domingo, 7 de noviembre de 2010

Lenin La Paz de los pueblos contra guerra de los gobiernos

INFORME SOBRE LA PAZ


Pronunciado el 26 de octubre de 1917  por     Vladimir Ilich Lenin

 

El problema de la paz es un problema candente, agudísimo del momento actual.

Mucho se ha hablado y escrito acerca de este problema, y es seguro que todos vosotros lo ha­béis discutido muchas veces. Permitid, pues, que os lea la declaración que ha de hacer el gobierno que acabáis de nombrar.

 

                                               DECRETO SOBRE LA PAZ.

 

El Gobierno Obrero y Campesino, surgido de la revolución del 24-25 de octubre y apoyado en los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos, invita a todos los pueblos beligerantes y a sus gobiernos a entablar inmediatamente negociaciones para conseguir una paz democrática justa.

El gobierno considera la paz inmediata, .sin anexiones (es decir, sin conquistas de territorios ajenos, sin incorporación de pueblas extranjeros por la fuerza) y sin indemnizaciones, como una paz justa o democrática, como la que ansía la aplastante mayoría de la clase obrera y de los trabajadores de todos los países beligerantes, agotados, atormentados y martirizados por la guerra; la paz que los obreros y campesinos rusos han reclamado del modo más categórico y tenaz después del derrocamiento de la monarquía zarista.

Esta es la paz cuya aceptación inmediata propone el Go­bierno de Rusia a todos los pueblos beligerantes, declarándose dispuesto a hacer, sin dilación alguna, cuantas gestiones sean necesarias hasta la ratificación definitiva de todas  las condiciones de una paz semejante por las asambleas autoriza­das de los representantes del pueblo de todos los países y de todas las naciones.

De acuerdo con la conciencia jurídica de la democracia en general y de las clases trabajadoras en particular, entiende el gobierno por anexión o conquista de territorios ajenos toda  incorporación a un Estado grande o poderoso, de una nacionalidad pequeña o débil, sin el deseo ni el consentimiento explícita, clara y libremente expresado por esta última, independientemente de la época en que se ha realizado esa incorporación forzosa, independientemente asimismo del grado de civilización o de atraso de la nación anexada o mantenida por la fuerza en los límites de un Estado, independiente­mente, en fin, de si dicha nación se encuentra en Europa o en los lejanos países de ultramar.

Si una nación cualquiera se mantiene por la fuerza en los limites de un Estado; si, a pesar del deseo expresado por ella —en la prensa, en las asambleas populares, en los acuerdos de los partidos o en movimientos de rebeldía e insurrecciones contra la opresión nacional—, no se le concede el derecho de decidir en una votación libre, sin la menor coacción, la cuestión de las formas de su régimen de gobierno, después de la completa retirada de las tropas de la

 

nación conquistadora o, en general, más poderosa, la incorporación de esa nación al Estado constituye una anexión, es decir, una conquista y un acto de violencia.

El gobierno considera que continuar esta guerra por el reparto entre las naciones fuertes y ricas de los pueblos débi­les conquistados por ellas, es el mayor crimen contra la hu­manidad y proclama solemnemente su resolución de firmar inmediatamente unas cláusulas de paz que pongan fin a esta guerra en las condiciones indicadas, igualmente justas para todas las nacionalidades sin excepción.

El gobierno declara al mismo tiempo que en modo al­guno considera como un ultimátum las condiciones de paz antes indicadas, es decir, que está dispuesto a examinar cuales quiera otras condiciones de paz, insistiendo sólo en que sean presentadas lo más rápidamente posible, por cualquier país beligerante, y que estén redactadas con toda claridad, sin ninguna ambigüedad y fuera de todo secreto.

 

El gobierno pone fin a la diplomacia secreta, manifestando su firme resolución de llevar todas las negociaciones a la luz de día ante el pueblo entero, y procediendo inmediatamente a1a publicación íntegra de los tratados secretos, ratificados o concertados por el gobierno de los terratenientes y capitalista, desde febrero hasta el 25 de octubre de 1917.

Declara  absoluta e inmediatamente anuladas todas las cláusulas de esos tratados secretos, en la medida en que tiendan, como ocurre en la mayoría de los casos, a proporcionar ventajas y privilegios a los terratenientes y a los capitalistas rusos y a mantener o a aumentar las anexiones de los grandes rusos.

Al invitar a los gobiernos y a los pueblos de todos los países a entablar inmediatamente negociaciones públicas para concertar la paz, el gobierno se declara, a su vez, dispuesto a negociar por escrito, por telégrafo, o mediante conversaciones entre los representantes de los diversos países, o en una conferencia de esos representantes. Con objeto de facilitar estas negociaciones, el gobierno designa su representante plenipote­nciario en los países neutrales.

            El gobierno invita a todos los gobiernos y pueblos de  los países beligerantes a concertar inmediatamente un armis­ticio, considerando, por su parte, que este armisticio debe durar tres meses por lo menos, plazo en el cual son posibles tan­to la terminación de las negociaciones de paz con participación de los representantes de todas las naciones o pueblos sin excepción empeñados en la guerra u obligados a intervenir en ella, como la convocatoria, en todos los países, de asambleas autorizadas de representantes del pueblo, para ratificar de­finitivamente las condiciones de la paz.

