| www.radiometropolitana.cu | | Fecundidad en Cuba: tras las huellas de un bebé Por Dixie Edith | 29.9.2009
Hace más de tres décadas, por cada mujer de esta isla caribeña no llega al mundo una hija que la sustituya para tener, a su vez, otros hijos. Según especialistas, este fenómeno afecta la renovación de la fuerza laboral, del potencial científico y universitario y es la principal causa del proceso de envejecimiento poblacional por el que atraviesa Cuba. Esta nota forma parte del libro '¡Sin nosotras se les acaba la fiesta! América Latina en perspectiva de género', que es producto de un trabajo conjunto entre el Centro de Competencia en Comunicación para América Latina, la Fundación Friedrich Ebert Stiftung y la Asociación Civil Artemisa Comunicación. Carla Cecilia, una cubanita de ocho años, asegura que lo que más quiere en el mundo es un hermanito. 'O hermanita –confiesa-, eso no importa'. Cada tarde, luego de bañarse y hacer las tareas, la niña camina hasta el final de su cuadra en Luyanó, barrio ubicado en el mismo centro de la capital de la isla, La Habana, y pasa un rato con Yamila, una vecina, informática de profesión, que tiene un pequeño de apenas dos años y una bebé de pocos meses. 'Mi mamá no quiere otro hijo porque dice que no le va a dar tiempo de hacer nada y que tendría que dejar de atenderme a mí para ocuparse del chiquitico; pero Yamila tiene dos, les da la comida, los baña, trabaja en su computadora y hasta juega conmigo', se queja la pequeña, que aún no entiende muchas de las razones de los adultos. Motivos tendrá para mayores protestas. Carmen Álvarez y Rodolfo Suárez, sus padres, aseguran que el sueño de la niña nunca se cumplirá: 'Yo tengo ya 39 años y si con una me vuelvo loca, ¿qué va a pasar si se me ocurre tener dos?', se pregunta la mamá. El esposo acude en su ayuda con otras razones: 'Mi abuela vive con nosotros, tiene una cadera fracturada y hay que hacérselo todo, ¿cómo nos las arreglaríamos con un nuevo bebé?'. Carlita, como le dicen en casa, no se conforma. Aunque no sabe nada de estadísticas comparte, a su manera y desde su pequeño mundo, una preocupación que asalta a especialistas en la isla: Cuba no llegará nunca a los 12 millones de habitantes. Encrucijada de números Detalles más o menos, expertos y expertas de diverso signo, parecen estar de acuerdo con ese pronóstico. Las estadísticas les han dado la razón. Los escenarios demográficos perspectivos apuntan a que la población de Cuba puede decrecer considerablemente en términos absolutos. De hecho, ya en 2006 y 2007 se registraron tasas anuales de crecimiento poblacional de signo negativo. Hoy la isla integra, junto a Argentina, Uruguay y Chile, el grupo de países latinoamericanos con una transición demográfica completa o muy avanzada, o sea, el tránsito de niveles muy altos de fecundidad y mortalidad, a otros muy bajos. Según el informe presentado por el país a la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo de El Cairo, en 1994, es la fecundidad 'la variable demográfica que más ha incidido en el volumen y estructura de la población en las últimas décadas.' Después de un llamado boom de nacimientos de principios de la década del 60 del siglo pasado, cuando la fecundidad creció a números nunca vistos, el tamaño de las familias cubanas comenzó a disminuir. Desde 1978, la tasa de fecundidad quedó por debajo del llamado nivel de reemplazo poblacional. En otras palabras, por cada mujer en edad reproductiva no queda una hija que la sustituya para tener, a su vez, otros hijos. Al cierre de 2007, este indicador sumó apenas 0,69 hijas por mujer. Los cubanos nacen menos y viven más. Se dice rápido, pero esa situación, ha puesto al país cara a cara con su principal problema demográfico: el envejecimiento de la población. Más del 16,6 por ciento de los cubanos tiene hoy 60 años o más. Y la cifra sigue creciendo. Por si fuera poco, los cálculos advierten una amenaza entre líneas: el potencial laboral de la nación se contrae sin prisa, pero sin pausa. Ante esa situación, al cierre de 2008 el Parlamento cubano aprobó una nueva Ley de Seguridad Social que, entre otras novedades menos polémicas, propone extender la edad de jubilación en cinco años, tanto para las mujeres como para los hombres, en una aplicación escalonada en siete años, que culminará en 2015. Para entonces las mujeres se jubilarán a los 60 años y los hombres a los 65. En julio de ese mismo año, ya se había anunciado un proyecto de restauración e inauguración de guarderías. Tal anuncio, sumado a una novedosa Ley de Maternidad aprobada en 2001, que extiende a un año la baja laboral de las mujeres cuando