viernes, 1 de abril de 2011

golpe de Estado en Argentina Hugo Cañon Kissinger Cóndor

 

Implicancias del golpe de Estado de 1976.

Por Hugo Cañón.

Bahía Blanca.

 Se instaló el terror, fenomenal sistema de control social, de disciplinamiento y ordenamiento militarizado. Los medios de difusión masivos instalaron la idea en la sociedad de lo ineludible.

 

El golpe de Estado del '76 fue un acto fundador de un ciclo histórico. Se genera un proceso de transformación de la matriz productiva, de la distribución de la riqueza y se limita la participación política a un sector minoritario como el modelo requería. 

 

La Argentina integrada e igualitaria de la década del '45 al '55, cuando la renta nacional se dividía por mitades entre los propietarios del aparato productivo y los trabajadores, comenzó a desarticularse a partir del '55. Ese proceso tiene muchos hitos simbólicos: las proscripciones, los fusilamientos en José León Suárez, el Plan Conintes, el estado de sitio.

 

Los sectores concentrados, apoyados por la jerarquía eclesiástica y utilizando a las Fuerzas Armadas como partido político, manejaron los hilos de diversos gobiernos. Con el golpe que instaló a Onganía, intentaron llegar a fondo con un nuevo proyecto de país que terminara de disolver el modelo anterior. Pero el perfil de una economía de bienestar recién se rasga con el golpe de 1976.

 

En esas dos décadas hubo un intenso debate y luchas populares para avanzar por caminos superadores, mientras la reacción intentaba romper definitivamente la matriz. Fueron tiempos tumultuosos y surgieron expresiones populares pidiendo transformaciones profundas para lograr una sociedad más justa, con plena participación política. La resistencia a la opresión y la defensa de derechos generó una organización militante. Pero estas fuerzas populares marchaban en paralelo con la organización represiva del Estado.

 

A finales de los '50 y en los '60 se comenzó a elaborar un plan que consideraba "enemigo" a quien no comulgara con el proyecto de país que los sectores dominantes tenían. Se modificaron los reglamentos militares, se instruyó a los cuadros en el sistema represivo francés utilizado en Indochina y Argelia y se fue preparando el sistema para la "lucha para salvar a la nación occidental y cristiana de las ideas subversivas" que promovían cambios profundos.

 

El trazo fino vino con la elaboración del plan sistemático, que se ejecutaría a partir del 24 de marzo. Contaba con el aval del gobierno de los EE UU. Kissinger dijo: "háganlo, pero rápido". Esta política de los EE UU, común para los países de la región, brindó asesoramiento técnico y militar, en la Argentina y en la región se lo denominó Plan Cóndor.

 

El sistema operaba sin límites fronterizos como cooperación internacional de la ilegalidad clandestina. Apuntaba a destruir a un sector que promovía las transformaciones y sin dejar pruebas, instrumentó el perverso sistema de la desaparición de personas, secuestros realizados por personas camufladas, traslado al centro de detención ilegal, tortura para extraer información, y como destino final la muerte con desaparición de los cuerpos.

 

Repercute en nuestra memoria la declamación de Videla: "No están ni vivos, ni muertos. No están. ¡Están desaparecidos!" Categoría de inexistente, de ser negado. La víctima carecía de valor humano y los capellanes militares compensaban algún remordimiento, diciéndole al victimario que era una tarea de salvación, separando la paja (el mal) del trigo (el bien). La parábola evangélica como sustento ideológico de la masacre.

 

Más de 500 centros clandestinos de detención sirvieron para machacar la carne humana. Alrededor de 600 chicos fueron apropiados, muchos de ellos sacados de las manos de las madres que parían y eran eliminadas. No había límites ni escrúpulos para lograr los objetivos propuestos y modificar de ese modo la estructura del país.

 

Se instaló el terror, fenomenal sistema de control social, de disciplinamiento y ordenamiento militarizado. Los medios de difusión masivos instalaron la idea en la sociedad de lo ineludible y también la necesidad de este camino para organizar a una sociedad que describían como desquiciada. La palabra fue silenciada, la maquinaria de exterminio y de control impedía articular acciones que ayudaran a contrarrestar el horror.

 

A pesar de ese contexto cruel e inhumano, comenzaron a moverse algunas manos y a configurarse cadenas solidarias. Pudieron cambiar una matriz productiva, someter a un país, matar, torturar, desaparecer cuerpos, pero una nueva resistencia se fue generando. A los preexistentes organismos de Derechos Humanos se sumaron los nuevos nacidos como respuesta a la necesidad de saber, de encontrar y de juzgar a los asesinos. La dictadura no pudo sobrevivir a sus propios errores, y se habilitó el proceso democrático de 1983.

 

Llegó el Juicio a las Juntas y se abrieron diversas causas: ESMA, 1º Cuerpo, Causa 44-Camps, etcétera. Las leyes de impunidad y los indultos pretendieron clausurar el camino de la verdad y la justicia, pero los organismos de Derechos Humanos, los familiares y las víctimas buscaron caminos en el exterior para que hubiese justicia. Y se iniciaron los "juicios por la verdad", que carecían de posibilidad de punición, pero posibilitaban indagar sobre el destino de los desaparecidos.

 

Sin claudicar en la lucha, el pueblo argentino finalmente logró que el gobierno que asumió en 2003 encarara la anulación de las leyes de impunidad. Además, con el fallo de la Corte Suprema de 2005 se habilitaron los juicios que hoy tienen un extenso desarrollo en todo el país. Para alguien como quien escribe, que se opuso como fiscal general a las leyes de impunidad y los indultos en 1987 y 1989, con resultado favorable en la Cámara de Apelaciones pero adverso en la Corte Suprema, tiene una significación enorme este rumbo abierto para solventar la reparación ineludible.

 

La aplicación de la ley funciona como organizadora de un campo psíquico devastado, y también opera como organizadora del campo social. Es la única vía que puede abrir al psiquismo alguna posibilidad de cicatrización. Y también debemos destacar que esta política de Estado asumida integralmente por los tres poderes, implica dar una respuesta indelegable, pues el estado argentino tiene continuidad jurídica y por tanto el Estado de hoy debe responder –como lo está haciendo– por los crímenes del Estado terrorista de ayer.+ (PE/Tiempo Argentino)

 

 

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