domingo, 5 de junio de 2011

apropiación de niños buscó mejorar la raza y prolongar el castigo por Claudio Capuano médico

Entrevista al médico Claudio Capuano

“La apropiación de niños buscó mejorar la raza y prolongar el castigo”

Publicado el 5 de Junio de 2011

Por Daniel Enzetti
El coordinador de la cátedra de Salud y Derechos Humanos de la UBA elabora una investigación sobre similitudes entre la dictadura argentina y lo ocurrido con los ejércitos de ocupación en Vietnam y en Argelia.
  Siempre ocurre que en los procesos represivos uno ve el producto final –explica Capuano–, pero no la génesis, el origen y el desarrollo de esa metodología. Y un ejemplo es lo que llamamos “plan sistemático”: los juicios están demostrando que el secuestro de criaturas, los partos clandestinos y las adopciones irregulares no fueron obra de un grupo de militares locos, sino partes de un entramado creado con un fin. Pero ese plan no nació de la nada, tiene antecedentes que la dictadura investigó y estudió para ponerlo en funcionamiento en la Argentina.
Para el docente, la sistematización del robo de recién nacidos y el asesinato de embarazadas “se inspiró sobre todo en la política trazada por Francisco Franco en la España de la República, y las tareas de los ejércitos de ocupación en Vietnam y Argelia. La dictadura de Jorge Rafael Videla, yquienes la continuaron, también copió distintas modalidades de sometimiento. No olvidemos que esa camada de uniformados había sido instruida en la Escuela de las Américas, y aprendido de los distintos períodos históricos que fue viviendo el país vinculados a la opresión y el genocidio a opositores políticos”.

