El más
reciente Último
Jueves semejó un debate en cualquier, o al menos en la mayoría,
parlamento del mundo: enseguida se perfilaron varias tendencias. A una u
otra se suscribieron, y defendieron con pasión, Milena Recio, profesora de
periodismo digital en la Facultad de Comunicación de la UH; Rosa Miriam
Elizalde, editora de Cubadebate; Francisco Rodríguez, periodista,
autor del blog Paquito el de Cuba; Juan Fernández, asesor en el
Ministerio de Comunicaciones y profesor adjunto en la UCI; Iroel Sánchez,
coordinador de EcuRed y editor del blog La pupila insomne. Como moderador
intervino Rafael Hernández, director de la revista Temas.
“Cultura, movimientos y redes sociales en Internet” fue el asunto que
desató la porfía. Para Milena Recio no cabe la menor duda acerca de que la
llamada red de redes no es un mero canal de comunicación ni un universo
paralelo, sino un espacio de socialización donde se comparten experiencias.
“Cualquier desarrollo comunicacional, de gestión económica, educativa,
cultural, científica, que ocurre hoy en Internet, para y con ella, se
produce en un continuo desde nuestro mundo físico”. El vínculo, según la
especialista, refleja los modos de relación existentes en el mundo real y
es de doble vía: desde y hacia la red. “Internet acompaña la emergencia de
una cultura contemporánea atravesada por la impronta de las tecnologías de
la informática y las comunicaciones (TIC). Posee alrededor de 2 400
millones de usuarios distribuidos en todo el mundo, un tercio de la
población mundial. Incluso para quienes no acceden a la web, o no tienen
contacto directo con esta tecnología, ella es un referente. En la
actualidad, y tomo en cuenta también el contexto específico de Cuba, la
desconexión absoluta no existe; de una u otra manera el hecho de la
conectividad y los flujos de información digitales transforma nuestras
circunstancias. Internet modela, modifica, conforma las maneras en que
somos, incluso a nivel individual”.
Rosa Miriam Elizalde sostuvo el mismo enfoque: “Debo recordar que Internet
no es la única plataforma digital de socialización existente. Lo son
también el teléfono, la memoria flash, la cámara fotográfica. Uno de los
graves problemas metodológicos al acercarnos a este mundo es imaginar a
Internet como si fuera radio, televisión y prensa escrita todo junto en un
mismo medio. Por el contrario, se trata de una herramienta absolutamente
nueva en la sociedad humana, que tiene a la vez la capacidad de ser una
manera en que se organiza esa sociedad, una forma organizacional. A partir
de ella la vida no es la misma, a la realidad cotidiana se le ha agregado
otro escenario, el del mundo virtual, y eso es importante comprenderlo,
sobre todo si queremos entendernos con los jóvenes, cinco millones de
cubanos nacidos después de 1980, que han vivido en la franja de lo que los
teóricos llaman ‘nativos digitales’, en estrecha relación con la ‘ecología
digital’; ha habido un cambio generacional no convencional, una relevante
transformación evolutiva.
“La web, el blog, Facebook, Twitter, son extensiones simbólicas de
instituciones que existen en la realidad. La web es la biblioteca más el
estanquillo de la esquina, Facebook es la discoteca o el parque donde
los jóvenes se relacionan, un blog es un diario personal y Twitter es
‘radio bemba’, el rumor. Insisto, cada una de estas plataformas es
diferente, pero en Cuba, y eso resulta una limitación seria, se ha querido
legislar con los mismos parámetros para todas ellas y los medios de
comunicación convencionales”.
Durante tres años Francisco Rodríguez ha mantenido activa su bitácora.
Nació, confiesa, “de una necesidad de comunicación, ampliar horizontes,
relacionarme con otras personas. Y, además, escribir cosas que por su
carácter personal no podía publicar en los lugares donde trabajo”. Desde
entonces transformaciones sustanciales han acaecido en su cotidianidad, en
cuanto a horarios, ritmos, prioridades, nexos humanos.
“Emprendí una serie de acciones en defensa de los derechos por la libre
orientación sexual y la identidad de género. Me fui asociando a personas
que abogan por acabar con discriminaciones y prejuicios. De pronto me vi
convertido en un activista. Internet nos permite extender el campo de lo
que podemos hacer, organizarnos para determinados propósitos que no siempre
es fácil llevar adelante por las vías tradicionales”. Desde la primera
frase, sin rodeo alguno, Juan Fernández rebatió lo que considera un
determinismo tecnológico, muy extendido en el pensamiento intelectual
contemporáneo. “Estoy en total desacuerdo con los panelistas que me
precedieron; con esa manera mística de referirse a Internet, como si tuviera
un impacto extraordinario en la sociedad contemporánea y fuera determinante
en el devenir histórico y en las relaciones sociales".
