viernes, 6 de agosto de 2010

Armando Hart Dávalos Cuba y los principios fundacionales de su Revolución indómita e Invencible blog

   Giraldo Mazola nos envía ahora documentos elaborados por Armando Hart Dávalos, esposo de Haydée Santamaría.  

 

Principios fundacionales de la Revolución Cubana                                                                          

por  Armando Hart   Dávalos   (el padre de nuestra querida e inolvidable Celia María)

 

 

Formo parte de una generación que irrumpió en la vida política de nuestro país a fines de la década del 40 y comienzos de la del 50 del pasado siglo y poseemos, por tanto, la experiencia de haber participado intensamente, junto a Fidel, en las luchas de nuestro pueblo en la segunda mitad del siglo XX y en estos albores del XXI. Hemos acumulado un caudal de conocimientos y experiencias que debemos y queremos trasmitir a los que van asumiendo responsabilidades crecientes en la política actual de nuestro país y desarrollarán sus actividades en este terreno hasta bien entrado el presente siglo.

He venido insistiendo en la necesidad de llevar a cabo un diálogo de generaciones, lo cual ha sido muy bien acogido por la Dirección de la UJC. Ofrezco estas reflexiones como una contribución a ese diálogo imprescindible y apremiante. 

Hagamos un poco de historia. El 10 de octubre de 1868, en el ingenio La Demajagua, el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, liberó a sus esclavos, proclamó la independencia del país y los exhortó a luchar por la abolición de la esclavitud.  Así, tras dilatada gestación, emergía la nación cubana.  Casi seis meses después, el 10 de abril de 1869, en Guáimaro, Camagüey, se proclamó la Constitución de la República en Armas. Fue un proceso antecedido de debates y contradicciones que necesariamente están siempre presentes en toda gran historia.  El recuerdo  hermoso fue que en Guáimaro se selló la unidad de los  cubanos.  Ahí está la raíz de su importancia para todas las épocas.  Se forjó allí, por vez primera, la unión del pueblo de Cuba, y se hizo alrededor de los principios jurídicos y políticos más avanzados de la humanidad de su época.  Quedó plasmado un régimen de derecho en medio de la manigua redentora que contenía los más altos valores morales y políticos de la llamada civilización occidental.

Nuestra revolución fue forjadora de  la nación, la  de Céspedes, Agramonte, Maceo y Martí; la de Mella y del Directorio del 27 y el del 30; la de los fundadores del Partido Comunista; la de los héroes y mártires del Moncada, Girón y la Crisis de Octubre; la de los internacionalistas de las últimas décadas; la de nuestros cinco héroes. 

De esta forma —como ha dicho Cintio Vitier— este país tuvo la originalidad de ser una nación pensada, concebida y proyectada.  Presenta una identidad inconfundible que se proyecta hacia el presente y hacia el futuro con un legado ético y jurídico de enorme significación.  Veamos las diversas formas que ha tenido el Estado cubano:  la primera, la República en Armas, que con el largo intervalo de la tregua fecunda, tras el Zanjón, se extendió por 30 años, es decir, hasta 1898, cuando por presión arbitraria e ilegal del imperio naciente, se disolvió en la dramática Asamblea del Cerro.  La segunda, surgida en 1902, cuando el imperio yanqui nos impuso la Enmienda Platt para frustrar los nobles ideales de los constituyentistas y establecer en el país la dominación económica, política y social.  La República neocolonial de 1902 a 1959. Y por último la tercera República, la nacida el 1º de enero de 1959, cuando los nuevos mambises, comandados por Fidel, entraron por primera vez en la ciudad de Santiago de Cuba.  República independiente que proclamó, en vísperas de Girón, el 16 de abril de 1961, su carácter socialista.  Tres formas de estado ha tenido Cuba: la República en Armas, la neocolonial y la república independiente y socialista.

Es importante destacar que si la República en Armas tuvo una Constitución del más elevado pensamiento democrático del mundo de su época, la  neocolonial también recogió parte de esa tradición intelectual y moral,  pero que fue mancillada por la imposición de la Enmienda Platt, ajena al espíritu de los constituyentistas. 

Los propios constituyentistas, los que votaron a favor de la Enmienda, declararon que lo hicieron porque era la única manera de que los yanquis salieran de Cuba, lo  que  prueba la arbitrariedad e ilegalidad de la enmienda.  Incluso algunos mantuvieron una posición más radical y consecuente y son los que con mayor mérito recuerda la historia, simbolizados en Juan Gualberto Gómez, que constituye uno de los grandes pensadores y activistas revolucionarios de nuestra historia.  Por esto, Juan Gualberto ha quedado como el símbolo más alto de la Asamblea Constituyente de 1901 y de la oposición consecuente al engendro aprobado por el Congreso yanqui. 

