REPRESORES ARGENTINOS COLORES PAPALES LESA HUMANIDAD
Bergoglio con una hinchada particular
Los 44 represores acusados por delitos de
lesa humanidad cometidos en La Perla entraron a la sala exhibiendo en su pecho
una escarapela con lazos amarillos y blancos. “Bergoglio ha sido su padre
espiritual después de (Raúl Francisco) Primatesta”, dijo Hugo Vaca Narvaja.
Por Marta Platía
Desde Córdoba
El flamante papa Jorge Bergoglio tiene su
hinchada: ayer los 44 represores acusados por delitos de lesa humanidad
cometidos en el campo de concentración de La Perla entraron a la sala
exhibiendo en su pecho una escarapela con lazos amarillos y blancos: los
colores del Vaticano. Imputados por el secuestro, tortura y desaparición de
cientos de personas, el ex jefe de Tercer Cuerpo de Ejército Luciano Benjamín
Menéndez, Ernesto “Nabo” Barreiro, Pedro Vergés y el resto de sus cómplices
inflaron sus pechos debajo de sus trajes no bien los fotógrafos les apuntaron
con sus cámaras: un hábito –el de la foto diaria– del cual se han quejado
siempre en éste y en otros juicios, pero que ayer les sirvió para festejar su
alegría por el nombramiento de Francisco.
“Yo pienso que así se ve quiénes están muy
entusiasmados con la elección de este Papa”, le dijo a Página/12 Guillermo
“Quito” Mariani: el cura rebelde que fue echado de su parroquia por publicar un
libro en el que contaba, entre otras cosas, sus amores de juventud, y es uno de
los principales integrantes del grupo de curas tercermundistas de Córdoba,
formado por sacerdotes disidentes, o que dejaron los hábitos para poder
casarse. “También creo que (los represores) se van a equivocar si creen que
Bergoglio estará plenamente de acuerdo con ellos. Pienso que él no puede
identificarse con la causa de los torturadores. Pero, de todos modos, ellos lo
intentan. Hacen este gesto para fabricar una especie de popularización de sus
conductas, de santificación de lo que hicieron.” Para Mariani “eso es lo que
trataron de hacer desde un primer momento: afirmaban su represión durante el
golpe militar motivándola en una supuesta defensa de la sociedad argentina,
ante todo lo diabólico de una infiltración comunista. Con eso justificaron todo
el terrorismo de Estado”. Mariani apuntó que sería un error, de parte del
flamante papa, insistir con “el mantenimiento de la vicaría castrense”.
Por su parte, Hugo Vaca Narvaja, uno de los
abogados querellantes del megajuicio, opinó que “Bergoglio ha sido su padre
espiritual después de (Raúl Francisco) Primatesta, que estaba en la cúspide y
el resto comulgaba con estas ideas. Ellos le dieron sustento ideológico a la represión. El
terrorismo de Estado sustento: el civil, que les dio la parte económica; el
militar, que fue la mano de obra que se encargó de aniquilar, y el
ideológico-religioso, que les dio el amparo espiritual para que cometieran sus
crímenes en pos de la defensa de la civilización occidental y cristiana”. Vaca
Narvaja agregó: “No me sorprende para nada esto que ha pasado hoy. Ellos
esperan pronunciamientos de Bergoglio y de la Iglesia que él representa,
azuzando a la famosa reconciliación nacional”.
Violadores ofendidos
Durante toda la jornada de ayer una
sobreviviente, Patricia Astelarra, dio un testimonio tan completo como
desgarrador sobre sus propios padecimientos y los de decenas de compañeros que
vio sufrir y morir en La
Perla. Uno de los momentos más tensos que se vivieron fue
cuando ella denunció las violaciones y vejaciones de las que habían sido objeto
sus compañeras y ella misma. “El cura Magaldi –tal el apodo del torturador
Roberto Nicanor Mañay– me vejó, a pesar de que yo estaba embarazada de cinco
meses. Me desnudó y me ató a un catre. Después de la tortura me sacó la venda y
me dijo ‘es para que veas lo que te voy a hacer’. Las más jovencitas y lindas
eran las que peor lo pasaban. No sólo nos habían reducido a la esclavitud. También
a muchas a la esclavitud sexual. Era un deporte morboso que practicaban
habitualmente. Astelarra señaló –algunos hasta con su dedo– a quienes mencionó
como “los principales violadores”. Fue entonces cuando nombró a Ernesto “Nabo”
Barreiro, Hugo “Quequeque” Herrera, José “Chubi” López a quien, dijo, “le
gustaba quemar los senos de sus víctimas con cigarrillos”; a Jorge Exequiel
“Rulo” Acosta, Héctor “Palito” Romero, y Roberto Nicanor Mañay. Dicho esto,
desencajado y furioso, el represor Chubi López comenzó a gritarle
“¡Mentirosa!”; por lo que el juez Jaime Díaz Gavier ordenó a la policía que lo
sacara de la sala y lo expulsó de las audiencias hasta que él “considere
necesario” que se presente en su banquillo. Astelarra consideró que “estos
delitos deberían ser considerados de orden público, porque fueron cometidos por
funcionarios públicos”. A esta altura de las cosas, quedaban pocos represores
sentados en sus butacas todavía exhibiendo, claro está, la insignia con los
colores del Vaticano.