y se mata
La prenda perfecta 17/03/10 Por Silvana Melo
(APe).- Un gobierno desnuda su ideología y su tablatura filosófica en dos
puntos clave: en qué decide gastar sus recursos y cómo obtiene los recursos
que gasta. El gobernador Daniel Scioli está dando pasos definitorios para
ratificar el rumbo que eligió desde los orígenes. Primero, decidió acotar al
máximo las excarcelaciones e insistir con el Código Contravencional.
Segundo, redujo el cupo de los comedores escolares en un 30 por ciento: más
de 750 mil chicos se quedarán sin el almuerzo en unas diez mil escuelas de
la Provincia.
Con la convicción rayana en el descaro que proclaman sus funcionarios
–"decreció la cantidad de chicos que necesitan comer en la escuela", por lo
tanto, hay menos pibes bonaerenses pobres- Scioli parece estar financiando
la urgencia carcelaria que se viene con el recorte en la comida de la
infancia vulnerable. En un círculo que parece hijo de una estrategia atroz.
El Gobierno considera que 3 de cada 10 chicos han dejado de tener hambre. Y
retira de cada escuela 3 de cada 10 cupos. Lo que significa 3 de cada 10
platos de comida de lo que a veces es la única mesa del día. Esta
consideración liviana e injusta tiene rostros, cuerpos menudos, canillas
flacas, remeras cuando hace frío y zapatillas con ventana para el dedo
gordo. Tiene unos gramos de carne, unos gramos de pan y una cucharadita
escasa de leche en polvo. Tiene alimento para 60 pibes cuando son más de 80.
Esta consideración liviana e injusta es una muestra mayor de las prioridades
de los que gobiernan a la hora de presupuestar.
Desde hace casi diez días, cuando se decidió el recorte, las largas mesas de
los comedores de las escuelas cambiaron rotundamente. "Nos quedamos con
hambre...", cuenta una maestra que le dicen los pibes mirándola a los ojos
cuando se acaba el almuerzo. Y ella, que vive en el interior bonaerense y
anda luchando con su propio salario, se muere de bronca. "Después nos hablan
de justicia, de inclusión", dice, y se acaricia el pelo como por costumbre.
Un ayudante de cocina, que sabe por poner manos en las ollas todos los días,
dice: "30 kilos de carne por semana traían antes. Ahora no llegan a 13".
Hasta hace días "a los chicos se les daba Zucoa con leche. Ahora hablan de
infusiones. ¿Sabés lo que son las infusiones? Mate cocido con medio
centímetro de leche".
Las dos docentes vienen de una escuela de los arrabales. Que recibe pibes
raleados del resto de las aulas de las ciudad. De todos los barrios. Son 85.
Todos con carencias diversas. De familia, de nutrientes, de amor, de abrigo.
Las dos, que se enojan a veces con la vida cuando comprueban que los tiempos
bíblicos no se repetirán jamás y que multiplicar los panes ya no es posible,
hablan de "los 30 gramos de pan para el almuerzo; hay que cortar una
rebanada finita finita". Para la merienda, tiene que alcanzar con un kilo de
yerba por semana para el mate cocido. Son 85, por si el dato quedó perdido
por ahí. 30 cc. de leche por día. Ni un milímetro más.
Para el almuerzo, 30 gramos de carne picada por cada pibe. Con mucha grasa,
guardada en una heladera común, para el jueves ya está negra. Pero no hay
otra cosa.
Son dos frutas a la semana. "A veces vienen feas, un poco pasadas. Y queda
media para los cinco días". Doce kilos de papas semanales. Tiene que
alcanzar.
Las maestras de la Escuela Nº 15 de Olavarría dicen que tienen 85 chicos y
la comida alcanza para 62. ¿Qué pasa con el resto? ¿Todos tienen que
quedarse con hambre comiendo apenas un bocado? ¿O pueden comer 50 más o
menos bien y a 35 se les deja el plato vacío? ¿Cuál es el cálculo? ¿Qué
cuentas se sacan desde un escritorio? Es que en las planillas no se ven
caras ni cuerpos flacos ni zapatillas con ventana para el dedo gordo. En las
planillas todos son números. Todos.
Dicen las dos maestras de los arrabales que "antes las docentes comíamos con
los chicos, su misma comida, compartíamos la mesa con ellos, les enseñábamos
a manejar un tenedor, a tener modales". Pero ahora "nos obligan a traernos
los alimentos de nuestras casas. ¿Y qué vamos a hacer? ¿Vamos a sentarnos
aparte? ¿A comer comida distinta? ¿Y si es mejor que la de ellos?".
Apenas unos días antes el presidente de la Asociación de Prestadores de
Servicios a Comedores Escolares de la Provincia, Héctor Acevedo, salió a
decir que no iban a aceptar bonos para cancelar la deuda del Gobierno por
200 millones. "La provincia nos adeuda parte de octubre, noviembre,
diciembre, enero y febrero", dijo.
