De: EUSKADI VALONIA en castellano [mailto:euskadi-valonia@hotmail.com]
Jueves, 03 de Marzo de 2011
Asunto: FW: IKER MORENO IBAÑEZ cuenta su incomunicacion en manos de la Guardia Civil
IKER MORENO IBAÑEZ: INKOMUNIKAZIO EGUNAK
Urtarrilak17, astelehena:
Como otras muchas veces, me fui a casa de mi prima a cenar (villava) para
compartir los cotilleos de las ultimas semanas y echar unas risas. A causa
de la mudanza de casa (me fui de Burlata a Huarte a vivir con unas amigas),
y aprovechando que tenia el pijama en la mochila, me quede a dormir en su
casa (villava, casa de mi prima).
Urtarrilak18, asteartea:
Los fuertes golpes en la puerta y el ruido intermitente del timbre me
despertaron pronto. Mi prima fue la que se levanto a abrir la puerta. “Iker
Moreno! ¿Dónde esta Iker Moreno? Gritaban una y otra vez. Con el pijama puesto
y descalzo me acerque a la puerta. En cuanto aparecí tres o cuatro me
apuntaron con sus pistolas y unos cuantos guardias civiles me gritaban que me
tumbara en el suelo. Me colocaron las esposas y me preguntaron haber si
había alguien más en casa. Yo les dije que si, las dos amigas de mi prima que
vivían con ella. Como no tenían orden para registrar su casa tuvieron que
entrar con mi prima para mirar que no había nadie más. Luego nos metieron de
uno en uno primero mi prima y luego a mi. Ella cogio ropa para ella y para
sus amigas (puesto que en las escaleras hacia frío) y a mi me quitaron los
grilletes por dos minutos, para que me vistiera y para coger mis
pertenencias. Para entonces la secretaria judicial ya estaba con nosotros. Me
leyeron mis derechos y me comunicaron que iban a empezar con los registros. Me
dieron la orden de detención. No recuerdo bien que eran esos papeles, solo me
acuerdo que las palabras ETA-EKIN estaban en mayúscula y en negrita. Cuando
intente hablar con mi prima me dijeron que estaba incomunicado y que no
podía hablar con ella. Con la ayuda de miradas y sonrisas me dio a entender
que estaría tranquilo y me bajaron los seis pisos por las escaleras para
luego meterme en un Patrol de la Guardia Civil. El jefe de ellos me cogio las
llaves y me dijo que nos dirigíamos a la casa de Burlata, preguntándome
haber con que llave se habría la puerta. Sobre las 3:30 abrieron la puerta de
casa de mis aitas y me ordenaron que gritara sus nombres. Yo entrelace
palabras de calma. La ama el aita y mi hemano salieron al holl y la Guardia
Civil los saco a la fuerza a las escaleras, a mi hermano descalzo. Sin nuestro
consentimiento y sin ninguna orden entraron a casa dos o tres Guardias
Civiles. Mi aita se quejo; “podéis dejar cualquier cosa” y diciéndoles que no
tenían nuestro permiso. La Guardia Civil no le hizo ni caso solamente le “
razono” diciéndole que si que tenían derecho a hacer eso. Estuvieron unos
cinco minutos solos en casa, mientras nosotros escuchábamos ruidos de
puertas de armarios. Entonces llego la secretaria judicial a la casa de Burlata.
Metieron de uno en uno a la ama a el aita y a el hermano para que se
vistieran y cogieran un abrigo para mi. Tenían que precintar la casa. Dejando a
mi familia en la calle a las 4:00 de la mañana; y yo, sin dejarme poner el
abrigo, me llevaron a registrar la casa de Huarte.
Llegamos sobre las 4:00 a Huarte (se confundieron de camino y dieron una
grandisima vuelta). A Huarte había ido dos semanas antes a vivir, con dos
amigas. Hicieron la misma operación que en Burlata. Le enseñe cuales eran las
llaves, me pregunto haber con cual se abría y una vez abierta me pidió que
gritara los nombres de mis dos compañeras de piso. Salieron con unas
impresionantes caras de susto y miedo. Las sacaron a las escaleras y procedieron
con el registro del piso cuando llego la secretaria judicial. Registraron
todos los cuartos: armarios, cajones, ropas, libros (pagina por pagina),
cajas (estábamos haciendo la mudanza), camas y colchones… no tenían ningún
tipo de limitación. Indagaron nuestra intimidad de arriba abajo y hacían
comentarios. Estuvieron unas dos horas y se llevaron el dinero de una compañera,
el pendrive y el disco duro del ordenador de la otra, un par de camisetas “
sospechosas”, un baso de plástico del “esteribarko gazte eguna” y unos
treinta CDS de música. La secretaria judicial me enseño el acta del registro,
yo, antes de firmarlo le pedí que sumaría una cosa más: que escribiera,
que no iba a declarar en dependencias policiales. Cuando hizo eso firme el
acta junto con los otros dos Guardias Civiles.