–¿Es posible fijar un comienzo en el tiempo si se habla de apropiación de niños?
–La violación a los Derechos Humanos, con represión, se utilizó siempre para generar cambios en las relaciones sociales, con dictadores que piensan una modalidad y eligen a un sector como blanco, sin que nada quede librado al azar. Cuando matás a alguien, cuando lo desaparecés y accionás sobre su descendencia, producís un cambio en esas relaciones sociales, modificás ese medio, y ese es el fin que busca el dictador. No hay un loco desesperado por asesinar, sino gente que planea en una mesa, y conduce a quienes ejecutan, con el fin de construir poder. En el caso de la apropiación de la descendencia, la cuestión se plantea en términos de disputa, donde un bando castiga a su enemigo y prolonga el castigo a los hijos de ese enemigo. En la historia reciente hay varias muestras de hijos utilizados como esclavos. En la conquista del desierto, por ejemplo, los hijos de los adultos de pueblos originarios eran sacados y llevados a las familias patricias para ser usados como sirvientes, incluso quitándoles su condición jurídica y de persona. También se registran cambios en los modos de reprimir. Es distinto el aparato represivo de la Patagonia Trágica del 1900, que asesina a 1700 personas en ejecuciones sumarias sin proceso, que el utilizado en la Semana Trágica, con la muerte de 700 trabajadores. Y esas variantes no ocurren por los que ejecutan, sino que son la consecuencia de quienes piensan la manera de reprimir.
–¿El cambio significa una “perfección” en la forma de oprimir, por llamarla de alguna manera?
–No necesariamente; son cambios que se producen de acuerdo a lo que van necesitando los grupos represores en cada época y en cada geografía. Las dictaduras brasileña, argentina, chilena y uruguaya tuvieron la misma matriz, pero también es cierto que mostraron particularidades distintas.
–¿Cómo se podría describir el modelo represivo en el país?
–En nuestro caso, la represión es un traslado de lo que fueron las experiencias de Vietnam y Argelia, sobre todo en referencia a la desaparición y la instalación de centros clandestinos. Con una diferencia: tanto en Vietnam como en Argelia el avance lo hacían ejércitos de ocupación, mientras que aquí, aunque el país fue “ocupado” por las Fuerzas Armadas, el Ejército era nacional. Empecé a investigar otros antecedentes, sobre todo vinculados a la apropiación de recién nacidos, y concluí en que lo que llamo otredad negativa construida por los militares argentinos tiene lazos muy fuertes de parentesco con lo ocurrido en la España de principios del 1900, y que llega a su punto máximo durante el franquismo. También como en Argelia y en Vietnam, en la Argentina hubo un aumento del aparato de punición, y un fuerte protagonismo del aparato judicial militar, con el aumento de ejecuciones sumarias. Y sumado a todo eso aparece la represión clandestina. Es decir, cuando al disidente no lo pueden “chupar” en forma legal, lo hacen en forma clandestina. Con un aparato organizado: zonas liberadas, trabas para el avance de los habeas corpus, complicidad entre las distintas fuerzas de seguridad para ocultar información, etcétera.
–¿Qué es eso de la otredad negativa?
–Si bien cada proceso histórico es singular, propio y ofrece características distintas, a veces se pueden encontrar similitudes estructurales entre hechos ocurridos en distintos lugares. Es decir, puntos de contacto en la preparación, implementación y consecuencias de un plan de opresión. La preparación es el marco doctrinario, la justificación, la manera de entrenar a una población para dar a conocer tu fuerza represiva y encima lograr que se piense que lo que hacés está bien. En este punto, los militares decían que la dictadura significaba un bien a la patria, dentro del halo del “buen cristianismo”. Justificación que hacía posible que el mismo represor no tuviera culpa por lo que hacía. Hablando de las similitudes estructurales, es verdad que el proceso franquista tuvo rasgos distintos al argentino, pero también presentó puntos en común muy fuertes. Con el aporte de grandes personalidades de la medicina, la salud y la ciencia en general, España fue armando desde comienzos del siglo pasado esa otredad negativa a la que me refería antes: la construcción de un “nosotros” inmaculado, frente a un “otros” que era necesario eliminar de la faz de la tierra. El objetivo fue ejercer el control social sobre la población, con políticas de Estado que previnieran cualquier desviación de lo que ellos consideraban “normal”. La homosexualidad, por ejemplo, escapaba a esa normalidad. Se empieza a hablar de eugenesia, del mejoramiento de la raza, de la aparición de Césare Lombroso y su perfil del delincuente y el revolucionario. Este plan fue diseñado por Antonio Vallejo-Nágera, un reconocido médico psiquiatra referente a nivel mundial en ese momento, que además era comandante militar de Franco. Junto a Ramiro de Maeztu, jerarcas de la iglesia e intelectuales cercanos al ideario fascista, Vallejo-Nágera es el verdadero padre de la teoría del mejoramiento de la raza, construcción que deriva en la apropiación de menores. Todo enmarcado en una época en la cual la ciencia en general era sumamente racista, con un auge positivista que atravesaba la totalidad de las corrientes ideológicas. Otra muestra de la eugenesia era lo que pasaba en Inglaterra y en Francia, donde los negros no podían tener hijos en pos de ese “mejoramiento”. Esas escuelas fueron las que marcaron los fundamentos para el genocidio de Adolfo Hitler y el desarrollo de toda su estrategia de aniquilación. Sin embargo, algunos de aquellos intelectuales y científicos no llegaron al extremo de apoyar ni las castraciones ni la matanza de chicos, y crearon tiempo después la denominada eugenesia social, una suerte de mejoramiento de la raza desde lo cultural. Ahí es cuando aparece por primera vez el término “hispanidad”, y ese es otro punto en contacto con la dictadura argentina, ya que el terrorismo de Estado que irrumpe en 1976 se refiere a lograr una “argentinidad” libre de todo comunismo, ateísmo y terrorismo marxista. Para ellos, era la argentinidad la que nos representaba verdaderamente ante el mundo.
–¿Cuáles eran las características fundamentales de aquella hispanidad?