La reducción de los cupos, ¿se debe a la milagrosa disminución de la
pobreza? ¿O al recorte de gastos que decide el Gobernador ante sus finanzas
en llamas, siempre echando mano a lo más simple, a lo más fácil, a la eterna
y resignada variable de ajuste?
La directora está a cargo de una escuela lejana en una ciudad del centro de
la Provincia. El lunes fue a la cocina y se encendió. Justo el día en que
los pibes vienen famélicos. Todo un fin de semana de mesa exigua. Entonces
preparó minuciosamente los 60 gramos de tallarines, más 100 gramos de
manzana y la rodajita de 30 gramos de pan prevista para los lunes. Y se
presentó con el plato en el Consejo Escolar: "¿esto tienen que comer?", les
dijo.
Pero las prioridades del gobierno provincial están en otro lado. La
inversión -ya no el gasto- será para volver más rígidas las leyes, para
acotar al máximo las excarcelaciones, para poner en marcha el código
contravencional. Así habrá colas eternas para entrar en el siniestro sistema
penitenciario bonaerense, plagado de hacinamiento y desbordes. Entonces
habrá que invertir para construir más cárceles. No se puede distraer dinero
en carne ni verduras para los pibes.
Esos mismos que, en tantos casos, crecerán con carencias intelectuales y
físicas, no tendrán acceso a más escuela que la que los puede contener los
primeros años, no entrarán al mercado laboral y serán empujados
sistémicamente al margen. Allí donde los bordes son tan finos, tan filosos.
Y donde se corre el riesgo de que el monstruo abra la boca enorme y el pibe
de los 30 gramos de carne termine como huésped de la cárcel nueva que habrá
que construir porque las leyes se endurecieron y hubo que recortar los cupos
de los comedores escolares.
Fuentes de datos:
Diarios El Sol del Quilmes, Buenos Aires y El Popular - Olavarría
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Con democracia se cura, se educa… y se mata
16/03/10
Por Oscar Taffetani
(APe).- Cristián Cicovicci, Walter Bulacio, Cristian Domínguez Domenichetti,
Ramón Morinigo, Rodolfo Ríos, Andrés Núñez, Miguel Bru, Sergio Gustavo
Durán, Cristian Campos, Sebastián Bordón, Javier Rojas Pérez, Gustavo
Norberto Cáceres, Mauro Lohaiza y Gabriel Alejandro Gutiérrez son algunos de
los 2.826 casos ya comprobados de muerte por gatillo fácil y torturas, desde
la vuelta de la democracia hasta hoy. La estadística, que no es completa
(como tampoco lo era la estadística de los desaparecidos, allá por los '70)
fue elaborada por CORREPI, una de las organizaciones no gubernamentales más
activas y necesarias, de las muchas que ha parido la sociedad argentina en
tiempos de "normalidad" institucional.
De los 2.826 muertos por acción policial que contabiliza CORREPI, sólo 52
corresponden a represión de la protesta social (allí debe contarse a Víctor
Choque, Teresa Rodríguez y Carlos Fuentealba, así como a los asesinados en
Jujuy, en Corrientes y en Buenos Aires durante la crisis de diciembre de
2001). Las víctimas restantes fueron vistas vivas, por última vez, cuando
eran subidas a un patrullero, cuando las llevaban a una comisaría o bien
cuando trataban de huir de una persecución policial.
Más de la mitad de esas muertes –leemos en el informe- corresponde a la
franja de "varones pobres de menos de 25 años". Y uno de cada tres, ni
siquiera llegaba a los 21. De las 2.826 muertes registradas, 928 ocurrieron
entre el 25 de mayo de 2003 y el 10 de diciembre de 2007 (presidencia de
Néstor Kirchner). De allí en adelante (presidencia de Cristina Kirchner),
los muertos sumaban a diciembre de 2009, 392.
Los números de CORREPI (y cada uno de los casos contenidos en esos números)
hablan de una realidad: la realidad de un Estado cuyas fuerzas de seguridad
se han acostumbrado a la ilegalidad, a la simulación y a la aplicación de
una doctrina secreta -pero real- de eliminación sistemática de individuos en
un sector de la población que es, no casualmente, el más expuesto a la
pobreza, la marginalidad y el delito.
Ser joven, pobre y contestatario (de cualquiera de las maneras posibles), es
la receta infalible, en la Argentina, para conseguir un balazo por la
espalda o una "muerte dudosa", a manos de alguna fuerza policial.
Lo que Walsh no pudo ver
Eso que Rodolfo Walsh llamó en los '70 "la secta del gatillo alegre y la
picana" se convirtió en los '80, después de la masacre de Ingeniero Budge,
en el gatillo fácil que hoy denuncian organizaciones como CORREPI.
