Miles de pinareños dieron el último adiós a Jesús Cejas. (Cuba, Miami, Madrid)
Por RONALD SUÁREZ RIVAS
Cumpliendo el precepto martiano de que honrar honra, miles de pinareños
acompañaron los restos de Jesús Cejas Arias en una peregrinación de
cuatro kilómetros hasta el Panteón de los Caídos en la Defensa de la
Patria, donde desde este miércoles descansan en paz.René González y la embajadora de argentina hicieron la última guardia de honor.
De esa manera el pueblo de Vueltabajo dio el último adiós al joven diplomático cubano, secuestrado y desaparecido en Argentina hace casi 37 años.
Con anterioridad, en el Palacio de la Ciudad, la embajadora de ese país sudamericano, Excelentísima Señora Juliana Isabel Marino, realizó la última guardia de honor junto al féretro, en compañía del comandante del Ejército Rebelde Julio Camacho Aguilera, Gladys Martínez Verdecia, primera secretaria del Partido en la provincia, y el Héroe de la República de Cuba, René González Schwerert, quien transmitió, además, un mensaje de los Cinco a la familia de Cejas Arias.
En el mismo, se asegura que “Jesús, y todos los que cayeron bajo las garras del Cóndor, nos llaman a que estemos alertas, preparados y listos para pelear contra este flagelo, contra las torturas, las desapariciones y todos los crímenes de lesa humanidad”.
Por su parte, la embajadora argentina afirmó que “como tantos otros hallazgos, este es un acontecimiento muy doloroso, y a la vez confirmatorio de lo que fueron las dictaduras, el terrorismo de Estado y el Plan Cóndor”.
“En el caso de estos dos jóvenes cubanos, hay, además, una reivindicación, porque el Plan Cóndor intentó hacerlos pasar por desertores”.
“Uno se siente consternado, pero a la vez en paz, porque finalmente Jesús se ha reencontrado con su familia, con su pueblo y con su tierra”, concluyó.
El 9 de agosto de 1976, Jesús Cejas Arias y Crescencio Galañena Hernández fueron secuestrados cerca de la embajada de Cuba en Argentina, donde ambos desempeñaban funciones diplomáticas.
Las investigaciones realizadas arrojan que los trasladaron a Automotores Orletti, un tenebroso taller de automóviles convertido en centro de represión y muerte, donde radicó la filial argentina de la Operación Cóndor.
Luego de ser torturados y asesinados, sus verdugos ocultaron sus cuerpos dentro de tanques metálicos y los rellenaron con cemento, con el oscuro deseo de que nunca pudieran ser encontrados.