–Alcanzar una sociedad de caballeros y lograr volver a la España de los siglos XV y XVI, la del catolicismo, la guerrera, la imperial, la inquisidora. Eso empieza a rediseñar una noción de raza no sólo para los mismos españoles, sino también para los latinoamericanos, y en realidad para la totalidad de los hispanoamericanos, la Argentina incluida como eslabón fundamental. Se le da forma a ese “nosotros”, frente a los “otros”, los que están con la Revolución Francesa, los malthusianos, los partidarios de una diversidad cultural que respete al ser humano. Siguiendo con el análisis, todas esas teorías y diseño de medidas que en definitiva eran discriminadoras son las que preparan el caldo de cultivo para la República y la irrupción de Franco en 1936. Y el accionar contra el “otro” es terrible; no olvidemos que el franquismo también tenía campos de concentración donde eran encerrados los prisioneros que se salvaban de ser asesinados. En plena Guerra Civil, Vallejo-Nágera hasta realizó estudios con esos prisioneros y con las mujeres en cautiverio. Era un misógino que llegó a varias conclusiones, y tomó a los republicanos como delincuentes anormales. Trabajo que bajo un matiz “científico” le servía para diseñar verdaderas políticas de Estado. Cuando Franco gana la guerra, es la ciencia la que vela para que esa cultura de hispanidad quedara y se perpetuara como la única posible, legitimando el orden establecido. Aclaro lo del matiz científico, porque es importante: los responsables de llevar esto a cabo, desde la medicina y la sanidad, no eran profesionales sueltos, sino los grandes reconocidos de aquel entonces. Si uno visita hoy la biblioteca de la Facultad de Medicina podrá corroborar que las revistas más renombradas y especializadas del arranque del 1900 toman a Vallejo-Nágera y a sus contemporáneos españoles como fuentes respetadas y reconocidas a nivel mundial. 
–¿En qué consistían esos estudios del “otro”?
–Eran investigaciones que formalizaban la descripción de marxistas, delincuentes y fanáticos para describir a los republicanos, y justificar su encarcelamiento. Con respecto a las mujeres detenidas en esos campos de concentración, el psiquiatra llegó a decir en uno de sus libros que ningún republicano podía legar un nombre honrado a sus hijos. Consecuencia: el sistema represor español separó los hijos de sus madres presas a partir de los tres años, y elaboró una reforma de las leyes de Orfandad y de Adopción, dando luz verde para que las criaturas fueran a familias “occidentales y cristianas”. El mismo Baltazar Garzón sostuvo en un trabajo reciente que en la actualidad, unos 31 mil españoles adoptados en esa época  no conocen su verdadero origen. Son conclusiones a las que el juez arribó después de leer atentamente el trabajo de Ricard Vinyes, Montse Armengou y Ricard Belis sobre los niños perdidos del franquismo.
–Antes explicabas que, basados en esa escuela española, los militares argentinos prolongaban el castigo a los hijos de los
desaparecidos. ¿De qué manera lo hacían?
–Esta cuestión es interesante, porque a pesar de que es indudable que hubo un Plan Sistemático y que el robo de bebés fue una acción diseñada y ejecutada como sistema, todavía hay quienes sostienen que la apropiación se trató de hechos aislados de delincuencia, minimizándola a la gestión de un matrimonio que, al no poder tener hijos, usaba sus influencias para que ciertos generales y coroneles les facilitaran una criatura. La idea de castigar a los padres secuestrándolos o matándolos, y extender ese castigo a la descendencia, tenía como fin principal reeducar a la nueva generación, porque la base de la eugenesia social marcaba que el “nuevo” medioambiente iba a transformar y corregir a esas personas. A Vallejo-Nágera, que es el primero que psiquiatriza al disidente político, también hay que recordarlo por la teoría del círculo completo que ayudó a dar un marco teórico a este plan de exterminio y apropiación: el represor, primero infringe una derrota militar a su oponente, asesinándolo o desapareciéndolo; y luego le gana la lucha cultural, apoderándose de su descendencia para “reencausarla”. Ahí la dictadura cierra el círculo, y eso es lo que trataron de hacer los golpes militares en la Argentina. Incluso, este médico fue más allá: obligó a repatriar a los hijos de los republicanos que habían logrado sacarlos del país para salvarles la vida. Existieron miles de niños reingresados al territorio español gracias al trabajo del Servicio de Inteligencia fascista y de ejércitos amigos, como el italiano y el francés.
–Más allá de la responsabilidad de los militares, en el tema de las apropiaciones hay un costado poco investigado, que es la pata judicial. Los Tribunales de Menores que avalaron guardas y adopciones irregulares, por ejemplo.
–Bueno, ese es otro punto de contacto entre el franquismo y la dictadura argentina, y se puede decir que nuestros generales también aprendieron de aquello. Cuando yo hablaba de las modificaciones que Franco impulsó en las leyes de adopción, también hay que decir que esa cuestión influyó fuertemente en nuestro sistema represor. Sobre un total de 500 chicos apropiados, hasta ahora un centenar fue restituido. Del centenar de restituciones, un 60% corresponde a bebés que fueron entregados gracias a una ley modificada durante el gobierno de Alejandro Lanusse, cambio que ya había recibido numerosas críticas porque, entre otras cosas, quitaba la potestad de los menores a los padres considerados perseguidos políticos. Mientras que el restante 40% de los nietos fue inscripto en registros pseudo legales, avalados por jueces de menores y distintos estamentos de la justicia. Pero esa pata judicial no podía hacer nada sin otra estructura, y me refiero a la de la sanidad, que estaba aceitada minuciosamente. Hablo de hospitales militares, profesionales de distintas disciplinas, maternidades clandestinas, médicos responsables de los nacimientos, enfermeros, anestesiólogos.
–¿Cuál es el resultado final de esa lucha cultural, vinculada a aquello del círculo que la dictadura intentaba cerrar?
–En realidad, no se trata de reducir el tema a ganar o perder. Por lo pronto, la Argentina contó con algo que no hubo en muchos países: el aporte y la lucha de organismos de Derechos Humanos, como la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, surgida en la década de 1930. Organismos con autonomía, que no dependían de partidos políticos ni eran funcionales a ningún aparato. Los acuerdos de impunidad entre sectores políticos y militares, como por ejemplo, lo que intentaron Ítalo Luder y Herminio Iglesias, cuando prometieron que si en los ’80 ganaba el justicialismo no habría juicios, fueron arreglos desbordados por la legitimación de esos organismos. Y lo mismo pasó con los indultos, que a pesar de decretarse, después fueron al archivo. Esa decisión por esclarecer el pasado y condenar a los culpables fue fruto del esfuerzo de los organismos en su conjunto, idea que después tomó el kirchnerismo y terminó de darle forma. Por eso digo que esto no ocurrió en otros países. Ni siquiera en España, donde hubo un Pacto de la Moncloa y las investigaciones se pararon por mucho tiempo, aunque hoy, por suerte, la realidad es distinta. Miremos lo que pasa en Uruguay: es lamentable escuchar las opiniones de Pepe Mugica sobre la Ley de Caducidad. Volviendo a la batalla cultural, la dictadura perdió en varios frentes, pero no en todos. Los juicios avanzan, los responsables del genocidio van cayendo, pero también es cierto que las consecuencias nefastas de la tremenda recesión económica impuesta a partir del golpe todavía castigan. Lo importante es que el rumbo político para librarnos de ese peso continúe, y no se pierda lo que se logró hasta ahora.