Es precisamente a partir de las características singulares de la formación económico-social de nuestra nación y la conjunción de varios factores condicionantes,  que la Revolución Cubana pudo llegar a ser lo que es  y lo que su ejemplo representa para otros procesos en marcha en América Latina. Es muy importante que saquemos conclusiones que nos permitan abrir horizontes al nuevo pensamiento que  se necesita hoy para llevar a cabo las transformaciones que demanda nuestra región latinoamericana y caribeña, a partir de una interpretación antidogmática y creadora de las ideas de Marx y Engels.

Para entender la singularidad de Cuba, es necesario tener en cuenta que en la década del 20 del pasado siglo se ensamblaron definitivamente la tradición patriótica y antiimperialista que venía del siglo XIX y cuya figura descollante es José Martí, con el pensamiento socialista europeo. El pensamiento antiimperialista de Martí con su proyección universal asumió el liberalismo latinoamericano, lo trascendió y presentó las primeras ideas y programa antiimperialista. Este pensamiento fue el que se articuló con el pensamiento socialista en el siglo XX. El símbolo más representativo de esa fusión es, sin duda, Julio Antonio Mella,  junto a Rubén Martínez Villena y los fundadores del primer Partido Comunista de Cuba en 1925. 

Los ideales patrióticos, antiimperialistas y por la justicia social, inspiraron el combate de la llamada “Generación del 30” contra la tiranía de Gerardo Machado. De ese proceso emerge la figura  de  Antonio Guiteras como su más radical y consecuente representante. Sobre el fundamento de esa tradición, diversos procesos y hechos históricos de la década del 30 y principios de la del 40, influyeron decisivamente en la formación política de la Generación del Centenario. 

No fue casual que ante la pregunta del fiscal a Fidel Castro en el juicio por los sucesos del Moncada acerca del autor intelectual de aquella acción armada, él respondiera sin vacilación: José Martí. Esos hechos y procesos son, entre otros, los siguientes:

  • El pensamiento liberal latinoamericano que nos representamos en Miranda, Bolívar, Simón Rodríguez, Juárez, Alfaro y Céspedes. Ese pensamiento adquirió en nuestras tierras un sentido y una proyección bien diferente al norteamericano y al europeo. Las ideas expuestas por Benito Juárez, en enero de 1861, constituyen una buena demostración de la radicalidad alcanzada por el pensamiento liberal latinoamericano. Dijo Juárez:

-       “A cada cual, según su capacidad y a cada capacidad  según sus obras y su educación.  Así no habrá clases privilegiadas ni preferencias injustas (…)”.

-       “Socialismo es la tendencia natural a mejorar la condición o el libre desarrollo de las facultades físicas y morales”.[1]

  • Las concepciones más progresistas de la Revolución Mexicana de 1910 y 1917, tal como las representaba,  en su tiempo, Lázaro Cárdenas.
  • Las ideas nacidas de la Reforma Universitaria de Córdoba, de las cuales empezaron a emerger, con gran vigor, las concepciones sociales más avanzadas del siglo XX en América Latina.

·         Las ideas y luchas antiimperialistas de Augusto César Sandino.

·         Las ideas más progresistas en la lucha a favor de la República Española, su expresión en la presencia internacionalista cubana en aquella lucha y la continuidad de la misma en el combate contra el régimen de Franco.

·         Las luchas contra el fascismo en Alemania e Italia en la década del 30 y la solidaridad hacia las fuerzas antifascistas que participaban en la Segunda Guerra Mundial.

·         Las ideas revolucionarias que se forjaron en el proceso de la Constitución de 1940 y en su aprobación. Este texto constitucional llegó a ser el más avanzado  en su época entre los llamados países occidentales.

·         Las ideas de contenido social puestas en práctica por Franklin Delano Roosevelt en el marco del sistema capitalista y el papel del Gobierno  para combatir la recesión en Estados Unidos, junto a la política del llamado “New Deal” en las relaciones hacia América Latina.             

·         Los ideales sociales,  políticos,  antiimperialistas y  socialistas  de América  Latina  simbolizados  en  Mella,  Mariátegui  y Aníbal Ponce, entre tantos otros.

·         La lucha contra el golpe de estado de Fulgencio Batista, violatorio del orden constitucional, y el enfrentamiento a la tiranía impuesta con el respaldo del  imperialismo.

