AGUAFUERTES AMBIENTALES
NUBE
TÓXICA EN BUENOS AIRES:…No quiero ni pensar…
por Ricardo luis mascheroni
Todos los que ya no somos tan jóvenes, tal vez recordemos, una famosa
publicidad de un conocido pegamento, que por lo general se pasaba en los
cines, en la cual a partir de un pequeño incidente doméstico, los servicios
de emergencias (bomberos) llegaban al lugar del hecho y en una cadena de
desaciertos chaplinescos, terminaban destruyendo todo.
Algo parecido se produjo en el puerto de Buenos Aires, días pasados, ante
el escape o rotura de un recipiente conteniendo un producto tóxico destinado
a la preparación de plaguicidas (insecticidas), que diera lugar a dimes y
diretes y una gran cobertura de prensa, que se repartía entre este hecho,
los coletazos e implicancias del fallo de la Cámara Civil sobre la guerra
Clarín-Gobierno y la copiosa lluvia caída en aquella ciudad.
Cuál o qué era el químico liberado, es secundario a los fines de esta nota,
no lo es para quienes debían o deberían actuar en la prevención o
minimización de los impactos provenientes del incidente, que casi tres
horas después de ocurrido, todavía no sabían de qué producto se trataba a
tenor de los distintos reportes periodísticos.
Lo central es que infinidad de productos de igual toxicidad o directamente
letales, ingresan al país o se transportan a lo largo y ancho de toda su
geografía, atravesando en muchos casos ciudades de miles, cientos de miles
o millones de habitantes, sin que los organismos encargados de velar por la
seguridad de las personas en cada rincón de la misma, sean notificados con
la antelación que el caso requeriría ante eventuales accidentes, o tengan
la suficiente preparación y coordinación para evitar consecuencias
lamentables.
No quiero en la presente cargar las tintas sobre los sufridos servidores
públicos, que muchas veces exponen sus vidas y su integridad física con
entrega y valentía, en condiciones precarias y sin los elementos adecuados.
Si quiero desnudar la impericia, falta de idoneidad e improvisación de
aquellos que tienen la responsabilidad de evitar y minimizar las
consecuencias de este tipo de eventos, que no son excepcionales y que se
reiteran con demasiada asiduidad para mi gusto.
Valgan a tales fines y como ejemplos: el lamentable y doloroso caso de
Cromagnón, el accidente ferroviario de Once, la caída cada vez más
reiterada de edificios en construcción o el derrame de gas cianhídrico
ocurrido en la ciudad de Avellaneda en 1993, que diera lugar al dictado de
la hipócrita Ley 24.605, que instituyó el Día Nacional de la Conciencia
Ambiental, o la muerte de 25 bomberos voluntarios de entre 11 y 22 años,
intentando apagar un incendio en Puerto Madryn, Chubut en 1994; entre
tantos otros desastres.
Lo
ocurrido en el puerto capitalino, nos habilitaría a decir como en muchas
historias y relatos, que cualquier parecido con la realidad, es pura
casualidad.
El incidente dejó a la vista la incompetencia, la negligencia y la
impericia de los que tienen a su cargo las áreas pertinentes que deben
atender estas emergencias. Tan es así, que en las primeras horas de
ocurrido el mismo, las órdenes, alertas y recomendaciones, eran tan
descabelladas y contradictorias, que podrían haber generado, de haber sido
otro el químico, un desastre de magnitud.
Como Dios atiende en Buenos Aires, la lluvia ayudó bastante, por lo menos
para aplacar la nube.
Quiero, sin ser un experto en catástrofes, y a tenor a los informes de
prensa, resaltar algunas acciones o comportamientos que reafirman lo expresado:
1.-
Tratamiento del producto con agua no bien iniciado el escape, lo que
demuestra que no se sabía en qué consistía el mismo y que nadie consultó
con la fojas de ruta del mismo (obrantes en el puerto, o eso creo) para
saberlo, lo que agravó el problema.
2.- No
utilización inmediata del equivalente local de la cadena nacional de medios
de comunicación, con una conducción centralizada, que en principio
impidiera que la gente salga a la calle hasta que se sepa cómo actuar, ya
que en este aspecto las recomendaciones eran imprecisas.
3.- En
estos casos, se debe impedir que los medios de transporte “entren con
pasajeros” a la zona en cuestión, no interrumpir los servicios, lo que
provocaría que en la necesidad de evacuaciones masivas, no se cuente con
disponibilidad de ellos para agilizar las mismas.
Sinceramente espero, en beneficio de todos, que estas lecciones dolorosas
sirvan para tomar nota y actuar en consecuencia, ya que en caso contrario y
como lo expreso en el epígrafe, no quiero ni pensar, si en algunas
de las centrales nucleares tan caras al sentir del Gobierno Nacional, se
produjera un accidente de mediana intensidad, cuáles serían las
consecuencias.
Si así no lo hicieran, Dios nos libre y guarde.
Ricardo
Luis Mascheroni
Docente
Santa Fe
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