El franquismo y los “padres” del robo de bebés

Publicado el 5 de Junio de 2011

Antonio Vallejo-Nágera fue el jefe de los Servicios Psiquiátricos del ejército de Francisco Franco, autor entre 1938 y 1939 de cinco informes que tituló Biopsiquismo del fanatismo marxista. Los textos analizan “las relaciones entre las cualidades biopsíquicas del sujeto y el fanatismo político-democrático-comunista”, y fueron el “marco científico” en el que el dictador español se basó, no sólo para eliminar a sus enemigos políticos en la Guerra Civil, sino además perpetuar ese dominio a sus hijos, encarcelando a mujeres embarazadas y apropiándose de miles de criaturas nacidas en cautiverio para “mejorar la raza” y “reinsertar a esos individuos en la hispanidad”.
Padre de la psiquiatría española, el médico ingresó en el Cuerpo de Sanidad Militar en 1910. Durante la primera Guerra Mundial, cumplió el rol de agregado militar en la embajada en Berlín, donde experimentó por primera vez en campos de prisioneros. Ya con el franquismo en el poder, uno de sus trabajos sostenía que “la medicina exige una política, el marxismo es una enfermedad y en nuestras manos está en gran parte su tratamiento”.
En 1937, en su libro Eugenesia de la hispanidad y regeneración de la raza, pide agradecer “a Nietzsche la resurrección de las ideas espartanas acerca del exterminio de los inferiores orgánicos y psíquicos, a los que llama parásitos de la sociedad. La sociedad moderna no admite tan crueles postulados en el orden material, pero en el moral no se arredra en llevar a la práctica medidas incruentas que coloquen a los tarados biológicos en condiciones que imposibiliten su reproducción y transmisión a la progenie de las taras que les afectan. El medio más sencillo y fácil de segregación consiste en internar en penales, asilos y colonias a los tarados, con separación de sexos.” Ideas que, finalmente, Franco llevó a la práctica en el campo de concentración de San Pedro de Cardeña, durante la época de la República.
En la dictadura argentina, uno de los que apoyó la teoría del psiquiatra fue el general Agatino Di Benedetto, médico subdirector del Hospital Militar de Campo de Mayo entre 1976 y 1977, y a cargo de su Dirección entre 1978 y 1979. Campo de Mayo operó bajo el Comando de Sanidad Militar.
Di Benedetto también fue uno de los que reconoció durante los juicios a los represores que existieron decretos y órdenes de qué hacer con las mujeres embarazadas, y cómo proceder con los recién nacidos clandestinamente. Con una premisa que era de cumplimiento obligatorio: separar inmediatamente al niño de su madre, aniquilar a la mujer e ingresar a las criaturas a un sistema de listas para su entrega posterior.

Fuente: Tiempo Argentino
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