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¡ Cuánta falta nos hace el respeto ! por Leonardo Boff
26 de Agosto de 2011
La cultura moderna, desde sus albores en el siglo XVI, está asentada sobre una brutal falta de respeto.
Primero hacia la naturaleza, tratada como un torturador trata a su víctima con el propósito de arrancarle
todos sus secretos (Bacon). Después, con las poblaciones originarias de América Latina. En su Brevísima
Relación de la Destrucción de las Indias (1562) cuenta Bartolomé de las Casas, como testigo ocular, que
los españoles «en sólo 48 años ocuparon una extensión mayor que el ancho y largo de toda Europa y una
parte de Asia, robando y usurpando todo con crueldad, injusticia y tiranía, habiendo sido muertas y destruidas
veinte millones de almas de un país que habíamos visto lleno de gente y de gente tan humana» (Décima Réplica).
Luego esclavizó a millones de africanos, traídos para las Américas, negociados como «piezas» en el mercado y
consumidos como carbón en la producción.
Sería larga la letanía de la falta de respeto de nuestra cultura, culminando en los campos de exterminio nazi con
la aniquilación de millones de judíos, gitanos y otras personas consideradas inferiores.
Sabemos que una sociedad sólo se construye y da un salto hacia relaciones mínimamente humanas cuando
establece el respeto de unos hacia otros. El respeto, como bien lo mostró Winnicott, nace en el seno de la familia,
especialmente de la figura del padre, responsable del paso del mundo del yo hacia el mundo de los otros, que surgen
como el primer límite a ser respetado. Uno de los criterios de una cultura es el grado de respeto y de autolimitación
que sus miembros se imponen y observan. Surge entonces la justa medida, sinónimo de justicia. Si se rompen los
límites, aparece el irrespeto y la imposición sobre los demás. Respeto supone reconocer al otro como otro y su valor
intrínseco, bien sea persona o cualquier otro ser.
Entre las muchas crisis actuales, la falta generalizada de respeto es seguramente una de las más graves. La falta
de respeto campea en todas las instancias de la vida individual, familiar, social e internacional. Por esta razón, el
pensador búlgaro - francés Tzvetan Todorov en su reciente libro El miedo a los bárbaros (Galaxia Gutenberg 2008)
advierte que si no superamos el miedo y el resentimiento y no asumimos la responsabilidad colectiva y el respeto
universal, no tendremos cómo proteger nuestro frágil planeta y la vida en la Tierra ya amenazada.
El tema del respeto nos remite a Albert Schweitzer (1875-1965), premio Nobel de la Paz en 1952. Natural de Alsacia,
era uno de los más eminentes teólogos de su tiempo. Su libro Historia de las investigaciones sobre la vida de Jesús
es un clásico, por mostrar que no se puede escribir científicamente una biografía de Jesús. Los evangelios contienen
historia pero no son libros históricos. Son teologías que usan hechos históricos y narrativas con el objetivo de mostrar
lo que Jesús significa para la salvación del mundo. Por eso, sabemos poco del Jesús de Nazaret real. Schweitzer
comprendió que el Sermón de la Montaña es histórico y es importante vivirlo. Abandonó la cátedra de teología, dejó de
dar conciertos de Bach (era uno de sus mejores intérpretes) y se matriculó en la facultad de medicina. Terminada la
carrera, fue a Lambarene en Gabón, en África, para fundar un hospital y servir a enfermos del mal de Hansen. Y allí
trabajó, dentro de las mayores limitaciones, todo el resto de su vida.
Confesaba explícitamente: «lo que necesitamos no es enviar allí misioneros que quieran convertir a los africanos, sino
personas dispuestas a hacer por los pobres lo que debe ser hecho, si es que el Sermón de la Montaña y las palabras de
Jesús tienen un sentido. Lo que realmente importa es volverse un simple ser humano que, en el espíritu de Jesús, have
alguna cosa por pequeña que sea».?
En medio de sus quehaceres de médico encontró tiempo para escribir. Su principal libro es Respeto ante la vida que él
coloca como eje articulador de toda ética. «El bien», dice él, «consiste en respetar, conservar y elevar la vida hasta su
máximo valor; el mal, en no respetar, destruir e impedir que la vida se desarrolle». Y concluye: «cuando el ser humano
aprenda a respetar hasta al menor ser de la creación, sea animal o vegetal, nadie necesitará enseñarle a amar a su
semejante; la gran tragedia de la vida es que muere dentro de un hombre mientras vive».
Qué urgente es oír y vivir este mensaje en los días sombríos que la humanidad está atravesando.
Agregado de quien difunde: la hermosa y sabia obra humanitaria realizada por el médico Albert Schweitzer impactó por
aquella época en dos jóvenes argentinos, uno cordobés y el otro rosarino quienes en varios hospitales de América investigaron y
lucharon contra el mismo mal de Hansen (Lepra) que preocupaba a Schweitzer. Ambos anhelaban emular al Premio Nóbel de la Paz,
abriendo un Hospital Gratuito para Pobres en América. No lo consiguieron y terminaron uno siendo fundador de la Academia de
Medicina en Santiago de Cuba y el otro Ministro de Industrias en ése país. El Doctor Alberto Granado Jiménez, cordobés, falleció en
Marzo de 2011, en La Habana. Su amigo el rosarino había sido asesinado en 1967 en Valle Grande Bolivia, se llamaba Ernesto Guevara
De la Serna y le decían "el CHE". (investigó Eladio González, Toto)