Tengo que comentar que durante todo el registro no me dieron ni de comer
ni de beber y estuve todo el registro de pie con las esposas puestas (en
el culo). Después de firmar el acta y sin poder despedirme de mis compañeras
(y sin ponerme el abrigo) me bajaron a la calle. Un Guardia Civil me
empujo del portal al patrol, pero en ese pequeño trayecto los primeros gritos me
enorgullecieron y me fortalecieron. Hacia las 6:00 me llevaron a la casa
que tienen los aitas en Burlata. Por un lado los alrededores del portal
estaban llenos de patrol y de Guardias Civiles, pero por otro de amigos y de
conocidos. Me subieron a casa en un suspiro. Cuando llegaron el aita y la
secretaria judicial le quitaron el precinto a la casa (como hicieron la
primera vez que llegaron grabaron todo con cámara, en muchas ocasiones
acosándonos tanto a mi como a mi familia). Y como hicieron en Huarte registraron
todos los cuartos. En el cuarto mío y de mi hermano es donde más tiempo
estuvieron (más de una hora). Camas, colchones, fotos, armarios, cajones (por
todos los lados), apuntes de la época de estudiante, ropas, libros, cajas… los
Guardias Civiles que hacían el registro iban vestidos de calle pero con
pasamontañas. La mayoría no entendían euskera y todos los apuntes que estaban
en euskera se los daban a la mujer joven que entendía. Ella todos los “
documentos sospechosos” (apuntes de la época de universitario) los agujereaba y
los ataba con una brida. Las camisetas y pegatinas (mi hermano hacia
colección) las examinaron con entretenimiento. Se llevaron también varias
camisetas del viaje de estudios (por el simple hecho de que el instituto donde
estudie se llama askatasuna), también las del euskera o las de
autodeterminación. Al ordenador le quitaron el disco duro y junto con otros muchos CDs
(más de 50 casi seguro) se lo llevaron. El aita tenia recogidos diferentes
documentos de la historia de la izquierda abertzale: ponencias de los
congresos de HASI, programas de HB, documentos de ETA… se llevaron todos ellos
aunque la mayoría serian anteriores de yo nacer o de mi niñez. Al finalizar el
registro la secretaria me pidió que firmara y yo de nuevo le dije que
añadiría que no iba a declarar en dependencias policiales. Ella me dijo que no
era necesario y lo puso a mala gana. Yo y los responsables del registro (la
chica que entendía euskera y el jefe) firmamos y el aita le pidió que
añadiera otro párrafo más: que la mayoría de documentos que se habían llevado
eran suyos. El aita también firmó el acta. Después me bajaron a la calle.
(Tengo que añadir, que en casa me dejaron mear y beber agua pero que no me
dieron de comer). Cuando me bajaban por las escaleras (puesto que tenían el
ascensor bloqueado), utilizando los grilletes me retorcieron las muñecas
causándome daño y me dijeron “ni se te ocurra gritar ninguna chorradita o te
parto las muñecas”. Aunque me metieron rápidamente en el patrol, me tuvieron
allí un buen rato porque en el patrol que tenía que ir delante nuestra no
había nadie. Eran alrededor de las 8:30 y en la calle mayor muchos conocidos,
familiares y amigos estaban gritando. No pude esconder la sonrisa pero
todos esos gestos de cariño me mojaron los ojos. Mientras estábamos parados
los Guardias Civiles que estaban conmigo me demostraron que conocían mi vida.
Me señalaban la ama, el aita, mi hermano y mis amigos mientras me daban
sus nombres e información sobre ellos, pero también amenazas (que dentro de
poco los detendrían, que también se los llevarían, que famoso que era, a ver
si era un importante gudari…). El aita bajo a la calle y protagonizo la
escena que los días siguientes llenaría portadas de periódicos y pantallas de
televisión. Cuando salió el patrol de delante nuestra me llevaron a
atarrabia, puesto que trabajaba en la oficina que topagunea (federación de
asociaciones de euskera) tiene en nafarroa. Registraron el citado local, también
la asociación de euskera karrikaluze. De las dos oficinas se llevaron
cinco discos duros, un par de teléfonos móviles y los datos personales de los y
las que participan en los programas mintzakide y 3blai. Cada vez que se
abrían las puertas de la oficina oía gritos de solidaridad que me llenaron de
fuerza.
Hacia las 11:00 de la mañana me llevaron a la audiencia de Navarra. Cuando
me metieron por los calabozos pude ver a un amigo que está preso. Me
subieron arriba y me cogieron las huellas dactilares (me cogieron de toda la
mano, y de los costados), prueba de ADN y fotos, sin darme opción a negarme.
Luego me llevaron al médico forense pero a esa hora no debía de estar ahí.
Me tuvieron esperando esposado a la espalda. Gracias a que dos amigas de mis
padres se me acercaron (trabajan en la audiencia), me dieron agua me
tranquilizaron, me dieron ánimos (aunque los Guardias Civiles les decían que
estaba incomunicado) y hasta un emotivo abrazo. Cuando llego el médico, me
quitaron las esposas y me metieron a su consulta. Me realizo un examen rápido
y anoto las marcas provocadas por los grilletes. Me hizo unas preguntas
para saber si el trato era correcto. Yo, que hasta entonces el trato había
sido bueno. Me pregunto si anteriormente había tenido alguna enfermedad grave.
Yo le explique que tenía alguna alergia y que había sufrido cuatro
neumotórax. También que mis abuelos habían tenido diferentes canceres y que habían
tenido ictus. Me midió las pulsaciones del corazón (tenía muchas) y me
tomo la tensión. Cuando termino, me sacaron al pasillo y una amiga de mis
padres me dio agua y la otra le dijo a la Guardia Civil “tratarlo como se merece
”. El Guardia Civil se rio.
Sobre las 12:00 bajamos al parking de la audiencia me quitaron las
esposas, me pusieron una cuerda blanca y azul (“para que estés más cómodo”) y me
pusieron el antifaz. Me pidieron que para salir de Iruña me tumbara en el
asiento trasero. En el Patrol íbamos cuatro: el conductor (que casi no
hablaba), el copiloto (el que luego sería el “poli malo”) y atrás, el que fue a
mi lado (que luego sería “el poli bueno”).
Me tumbe como me dijeron, porque al ser un Patrol normal (no era de esos
verdes que tiene la Guardia Civil) pensé que la gente se podría asustar.
Cuando estaba tumbado empezó el interrogatorio. Con preguntas de mi vida
diaria: en que trabajaba, porque era independentista…
Yo respondí sus preguntas. Cuando llevábamos media hora “me dejaron”
sentarme. Aun y todo tenía que llevar la cabeza agachada y no podía “apoyarla”
en el asiento delantero. El interrogatorio empezó en relación con la “
euskalgintza” en Nafarroa y de ahí lo intentaron llevar a la violencia. Como no
salían de mi boca las respuestas que ellos querían empezaron a pegarme. Mi
respuesta fue quedarme mudo. Dentro de mi cabeza respondía las preguntas y
de vez en cuando me decía a mí mismo “eres un trapo”, “eres un muñeco de
trapo”.