tienen a sus hijos e hijas, y permite que los padres también se tomen un respiro para cuidar a los nuevos bebés, sienta las bases para comenzar a trabajar por un estímulo de la fecundidad. ¿Pero qué se esconde detrás de esta realidad? Y sobre todo, ¿cómo la experimentan sus protagonistas? ¿Qué piensan las parejas cubanas a la hora de proyectar su descendencia? La cuarta pata del gato Los padres de Carla Cecilia forman una de las 50 parejas entrevistadas para una investigación de diplomado del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), de la Universidad de La Habana, en busca de respuestas para esas interrogantes. Residentes en la capital y en provincia de Villa Clara, al centro de la isla, estas mujeres y hombres tienen edades que van de los 20 a los 45 años y celebran más de dos años de vida en común. No se eligió a estos territorios por gusto. Villa Clara y Ciudad de La Habana son las dos provincias que más canas suman en el país, y las que registran cifras más bajas de nacimientos. Poco más de la mitad de las parejas entrevistadas tiene actualmente un hijo o hija; en diez de las casas visitadas estaban a la espera del primer bebé, y en el resto de los 50 hogares viven libres de algarabías infantiles. Y también de expectativas de tenerlas, al menos en el corto plazo. Ya en el año 2000, una encuesta periodística realizada por un equipo de investigaciones de la quincenal revista Bohemia, para un reportaje sobre la disminución de la fecundidad en la isla, revelaba que, sobre todo en la capital, no tener hijos aparecía sin remilgos entre las expectativas de futuro de algunas cubanas. El 14 por ciento de casi un centenar de entrevistadas y entrevistados declaró entonces que no quería descendencia. Lo curioso es que la gran mayoría eran mujeres. Varios elementos concretos, capitanean, según las indagaciones más recientes, las razones de la reducción del tamaño de las familias: problemas de vivienda, aspiraciones de superación o desarrollo profesional por parte de las mujeres, y poco o ningún apoyo de sus esposos en la atención a los bebés. Le siguen el deseo explícito de darle 'lo mejor' a un hijo, sueño que, aparentemente, se complica si nacieran más. También reclaman más infraestructura de apoyo al hogar: lavanderías, círculos infantiles (guarderías), y trámites menos engorrosos en todo lo relacionado con la llegada al mundo de un nuevo miembro de la familia. En menor medida, refirieron el déficit de viviendas y otros problemas económicos o materiales. La crisis económica de los años noventa del siglo pasado, cuando, por obra y gracia de la caída del campo socialista de Europa del Este, Cuba perdió, de golpe y porrazo, más del 80 por ciento de su comercio exterior, dibujó una situación inédita en el panorama cubano. La red de lavanderías y círculos infantiles que había ido extendiéndose durante la anterior década, frenó su desarrollo y, en no pocos casos, dejó de funcionar. El suministro de petróleo, que ingresaba a Cuba en los años 1980 por la vía de un intercambio favorecedor con los países socialistas, prácticamente se paralizó y con él, comenzaron las dificultades con el abastecimiento de electricidad y agua potable. En aras de mantener los niveles de calidad y eficacia de servicios gratuitos como los de salud y educación, se paralizaron ambiciosos planes de construcción de viviendas y prácticamente el 80 por ciento del transporte público del país. En ese panorama se restringieron las capacidades en las guarderías, se encarecieron los mil y un productos necesarios ante la llegada al mundo de un bebé y cualquier gestión se convertía en una proeza por las dificultades de transportación. Carmen, la mamá de Carla Cecilia, por ejemplo, no tuvo a su lado a su esposo cuando nació la niña, pues cuando llegaron los dolores de parto, éste se encontraba trabajando e invirtió más de dos horas en llegar al Hospital. 'Recuerdo que casi me di un golpe con las puertas del salón de parto, y cuando me abrieron, ya Carmen estaba en otra sala, dándole el pecho a Carla Cecilia', cuenta Rodolfo. Números con historia Pero negarse a la maternidad no solo obedece a carencias económicas profundizadas por la crisis de los 90. Cien años atrás las cubanas ya parían poco para su época y su entorno. Si no lo creen, consulten las estadísticas. 