Fue el hecho de sangre más
importante que sufrió la Iglesia argentina en toda su historia.
Escrito por Eduardo Kimel
Kimel:-En la gélida mañana de aquel 4 de julio Rolando Savino, un joven de 16 años que era el organista de la parroquia, descubrió la tragedia.
LA
MASACRE DE SAN PATRICIO
En 1976 un grupo de tareas de la dictadura militar
asesinó a tres sacerdotes y a dos seminaristas, todos miembros de la comunidad
católica palotina de San Patricio, en el barrio de Belgrano R.
En la gélida mañana de aquel 4 de julio Rolando
Savino, un joven de 16 años que era el organista de la parroquia, descubrió la
tragedia.
Según su relato, llegó al templo a las siete y media.
Había poca gente en la calle aguardando a la
intemperie.
Pasó un rato y, extrañado, vio que la iglesia
permanecía cerrada.
Algunos feligreses impacientes tocaron el timbre y
dieron golpes en las puertas, sin obtener respuesta.
A las ocho menos cinco Rolando dio un rodeo a la casa
y encontró una banderola semiabierta.
Trepó y entró.
No percibió ni ruidos ni movimientos.
Fue hasta el comedor de la planta baja.
Tomó las llaves de la iglesia y abrió las puertas para
que los feligreses pudieran entrar.
Con otra llave abrió la puerta de la casa parroquial;
desde el hall llamó a los padres sin resultado alguno.
Vio luces encendidas en la planta alta.
Creyó que los sacerdotes se habían quedado dormidos, o
que recién se levantaban, aunque esto fuera anormal.
Como el silencio continuaba, subió las escaleras hasta
el primer piso donde estaban los dormitorios.
Un frío helado recorrió su cuerpo.
Estaba todo revuelto.
Pensó en un robo.
La estufa de gas estaba encendida.
Se acercó a la sala de estar.
Abrió la puerta y con horror observó los cuerpos
acribillados de los cinco religiosos tirados en el suelo sobre una alfombra
roja.
Aterrorizado, bajó las escaleras.
Entre las personas que aguardaban vio a Celia Harper;
impelido de un desconocido sentido del control le pidió que lo acompañara a la
planta alta, sin decir una sola palabra al resto de la gente.
A los pocos minutos Rolando y Celia se dirigieron a la
comisaría del barrio para comunicar el macabro hallazgo.
Horas
después dos adolescentes, Luis Pinasco y Guillermo Silva, hablaron con el cura
palotino Efraín Suedo Luque y le contaron lo que habían visto en las primeras
horas del domingo.
Desde la esquina de Estomba y La Pampa, vieron dos
automóviles que estacionaron frente a la casa parroquial.
Otro joven que estaba con ellos, Julio Víctor
Martínez, hijo de un militar que había sido nombrado interventor en Neuquén,
creyó que podía ser un atentado contra su casa.
Fue a la comisaría 37 e hizo la denuncia.
A regañadientes, los policías aceptaron verificarla.
Minutos después, una comisión al mando del oficial
Miguel Angel Romano llegó a la parroquia.
El policía habló con quienes estaban en los autos y,
satisfecho, ordenó que el patrullero volviera a la comisaría.
Al llegar a la esquina, se dirigieron a Pedro Alvarez,
otro policía que custodiaba la casa de Martínez.
-Si escuchás unos cohetazos no salgás porque
vamos a reventar la casa de unos zurdos, fue la explicación que
brindaron desde el patrullero.
Pasadas las 2, Pinasco y Silva vieron cómo hombres
armados salían de los autos con armas largas e ingresaban a la casa parroquial.
Más tarde, las personas salieron de la vivienda de los
religiosos, abordaron los vehículos y se fueron a toda velocidad.
Sólo a la mañana los adolescentes se enteraron de que
los zurdos eran los sacerdotes Alfredo Kelly, Alfredo Leaden y
Pedro Dufau, y los estudiantes Salvador Barbeito y Emilo Barletti.
La investigación judicial tuvo dos etapas.
La primera, encabezada por el juez Guillermo Rivarola
en los años 1976 y 1977, no halló a los autores y la causa fue sobreseída
provisionalmente aunque hubo evidencias notorias que indicaban la intervención
de la dictadura operando en el marco de lo que los represores denominaron la -lucha
antisubversiva.
La segunda fase comenzó en agosto de 1984 y estuvo a
cargo del juez Néstor Blondi.
