LA MUERTE DE VIDELA
El exdictador Jorge Videla,
detenido en un penal, murió este viernes 17/5/13, a los 87 años, sin haber
mostrado el menor arrepentimiento por los crímenes de lesa humanidad en el
régimen militar (1976-83) por los que fue condenado dos veces a prisión
perpetua y otra vez a 50 años.
Esta
semana volvió a desconocer a la justicia civil como lo hizo en cuanto
ocasión le tocó enfrentar a los jueces desde que en 1985, dos años después de
la salida de la dictadura, fue condenado a la pena máxima en el histórico
juicio a las Juntas Militares.
"Pongamos
que eran 7 mil u 8 mil las personas que debían morir para ganar la guerra
contra la subversión; no podíamos fusilarlas.
- el abogado desaparecido Gastón Courtade, el desaparecido César Correa y la escultura del Museo Che Guevara itinerante en la marcha del 24 de Marzo de 2013, reclaman memoria. (foto Toto)
Tampoco podíamos llevarlas ante
la Justicia", dijo Videla en una entrevista en su celda al periodista
Ceferino Reato, según el revelador libro "Disposición Final".
El
exgeneral, que gobernó con la cruz y la espada como un moderno cruzado, dijo
sobre esos crímenes que "estábamos de acuerdo (los militares) en que era
el precio a pagar para ganar la guerra y necesitábamos que no fuera evidente
para que la sociedad no se diera cuenta".
"Por
eso, para no provocar protestas dentro y fuera del país, sobre la marcha se
llegó a la decisión de que esa gente desapareciera", argumentó el
exdictador.
Las
sentencias en su contra revelaron la existencia de un "plan sistemático de
eliminación de opositores", según la justicia argentina, como activistas
políticos, sindicales, estudiantiles, sociales, religiosos, artistas e
intelectuales, miles de ellos desaparecidos.
Fueron
así víctimas las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, el obispo
católico Enrique Angelelli, la estudiante sueca Dagmar Hagelín, las
comisiones sindicales enteras de las automotrices Ford y Mercedes Benz y hasta
diplomáticos del propio régimen, como Elena Holmberg y Héctor Hidalgo Solá.
Videla
gobernó aliado al grupo civil llamado 'Los Chicago Boys' y le dio todo el poder
administrativo a un economista de una familia de la “rancia”oligarquia, José
Martínez de Hoz, también fallecido recientemente.
Por
orden suya y de los generales, autómoviles sin patente y con comandos
encapuchados secuestraban a militantes y los trasladaban para torturarlos en
unos 500 centros clandestinos de detención distribuidos en todo el país.
Videla ordenó quemas de libros y
ardieron en un baldío de la localidad de Sarandí más de un millón y medio
de obras que atesoraba el Centro Editor de América Latina y la Editorial
Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA) al mejor estilo nazi.
.
Escuchar a Videla, al lastimoso
alegato de Bussi, o la anacrónica pero terrible exposición de
Menéndez en los Juicios de Lesa Humanidad de Tucumán y Córdoba, los transformo
en los principales propagandistas contra “el olvido” y la reconciliación
propuestos por un sector absolutamente minoritario de la realidad nacional.
Repetimos los
asesinos juzgados no eran “viejitos perseguidos” por una sociedad rencorosa.
Son octogenarios pero monstruosos. Su bajeza moral, su defensa del terrorismo
más cruel, evidenciada por los medios y cuanto micrófono se les cruza,
son la evidencia más clara de la tardía pero imperiosa necesidad de justicia y
castigo.
La única
reconciliación posible para nuestra Argentina es la verdad y la justicia, tan
demorada, tan lenta, pero inevitable.
La insostenible
teoría de los dos demonios no puede justificar nada. Fue un estado terrorista,
fue una represión bestial, con los actos más impiadosos que se puedan concebir.
Fue una fachada brutal, y en esto hay que ser claros, de un proyecto económico
mundial llamado neoliberalismo.
Sin represión era
imposible concebir una concentración de la riqueza, las privatizaciones y
la casi desaparición del estado, la extranjerización de la economía
y las leyes antiobreras que se consumaron. La guerrilla y la supuesta guerra
fueron un pretexto. El objetivo claro fue desarticular toda probable
resistencia. El objetivo fueron los delegados gremiales, los lideres
estudiantiles y la dirigencia popular que se podría oponer o luchar. No lo
consiguieron. A pesar de tanta muerte y dolor estamos vivos y los desaparecidos
con nosotros.
Ernesto Iliovich