Como una expresión de ese pensamiento, característico de las nuevas generaciones que asumieron la Revolución desde una óptica esencialmente revolucionaria y de contenido socialista, reproduzco parte del contenido que, como dirigente del Movimiento 26 de Julio en 1956, expuse en una carta dirigida al presidente de México, Adolfo Ruiz Cortines:

Cuba, Honorable Sr. Presidente, está al borde de una Revolución que transformará el orden social y político y sentará las bases de una democracia socialista y revolucionaria. Nosotros representamos la vanguardia de esa revolución, ya que por imperativo de las circunstancias estamos en el deber patriótico de conducir al pueblo en este minuto incierto en que el gobierno lo ha llevado a un callejón sin aparente salida.

Cuando Batista asumió la presidencia de la República en 1940, la posición más revolucionaria la ostentaron el Partido Revolucionario Cubano Auténtico, heredero de la mejor tradición de los años 30.  Luego, gran parte de este equipo se corrompió y nació para enfrentarlo la ortodoxia al frente de la cual estaba Eduardo Chibás con su lema “Vergüenza contra dinero”.  Tras la muerte de Chibás, se produce el golpe de Estado de Batista que interrumpió el ritmo constitucional de la nación, y el combate a la corrupción se unió al combate a favor de la legalidad.  El golpe de Estado y la tiranía de Batista fueron el ejemplo más claro de que la ilegalidad y la falta de ética en Cuba provocaban, necesariamente, una revolución social.

Para el 1ro. de junio de 1952 se habían convocado elecciones generales, en las cuales iba a triunfar un partido de amplia base popular. Menos de tres meses antes, el 10 de marzo de aquel año, Fulgencio Batista, con el apoyo norteamericano, derrocó al gobierno constitucional y abolió la Constitución de 1940. De esta forma, impidió la victoria popular y afianzó el dominio de Estados Unidos en el terreno económico del país. Sin embargo, los reaccionarios deben extraer todas las consecuencias de la lección que la historia dio del cuartelazo, porque el rechazo del pueblo a aquel régimen tiránico generó un proceso revolucionario radical que culminaría con el triunfo de la Revolución. Así conquistamos la plena libertad y la independencia el 1ro. de enero de 1959.

En la lucha contra la tiranía influyó, de manera decisiva, la defensa de la Constitución de la República, la que teníamos como bandera. Ello tenía su fundamento en una tradición jurídica que se gesta desde 1868 con la República en Armas y que se ejemplificó, de manera muy evidente, en dos momentos del período neocolonial (1902-1959). Como la Revolución triunfante en 1959 fue producto de una insurrección popular, nunca se pudieron extraer todas las lecciones de los fundamentos filosóficos de interés práctico sobre el hecho de que hunde sus raíces en la larga historia nacional cubana y que ella posee alcance latinoamericano y universal. 

Si se quieren entender los nuevos caminos de Cuba, nuestra América y el mundo para salvarnos del holocausto universal que nos amenaza, invito a los juristas y a los hombres y mujeres de más alta sensibilidad cultural a meditar a partir del hecho de que en Cuba la Revolución triunfó por la vía de la insurrección armada a partir de que el golpe de estado del 10 de marzo de 1952 abolió la Constitución de 1940, una de las más avanzadas del mundo de hace ochenta años.

Hubo, en esta etapa a la que nos estamos refiriendo, dos gobiernos, que de manera clara y descarnada, violentaron la Constitución e instauraron una tiranía: el de Gerardo Machado (1926-1933), con la prórroga de poderes; y el de Fulgencio Batista (1952-1959), con su tristemente célebre golpe de estado. Ambos, generaron procesos revolucionarios radicales que tuvieron como punto de partida la lucha contra el quebrantamiento de la ley. El rechazo popular a la ilegitimidad de gobiernos tiránicos está en la médula de la cultura jurídica y política cubana.            

Los  burgueses derrocados del poder político en 1952, y los partidos políticos que los representaban, fueron incapaces de organizar la resistencia al golpe de Estado y a la ilegalidad constitucional. Entre la corrupción de las costumbres públicas, el enriquecimiento de sus principales personeros, la vacilación y entrega al imperialismo yanqui, les resultaba imposible enfrentar una tarea de restauración democrática de carácter burgués. Así las cosas, los estudiantes y trabajadores irrumpieron con fuerza propia en el escenario político en defensa del orden jurídico, quebrado por el golpe de Estado, y de la Constitución de la República. Esta es una de las lecciones que debemos subrayar: no fue la Revolución la que suprimió el pluripartidismo, sino que fueron aquellos partidos los que firmaron su acta de defunción cuando se  mostraron incapaces de oponerse a la tiranía y de luchar contra ella.  