'Ningún país del cual se tienen datos tiene una proporción más pequeña de niños bajo la edad de cinco años como la Isla de Cuba', asegura el Censo de Población realizado bajo la ocupación estadounidense en la isla, en 1899. Según ese texto, la cifra de nacimientos por mil, que fue hasta 1896 superior a 12,1, experimentó una disminución paulatina para llegar en 1899 prácticamente a la mitad. Análisis posteriores realizados por el Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana, (CEDEM), ven las causas esenciales del descenso de la fecundidad en los últimos años de las guerras de independencia contra la metrópoli española, por la inestabilidad familiar y nacional, las deficientes condiciones de vida y las pérdidas humanas que produjeron desproporciones en la estructura por sexo y edad de la población. Las contiendas independentistas contra España tuvieron dos etapas en Cuba, una entre 1868 y 1878, conocida como la Guerra de los Diez Años y la última y final, conocida como la Guerra Necesaria, que comenzó en 1995 y terminó en 1998 y abrió paso a dos sucesivas intervenciones de Estados Unidos, en el tránsito entre le siglo XIX y el XX. Luego, una serie de gobiernos corruptos dieron al traste con la dictadura militar de Fulgencio Batista, quien accedió al poder por la vía de un golpe de Estado en 1952 y fue derrotado por la sublevación revolucionaria, encabezada por Fidel Castro, el 1 de enero de 1959. En términos demográficos, el profesor e investigador del CEDEM, Raúl Hernández, divide el caso cubano en dos etapas fundamentales: una que va desde 1900 hasta 1934, donde la esperanza de vida alcanza los 41,5 años en 1930; y la tasa bruta de reproducción (TBR) –cantidad de hijas por mujer en edad fértil- desciende hasta 2,2 en 1931. El especialista afirma en su libro La revolución demográfica en Cuba, que 1975 podría tomarse como el fin de la segunda etapa, en la cual la esperanza de vida al nacer se eleva a 72 años y la TBR se deprime hasta sólo 1,06 hijas por mujer. Para la doctora María Elena Benítez, también del CEDEM, este descenso de la fecundidad de las cubanas requiere una explicación que va más allá de la dinámica interna de las variables demográficas: 'Por eso, se hace necesario vincularlo a las profundas transformaciones ocurridas después de 1959. En este sentido, son de obligada referencia medidas como la verdadera igualdad jurídica con el hombre, la masificación de la enseñanza gratuita y la realización de campañas por la elevación de la escolaridad de toda la población, la instauración de un programa nacional de salud gratuito, la priorización de la atención materno-infantil y la garantía del empleo, entre otras'. El libre acceso a los métodos de planificación familiar, la opción del aborto legal, gratuito y en condiciones seguras, y la elección por parte de muchas mujeres del desarrollo profesional por encima de la maternidad, sobre todo en el caso de los segundos hijos, agregan granitos de arena al conflicto. Y se va convirtiendo en una montaña. Por solo poner un ejemplo, los resultados de una encuesta realizada por la Dirección Nacional de Estadísticas de Salud Pública, en el año 2001, confirmaron que Cuba posee un 72,1 por ciento de cobertura anticoncepcional con métodos modernos. Juan Carlos Alfonso Fraga, director del Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), asegura que la problemática de la baja fecundidad en Cuba es multicausal. 'Si fuera solo económica, como insisten en ver algunos, sería más fácil de resolver, sobre todo para un país donde la voluntad política camina en función de garantizar logros sociales. Pero es más complejo que construir viviendas o círculos infantiles. Hay un pivote muy fuerte en el cambio de la condición de la mujer, unido a la existencia de un mayor nivel educacional y muy favorables condiciones para garantizar la salud. Un país que tenga los datos de incorporación femenina a la vida social y los niveles de salud sexual y reproductiva que tiene el nuestro, no puede aislarse de esa realidad a la hora de explicar un descenso de la fecundidad. Las mujeres están jugando un rol decisivo en el desarrollo social y eso está muy bien. Pero lleva tiempo y conduce a muchas aspiraciones que ya no son las mismas que tenían hace medio siglo.' Tanto ha cambiado el panorama, que algunos especialistas hablan ya de una segunda transición de la fecundidad en la isla. Alfonso especifica que el término alude a una concepción surgida en Europa, cuando algunos teóricos de la demografía tratan de explicar qué pasa en ese continente luego de la primera transición. 