El viaje fue largo. Casi interminable. A ratos el “poli-malo” (el que iba
delante) se sentaba detrás. En esos momentos, teniendo los dos guardias
civiles a mí lado (el “bueno” y el “malo”) me sentaban en la parte trasera
de la caja de cambios y me llevaban totalmente encogido, mientras los dos
guardias civiles me clavaban sus codos en la espalda. Como soy dantzari, soy
flexible y al principio no iba tan incómodo. Pero como el camino era tan
largo y no sabía dónde estábamos (lleve el antifaz puesto todo el camino y
también los grilletes). Encima me decían frases para desorientarme, cuando
estábamos a punto de llegar a Madrid me dieron a conocer que estaba en
Gasteiz “estamos llegando a Siberia”, “Por qué es así como llamáis a Vitoria,
¿no?”. Pase más de medio camino dolorido y con medio cuerpo dormido (sufría
unos calambres dolorosos). Intercalaban posturas incomodas: tumbado y hecho
una bola (con los pies en el suelo), sentado y con la cabeza entre las
piernas, sentado pero sin apoyar la espalda y con la cabeza agachada,… pero en
todas, sin ponerme el cinturón de seguridad y con constantes acelerones y
frenazos “como tengamos un accidente vas a comerte el coche de delante”… Yo
viendo que el trato era malo me “creí” que era un muñeco de trapo y no
abrí la boca en todo el viaje. Solo paramos para que el “poli-malo” se
cambiara de sitio (creo que también aprovecharon para echar gasolina) y en todo
el viaje no me dieron ni de comer ni de beber. A parte de posturas
incomodas, cada vez fueron más los golpes, “¿no vas a hablar eh, mudito?, ya verás
como cuando te pillen nuestros compañeros les cuentas todo… te van a
tratar como te mereces, como ha dicho la amiga esa de tu madre en la audiencia
(provincial de Navarra), te van a tratar como te mereces” me decían. De vez
en cuando me nombraban a compañeros suyos muertos en atentados de ETA. Aún
tengo en la cabeza la voz del que en el viaje fue el “poli-malo” y estoy
seguro de que la podría reconocer (tiene la voz muy parecida a la de un
amigo).
Pensé que a Madrid llegamos sobre las cinco de la tarde, hasta entonces
(desde las diez de la noche) no comí nada.
Con los ojos tapados (con otro antifaz) y sin saber qué hora era,
(desorientado espacial y temporalmente) me metieron en una celda de 5x2 metros. Me
quitaron el antifaz y me cortaron la cuerda que me agarraba las muñecas. La
celda era oscura, húmeda y fría. Tenía una puerta pequeña, y la puerta, a
la altura de los ojos tenía una ventanilla que se cerraba y se abría.
Encima de la puerta había una bombilla la cual se encendía y se apagaba de
fuera. La bombilla estaba metida en algo parecido a una ventana y de vez en
cuando, en vez de encender la bombilla abrían la ventanilla (para que me
entrara menos luz). En el zulo aquel en una esquina había una “cama”. Un cubo de
hormigón que tendría más o menos un metro de alto, y encima un colchón en
muy malas condiciones. También había una manta. El calabozo tenía esta
forma:
Cuando me cerraron la puerta lo primero que sentí fue tranquilidad. Sabía
que las horas que tenía por delante serian largas y duras. Me eche en la “
cama” y empecé a llorar. Enseguida me quede dormido. Cuando me desperté no
sabía qué hora era. Me abrieron la ventanilla de la puerta y me dijeron que
me pondría mirando a la pared. Me puse las zapatillas (en el camino a
Madrid me quitaron los cordones, en el momento en que me los quitaron pensé que
me los pondrían en el cuello y me ahogarían) y me puse mirando a la pared.
Me pusieron el antifaz y ciegos me llevaron por un “laberinto” de
pasillos. Subí unas escaleras. Me pararon en una esquina y supe que por mi lado
bajaban a otro. Aun así no abrí la boca por el miedo. Subí otras escaleras y
me quitaron el antifaz. Aun así me hicieron hacer todo el camino con la
cabeza agachada. Me metieron en un cuarto pequeño y largo. Allá, un hombre con
una bufanda me dijo que era el médico forense y me enseño su carnet. Era
un cuarto muy simple y lo único que tenía en común con una consulta de
médico era la “camilla” que el medico utilizó como mesa.
Desde el primer momento el medico tenía un tono de voz suave, cercana y
agradable. Me ayudo a tranquilizar las tensiones que había vivido hasta el
momento. No sé si sería por la aspecto deteriorado pero me ayudo a orientarme
(me dijo que eran las 8 de la tarde). Me pregunto por el trato recibido y
le conté lo del viaje. Me pregunto también si me habían dado de comer y de
beber. Yo le dije que desde la noche anterior no había comido nada. Él me
dijo que me darían de cenar dentro de poco, me pregunto a ver si quería que
me hiciera un análisis general y le dije que no, porque hasta entonces no
me habían dado ningún golpe fuerte (como para hacerme alguna marca). El
medico pego unos golpes en la puerta y con la cabeza agachada y las manos
detrás me llevaron a las escaleras, allí me pusieron el antifaz y me llevaron
hasta el zulo. Sobre las 20,30 me metieron a la celda, allí tenía la “cena”
: todo abierto, la botella sin tapón y un bocadillo de jamón seco envuelto
en papel. Como estaba a oscuras no podía ver lo que estaba comiendo pero
por el sabor y la textura pensé que era jamón York. En un primer momento
pensé en no comer nada, por el miedo de si me habrían metido alguna droga;
pero como llevaba todo el día sin comer nada y antes de estar con el médico
me costaba distinguir entre los sueños y la realidad. Era una sensación
rara, seguramente por el cansancio y el hambre; una mezcla de estar entre
despierto y dormido. Me vinieron imágenes raras a la cabeza (reptiles y muñecos
de papiroflexia), no podía pensar claramente. Para hacerle frente a esa
situación y pensando que tenía cuatro duros días por delante decidí comer.