 

 

 

 

Al dirigir esta proposición de paz a los gobiernos y a los pueblos de todos los países beligerantes, el Gobierno Provisional Obreros y Campesinos de Rusia se dirige también, y sobre todo, a los obreros conscientes de las tres naciones más adelantadas de la humanidad y las más poderosas de cuantas intervienen en esta guerra: a los obreros de Inglaterra, de Francia y de Alemania. Los obreros de estos tres países han prestado los mayores servicios a la causa del progreso y del socialismo; han dado los magníficos ejemplos del movimiento cartista en Inglaterra, de las revoluciones de importancia histórica mundial realizadas por el proletariado francés y, finalmente, de la lucha heroica contra la ley de excepción en Alemania y el trabajo prolongado, tenaz: y disciplinado para crear organizaciones proletarias de masas en este país, trabajo que ha servido de ejemplo a los obreros de todo el mundo. Todos estos ejemplos de heroísmo proletario y de iniciativa- histórica nos garantizan que los obreros de esos países comprenderán el deber en que están hoy de librar a la humanidad de los horrores de la guerra y de sus consecuencias; porque esos obreros, con su actividad múltiple, resuelta, abnegada y enérgica, nos ayudarán a llevar a buen puerto la obra de la paz y, al mismo tiempo, la obra de liberación de las masas trabajadoras y explotadas de toda esclavitud y de toda explo­tación.

                                                           ------------

El Gobierno Obrero y Campesino, surgido de la revo­lución del 24-25 de octubre y/apoyado en los Soviets de Di­putados Obreros, Soldados y Campesinos, debe entablar in­mediatamente las negociaciones de paz. Nuestro llamamiento debe dirigirse, a la vez, a los gobiernos y a los pueblos. No podemos ignorar a los gobiernos, porque eso sería alejar la posibilidad de concertar la paz, y un gobierno popular no tiene derecho a hacerlo. Pero tampoco tenemos derecho a no dirigirnos simultáneamente a los pueblos. Los gobiernos y los pueblos están en desacuerdo en todas partes, y por eso de­bemos ayudar a los pueblos a intervenir en el problema de la guerra y de la paz. Defenderemos, naturalmente, por to­dos los medios, nuestro programa integral de paz sin anexio­nes ni indemnizaciones. No nos apartaremos de este progra­ma, pero debemos quitar a nuestros enemigos la posibilidad de decir que sus condiciones son distintas y que, por consi­guiente, a nada conduciría entablar negociaciones con nos­otros. No; debemos privarles de esa ventaja y no formular nuestras condiciones en forma de ultimátum. Por eso, incluimos el punto según el cual nos declaramos dispuestos a examinar todas las condiciones de paz, todas las proposicio­nes. Examinar no significa aceptar. Las someteremos a la Asamblea Constituyente, que tendrá plenos poderes para decidir donde se puede ceder. Combatimos el engaño de los .gobiernos que, de palabra, son todos partidarios de la paz y de la justicia, pero que, de hecho, sostienen guerras de conquista y de rapiña. Ningún gobierno dirá todo lo que piensa. Pero nosotros somos opuestos a la diplomacia secreta y actuaremos a la luz del día, ante todo el pueblo.

 

No cerramos los ojos hoy, ni los hemos cerrado jamás, ante las dificultades. La guerra no puede terminarse renunciando simplemente a ella; la guerra no puede terminarla una de las partes beligerantes. Proponemos un armisticio de tres meses, pero no rechazaremos un armisticio de menos duración, para que, al menos durante cierto tiempo, pueda respirar el ejér­cito fatigado, y, además de esto, es necesario convocar en to­dos los países civilizados reuniones populares, en las cuales se discutan las condiciones de la paz.

Al proponer un armisticio inmediato, nos dirigimos a los obreros conscientes de los países que han hecho mucho por el desarrollo del movimiento proletario. Nos dirigimos a. los obreros de Inglaterra, que han tenido el movimiento carlista, a los obreros de Francia, que han demostrado en múltiples insurrecciones todo el vigor de su conciencia de clase; a los obreros de Alemania, que con su lucha han logrado aca­bar  con la ley contra los socialistas y crear potentes organizaciones.

Proponíamos, en el manifiesto del 14 de marzo, derri­bar a los banqueros; pero, lejos de derribar a los nuestros, nos, aliamos con ellos. Pero ahora hemos derribado al gobierno de los banqueros.

El gobierno y la burguesía harán todos los esfuerzos posibles para unirse y ahogar en sangre la revolución obrera y campesina. Pero los tres años de guerra han ilustrado su­ficientemente a las masas: el movimiento soviético en otros países; sublevación de la flota alemana, que los junkers del verdugo Guillermo II han aplastado. Hay que recordar, por último, que vivimos, no en el centro de África, sino en Europa, donde todo puede saberse pronto.

El movimiento obrero saldrá triunfante y abrirá el ca­mino hacia la paz y el socialismo.