Nuestro Che
CHE El ahogo pasa. Sus ojos recorren paternales libros devanando el niño su luz y quimera, y el bronquio rezonga volviéndolo médico con ganas fecundas de batirse en lepra al pié de Sao Pablo. El joven transita a modo de rueda su indígeno norte de olvido y miseria. Violenta Colombia engrilla aquel paso liberando luego el clamor batiente. Su largo periplo recala en Managua y en lecho de Hilda la razón se abraza. Hospital y granja le abren sus puertas, azteca es la tierra que envuelve la causa. El resto es historia siempre renacida, doctor, comandante, banquero y agrario de acción reformista. Negado a la paga y a vida burguesa en amor de Aledia ultramar espera. Ministro de Industria, de regreso a Cuba optó como axioma no ser mercancía, un hombre completa su propio sendero cuando él produce, dictaron sus sueños. De método y forma el fusil deviene y el mútilo Congo ordena fracasos a utópicos bienes. Trepana su mente un todo de iguales dictando el derecho que el poder evade. Machete y culata, atisba el cadáver del ser azulado mirando su estrella. Sin Cuba y a cuestas su aliento a rendija silba como el viento alzado en cañada. El cárdeno Maurer trae bendiciones de San Paulo VI, traductor de Theós que condena a muerte al hijo negado. Más tarde la bala se transmuta en mito y un flash de pileta bautiza su imagen, esa que enarbola cada continente colmando los cielos de solemne canto. Adolfo M. Vaccaro Difusión FREGEN (Integrante de la Red Nacional de Medios Alternativos) | |||
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