Aunque me pareció sospechoso que la botella estuviera abierta, bebí.
A las 9 o así intente dormir. Me vinieron las sonrías de mi ama, de mi
aita y de mi hermano a la cabeza y empecé otra vez a llorar, hasta que me
quede dormido. El sueño no fue profundo, pero descanse. Oía pasos y también
voces, y cando se acercaban las pulsaciones del corazón se me aceleraban.
Estaba aterrorizado.
Sobre las 22:30 (esta hora no la puedo asegurar pero este es el planing
que me hice en mi cabeza para la organización del tiempo) abrieron la
ventanilla de la puerta y me dijeron que me pusiera de pie contra la pared. Me
pusieron el antifaz y me sacaron de espaldas (me pidieron que mantuviera la
manos atrás). Me llevaron ciegamente por pasillos cortos y con muchas curvas.
Por los nervios o sentía ni frio ni calor. Me pareció que me ponían contra
una pared. Acabo de un minuto oí que se cerraba la puerta.
“vamos a empezar por algo sencillo… ¿Cómo te llamas?”. Yo enfadado por
los malos tratos que había sufrido, me quede callado. Le repetí una y otra
vez a mi cabeza “eres un trapo”. Empezaron una y otra vez con tono
tranquilo: “¿Qué no sabes cómo te llamas? “Venga, dinos cómo te llamas”… al ver
que estaba callado (oí como doblaban unos papeles y me pareció que lo ataban
con precinto) me empezaron a pegar golpes en la cabeza. Me creí que era un
rollo de periódico. Los primeros golpes no me hacían mucho daño (pensé que
sería para no dejar marcas) pero para el veinteavo golpe empecé a sentir
presión dentro de la cabeza. Entre preguntas tranquilas dos guardia civiles
me empezaron a gritar (en total habría 5 o 6) “¡¿Qué cómo te llamas?!”.
A los cinco minutos de empezar con los golpes dos guardia civiles me
agarraron de los brazos y me empezaron a hablar a la oreja: “ya sabes que esto
no lo aguanta nadie”… que tarde o temprano hablaras…” y parecidos…
Mientras, agachándome y levantándome, me obligaron a hacer sentadillas. Al
principio, por miedo, empecé a hacerlas (siendo dantzari, no era mucho
esfuerzo) me gritaban “! ¡Dinos cómo te llamas!”. Cuando hice más de cien
sentadillas (a ratos me daban golpes en la cabeza) oí como estrujaban unas
bolsas de plástico. Estaba sofocado por el ejercicio físico, y solo pensar que
me pondrían la bolsa en la cabeza me asusto todavía más. Estaba sudando y
de repente, deje de hacer sentadillas y me preguntaron tranquilamente otra
vez “venga Iker, ya sabemos cómo te llamas; pero queremos que nos lo digas tú
”. Yo seguí callado. Entonces me empezaron a dar pequeños golpes en los
testículos con el periódico que me pegaban en la cabeza. No eran golpes
fuertes como para dejarme marcas pero eran lo suficiente para que me dieran
calambres en el estómago, y me dejaron las tripas muy revueltas.
Como seguía callado, me hicieron hacer más sentadillas, y cuando empezó a
respirar más rápido por el cansancio, me pusieron una bolsa en la cabeza y
me tuvieron hasta que casi me ahogaba. Cerca de dos horas duro aquel primer
interrogatorio, mezclaron golpes en la cabeza y testículos, sentadillas
(más de 150), intentos de ahogamiento poniéndome la bolsa en la cabeza (en
esa primera sesión me la pusieron siete-ocho veces) y mientras me amenazaban
y presionaban psicológicamente: que al final hablaría, que muchos como yo
habían salido locos de allí, que conocían a mi familia y amigos, que mi
hermano estaba detenido, que la ama estaba ingresada…. Me hicieron creer que
tenían mi vida bajo control (describiéndome la profesora de la autoescuela,
diciéndome que violarían con mucho gusto a mis dos compañeras, diciéndome
que mi madre la última temporada había estado con depresiones, agravando
obscenamente a las chicas de mi cuadrilla…). Casi cuando no me mantenía tieso,
me dijeron que me darían 10 minutos para pensar y me llevaron a la celda a
rastras.
En la ciega me quitaron el antifaz (me tuvieron todo el interrogatorio con
el antifaz puesto) y me tumbe en la cama. Estaba sudando, y al entrar en
la fría celda, me enrolle con la manta y me tumbe en la cama. Al cabo de dos
minutos entraron en la celda, y me ordenaron que me quitara las dos
camisetas que tenía. Yo así lo hice. En ese momento pensé que sería para que
cuando pasara ante el juez tuviera algo limpio, puesto que el jersey y el
pantalón los tenía llenos de un polvo blanco, pero no era por eso; fue para que
sintiera más frio.
Hacia las 24:30, me tumbe en la cama para intentar dormir mientras lloraba
(de nuevo, se me vinieron a la cabeza recuerdos de la ama, el aita el
hermano). Pedí permiso para ir al baño a beber agua y me lo dieron.
URTARRILAK 19, ASTEAZKENA
Casi sin dormir, y a las dos de la madrugada otra vez vinieron a por mi.