En 1973-74, el diario Noticias (un tabloide que editaba la organización
Montoneros, bajo la dirección periodística de Walsh), reportó numerosas
muertes de supuestos delincuentes, a manos de la Policía Provincial (que aún
no era identificada como la Bonaerense).
"La provincial liquidó a cuatro", leemos en una página policial de Noticias,
de aquellos años de plomo. En el mismo ejemplar, en las páginas políticas,
se reporta el crimen de un militante estudiantil, a manos de la organización
parapolicial triple A. Ya pasaron casi cuatro décadas, y hoy nuestra mirada
une esas dos noticias que estaban separadas en el diario. Ambas nos hablan
de una policía con licencia para matar.
Porque lo que ni Walsh ni sus colegas de Noticias podían prever, en 1973,
era que el comisario Etchecolatz, por ejemplo (un "duro" de la policía
provincial bonaerense) iba a convertirse en la mano derecha del sanguinario
Ramón Camps, militar que terminó de corromper a la fuerza y la acostumbró a
operar en la ilegalidad.
Actualmente, la ex Provincial (es decir, la Bonaerense) se ha convertido en
una maldita policía que no termina de depurarse ni sanearse y que está
muchas veces complicada en los mismos delitos que debería combatir (como
puso a la vista de todos la denuncia del propio ministro de Seguridad
Stornelli, a fines del año pasado).
Sin embargo, la Policía Federal, así como la Gendarmería y la Prefectura
(fuerzas distraídas y alejadas de su función constitucional) e incluso la
flamante Policía Porteña, también participan del doble estándar que las pone
a uno y otro lado de la delgada línea roja, complicándolas con el gatillo
fácil y el crimen.
"El pasado miércoles 17 de febrero, a las 19:37 –leemos en una crónica de
Noticias Urbanas- un policía de civil le disparó por la espalda a un joven
que al parecer había robado un comercio cercano y pretendía huir bajando por
las escaleras de una de las bocas de subte de la estación Callao del subte
B, en el cruce de la avenida homónima con Corrientes. (…) La persecución fue
grabada por una cámara fija de C5N. El fugitivo no llevaba armas en las
manos. El policía de paisano le disparó y acertó no una sino tres veces,
matándolo. Lo hizo frente a numerosos testigos, incluidos dos estupefactos
uniformados de la nueva y controvertida Policía Metropolitana".
"La Nación –continúa esa crónica, firmada por el periodista Juan Salinas-
informó que el muerto tenía 25 años, y el cronista de Clarín se atrevió a
escribir, en relación al supuesto asaltante, 'No está claro si él llevaba un
arma'. En cambio, el diario que más y más alto levanta la bandera de los
derechos humanos, Página/12, se limitó a pegar un cable de agencia en el que
se informaba que el asesinato se había dado en el marco de 'un tiroteo'. "
No es el 17 de febrero de 1973. Tampoco el 17 de febrero de 1977. El
cronista nos relata un hecho ocurrido el 17 de febrero de 2010.
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El programa sin fin
Puede parecer utópico pretender que las fuerzas de seguridad del Estado, en
esta Argentina del Bicentenario (cualquier mención de la circunstancia se
vuelve irónica) se ajusten a los procedimientos legales y cumplan con los
derechos humanos consignados en la Carta Magna y en los Pactos suscriptos e
incorporados a ella. Pero no queda más remedio que intentarlo. Intentarlo
cada día, todos juntos, sin bajar los brazos.
De cualquier manera, ante ese Estado injusto que encuentra en la represión
legal y e ilegal su única razón de ser, el pueblo habrá de generar
organización, autodefensa y solidaridad. Gracias a esa organización,
rasgando la permanente red de impunidad, numerosos criminales de uniforme
fueron denunciados, juzgados y condenados, tanto por la Justicia como por la
sociedad.
¿Podremos vivir alguna vez en una Argentina donde el gobierno se proponga
eliminar la pobreza, y no a los hijos de la pobreza? La respuesta, como
cantaba aquel juglar del Norte, está soplando en el viento.
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La prenda perfecta
15/03/10
Por Claudia Rafael
(APe).- Uno, dos, diez, quince, veinte. Basta contar hasta veinte. Apenas
unos chasquidos, un par de pitadas de cigarrillo, dos o tres pasos veloces,
seis u ocho aleteos de mariposa, la estrofa de una canción. Ese es el tiempo
necesario y no más. Naciones Unidas le puso palabras: cada veinte segundos
muere una persona en el mundo por tuberculosis. Escasos veinte segundos que
ni siquiera ocupan el tiempo de un hola y un adiós. Ya no es más esa
enfermedad del pasado más demoledor que para muchos era historia enterrada.
Es una realidad tangible que crece como crecen los mojones de pobreza que se
van elevando como murallas inalcanzables.
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