jueves, 7 de octubre de 2010

Che Guevara su hija Aleida Cuba la Patria que ama a su padre

Aleida Guevara habla de los cambios en cuba

La hija del Che y un festejo especial de la toma del cuartel de Moncada

Publicado el 24 de Julio de 2010

http://tiempo.elargentino.com/sites/default/files/imagecache/Story-img-main/07/23/2010_-_2307/1279937262-/3.jpgfotoAleida Guevara March primer plano, acompañándola las gloriosas

Madres de la Plaza de Mayo argentinas que perdieron sus hijos en manos del proceso golpista de Rafael Videla.

Tatiana Seldman y Brian Majlin
La mujer tiene casi los años de la revolución y se enfurece cuando habla de cómo tratan a la isla en el resto del mundo. Compara el caso de los presos liberados con los detenidos en forma irregular en la base de Guantámo.
 

Las calles de Cuba están empapeladas y repletas de consignas alusivas al quincuagésimo primer aniversario de la Revolución –celebrado el primer día del año– y de cara al quincuagésimo segundo. Y cuando se dice “las calles de Cuba” no se exagera. Mañana se cumple un nuevo año de la toma fallida del cuartel Moncada. Aquel 26 de julio de 1953 es recordado como el inicio de la Revolución. Y así, claro, se celebra.
Cada ciudad vive en pleno la fecha. Sea en La Habana y su mítica Plaza de la Revolución –con sus Che Guevara y Camilo Cienfuegos como apóstoles de hierro forjado–, sea en Santiago, la otra punta de la isla –con sus balazos y agujeros eternos en las paredes amarillas del Moncada–, o en Santa Clara, la ciudad adoptiva del Che, que este año será la sede de los festejos. Allí recibirá –en la plaza que lleva el nombre del guerrillero argentino y tiene su famosa estatua de bronce y sus cenizas– a millares de cubanos y extranjeros que viajan cada año para esta fecha.


A pocas cuadras de la Plaza de la Revolución de La Habana, entre los barrios de Vedado y Vedado Nuevo, una mujer sienta postura. Tiene rasgos fuertes y voz amable. Sus ojos son achinados, como designio inconfundible de la genética. Aleida Guevara no sólo atiende el teléfono sin precisar de secretarios o intermediarios, sino que sale a la puerta de lo que fuera su casa y es hoy el Centro de Estudios Che Guevara, para recibir a Tiempo Argentino.

Con una lucidez que asombra, Aleida se aleja de las algarabías de ocasión: “Llevamos más de medio siglo de Revolución, pero para que cambie la cultura definitivamente y se consolide la nueva humanidad, hacen falta todavía mucho trabajo y muchos años más.”

Aleida tiene casi 50 años –los cumplirá en noviembre–, gesticula mucho al hablar y es sumamente parecida a su padre. Y no sólo en lo físico. “Yo a los europeos y a los gringos siempre les canto la justa, nunca me callo nada”, dispara mientras recuerda sus innumerables conferencias en otros países e incluso comenta que cuando estuvo en Irán, hizo oír sus quejas porque la obligaron a usar las vestimentas tradicionales. Y ella, que tolera la diferencia cultural y se nutre con eso, exigió que respetaran su propia forma de vestir. “Hacía 40 mil grados, y yo toda tapada. Casi me muero”, ríe a carcajadas.

Aleida se postula a favor de los derechos de los homosexuales, así como de la seguridad reproductiva. Por eso avala el aborto legal cubano y explica que, lejos de aumentar los casos, al realizarlos en hospitales públicos,  se “protege la salud de las mujeres que no deben ir a lugares ilegales y sin recursos”.  También advierte: “La única forma de disminuir la cantidad de casos es con educación sexual, no con prohibición.” Claro, Cuba no tiene la miseria y la violencia de otras latitudes.

Las callecitas de cualquiera de sus ciudades pueden ser testigo de la limpieza y, a la vez, de algunas necesidades. El bloqueo económico dificulta y también explica, pero, como dice David –un vendedor de libros del centro de la Capital–, “la burocracia entorpece y hace más difícil todo”. Sin embargo, la mayor parte de los cubanos, todos simpáticos y elocuentes, sostienen que perciben una mejoría. O un “acostumbramiento”, como explican muchos y también Aleida.


“Hay que trabajar muy fuerte para revertir esos años de período especial”, dice con el ceño fruncido. Y agrega: “Una vez, mis hermanos Ernesto y Camilo me dijeron que por culpa del argentino –por papá– debíamos hundirnos con la isla. Y yo no tengo dudas de que así sería si fuera necesario.” El orgullo martiano es un cromosoma más en el gen del cubano promedio y también en Aleida.


Lejos de hundirse, Cuba festeja y se redefine. En sus calles hay alegría, sueños y un pueblo que da la espalda a la liberación de presos. Nadie habla de eso y Aleida no es la excepción, pero señala la forma en que  la crítica en el mundo entero recae sobre la supuesta falta de libertades en este país que, incluso, decidió liberar personas enjuiciadas y condenadas en forma unilateral. De igual forma, nadie se pregunta o se preocupa por los presos políticos que existen en otros sitios. Los Estados Unidos tienen varios en Guantánamo, territorio cubano expropiado hace más de 100 años. Mientras agita las banderas internacionales y latinoamericanas que también blandiera su padre, enrojece su rostro despotricando contra “la hipocresía y la feroz embestida de los gobiernos imperialistas contra Cuba”. Otra vez insulta y resalta la idea de que jamás abandonará la isla, sin importar cambios ni líderes. Las últimas apariciones en público del ex presidente Fidel Castro también parecen dar apoyo al rumbo  continuado por el hermano y actual mandatario, Raúl.

 Según las palabras de Julio, el bibliotecario de la Biblioteca Nacional José Martí –situada en la misma Plaza de la Revolución capitalina–, “el gobierno tiene el apoyo de más de tres cuartos de la población”.

La Revolución continúa con ardor y furia, también en la dulzura de Aleida Guevara. La hija del mito que, al pie da la letra, aprendió y es fiel ejemplo de lo que su padre legara. “Hay que endurecerse sin perder la ternura jamás.”