CANTO A FIDEL Carilda Oliver Labra No voy a nombrar a Oriente, no voy a nombrar la Sierra, no voy a nombrar la guerra –penosa luz diferente–, no voy a nombrar la frente, la frente sin un cordel, la frente para el laurel, la frente de plomo y uvas, voy a nombrar toda Cuba, voy a nombrar a Fidel. Ese que para en la tierra aunque la Luna le hinca, ése de sangre que brinca y esperanza que se aferra; ése clavel en la guerra, ése que en valor se baña, ése que allá en la montaña es un tigre repetido y dondequiera ha crecido como si fuese de caña. Ese Fidel insurrecto respetado por las piñas, novio de todas las niñas que tienen el sueño recto. Ese Fidel – sol directo sobre el café y las palmeras–; ese Fidel con ojeras, vigilante en el Turquino como un ciclón repentino, como un montón de banderas. Por su insomnio y sus pesares, por su puño que no veis, por su amor al veintiséis, por todos sus malestares, por su paso entre espinares de tarde y de madrugada, por la sangre del Moncada y por la lágrima aquella que habrá dejado una estrella en su pupila guardada. Por el botón sin coser que le falta sobre el pecho, por su barba, por su lecho sin sábana ni mujer y hasta por su amanecer con gallos tibios de horror, yo empuño también mi honor y le sigo a la batalla con este verso que estalla como granada de amor. Gracias por ser de verdad, gracias por hacernos hombres, gracias por cuidar los nombres que tiene la libertad... Gracias por tu dignidad, gracias por tu rifle fiel, por tu pluma y tu papel, por tu ingle de varón. Gracias por tu corazón, ¡Gracias por todo, Fidel! 1957 |