Aunque tuviera el cuerpo sudado y mojado estaba enfriado pero cuando me
levantaron y me pusieron el antifaz, el miedo sustituyó todas las demás
sensaciones. Tenía las piernas cansadas, casi no podía ni andar. Cuando me
llevaron al cuarto de tortura, reconocí el olor y las voces que unas horas antes
habían estado conmigo. “¿Te lo vas a pensar mejor esta ves?” “yo que tu
hablaría” “no vas a aguantar, mudito” “si hablas te ahorraras sufrimiento… “
me decían. Cuando llegué al cuarto estaban las mismas personas que antes
habían estado conmigo; las mismas voces y olores. El olor lo podría
reconocer fácil aún.
El segundo interrogatorio lo empezaron a gritos. Gracias que yo siempre
he rechazado todo tipo de autoritarismo y coloqué mi cabeza por encima de
todas esas voces casi cómicas que son incapaces de razonar. Aquellas voces
cuando gritaban más que miedo me daban gracia y una y otra vez le repetía a
mi cabeza “eres un trapo” y me mantuve en silencio. Fue parecido al primer
interrogatorio. Solamente un poco más duro. Tenía el cuerpo cansado y se
me hizo imposible hacer sentadillas (no creo que hubiera llegado a hacer
100). Las tuve que hacer con ayuda de ellos. En esta segunda sesión me
hicieron hacer sentadillas con la bolsa en la cabeza y sin poder coger aire.
Cuando me ponían la bolsa cabeza me movía más. Dentro de la bolsa se mezclaban
mocos, sudor y saliva (“eres un puto cerdo” me gritaban), a causa de eso,
el aire no entraba. En muchos momentos la bolsa se me pegaba en el paladar y
también en la campanilla. Cuando entraba un poco de aire, me tapaban con
las manos las fosas nasales y la boca (por encima de la bolsa). En esta
segunda sesión me la pusieron 4 o 5 veces, pero cada vez fue más dura. Por
hacer las sentadillas con la bolsa puesta, por el cansancio, noté una
tremenda presión en la cabeza; estaba mareado. Logré romper una bolsa y
aprovechándolo me vaciaron una botella de agua en la cabeza, mojándome la única ropa
que tenía (la sudadera). Cuando se me metía la bolsa en la boca y no tenia
aire, me daban ganas de vomitar. Ellos me amenazaban cuando me daban arcadas
“como vomites, te lo comes” el que yo no hablara les puso nerviosos y las
amenazas de sentadillas e insultos aumentaron; pero como he dicho antes,
su tono de voz me ayudó. Como me movía, y como me había quitado el cinturón,
los pantalones se me bajaban solos. Uno de ellos me pidió que me los
bajara por completo. Pero yo no me moví. Uno de ellos me los bajó y me dijo que
iba a por un “nuevo amigo”. Entonces me acordé de los electrodos y me
asusté, pero cuando llegó a los dos minutos, me pasaron un consolador por
entre las nalgas, diciéndome que traerían a un compañero que me violaría a
gusto. Después de las amenazas de violación, me pusieron la bolsa otras dos
veces, en estas últimas me caí al suelo (ellos me agarraron). Con la lengua
intenté que la bolsa no se me pegara en el paladar. “mira como saca la
lengüita…” se reían. En esta segunda sesión me pidieron que cuando quisiera
hablar pegase tres golpes con la pierna izquierda en el suelo. Yo sin poder
respirar, cuando empecé a ver una luz “blanca” (cuando tenía los ojos
cerrados, empezaba a ver blancura por los costados) pegué en el suelo. Aún y
todo en esta segunda sesión no dije ni una palabra. Ellos, me preguntaba y
gritaban a ver si de pequeño me había entrenado el aita. Los gritos eran como
para enloquecerte, parecía que los guardias civiles estaban locos, “como
me gusta que te agaches” (hacer sentadillas), “mi amigo te va a reventar el
culo”, “vas a salir tocado (loco)”, “a ti te ha entrenado tu padre”, “
¿Te ponía la bolsa de pequeño?”…
Al ver que seguía callado, me llevaron al calabozo y me dijeron que me
dejarían pensar. Me tumbé en la cama (eran las 4 de la mañana más o menos)
pero enseguida, me ordenaron que me pusiera de pie y mirando a la pared. Tan
asustado estaba que les hice caso y estuve alrededor de hora y media de
pie. De vez en cuando miraban por la ventanilla de la puerta. Las piernas las
tenía muy doloridas (el cuerpo también pero sobretodo las piernas), no me
daba tiempo a echarme en la cama y cuando oía pasos levantarme, por lo tanto
estuve de pie esa hora y media. Eso aún me cansó más. De nuevo, no podía
pensar, tenía la cabeza bloqueada y se me acumulaban imágenes de dinosaurios
y papiroflexia. Es muy parecido a soñar cuando estás despierto. Cuando
estaba a punto de perder el conocimiento, una mujer guardia civil, me apagó la
luz del zulo (cuando me hicieron ponerme de pie, me la encendieron) me
dijo que me podía tumbar. Cuando estaba de pie, intenté contar el tiempo que
llevaba y lo que me faltaba (supe que me podían alargar cinco días la
incomunicación cuando detuvieron al aita hace una año) Solo llevaba un día,
encima mediodía había sido bastante tranquilo (registro), y ya estaba hecho
polvo. Teniendo esos cálculos dándome vueltas en la cabeza, me quedé dormido.
Como tenia la única ropa mojada, estaba temblando de frío. Me despertaron
los ruidos de las puertas de las celdas de al lado. Intenté contar cuantas
personas estaríamos. En mi cabeza pensé que éramos cinco. Os trajeron el
desayuno: bocata de jamón. Pensé que era un desayuno raro y empecé a poner en
duda si sería el desayuno. Pensé que sería otra pista falsa más para
desorientarme. Decidí comer (tenía la sensación de estar muy débil). Abrir la boca
me costó una eternidad. Tenía todos los músculos de alrededor de la boca
doloridos. Sería por las sesiones de la bolsa. Encima tenía el lado
izquierdo del labio superior inflamado. Parecido a una morrera (he tenido dos o
tres en toda mi vida) y pensé que se me habría agrandado a causa de la bolsa.