Las ideas socialistas y patrióticas cubanas de aquellos tiempos nos guiaron hasta el 26 de julio de 1953, cuando Fidel Castro proclamó que Martí era el autor intelectual de la Revolución. El 1ro. de enero de 1959 triunfó la Revolución de Martí, y en víspera de Playa Girón, el 16 de abril de 1961,en medio de la agresión de Estados Unidos  proclamó su carácter socialista.

Han pasado más de cincuenta  años desde que iniciamos esta lucha. Por circunstancias presentes en nuestro devenir histórico, desde los tiempos de Mella y de la fundación del Partido Comunista en 1925, las ideas socialistas se interpretaron en forma radicalmente distinta a como se hizo en la Unión Soviética y en otras partes del mundo. Desde el comienzo, y en su recorrido posterior, las ideas socialistas exaltaron siempre la tradición del siglo XIX, cuya más alta expresión está en José Martí. De esta forma el pensamiento socialista se enriqueció y pudo incorporar las esencias de las ideas de los fundadores de la nación cubana. Se gestó así una estrecha relación entre ambas fuentes forjadoras de las ideas cubanas de hoy. La enseñanza de estos análisis reside en que para lograr el triunfo del socialismo es necesario articularlo con la tradición espiritual de cada pueblo; de otra forma este no podrá triunfar jamás.

Fuera de Cuba se tejió la historia de que nuestro proceso podía haber derivado hacia una revolución burguesa. A los que tal cosa han pensado los invito a que reflexionen sobre las consecuencias de la aplicación del   programa expuesto por Fidel Castro en el juicio por el asalto al cuartel Moncada y que se conoce como “La Historia me absolverá”. El programa  no tenía que proclamar ese carácter, porque además no lo poseía de manera expresa; pero su aplicación consecuente nos llevaba incuestionablemente a un enfrentamiento con el imperialismo en el orden económico y social.

La composición social de los cuadros más representativos de la dirección del Movimiento 26 de Julio y de los combatientes de filas no era burguesa; pertenecían a las masas trabajadoras, a las capas medias, en su mayoría de escasos recursos, a los campesinos pobres y a los desempleados.

Sería imposible entender el proceso ulterior de la Revolución y las posibilidades que se abrieron para su radicalización acelerada, sin tener en cuenta la transformación que se produjo en Cuba, como consecuencia de la acción revolucionaria del Movimiento 26 de Julio.

 La Revolución cubana fue la primera de inspiración socialista triunfante en Occidente. La proeza es mayor si se tiene en cuenta lo siguiente: las décadas transcurridas desde entonces, están marcadas por el declive del socialismo en Europa y en la Unión Soviética.

La ética de José Martí, sus análisis sobre el imperialismo y el aliento llegado de la Revolución de Octubre, eran patrimonio espiritual de los jóvenes cubanos. Esas y otras causas a las que ya nos referimos estaban en lo más profundo del alma juvenil cubana.

Con estos antecedentes y la formación ética de la nación cubana, la generación de Fidel sostenía desde antes del triunfo de la Revolución las siguientes ideas:

·           Libertad política

·           Independencia económica

·           Justicia social

·           Lucha y defensa de la juridicidad, y

·           Defensa de la ética.

Porque no basta con la justicia social, la independencia económica y la libertad política; hace falta el tema de la ética. La historia demuestra que los regímenes sociales perecen cuando falla el elemento moral.

Estas ideas sellaron definitivamente los principios cardinales de la política cubana: primero, la cultura, cuya más alta categoría es la justicia.

 Hay que acabar de proclamar el valor esencial de la justicia como la categoría principal de la cultura, y esto lo podemos probar científicamente; de la ética como elemento clave sin el cual no pueden perdurar las civilizaciones; del derecho como fin trascendente de la justicia, y de la política solidaria tan necesaria en nuestros días. Cultura, ética, derecho y política solidaria.

No teníamos entonces “modelo” alguno, esa fue una de las razones de nuestra fortuna. Sin desconocer el interés práctico que en el orden inmediato pueda tener un diseño acertado de las acciones humanas y de sus posibles resultados, invito a no atarse filosóficamente a modelo alguno, aunque debemos mantener principios y valores éticos. Contamos para ello con el método electivo de la tradición filosófica cubana, que se resume en todas las escuelas y ninguna escuela, he ahí la escuela; o todos los métodos o ningún método, he ahí el método. Y siempre regido por la justicia ese sol del mundo moral como lo definiera Luz y Caballero.

