyls Gustavo Ponce Seoane

A mi generación: Firme ayer y firme hoy. En las buenas y en las malas.
 
El Hombre, el Carácter.
 
Severidad, exigencia, austeridad. Rasgos de un carácter que, aplicados ante todo a sí mismo, forjaron la acción concordante con su pensamiento.

-"Haz lo que digo, porque es lo que hago";  quizás nunca se le escuchó decir, aunque fue el ejemplo de una conducta de "hacer – decir", que más que en dirigente, lo convirtió en Maestro, Guía y Educador por excelencia, no fácil de imitar y mantener desde posiciones de poder.
 
Observador profundo, serio, tajante en sus respuestas y definiciones: carácter formado en un medio geosocial distinto al nuestro y predeterminado por una enfermedad que, desde su más tierna infancia, lo obligó a forjar una voluntad de acero. 

 "Soy el Ché para mis amigos, para Ud soy el Comandante Ernesto Guevara".-;  se le vio y escuchó decir en un popular programa de  televisión, los primeros días de Enero de 1959,  a un animador que utilizó una superficial y ligera confianza con él y que quedó perplejo ante semejante respuesta.
 
O la de  "esta es una revolución con pachanga", como declaró cuando fue entrevistado por la revista brasilera "O Cruzeiro", en los primeros meses del 59. aludiendo al ritmo musical cubano predominante en aquellos años, significando que era una revolución con alegría.
 
El Ministro de Industrias.
 
Supremacía de médicos y abogados al inicio del revolucionario proceso que necesitaba la diversidad de técnicos e ingenieros para comenzar el desarrollo inexistente. Convocatoria por el Ministerio de Industrias de salir a estudiar las carreras no existentes en el país a los distintos países socialistas.
 
-"El revolucionario crea su vocación".-, nos dijo a los pocos bachilleres que en aquella época tuvimos la suerte de serlo.
 
Respondimos, felices y contentos, jóvenes al fin, ante el llamado a la diversificación técnica para la industrialización del país. Pero nada se debe obtener sin mediar esfuerzos por lograrlo. Debíamos ganarnos esa oportunidad y brindar nuestro aporte, pasar la prueba de que estábamos de verdad dispuestos a cumplir; así lo exigían las nuevas condiciones y…… partimos a merecérnosla.
 
La   Prueba.
 
Llegamos los primeros en lo que se llamó Compañía A. Pocos nos conocíamos. Éramos, por lo general, de distintos Institutos Preuniversitarios del país. Al frente, el joven capitán del Ejército Rebelde  Fernando Charadán López. La tarea sería la siembra de Eucaliptos en la zona de Guane, Mantua, Cabeza de Horacio, Ceja del Negro y otros parajes de la geografía pinareña, desconocidos para nosotros entonces. Fue el mal llamado "Guanahacabibes": Lugar semidesértico, inhóspito, de colinas anaranjadas-carmelito –rojizas-amarillentas, de arcillas y fragmentos irregulares de cuarzos lechosos, dispersos por toda su superficie y que harían más rudo el trabajo.
 
Barracones de guano vacíos, con horcones para hamacas, sin agua (Guane suministraría una pipa diaria). La comida se haría por nosotros mismos. Muchas veces consistió sólo en arroz con hojas de eucaliptos ó "arroz con cucaracha" como le llamábamos.
 
Régimen de trabajo: de 6 a.m. a 12 m. Terraceo de las colinas a pico, para que se acumulara el agua de lluvia cuando esta cayera, y en la tierra removida, sembrar la planta. 12:30 p.m. almuerzo. De 2 a 4 p.m.: círculo de estudio: Manual de Economía Política de la URSS, impartido por el propio Charadán.
Un manual "ladrillo" de los que después así hablaría y clasificaría el Ché. Después de las 4 p.m. aseo personal; a las 6 p.m., comida Por la noche, cartas, juegos de mesa, conversaciones, bromas y chistes. Único día de la semana de asueto: el domingo: Ida a pié a Guane (unos 15 km.), Visitas de algunos familiares que tenían carro.
 
¿Hasta cuándo vamos a estar aquí? Era la pregunta diaria de jóvenes citadinos no acostumbrados a aquellos rigores en aquella época desde los mismos primeros días de estar allí
 
La Visita:    Los  Cien  días.
 
Concluía la segunda semana de estancia en aquellos parajes. Era domingo por la mañana. De pronto, aparece en un jeep sin puertas, sujetándose con su mano en el borde superior y con su pié en el inferior, El Ché.
 
Alborozo, revuelo general, avalancha hacia el jeep. De pronto, de entre nosotros, se escucha una voz.
 
-"¡Cien días, Ché, cien días!". ¡Déjenos aquí 100 días! Estupefacción y sorpresa general; nadie esperaba aquello. Y todos nos miramos y miramos al que pronunció aquella frase y petición con sus chancletitas de meter el dedo, su short negro y pull over gris de mangas corticas, con sus espejuelitos; todo lo que reflejaba a un "bitonguito" pequeño burgués que, años más tarde, abandonaría el país.
 