Aún costándome me comí el bocata de jamón.
Después me pusieron el antifaz y me sacaron otra vez. Estaba asustado,
empecé a subir unas escaleras y al ver que me llevaban a otro cuarto pensé a
ver que técnica nueva probarían y me asusté. De repente me quitaron el
antifaz y como iba medio cojo y con muy mala imagen, me dijeron que me pusiera
recto. Me llevaron a donde el medico forense. Era la misma consulta que
antes. Me preguntó por el trato y le conté todo lo que me habían hecho. Me
hizo un examen general y me dijo que tenía el labio hincho y que tenía unas
marcas en la espalda (yo hasta entonces no me había fijado) y creo que
también escribió que estaba cansado. Me dijo que era miércoles a la mañana y le
pregunté la hora (eran las 11 de la mañana).
De ahí me llevaron al calabozo, pero cogieron todas mis cosas (una botella
de agua y una manta) y me cambiaron de celda. Era muy parecida a la otra,
de largura un poco más pequeña y organizada de otra manera.
A las 12 de la mañana, me pusieron el antifaz y otra vez me sacaron,
aunque hasta entonces me habían sacado de otra puerta, al cambiarme de calabozo,
me sacaron por una que estaba al lado de los baños. De esa puerta a la
derecha a través de un laberinto de pasillos me llevaron a la sala de tortura.
El tercer interrogatorio fue el más duro de todos. Los guardias civiles
eran otros. Aunque se repetían un par de voces, todas las demás eran nuevas.
Me acuerdo que a uno de ellos le llamaban “trancas”.
El camino hasta allá me hicieron hacerlo corriendo, intensificando mi
debilidad y la desorientación. La sesión también la empezaron rápida y
duramente. Me pusieron la bolsa en la cabeza a la cabeza y cuando me subió el
vómito a la garganta y se me fueron las fuerzas, me la quitaron. “con nosotros
vas a hablar”, “lo de antes ha sido una tontería comparado con lo que te
vamos a hacer” “ni se te ocurra vomitar”, “aguanta, aguanta un poco más”.
En las sesiones anteriores, cuando la bolsa me empezaba a ahogar me la
quitaban. En esta tercera sesión sin embargo, cuando me movía como un animal
al que habían atrapado, se reían y me tenían unos minutos más. “este puede
más”, “venga, no hagas teatro”…
La presión que tenía en la cabeza, pensé que me mataría. En algunos
momentos pensaba: “ojalá se les vaya de las manos y me maten…” prefería estar
muerto que estar ahí.
Toda la sesión tuve la bolsa bajada hasta la nariz, y me la bajaron hasta
el cuello hasta casi perder el conocimiento unas diez o doce veces. Me
agarraban entre seis personas o así: dos de los brazos, dos de las piernas, una
de la cintura y uno o dos soltaban y estrujaban la bolsa. En algunos
momentos uno se me tiraba encima de la cara para que no pudiera coger aire.
Otras veces me hacían hacer sentadillas con la bolsa en la cabeza. Yo desde el
principio me negué a hacerlas (puesto que no tenía fuerzas) pero me las
hicieron hacer dándome golpes detrás de las rodillas y clavándome los dedos en
la garganta y en la nariz. Para hacer esto dos me tenían que agarrar de
los brazos puesto que no tenía fuerza suficiente para mantener el equilibrio.
Como he disco de la sesión anterior, la bolsa se me pegaba en el paladar y
dentro de la bolsa se mezclaban saliva, mocos y sudor. Los golpes en la
cabeza se endurecieron e intensificaron y cuando sentí el vómito en la
garganta y cuando estaba a punto de perder el conocimiento, empecé a hablar: “
¿Qué queréis que diga? “Yo lo digo pero por favor dejadme respirar”. Intentaba
inventarme lo que yo creía que ellos querían que dijese y me esforzaba en
decirlo. Me tenían totalmente condicionado y diría y haría lo que ellos
quisieran. Cuando no sabía algo (principalmente nombres…) me ponían la bolsa
en la cabeza y me daban pistas: “es una chica…” “una chica rubia…” “su
apellido empieza por com…”.
Cuando tenía la bolsa en la cabeza, me daban golpes en el pecho y en el
diafragma, para que fuese más notable la falta de aire. Cuando me quitaron la
bolsa (con estos también tenía que dar dos golpes en el suelo cuando
quería hablar) repetí lo que ellos quisieron (a veces me hacían dar más de tres
golpes: seis, nueve…). Me tenían totalmente machacado, (me tuvieron que
sentar en una silla e incluso tenía dificultades para estar sentado), me
dijeron que querían más nombres y que me darían tiempo para pensarlo.
Este tercer interrogatorio, físicamente fue el más duro, pero también
intentaron machacarme psicológicamente. Me insultaban y me decían mentiras
sobre mi familia. Entre ellas que el aita estaba en la celda de al lado. Yo
escuchaba gritos pero no reconocía la voz del aita. La ama en el hospital.
A las dos y media más o menos me llevaron otra vez a los calabozos. Me
hicieron estar de pie de nuevo. Para comer me dieron un bocata de tortilla de
patata, y no me dejaron comer sentado. Me tuvieron hora y media de pie, sin
poder descansar y sintiendo cada más cansancio. Sobre las cuatro de la
tarde empezó el cuarto interrogatorio. De la puerta del lado del baño a la
derecha, por los pasillos cortos y laberínticos, “lo estás haciendo muy bien,
sigue así” me decían. Para cuando llegué a la sala de torturas, me repetía
a mi cabeza “eres un trapo”. Me pusieron contra una esquina y empezó el
interrogatorio. Yo era un muñeco de trapo. Estaba callado y quieto. Un
guardia civil mientras me pegaba golpes en la cabeza (creo que era trancas) me
decía que hablara, uno de ellos, joven, me decía que estuviera callado. “no
digas nada, aguanta” y me pusieron la bolsa en la cabeza. Fue la peor de
todas. Perdí la fuerza de las piernas, y me caí al suelo. Me cogieron entre
cuatro o cinco y me tumbaron en una gomaespuma. Tenía la bolsa bajada hasta
el cuello pero no la estrujaban. Aún y todo el aire entraba de poco en poco
y no me dejaba recuperar todo el aire que había perdido. La sensación de
asfixia se intensificaba. Estando echado en la gomaespuma, me apretaron otra
vez más la bolsa; de cada extremidad del cuerpo me estiraba una persona.