“No estoy en contra de Internet, llevo años trabajando en función de ella,
en Cuba y en Naciones Unidas. Tiene muchas aplicaciones, decisivas sobre
todo en el campo económico, pero es solo una tecnología, aunque magnífica.
No es autónoma ni neutral, refleja los valores e intereses de los países
que la desarrollaron y controlan. Permite intercambiar opiniones, hacer
política, sociabilizar; sin embargo, ¿esto representa de verdad a los
movimientos sociales? Depende. Por ejemplo, recientemente pusieron por la
televisión un documental muy interesante sobre campesinos hondureños que
luchan contra los terratenientes, pueden utilizar Internet en algún momento
para divulgar sus demandas, mas yo dudo que se dediquen a participar en
redes sociales, a mandar e-mails, cuando los están moliendo a palos”,
declaró.
Con énfasis, en línea similar, Iroel Sánchez argumentó: “Las redes sociales
se basan en la teoría de los grafos, con nodos y aristas. Ahí también hay
escalas, no todos los nodos pesan lo mismo.
Dichas redes no cambian jerarquías por estar en Internet. Cuando uno mira
los primeros lugares en buscadores como Google y redes sociales como
Facebook, los ve ocupados por los grandes medios.
Para estar en esos niveles hace falta tecnología, dinero y publicidad; todo
eso lo controlan las mismas personas: los anunciantes y accionistas de los
medios. “Un filósofo español habla sobre la era del ciberfetichismo. Él
dice que la parte más importante de la expresión sociedad de la información
es sociedad. Para él, lo que pasó en Egipto no se produjo porque 21% de los
egipcios goza de acceso a Internet, sino porque detrás del movimiento hubo
sindicatos y otras organizaciones. Algo distinto pasa con Occupy, incapaz
de sostenerse en el tiempo.
En Chile, Camila Vallejo tiene cuatrocientos mil seguidores en
Twitter pero la respalda una Federación de estudiantes con una
organización, asambleas y capacidad de movilización real para llenar las
calles. No quiere decir que las nuevas tecnologías no sean útiles; en
Venezuela se ha potenciado que las bases que apoyan el proceso bolivariano
usen las redes, se ha invertido en tecnologías que posibiliten el acceso de
los sectores más humildes, tanto para el conocimiento como en la lucha
política, así se ha facilitado, por ejemplo, que los seguidores de Chávez
sin acceso a Internet en el móvil puedan seguir su cuenta en Twitter a
través de SMS”.
Una de cal y más de
arena
Igual que ocurre en la mayor parte de los vehementes duelos parlamentarios,
los implicados se empeñaron en recalcar una y otra vez sus posturas.
“Ciberfetichista y practicante de la palabra profética sobre Internet” se
autorreconoció con cierta ironía Milena Recio. “Pensemos qué le pasaría a
la economía global si las redes, no solo Internet, desaparecieran por un
acto de magia: se produciría un cataclismo. No disiento completamente de lo
dicho por Juan e Iroel, pues compartimos muchas de las ideas, pero hay
matices. Por supuesto, se mantienen jerarquías físicas y no físicas en el
mundo de hoy; sin embargo, es posible visibilizar espacios, rostros, voces
que antes no se veían.
La Primavera árabe no se hizo solo desde la tecnología, pero no hubiera
ocurrido sin los teléfonos digitales”.
Al respecto, la apoyó Rosa Miriam Elizalde: “Procesos como ese no se
originan en tan corto ciclo histórico sin unos instrumentos que permitan
tal asociación. Para movilizar a un millón de personas contra la guerra en
Viet Nam, en los Estados Unidos se necesitaron tres años; para reunir un
millón de personas en 2003 contra la guerra en Iraq, se necesitaron tres
meses; para congregar un millón de personas en Túnez, apenas unas horas.
“Esto se enlaza con otro concepto: no es lo mismo brecha digital que brecha
económica; una persona puede pertenecer a estratos marginados del poder
económico y, sin embargo tener un teléfono móvil. Eso no significa que el
mundo sea menos desigual, pero se crean redes, relaciones entre grupos,
poderosas interconexiones, a partir de estos nuevos artefactos”.
