Enterrados vivos, en superficie
por Alfredo Grande
Jueves, 26 de Agosto de 2010
“perdóname José Martí, pero para el cruel que me arranca, el corazón con que vivo, cardo y hortiga cultivo, nunca más la rosa blanca”
(aforismo implicado)
Encuentran vivos a mineros enterrados en Chile e inician rescate Copiapó - El gobierno chileno logró hoy tomar contacto a través de un pequeño ducto con los 33 mineros enterrados a 700 metros de profundidad en el desierto de Atacama."Estamos bien en el refugio los 33”, rezaba una carta escrita con tinta roja encontrada en una perforadora por las autoridades, quienes iniciarán ahora la fase de rescate final que tardará meses.
"Estoy bien, gracias a Dios. Espero salir pronto, paciencia y fe. Dios es grande y con la ayuda de mi Dios vamos a lograr salir con vida de esta mina, aunque tengamos que esperar meses”, escribió el minero Mario Gómez, en otra misiva recibida por los rescatistas."Bueno Lila (esposa) espero poder comunicarme.
Estoy sintiendo nuevamente la máquina del sondaje, ojalá que esta vez llegue”, agregó el obrero de 63 años, en la carta que el propio presidente Sebastián Piñera entregó a su mujer en las afueras del mineral.
"No lo podía creer, aunque sabía que él es muy fuerte, desde los 12 años él es minero. Yo le dije varias veces que se retirara del trabajo”, retrucó la esposa de Mario Gómez, convertido en líder de los trabajadores. (Chile), (dpa)
(APe).- “Lo mas importante. Los títulos”. Este ritual informativo de TN, el noticiero estrella de uno de los sistemas de poder en la Argentina, encierra una demoledora sentencia: ser es ser para los títulos.
Si no te han titulado, dejás de ser. La existencia, ese modo de producción histórica del ser, se organiza en titulares. Que además, siendo muchos, no pueden ser demasiados.
Porque la función metacomunicativa de un titular es enterrar a todos las demás formas de existencia que podrían ser titulares. Pero no lo serán nunca.
El diario, o sea el título, no hablará jamás de ti. “Di como y que titulás y te diré quien eres”- La obsesión por las salideras, título permanente, entierra el interés por las “entraderas”. El análisis de los mecanismos por los cuales al salir se cometen delitos, entierra la circunstancia de que estos delitos ya están planificados mucho antes del entrar y mucho mas antes del salir.
Pero así son los títulos. Generosos escotes de la cultura represora, para potenciar el morbo pero sin posibilitar la descarga deseada. Ahora los que tienen que salir son los mineros.
El análisis de porque fueron enterrados quedarán para el después del después. El vacuo interrogante de porque en la mina había una sola entrada, cuando por la sagrada seguridad invocada siempre en vano, el mínimo son dos entradas y dos salidas. Seguirán enterrados en 700 metros bajo tierra, equivalente a por lo menos 8 edificios de 10 pisos. Demasiado. Pero los titulares señalan una y otra vez que los esfuerzos de estos cuatro meses estarán destinados a posibilitar una salida digna. Es decir, con vida. 33 personas que tienen el horizonte cercano de sostener estrategias de supervivencia, asistidos por la moderna tecnología que intenta solucionar las catástrofes que ella misma genera.
En otros términos: enterrados vivos con una promesa de vida terrena, aunque no eterna. Alejados de las pesadillas terminales del Kurz, el submarino nuclear que sostuvo monolíticamente su condición de última morada. Sin embargo, hay enterrados vivos que no tendrán en 4 meses, ni en 4 años, ni en 4 días, ninguna posibilidad de salir de su entierro.
Están enterrados en superficie, caminan el mismo suelo que todos caminamos, aunque, señalarlo en necesario, en diferentes latitudes y con diferentes calzados. Algunos, no pocos, también calzados con diferentes armas, porque sabemos que la marginalidad, la exclusión, el exterminio, el sufrimiento y el desagarro cotidiano y nocturno, no es el mejor terreno para cultivar la rosa blanca.
Doscientos pibes por mes que caen por el paco, en la guerra nunca declarada, abatidos por las mismas armas con las cuales intentaron, sin lograrlo, pelear la otra guerra: la del hambre, el frío, la soledad, el dolor, el presente eterno por un futuro amputado. Enterrados vivos. Sin ninguna operación de rescate en marcha.
Con Madres en Lucha que intentan sacarlos de ese entierro sin ninguna tecnología sofisticada. Y sigue el contagio que no es virósico, no es bacteriano, es el contagio por el peor de los agentes patógenos: la cultura represora del exterminio blanco y silencioso. Todos saben que no se trata de adicciones. Todos saben que el paco es una estrategia de exterminio: cerebral, psíquica, social. No hay mejor asesino que un muerto. Enterrados vivos, en superficie, no tienen inscripta la diferencia entre estar vivo y estar muerto. Solo mueren los vivos, los que ya están muertos apenas son moribundos. Ni siquiera. Errantes eternos al este de todos los paraísos. Ni siquiera matan para vivir, siguiendo el mandamiento de la selva. Matan porque ya murieron, de todas las maneras que morir se puede. Ya ni siquiera importa anunciar esas muertes.
No habrá titulares que los señalen como dignos de ser noticia. Es que no lo son. Alguna vez serán enterrados para siempre en las fosas de cárceles, blindajes psiquiátricos, establecimientos asilares media estrella. Aptos para los estrellados del sistema.
Dicen que son miles los enterrados vivos deambulando en las tierras del Conurbano Bonaerense. Dicen que todos son imputables, y dicen que ninguno es recuperable.
En 4 meses no serán desenterrados. Muchos de ellos, en 4 meses, en 4 años, serán enterrados muertos. Si lo que tuvieron se puede llamar vida, de todas maneras se terminó. La última salidera. De la entradera que los mantuvo enterrados vivos desde los 4 o 6 años, nadie hablará.
Después de todo, ni somos tan derechos, ni somos tan humanos. 27 años de democracia y allá están, en superficie, enterrados vivos.
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