A nosotros se nos educó en la idea de que el sacerdote católico Félix Varela y los maestros predecesores, retomaron de la mejor tradición cristiana el sentido de la justicia y de la dignidad humana. Se nos enseñó que los padres fundadores de Cuba relacionaron todo este acervo cultural con el pensamiento científico más avanzado de su época. Se nos explicó que en las esencias de la cultura nacional no podía tener cabida la intolerancia, la cual no tiene para nosotros ni fundamentos culturales, ni siquiera religiosos; cuando se ha presentado ha sido por incultura o por dependencia a ideas ajenas a la tradición patriótica nacional. Nos enseñaron principios éticos y conocimos que el mejor discípulo de Varela, el maestro José de la Luz y Caballero, forjó a la generación de patriotas ilustrados que en unión de sus esclavos proclamaron la independencia del país y la abolición de la esclavitud en 1868. Él está en nuestro recuerdo agradecido y nos sirvió de enseñanza para promover el hilo conductor de la historia cubana. El Apóstol lo llamó el silencioso fundador. En Martí encarnaron estas ideas y sentimientos; él les dio profundidad mayor y alcance universal.

Los enemigos de la Revolución nunca han entendido que en Cuba triunfaron las ideas socialistas sobre distintos fundamentos a los proclamados entonces como válidos; nuestro país es el único en Occidente donde el ideal de Marx y Engels alcanzó la victoria revolucionaria. Esto se deriva de la tradición moral de la nación cubana; nosotros llegamos al pensamiento socialista a partir de una cultura fundamentada en el crisol de ideas martianas, la cultura de la modernidad del siglo XIX, y las raíces éticas del cristianismo.

Como he subrayado en otras ocasiones, nuestro socialismo hunde sus raíces en la tradición patriótica y antiimperialista que Martí representa en su grado más alto y ese pensamiento, ensamblado con el ideal socialista, fue mantenido y enriquecido por Fidel.

 Hoy, cuando acabamos de conmemorar  el 50 aniversario de la Revolución Cubana, podemos afirmar que lo perdurable  son las ideas que sostiene Fidel Castro desde los tiempos del Moncada, que mantuvieron hombres como Abel Santamaría, Frank País, los hermanos Saíz, Camilo y el Che.

   Hemos contado con un enorme caudal cultural para alcanzar la independencia plena del país y  forjar la unidad nacional en cuanto a las formas de hacer política, definitorias de la identidad nacional cubana.

No se trata solo de cultura política, me refiero a las maneras prácticas de su materialización y de vencer obstáculos que se levantan ante todo proyecto revolucionario. Ello constituye el fruto más útil y original de la historia de las ideas cubanas. Martí con su sensibilidad poética y dominio de la lengua lo expresa de manera elocuente y bella:

La política es el arte de inventar un recurso a cada nuevo recurso de los contrarios, de convertir los reveses en fortuna; de adecuarse al momento presente, sin que la adecuación cueste el sacrificio o la merma del ideal que se persigue; de cejar para tomar empuje; de caer sobre el enemigo, antes de que tenga sus ejércitos en fila, y su batalla preparada.[2]

La prueba más evidente de la eficacia de esta concepción la tenemos en el hecho de que en las más difíciles circunstancias y enfrentados a los más grandes obstáculos, la política cubana ha adquirido una singular influencia en el mundo de los últimos cincuenta años.

 La política concebida como un arte y regida por principios éticos es el aporte más original de Martí a la historia de las ideas, y se resume en el principio de superar radicalmente el divide y vencerás de la tradición conservadora y reaccionaria, y establecer el postulado de unir para vencer, que Fidel ha exaltado a planos superiores.

                Los invito a  reflexionar sobre el caudal de ideas de José Martí y de todos los próceres y pensadores de nuestras luchas por la independencia, de los que en la década del 20 y del 30 del pasado siglo le dieron continuidad a ese pensamiento y lo ensamblaron con las ideas de Marx, Engels y Lenin, y que  Fidel y la Generación del Centenario abrazaron y llevaron ante los muros del Moncada, trajeron en el Granma y enarbolaron en la Sierra y el Llano. Esas ideas constituyen el fundamento de la resistencia heroica y de los éxitos de nuestro pueblo. Mantenernos fieles a ellas es un compromiso de honor de todos los cubanos.

 

 

 



[1] Tomada de Benito Juárez, documentos, discursos y correspondencia”, obra en 15 tomos, compilada por Jorge L. Tamayo, editada por la Presidencia de la República Mexicana entre 1972 y 1975.

[2] Martí, José, Obras completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. 14, p.60.