Posted: 24 Mar
2013 02:01 PM PDT
A
37 años del 24 de marzo de 1976
En
las primeras horas de aquel trágico 24 de marzo de 1976, se cumplían los 90
días de plazo que el General Jorge Rafael Videla dio desde Tucumán, al
agónico gobierno de Isabel Perón. Las TRES A que había creado el
siniestro cabo y aspirante a brujo José López Rega, como organismo
parapolicial, se transformarían en la TRIPLE A del proceso (las tres
Fuerzas Armadas) como Estado criminal. La ceguera y cobardía de
la mayoría de la dirigencia política, las falsas expectativas que alentaba la
clase media sobre el orden que establecerían las armas, la indiferencia de
los sectores populares ante un gobierno en muchísimos aspectos indefendibles,
dieron el marco para que el golpe se recibiera como la caída de un
fruto maduro. Nadie, medianamente informado, podía desconocer, que en la
Argentina, de producirse el golpe, largamente anunciado, se reproducirían los
métodos criminales que Pinochet venía practicando en Chile desde el 11 de
septiembre de 1973, a pesar del repudio internacional.
Como
esos tragos amargos que la historia propone, había que sostener el
deplorable gobierno de Isabel, como la soga al ahorcado. Los que no se
engañaban, eran los grupos económicos que mientras saboteaban los últimos
atisbos democráticos del gobierno constitucional, se preparaban para ayudar
al genocidio, alentando la represión, actuando posteriormente como
delatores de los delegados de fábrica, accediendo a la instalación de centros
de detención en las propias instalaciones fabriles como en la Ford, Mercedes
Benz y el Ingenio Ledesma entre otros. Esos grupos se
enriquecerían luego con la patria contratista, dejando anémico al Estado, y
luego se quedarían con sus restos cuando fue desguazado. El proyecto criminal
tenia básicamente un basamento económico y como objetivo una
reestructuración profunda de la sociedad. Había que aniquilar toda
resistencia política y trasmitir y propagar el terror. El miedo pasó a
ser un compañero cotidiano.
El
horror no tuvo límites. El infierno adquirió nacionalidad argentina. Mujeres
embarazadas, adolescentes, niños, bebes, nadie quedaba excluido de asesinos
vesánicos como Suárez Mason, Menéndez, Bussi, Acosta,
Verplatsen, Camps, Chamorro entre tantos otros, en cumplimiento de un plan
criminal orquestado por las Fuerzas Armadas representadas por Videla, Massera
y Agosti. Torturas, violaciones, secuestros, prisioneros arrojados desde
aviones al río o al mar, reparto de bebes y apropiación de los bienes de los
desaparecidos como botín de una presunta guerra. Una historia de ignominia en
la sociedad más culta de América Latina. Como en Europa bajo el nazismo,
Dachau, Auschwitz, Bergen Belsen, o Treblinka en Argentina se llaman La
Esma, El Olimpo, La Perla, o El Vesubio, apenas cuatro de los más de
trescientos cincuenta campos de concentración distribuidos sobre una
geografía ensangrentada. Todo esto con el pretexto de exterminar un
terrorismo agonizante y aislado políticamente Veintidós años más tarde esta
afirmación fue compartida por Wayne Smith agregado de la Embajada
Norteamericana en nuestro país en aquellos años, quien sostuvo: “La
embajada jamás considero que había una gran amenaza terrorista.
Los
militares argentinos eran quienes pensaban que estaban librando la primera
batalla de la tercera guerra mundial. Para mí eso siempre fue una
tontería”.
Había
infames que cometían asesinatos en nombre del Estado, y miserables que
pegaban calcomanías con aquel slogan tristemente inolvidable “los
argentinos somos derechos y humanos”. Un intento de economía de
mercado y apertura económica basado en la tracción a sangre generosamente
derramada, que lamentablemente tendría su continuidad en democracia con
sucesivos gobiernos que siguieron levantando los dogmas neoliberales,
continuidad ideológica de Martínez de Hoz.
El
dólar barato, traducido en el “deme dos”, era un anestésico que
acentuaba la ceguera.
Si
fuera necesario rescatar una imagen paradigmática de la crueldad sin límites
de aquella época de locura habría que recordar a una joven embarazada, con
sus ojos vendados, sus manos engrilladas, sus piernas atadas a la cama,
debatiéndose entre el miedo y la incertidumbre, mientras se retuerce entre
los dolores del parto, consciente que el nacimiento de su hijo coincidía con
su sentencia de muerte. La duda de la joven madre, si su hijo sería criado
por sus asesinos, después de haberlo tomado como botín de guerra.
El
horror sin límites ni parangón, de matar y apropiarse de la descendencia. En
esa noche sin estrellas, en la profundidad de la oscuridad, unas mujeres sin
historia pública, sólo armadas con el coraje de la desesperación, relegaron
sus tareas domésticas y se precipitaron hacia la Plaza de Mayo, que
desde entonces y para siempre le dio ubicación geográfica a su dolor y a sus esperanzas.
Esas mujeres, caminando en círculos, gastando las suelas y el alma,
arrastrando las piernas cansadas de golpear puertas sumidas en la
indiferencia, perforaron la coraza de un poder amurallado y todopoderoso, al
tiempo que protagonizaban una de las gestas civiles más notables del siglo
pasado, portando como único título su condición de Madres y Abuelas y la
legitimidad moral de sus reclamos. En sus pañuelos blancos está presente la
dignidad de la resistencia. Una lección en medio de la muerte. Sin
venganzas. Sin justicia por mano propia. Con la vida como estandarte.
Y la memoria como enseñanza.
Es
imprescindible seguir avanzando en el enjuiciamiento de los instigadores
civiles y denunciar todo lo que incorporó la dictadura criminal a nuestra
cultura diaria. La mano dura, el
desprecio hacia el otro, la discriminación, el miedo, la peregrina
aseveración que defender la aplicación de la justicia para el que delinque es
estar a favor de los delincuentes, la idea que los problemas sociales y de
seguridad se los combate exclusivamente con el endurecimiento de las penas
del código penal y más policías, el denuesto de la protesta, el privilegiar
al consumidor sobre el ciudadano elevado a la condición de vecino. La
concepción que el derrotado en el mercado es alguien que merece su suerte y
debe ser abandonado como exteriorización de su fracaso. El haber dejado como
Caballo de Troya la deuda externa y los planes económicos de devastación y
hambre, que vaciaron la democracia y pulverizaron las representaciones políticas.
Hay
disvalores del 24 de marzo conviviendo después de 37 años de democracia.
Extirpar sus concepciones es una forma inteligente de evitar que la
tragedia se repita. Como dice el escritor checo Milán Kundera: “La lucha
del hombre contra el poder, es la lucha de la memoria
contra el olvido”
Noche
y niebla. 24 de marzo. “NUNCA MÁS”.
El
nombre dado al Informe de la Conadep, a propuesta del rabino Marshall Meyer,
tomado de los heroicos combatientes del Ghetto de Varsovia. Un puente en el
tiempo (1943-1976) une a dos luchas (Madres-Abuelas- Jóvenes
judíos) memorables en su dignidad como desiguales en su desarrollo.
24-03-2013
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