sábado, 18 de mayo de 2013

Monjas francesas, jovenes suecas, comisiones sindicales Ford y Mercedes Benz diplomacia Elena Holmberg Héctor Hidalgo Solá.




LA MUERTE DE VIDELA

El exdictador  Jorge Videla, detenido en un penal, murió este viernes 17/5/13, a los 87 años, sin haber mostrado el menor arrepentimiento por los crímenes de lesa humanidad en el régimen militar (1976-83) por los que fue condenado dos veces a prisión perpetua y otra vez a 50 años.



Esta semana  volvió a desconocer a la justicia civil como lo hizo en cuanto ocasión le tocó enfrentar a los jueces desde que en 1985, dos años después de la salida de la dictadura, fue condenado a la pena máxima en el histórico juicio a las Juntas Militares.
"Pongamos que eran 7 mil u 8 mil las personas que debían morir para ganar la guerra contra la subversión; no podíamos fusilarlas. 



- el abogado desaparecido Gastón Courtade, el desaparecido César Correa y la escultura del Museo Che Guevara itinerante en la marcha del 24 de Marzo de 2013, reclaman memoria.   (foto Toto)



Tampoco podíamos llevarlas ante la Justicia", dijo Videla en una entrevista en su celda al periodista Ceferino Reato, según el revelador libro "Disposición Final".
El exgeneral, que gobernó con la cruz y la espada como un moderno cruzado, dijo sobre esos crímenes que "estábamos de acuerdo (los militares) en que era el precio a pagar para ganar la guerra y necesitábamos que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta".
"Por eso, para no provocar protestas dentro y fuera del país, sobre la marcha se llegó a la decisión de que esa gente desapareciera", argumentó el exdictador.
Las sentencias en su contra revelaron la existencia de un "plan sistemático de eliminación de opositores", según la justicia argentina, como activistas políticos, sindicales, estudiantiles, sociales, religiosos, artistas e intelectuales, miles de ellos desaparecidos.
Fueron así víctimas las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, el obispo católico  Enrique Angelelli, la estudiante sueca Dagmar Hagelín, las comisiones sindicales enteras de las automotrices Ford y Mercedes Benz y hasta diplomáticos del propio régimen, como Elena Holmberg y Héctor Hidalgo Solá.
Videla gobernó aliado al grupo civil llamado 'Los Chicago Boys' y le dio todo el poder administrativo a un economista de una familia de la “rancia”oligarquia, José Martínez de Hoz, también fallecido recientemente.
Por orden suya y de los generales, autómoviles sin patente y con comandos encapuchados secuestraban a militantes y los trasladaban para torturarlos en unos 500 centros clandestinos de detención distribuidos en todo el país.
Videla ordenó quemas de libros y ardieron en un baldío de la localidad de Sarandí  más de un millón y medio de obras que atesoraba el Centro Editor de América Latina y la Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA) al mejor estilo nazi.
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   Escuchar a Videla, al lastimoso alegato de Bussi,  o la anacrónica pero terrible  exposición de Menéndez en los Juicios de Lesa Humanidad de Tucumán y Córdoba, los transformo en los principales propagandistas contra “el olvido” y la reconciliación propuestos por un sector absolutamente minoritario de la realidad nacional.
  Repetimos los asesinos juzgados no eran “viejitos perseguidos” por una sociedad rencorosa. Son octogenarios pero monstruosos. Su bajeza moral, su defensa del terrorismo más cruel, evidenciada por los medios y cuanto micrófono  se les cruza, son la evidencia más clara de la tardía pero imperiosa necesidad de justicia y castigo.
  La única reconciliación posible para nuestra Argentina es la verdad y la justicia, tan demorada, tan lenta,  pero inevitable.
  La insostenible teoría de los dos demonios no puede justificar nada. Fue un estado terrorista, fue una represión bestial, con los actos más impiadosos que se puedan concebir. Fue una fachada brutal, y en esto hay que ser claros, de un proyecto económico mundial llamado neoliberalismo.
  Sin represión era imposible concebir una concentración de la riqueza, las privatizaciones y la  casi desaparición del estado, la extranjerización de la economía  y las leyes antiobreras que se consumaron. La guerrilla y la supuesta guerra fueron un pretexto. El objetivo claro fue desarticular toda probable resistencia. El objetivo fueron los delegados gremiales, los lideres estudiantiles y la dirigencia popular que se podría oponer o luchar. No lo consiguieron. A pesar de tanta muerte y dolor estamos vivos y los desaparecidos con nosotros.    

                                                                                      Ernesto Iliovich