Otro tenía sentado encima de la tripa. Y un último me estrujaba la bolsa. No
me podía mover. Y de vez en cuando, el de encima de la tripa me ponía sus
manos y su pecho encima de la cabeza, para tapar todos los accesos del aire.
Cuando estaba a punto de ahogarme no sé de donde saqué las fuerzas y rompí
tres o cuatro bolsas. En esos casos me daban golpes en la cabeza, pero
prefería los golpes en la cabeza que la sensación de ahogo. Por medio de
preguntas, fui creando y guardando en la cabeza su versión: que yo no era de
ETA, que tampoco de EKIN: que en la universidad era de SEGI pero ahora no; que
en Nafarroa no conocía estructura de SEGI y que estábamos trabajando para
resurgir el gazte – mugimendu; que el aita me pidió que tomara parte en el
debate de la izquierda abertzale (puesto que no había ninguna voz joven) …
Como veis, no hice ninguna grave declaración en contra mía (ellos también
me lo decían), pero pronto empezaron a preguntarme por dos reuniones, una
en Zizur y otra en la calle Estafeta del casco viejo de Iruña. Querían que
dijera que estuve allá y otros nombres de los que estuvieron allí (me tuve
que aprender los que ellos me decían; y entendí que en vez de ir en contra
mía, les interesaba más que dijera nombres y que declarara en contra de
esas personas; inculpar a otras personas concretamente. Psicológicamente
también me gritaban constantemente. La voz de estos guardias civiles era por el
contrario más seria y me daba miedo (o por lo menos respeto). Me decían
mensajes contradictorios, unos que hablara, otros que no, que aguantara (estos
últimos, se reían y decían que se lo estaban pasando bien mientras me
ahogaban). Intenté entender su punto de vista. ¿Cómo podían disfrutar
provocando tanto sufrimiento? Me creí que las ganas de venganza y el odio los había
cegado y deseé no vivir nunca su situación. Me decían que la ama estaba en
el hospital y que el aita estaba en la celda de al lado llorando (“tendrías
que ver cómo llora la nenaza de tu padre”) creían que con esas palabras me
humillarían.
Hacia las seis de la tarde, me llevaron a rastras a la celda. “¿Qué te
pasa?” “¿no puedes andar?” esta vez me trataron mejor: “ves como si hablas
nos entendemos mejor…?”
En el calabozo, me tumbé en la cama y sin poder dormir, descansé un poco.
Me asustaba con todos los ruidos y voces de los alrededores. Cuando se
acercaban los pasos a mi celda, deseaba que fuesen a por otro antes que a por
mí. De repente, en el calabozo de al lado empecé a oír unos lloros y
reconocí la voz de mi aita. ¡No me lo podía creer! Sin duda era la voz del aita y
lloraba de un modo incontrolado. Se me cayó el cielo encima.
Intenté afinar el oído y entre los nombres que mi hermano me había gritado
a la mañana que habían cogido conmigo reconocer a quién de ellos podía
pertenecer la voz que oía. Le impuse a mi cabeza otra versión para sacarme de
ella que mi aita podía estar ahí.
Aproveché para ir al baño y beber agua. Una hora más tarde, de nuevo me
pusieron el antifaz y me sacaron de la puerta de al lado del baño, pero esta
vez en lugar de a la derecha, giramos a la izquierda. Empezamos a subir las
escaleras que reconocía y me tranquilicé un poco. Como bien pensaba me
llevaron al médico forense. De nuevo le conté todo lo que me habían hecho.
Que el trato había emporado mucho y la presión de la cabeza se había
intensificado. Que me había subido el vómito hasta la garganta, que había llegado
un momento en el que no podía casi andar y que el subir y bajar escaleras
era un esfuerzo grandísimo… El me dijo que era miércoles y que eran las 8 de
la tarde; y que igual pasaba el viernes ante el juez. Me llevaron al
calabozo y a las 8 y media o así me trajeron un bocata de salchichón seco y un
botellín de agua. De nuevo tuve problemas para abrir la boca, tenía las
mejillas muy doloridas. Tenía la cara agarrotada. Después de cenar, dormí.
Hacia las diez y media vinieron otra vez a por mí. Esta vez me llevaron
tranquilo. Cuando fuimos de la puerta del lado del baño a la derecha se me
aceleraron los latidos del corazón. “tranquilo lo estás haciendo muy bien”, “
ahora vamos a preparar unas preguntas que luego te repetiremos arriba”. Al
entrar en el cuarto, me preguntaron si me quería sentar, yo que sí. Estando
sentado oía como estrujaban una bolsa de plástico. “no quieres volver a la
situación anterior no ¿Iker?” me amenazaban. Me repitieron una y otra vez
las preguntas que anteriormente me habían hecho. Yo les contestaba lo
aprendido. Cuando querían que concretara algo más, me bajaban la bolsa de
plástico hasta la nariz y me repetían lo que tenía que decir: “¿las funciones de
EKIN en esa reunión eran…? EXPONER y DE-FEN-DER su tesis…EXPONER y
DE-FEN-DER” (para memorizar esa respuesta me imaginé una ex-po-si-ción de arte).