'En Cuba, advirtiendo todo lo de polémico y controvertido que tiene el concepto, podría describirse a partir de una situación inédita, 28 años sin reemplazo generacional en la fecundidad, y todos sus efectos, como rasgo fundamental. También se aprecian altos niveles de disolución de parejas y son altísimos los de recomposición de las familias, sumada a una elevada tasa de divorcialidad, semejante a la de un país desarrollado, pero, a la vez, a una fuerte tendencia a vivir en familia. Es obvio que hay un cambio que va más allá de haber alcanzado bajísimas tasas de fecundidad y de mortalidad. Y eso no cayó del cielo. Ninguna sociedad como la cubana ha experimentado tan profundas transformaciones sociales, políticas y económicas en tan cortos períodos: pasamos de ser colonia a república neocolonial y dependiente y de ahí a construir el socialismo en apenas 60 años. Eso trae una impronta demográfica.' La serpiente se muerde la cola Sin embargo, otra razón comienza a asomar tras los pronunciados descensos de la fecundidad. Además de la familia de Carla Cecilia, otras diez refirieron con fuerza que no gestarían un segundo hijo porque tenían que cuidar a ancianos incapacitados física o mentalmente. No por gusto. Como la serpiente que se muerde la cola, el envejecimiento aparece, recurrente, como causa y consecuencia de la actual coyuntura demográfica. La baja fecundidad siembra el terreno para que florezcan las canas pero, a la par, las mujeres, generalmente sin hermanos o cuñados que las apoyen, comienzan a identificar el cuidado de personas mayores –padres, suegros o abuelos- como causa de su baja fecundidad. Estas parejas confiesan desconocimiento de alternativas que les permitan enfrentar la presencia en casa de adultos mayores necesitados de atención permanente, sin dejar de trabajar y desarrollar su vida con normalidad. En los 50 hogares visitados para el estudio del CEDEM, se percibe preocupación porque papá y mamá no saben cómo manejar situaciones de la cotidianidad relacionadas con la educación de los hijos y el intercambio o convivencia con el resto de la familia, sobre todo cuando comparten espacio varias generaciones. Eso, unido a las carencias económicas impuestas a la sociedad cubana por el bloqueo estadounidense y otros demonios, genera una suerte de inseguridad o incertidumbre. Y conspira contra la decisión de planificar más nacimientos. La cuestión, sin embargo, no es nueva, ni privativa de este lado del mundo. Estudios internacionales refieren situaciones similares en diferentes regiones del planeta cuando son azotadas por catástrofes naturales, guerras o, simplemente, transformaciones sociales. Una respuesta, sin embargo, brilla por su ausencia en los hogares. ¿Con quiénes compartirán los hijos solitarios, en el futuro, el cuidado de sus ancianos? ¿Se habrán hecho, acaso, esa pregunta las madres y padres de hoy? Más infancia, más trabajo Mario Alberto Casares suspira cuando escucha a su esposa afirmar que 'ni loca tendré un segundo hijo'. Si por él fuera llegarían hasta tres, pero reconoce que tiene que respetar los deseos de Dania Lamas, su pareja. 'La pobre, estuvo más de 24 horas en trabajo de parto cuando nació Albertico'. A ella, sin embargo, los apuros de aquel alumbramiento no son los que más le duelen. 'Nadie sabe lo que cuesta enfrentarse a una batea de pañales sucios después de una mala noche; el niño estuvo hasta casi los tres años pidiendo leche dos y tres veces en la madrugada y de todo eso me ocupé yo sola', protesta, mirando de reojo al marido. Dania tuvo a su primer hijo en 1997, justo en los momentos en que el país atravesaba una de las peores crisis económicas de su historia reciente. Usar pañales descartables era un lujo no permitido para la mayoría de las familias –aún hoy representan un gasto considerable pues se importan a precios altos-; y en esas condiciones el trajín doméstico cotidiano de esta madre, ya recargado, se multiplicaba por dos o por tres. 'Me pasaba el día entre la lavadora y la lactancia. Si por casualidad llovía, entonces era peor, pues los pañales quedaban húmedos y Albertico era muy alérgico y sufría ataques de asma. Había que calentarlos y eso llevaba tiempo y trabajo', asegura Dania. En general, los padres interrogados se muestran más favorables a procrear segundos y terceros bebés, aunque con cierta displicencia reconocen, en ocho de los diez casos, que quizás tiene que ver con que son 'quienes menos cargas reciben con el nacimiento de un hijo'. Los resultados de una investigación nacional iniciada en Holguín y Cienfuegos por el ya citado CEPDE coinciden con tal apreciación. Al analizar el cumplimiento de los ideales reproductivos masculinos en esas dos provincias, los estudiosos aprecian que cerca del 64 por ciento de los hombres entrevistados desea más hijos de los que tiene. La familia pequeña y el envejecimiento de la población son indicios de desarrollo. Demógrafas y demógrafos están claros. Pero se rascan la cabeza: ¿aprenderá el país a vivir con tal sino? |