Juan Fernández e Iroel Sánchez reiteraron que lo importante no es la
tecnología, sino cuáles relaciones se establecen con ella y en qué sociedad
se utiliza. Sobre otras facilidades ofrecidas por la red de redes, el
primero comentó: “Más volúmenes de información no equivalen a mayor
desarrollo cultural. De acuerdo con numerosos especialistas, aunque en
Internet hallamos cosas interesantísimas, el que en ella cualquier persona
ponga a circular sus ideas conspira contra el nivel cualitativo de lo que
se publica”. El otro disertante arguyó que aun cuando nada queda hoy sin
publicarse por falta de espacio, como ha explicado Julian Assange lo
importante es “el sabor de la sopa” y añadió que las informaciones
alternativas son ahogadas por el mainstream.
Asimismo trajo a colación una polémica, muy actual, acerca del uso de
Internet en la educación primaria y secundaria. “Académicos como Langdon
Winner hablan de ‘saturación digital’ y se preguntan si la web debe ser
empleada solo por los profesores en la preparación de sus clases, si los
alumnos pierden el tiempo haciendo cualquier cosa en lugar de aprender. Los
empleados de Google y Microsoft en Silicon Valley eligen mandar a sus hijos
a escuelas donde no se utiliza Internet ni computadoras. Creo que estas
tecnologías plantean desafíos culturales completamente nuevos”.
A Francisco Rodríguez tales reservas sobre Internet le recuerdan, “pensando
en las condiciones de Cuba, los consejos de los médicos acerca de que la
carne de res hace daño, justo cuando no hay carne. Más información no
implica necesariamente más conocimiento, pero se empieza a vivir de otra
manera. Yo creo que sí ocurren modificaciones culturales, se dan al menos
en tres niveles: en el individual, en el de los grupos sociales y en el de
la relación con el poder. Este último puede asumir diversas posiciones
básicas ante el cambio: oposición frontal (mecanismos de control y
coacción), utilizar para sus fines las nuevas posibilidades, como hace el
poder hegemónico capitalista al llenar de banalidad esos espacios
digitales; o abrirlos a la sociedad para construir un paradigma más
participativo del que tenemos hoy”.
Cuba en la mira
Las intervenciones por parte de la concurrencia acerca de la relevancia y
el mayor o menor impacto de las TIC, en especial Internet, evidenciaron que
el centro de las preocupaciones apunta hacia la situación en la Isla. ¿Más
allá de las limitaciones tecnológicas existentes, Cuba saca todo el provecho
que pudiera de Internet? ¿Por qué no se ha creado aquí una ley que la
regule? ¿A qué se debe que las redes sociales son vistas por muchas
instituciones como un espacio de diversión y no como oportunidad de
promover visibilidad política o mercados para las empresas nacionales?
¿Cuál es el impacto concreto de estas tecnologías sobre las diversas capas
y grupos etáreos de la sociedad? ¿Cómo se pretende preparar a los cubanos
en el uso de Internet si apenas 15% accede a ella y no se ofrece la
oportunidad tangible de tenerla?
A estas preguntas se sumó la última de Rafael Hernández: ¿Cómo debieran
encauzarse las políticas culturales y el desarrollo en relación con
Internet, en el empeño de lograr un modelo socialista más pleno?
Pocos paneles de Último Jueves se han esforzado tanto como este en
responder de manera puntual y amplia a las múltiples interrogantes
generadas desde el auditorio, particularmente, en torno a un grupo de
puntos neurálgicos que se reiteraban.
Un inaplazable proceso de alfabetización, similar en relevancia y alcances
al que tuvo lugar en Cuba en 1961, propuso Milena Recio. Aunque urge, es
imprescindible, “convertir a nuestra Isla en un país –recalcó el siguiente
término– conectado”, la nueva campaña no puede esperar a que se instale el
equipamiento capaz de garantizar la conectividad sin restricciones. Debe
comenzar ya y contribuir a “aproximarnos a un enfoque nuestro, con sentido
socialista, para apropiarnos de la tecnología del modo que nos sirva a
nosotros, no del que se nos imponga. ¿Estamos preparados para ello? En
muchos sentidos sí, no olvidemos que en la Isla la escolaridad promedio es
de doce grados. Lanzo, como una provocación, el concepto de
infoutopía. Renovar la utopía revolucionaria de la sociedad cubana pasa por
asumir el concepto de información y los valores que esta aporta, como un
horizonte hacia el cual debemos movernos, con sentido creativo y de
justicia social”, concluyó.
