miércoles, 16 de noviembre de 2011

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INMENSA LECCION DE DIGNIDAD DE LAS COMPAÑERAS EX PRESAS

Publicado el 14 noviembre, 2011 por Sancho

DESPUES DEL PROGRAMA DE CANAL 10 DONDE COMPARECIERON COMPAÑERAS EXPRESAS POLITICAS.  Compañe@s: Debo confesar que, como muchos compañeros, aún estoy conmocionado. Y eso que, también como muchos compañeros, tengo el pellejo duro y el alma blindada para estas cuestiones. Porque una cosa es saber que esto había pasado, y muy otra es que se diga que eso pasó y que lo digan las mismas compañeras involucradas. No es lo mismo.  

Y no me refiero sólo a la mención de las torturas,y todo lo que significan, sino (voy al grano) a las violaciones que sufrieron.

Seamos honestos: ese tema en concreto había sido (busco la palabra adecuada) soslayado, o menospreciado, u ocultado a la conciencia crítica de todos nosotros. No era tema de trato corriente, no entraba en los análisis de la acción impune de la dictadura contra tantas compañeras.

Quedaba en el ámbito de lo privado, de lo íntimo, de lo personal, el área, el sacrificio, de la inmolación.

De alguna manera se activaba aquella idea de que todos pagamos algo, y ese era el tributo personal, de la mujer, a las ansias y desvelos revolucionarios. Pero además, desde el otro lado, esto se valoraba como el precio a su desfachatez de romper con la norma que establece que esas cosas estaban reservadas a los hombres. Doble estigma, pues, y más dura la pena y el pago de tributos: además de revolucionarias, eran mujeres.

Y, de alguna manera, ese estigma perduró, como efecto residual, en democracia recuperada. Porque se las condenó a no hablar de ese tema, aunque el dolor perdurara en sus entrañas, márcandolas para toda su existencia.

Hoy sabemos que la dictadura no sólo hizo desaparecer a muchos compañeros, también hizo desaparecer mucho rastro de su ignominia, y también quiso hacer desaparecer estas atrocidades, esta vez con la anuencia callada de una sociedad con mucha hipocrecía y mucho cinismo en su acervo cultural. (Me hago cargo de lo que digo y tengo pruebas). Sigo sosteniendo que la dictadura no logró su asentamiento por doce años solamente con sus bayonetas, la represión y el terror. También sentó su poder encima de la complascencia de una buena parte de la sociedad uruguaya, que calló y otorgó y que, por lo tanto, también tenía su cola de paja.(No hago concesiones a la hipocrecía, en ningún terreno).

Y quienes la apañaron también fueron los artífices de la impunidad y por eso se explica el voto amarillo y por eso caemos en la cuenta (hoy) de que era verdad aquello de que los DDHH no se plebiscitan.

Y acá involucro a mucho más que la simple derecha, también va para una buena parte de la izquierda. En la hora de hacer autocríticas, no la hagamos a otros, que eso no es autocrítica.

Sosteníamos que eso era parte de la cruz que debería cargar cada una, si el intento colectivo luego fracasaba. Quien cae, deberá cargar las consecuencias y a no quejarse, porque la salvación no està en este mundo y tu vida no vale nada, estamos luchando por la Humanidad. La redención  está en el mundo mejor, el del pan y las rosas, por el que, precisamente, luchamos y que algun dia llegará. Lo otro es perder la fé en la clase obrera y en el triunfo final del proletariado. (¡No me digan que jamás escucharon eso!)

Todos pagamos tributo a aquella concepción que establecía que las compañeras y compañeros militantes eran (éramos) héroes de la causa modestos kamikases, que debíamos aceptar (sufrientes) la tortura y lo que sea, porque eso deriva de lo que estamos haciendo. La lucha por un mundo mejor para nuestros congéneres no es gratis compañeros.

Es, diría, la parte religiosa, jesuítica, mística, de la concepción revolucionaria.

¡Qué inmensa fuerza anímica debió asistir a las compañeras para revertir esto!. No sólo contra la impunidad, sino contra quienes la justifican, como si fueran “gajes del oficio”, dicho de una manera cínica y tremendamente despreciativa. Como la expresión de aquella señora, votante blanca ella, que comentó, luego de ver todo esto: “y bueno, ellas sabían a qué se exponían cuando se largaron a hacer lo que hicieron”

Eso se denomina, en términos de Hannah Arendt, banalización del mal, victimización del victimario. Es la justificación del violador, de Neber Araújo, cuando preguntaba en su informativo, qué andaba haciendo una niña de doce años, con minifalda, a las nueve de la noche. El violador no era el problema, era la adolescente. La exculpación del delincuente  gracias a la canallesca suposición de la intención de la víctima de ser atacada. Una proeza de cinismo maloliente, si las hay, de la derecha astuta, cínica, hipócrita, inhumanizada. Y no me duelen prendas, en este caso, de adjetivar. Porque bien merecido se lo tienen.

Mi abrazo solidario a la inmensa dignidad de las compañeras para enfrentar la ignominia y la hipocrecía. Un hermoso ejemplo de fuerza y de esperanza militante.

Abrazo a todas, Carlos Pérez

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