Me amenazaban que volveríamos a las situaciones anteriores. Cuando habíamos
repasado la declaración policial 5 o 6 veces, metieron en mis respuestas
cosas nuevas; me hicieron aprenderme dos nuevos nombres. En este quinto
interrogatorio, físicamente no me hicieron daño. Me controlaron psicológicamente
(con la única sensación de sentir la bolsa en la cabeza)
Urtarrilak 20, osteguna:
A las 00:00 o así, con la declaración bien aprendida, me llevaron a los
calabozos. Me tumbe en la cama e intente dormir, pero me empezó un grandísimo
dolor en la pierna derecha y no pude dormir. Hacia las 02:00, me pusieron
de nuevo el sudado antifaz y por sexta vez me llevaron por la puerta de
alado del baño a la derecha. Me repitieron dos o tres veces las preguntas más
complejas y me dijeron lo que tenía que hacer ese día entre amenazas. Me
dijeron que las preguntas que había memorizado las tendría que responder ante
un secretario, y que ya sabía que aún quedaba más de medio plazo de
incomunicación. Yo una y otra vez hacia el cálculo. La incomunicación acababa el
sábado y creyendo que el juez Marlasca no nos pasaría el sábado a la tarde
nos quedaban por delante jueves y viernes. En ese sucio agujero de Madrid
no llevaba más que un día y medio. El tiempo no pasaba, en aquella horrible
pesadilla.
Me dejaron claro que conocían las vidas de mis familiares y amigos, y me
creí que me tenían totalmente controlado.
Repetimos una y otra vez los nombres que querían que apareciesen en la
declaración y sobre las 04:00 me condujeron al calabozo a dormir. “lo estás
haciendo muy bien…”, “ya ves que si pones de tu parte, esto va mucho mejor”
, “piénsate lo que vas a decir ahí arriba”.
Aunque intente dormir, el intenso dolor que tenía en la pierna derecha no
me dejo. Cuando me movía un poco, el dolor me despertaba. Me acorde de mis
familiares y amigos, y en la fría sala empecé a llorar, por lo menos se me
entono la cabeza.
Al final el cansancio supero el dolor y conseguí dormir. Me desperté sobre
las 09:30.
A las 10:00 me trajeron el desayuno: café con leche y magdalenas Martínez.
Cuando termine el desayuno, me colocaron el antifaz y pensé que pasaría
por el médico forense. Pero al salir de la puerta de alado del baño en vez de
ir a la izquierda fuimos a la derecha.
El séptimo interrogatorio, fue el repaso de la declaración que tenía que
hacer. Aprovecharon para enseñarme una foto de mi compañera de piso y de una
amiga de la cuadrilla. En “mi declaración” también me identificaron los
nombres aprendidos mediante fotos, para que luego yo, hiciera lo mismo ante
los secretarios. Me dijeron que arriba me harían una prueba de caligrafía.
Finalizado el repaso, me amenazaron que si arriba no decía lo mismo
volveríamos a la situación del principio: “tu ten claro que después de la
declaración vas a bajar otra vez aquí, y estarás en nuestras manos…”
Y después, debatimos sobre la situación de Euskal Herria y de la apuesta
tomada por la Izquierda Abertzale.
Me bajaron a la celda y a los cinco minutos me llevaron al médico forense.
Le dije que el trato había mejorado, pero que no podía dormir por el dolor
que tenía en la pierna, ni tampoco andar. Me comento que era jueves las
11:00 de la mañana y que me daría una pastilla para dormir (al final me dio
dos una para quitar el dolor y la otra para proteger el estómago, puesto que
me habían dado mal de comer).
Sobre las 14:30, me trajeron un bocadillo de chorizo. Después me
introdujeron en una diferente sala y me comunicaron que haría la declaración en unos
minutos. Que uno de ellos estaría conmigo y que según lo que dijera me
tratarían al bajar. Que estaba en mis manos el volver a la situación del
principio.
Sobre las 18:00, me introdujeron en una sala que estaba alado de la del
médico forense. “Ni se te ocurra girar la cabeza y mirar para atrás” me dijo
el Guardia Civil que tenía detrás sentado. Aunque me habían quitado el
antifaz antes de entrar a la sala esa amenaza me asusto y no mire. Enfrente
tenía dos hombres jóvenes. Mientras uno escribía en un ordenador el otro me
leía las preguntas y se las repetía al “mecanógrafo”. Aunque tenía el
derecho de permanecer en silencio, por miedo a volver a vivir todo lo vivido
hasta la fecha, respondí todas las preguntas aprendidas. Identifique las fotos
y copie un testo sin sentido en mayúscula y minúscula. Al finalizar, firme
todo.
A las 19:00 me bajaron a los calabozos. Para cenar me dieron un bollo de
jamón york y queso.
Luego me llevaron ante el médico forense, y me dijo que habiendo hecho la
declaración lo más seguro era que el viernes pasaría ante el juez.
A las 22:30 tuve la “despedida” con la Guardia Civil. Me dijeron que la
declaración estaba muy bien y que la petición para pasar ante el juez estaba
hecha. Que estaba en mis manos el repetirle lo mismo al juez o no, pero
que si lo repetía, lo más seguro era que me dejara en libertad.
A las 23:00 me llevaron al calabozo y dormí.
Urtarrilak 21, Ostirala:
Me levante a las 08:00 de la mañana y desayune (café con leche y
madalenas). Hacia las 09:00 cogí todas mis cosas, me pusieron las esposas y el
antifaz y me llevaron al médico forense. Por una puerta que estaba al lado me
sacaron al parking (igual no era parking pero el furgón estaba allí), me
metieron en el furgón y me condujeron a la Audiencia Nacional helado de frio.
(Las camisetas que me quitaron el primer día se las dieron a otro detenido y
me las dio en ingresos de Soto del Real). Después de pasar el día en la
Audiencia Nacional, pase por delante del juez (Marlasca), le conté los malos
tratos recibidos, no respondí a sus preguntas y siguiendo el consejo del
fiscal me mando a la cárcel, dando por finalizada mi incomunicación