“Alguien preguntaba si los escenarios digitales permiten socializar
el conocimiento –intervino Rosa Miriam Elizalde–. Digo que sí, y también se
sociabiliza la ignorancia. Aquí tiene importancia definitiva la educación
recibida. En lo referido a la apropiación cultural de las nuevas
tecnologías, las circunstancias de Cuba son excepcionales, porque dicha
apropiación empezó mucho antes de desarrollarse la infraestructura. El
acceso a estos instrumentos no solo ocurre en entornos urbanos, en las
zonas rurales también hay escuelas con computadoras. “Los cubanos que
se encuentra en la franja de los nativos digitales han tenido acceso desde
su educación elemental a los recursos informáticos y no hay grandes
diferencias entre regiones geográficas y grupos sociales”, sostuvo la
especialista. Y manteniendo una visión entusiasta, agregó: “Se ha producido
una adaptación evolutiva en el uso de las plataformas digitales. Ante las
limitaciones del acceso a la web, los muchachos se pasan todo tipo de
información por celulares y memorias flash, juegan en redes locales
adaptadas con los sistemas inalámbricos de las computadoras o chatean
aprovechando el Bluetooth de sus celulares. Están floreciendo también
gracias a mecanismos de mercado con regulaciones propias, que parecen
dirimirse en un vacío ideológico e institucional”.
En veloz sucesión, también Francisco Rodríguez comentó algunos criterios
del público: “Se mencionaba que la información en Internet puede ser
frívola o profunda, tener errores y objetivos no positivos. Es verdad, no
obstante pienso que la inteligencia colectiva es capaz, cuando se abren los
espacios, de detectar eso y autorregularse, es una experiencia adquirida a
partir de mi propia bitácora”, aseguró.
“Mientras más nos retrasemos en la conexión plena más comprometido
tendremos nuestro desarrollo futuro. Podemos utilizarla en función de una
sociedad participativa. En ese caso hay que entender que la vida cambió, no
se puede controlar la información. Es necesario enseñar, no restringir. Las
instancias de dirección deben avanzar en la comprensión de este tema. Por
ejemplo, resulta inconcebible que haya instituciones cubanas cuyos
funcionarios no poseen siquiera un correo electrónico internacional;
profesionales que habitualmente y por su trabajo necesitan sostener
relaciones con el mundo. Determinadas políticas, surgidas con la buena intención
de proteger nuestra soberanía, en estos momentos son erróneas”.
Sobre la incidencia de limitaciones financieras, Juan Fernández expuso:
“Para un país como Cuba, que no es dueño de las redes troncales de
Internet, el acceso a ella representa una importación, y no estoy hablando
solo de las inversiones internas en infraestructura necesaria para que
puedan llegar y ofrecer servicio los cables. No obstante es importante
desplegar las TIC en la Isla y convertirlas en algo provechoso para la
economía y la sociedad. Por desgracia no lo hemos logrado; todavía no
reportan un efecto positivo a la economía porque primero hay que
ordenar en Cuba el proceso económico, hacerlo eficiente, y luego
informatizarlo. Cuando se informatiza la ineficiencia se multiplica la
ineficiencia”.
Sin olvidar nunca que la falta de recursos monetarios y las penalizaciones
impuestas a la Isla desde el exterior atentan contra sus proyectos de
desarrollo, la nación cuenta con grandes potencialidades, opina Iroel
Sánchez: “Infomed, con 16 megabits por segundo, posee la misma capacidad
que pudiera tener un cibercafé en los Estados Unidos, sin embargo son los
16 Mbps más productivos del mundo si se toma en cuenta que de ellos
se sirven más de cien mil trabajadores cubanos de la salud y que los
cuarenta mil de ellos que hoy aportan los mayores ingresos al país desde el
exterior por exportación de servicios no podrían hacerlo con la calidad que
lo hace sin haber recibido un servicio de información como ese.
“Según la Unión Internacional de Telecomunicaciones, Cuba es la tercera
nación en el mundo en cuanto a habilidades para las TIC. Como ha sucedido
con Infomed y también con EcuRed, que recibe más de cien mil visitas
diarias, tenemos que aprovechar nuestro gran potencial humano. Sabemos que
todo ello implica inversiones –en beneficio del desarrollo económico y
social–, pero incluso nuestras organizaciones sociales y de masas, usando
mejor las redes y posibilidades informáticas, pudieran trabajar de manera
más eficiente, estrechar relaciones con sus representados desde abajo, en
función de la sociedad que queremos construir”.
Así concluyó el debate. Lloviznaba cuando abandonamos la sala Fresa y
Chocolate. Aun así algunos permanecieron en la acera, intercambiando
opiniones. Al parecer, Milena Recio llevaba razón al sugerir que se
retomara el tema en próximos Último Jueves, pues como diría un sastre,
todavía queda mucha tela por donde cortar.
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