Expectativa. El Ché no contestó y se limitó a mirarlo seriamente y examinarlo de arriba a abajo. Después, el mismo rompió el silencio creado y nos preguntó cómo estábamos, indagando sobre nuestras condiciones de vida en aquel sitio. Por último nos advirtió que quizás todos no podríamos vencer aquella prueba  y el que no lo lograra, no podría partir. Dio un breve recorrido por el campamento y se marchó… sin responder la pregunta fundamental de aquel entonces, que nadie se atrevió a formularle después de la inesperada petición que nos dejara perplejos.
 
El Regreso

 
El Ché partió y la vida continuó, ahora con la nueva tónica de los cien días. Se imitaba con fino acento la frase, se inventaron tonadas al respecto, sin dejar de recordarle al que la pronunció toda su parentela que, por cierto, de acuerdo con su posición social, ya se había marchado del país.
 
Pasó el primer mes y ya corría el segundo cuando aparecieron los primeros "rajaos" y otros con conductas indebidas que no pudieron continuar. Se comenzaba a materializar la advertencia del Ché. Al cumplirse el día sesenta, muchos comenzaron a creer que el Ché había tenido en cuenta la petición de los cien días.
 
Fueron días duros, de angustias y nostalgias. Contábamos ya cada día que nos acercaba a un final que no parecía llegar. Se añoraban novias, familiares, amigos, así como lugares y sitios preferidos: bailes, cines, playas… Éramos tan jóvenes… el recuerdo no es privativo de la vejez, sino que acompaña también a situaciones extremas.
 
Habían transcurrido setenta días cuando al fin llegó la repentina orden de regresar para La Habana, para pronto partir, a cumplir con nuestro deber.
 
La Partida.
 
6 de Noviembre de 1961. Muelle de la refinería "Ñico López", recién nacionalizada, en Regla. Vapor soviético "Gruzia", de más de 900 capacidades. Tras haber recibido el aviso de partida para estudiar a los diversos países del campo socialista, todos los becados, desde tempranas horas de la mañana, comenzamos a subir al barco.
 
Nuestros familiares, separados por una cerca peerless, fuera del área del muelle, asistían a la despedida.
 
De pronto, los que estábamos ya en los pasillos laterales del barco, junto a las barandas, vimos un jeep entrar. Se de tuvo tras pasar la puerta y de el se bajo el Ché, junto con Angelito Gutiérrez  y Lolita (sus colaboradores que atendían a los becados) y otros ayudantes, que, a pie, se dirigían hacia el barco.
 
Revuelo general: sí, era el "Ché", que había venido a despedirnos. Rápidamente bajamos y nos congregamos junto a la escalerilla. ¡Alegría, alborozo, algarabía!, música y bailes a capella. Y allí mismo, en tribuna improvisada, al pie del barco,
 
El Comandante Guevara, nos dirigió breves palabras, de las cuales,  mi recuerdo, ha retenido las ideas y señalamientos y consejos principales que nos dijo:
 
En primer lugar subrayó la importancia de que estuviéramos conscientes de la misión que íbamos a cumplir, pues el país no contaba con la fuerza técnica suficiente para su desarrollo, señalándonos que aunque "hoy, entre uds, todo es alegría, pero les tengo que decir que no todos terminarán", por el rigor de la tarea a la que nos enfrentaríamos, pues marchábamos a países, con costumbres, hábitos y leyes  diferentes a las nuestras, las cuales debíamos respetar y seguir.
 
No obstante esto, la revolución esperaba de nosotros el cumplimiento de nuestro deber para poder servir y ayudar al país a seguir adelante  en su desarrollo….
 
Después, al llegar a Kiev, mi madre, en la primera carta que me enviaba, me informaba que en el periódico "El Mundo" de aquel entonces, al siguiente día, se había publicado un reportaje sobre nuestra partida, con la presencia del Ché.
                             
                                   La Habana, 10/06/09 – 10/08/09
 
P.S.   Hechos y acciones trascendentales hacen la grandeza de un hombre.  
 
Y por lo mismo que es grande, hechos pequeños y cotidianos vividos por otros en contacto con el ó de el derivados, es capaz de hacerlos singulares ó al menos que llamen la atención.

Todo lo aquí contado ha sido vivido (escuchado, oído, leído, visto) por mí.
 
Y aunque forma parte de mis vivencias, no las considero patrimonio personal, por lo que las quiero compartir con otros, como un simple cuento testimonio.
 
Si lo logré, la vida dirá.
                                                                                               N y l s
                                                         
difunden: el 1er. Museo Histórico Suramericano "Ernesto Che Guevara", la Escuela de Solidaridad con Cuba "Chaubloqueo" y el Centro de Registro de Donantes Voluntarios de Células Madre
Irene Perpiñal y Eladio González - directores   calle Rojas 129  local (Caballito) Capital -AAC1405-Buenos Aires-República Argentina  telefax: 4-903-3285 email: museocheguevara@fibertel.com.ar
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a solo 25 metros de la Estación "Caballito" del Ferrocarril Oeste y a cien metros de la Estación de Subterráneos "Primera Junta" de la vieja línea "A"
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¡Salven a los argentinos! "las ballenas"