Una serie de testimonios dirigieron la sospecha hacia
la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
Un ex integrante de la Marina, Miguel Angel Balbi,
relató al tribunal que un ex compañero de armas, Claudio
Vallejos, le había confesado su participación en el homicidio juntamente con
Antonio Pernías, el teniente de navío Aristegui y el suboficial Cubalo.
Convocado por el juez Rivarola, Miguel Angel Romano
dio su versión sobre lo ocurrido. Reconoció haber estado frente a la parroquia
aquella noche e identificado a la única persona que, según él, estaba dentro de
un automóvil Peugeot 504.
-Cuando lo interrogó sobre el motivo de su estadía en
ese lugar, esa persona le manifestó que se encontraba allí esperando a una
señorita que tenía que salir de una fiesta que se daba a la vuelta, figura en
el testimonio brindado al magistrado.
En mayo de 1986, ya durante un gobierno
constitucional, el entonces fiscal Aníbal Ibarra solicitó el procesamiento de
Romano.
-Llego a la conclusión de que el ayudante
Romano individualizó a las personas que estaban en uno de los Peugeot y digo a
las personas porque el nombrado mintió cuando expresó que sólo encontró a una.
(...)
En tales condiciones, es evidente que los integrantes
del rodado hicieron saber que la intención de ellos no era el general Martínez
sino por el contrario -reventar a unos zurdos.
Esto obviamente tranquilizó al ayudante Romano quien
se dirigió entonces a avisar al custodio del mencionado ex gobernador del
Neuquén lo que realmente iba a ocurrir.”
Ibarra concluyó: Romano -supo en el
cumplimiento de sus funciones lo que iba a ocurrir en la parroquia de San
Patricio y con su actitud –tratando incluso de evitar la posible intervención
del custodio del general Martínez– permitió que ello ocurriera.
Asimismo, Ibarra pidió el procesamiento del jefe de la
comisaría 37, Rafael Fensore por -la omisión de incorporar al expediente
ese importante incidente (la denuncia de Martínez), que recién fue
agregado tres días después del múltiple homicidio.
En junio de 1987, el juez Blondi dispuso el
desprocesamiento de Fensore y Romano, haciendo lugar al pedido de prescripción
de la acción formulada por los abogados defensores.
La causa judicial fue clausurada por segunda vez en
forma provisional.
Las leyes de punto final y obediencia debida,
sancionadas durante el gobierno de Raúl Alfonsín, y los indultos decretados por
Carlos Menem hicieron el resto.
La investigación quedó interrumpida sin indicio de que
pueda ser reactivada. Los asesinos e instigadores nunca fueron castigados.
Aquel crimen fue el hecho de sangre más importante que
sufrió la Iglesia argentina en toda su historia.
Sin embargo, la cúpula católica mantuvo un llamativo
silencio, jamás exigió con la debida fuerza el esclarecimiento del crimen y
mucho menos reclamó el castigo a los culpables.
El homenaje a las víctimas quedó circunscripto a las
misas que los palotinos les dedican cada 4 de julio y a la acción de los
organismos de derechos humanos.
El 24 de abril del 2005, el presidente Néstor Kirchner
visitó la iglesia de San Silvestre de la congregación palotina en Roma y
depositó flores en la placa que evoca a los cinco asesinados.
-Nuestros hermanos, víctimas del terrorismo de Estado,
hoy son un fruto para nuestra Iglesia, recordó el
sacerdote Mariano Pinasco, hermano de quien fue testigo de parte de la masacre.
En esa ceremonia, Pinasco agregó: -Siento que
la memoria está siendo recuperada en la Argentina. Gracias por no dejarnos
solos a los palotinos.
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1976 - El 4
de Julio Diana Oesterheld es asesinada en Tucumán
El 4 de julio, Elsa de Oesterheld se enteró por los diarios que los militares habían matado a su hija, Diana, de 23 años embarazada de seis meses, en su casa de Tucumán.
DIANA
OESTERHELD HIJA DE H.G.O. ERA ASESINADA EMBARAZADA EN TUCUMAN. TENIA 23 AÑOS.
Diana tenía
23 años.
Hija del
famoso historietista Héctor Oesterheld.
Tenía un hijo
de un año, Fernando, y estaba embarazada de cuatro meses cuando desapareció.
Militaban en
la Juventud Peronista de la Tendencia ligada a la organización Montoneros.
Diana fue
secuestrada en San Miguel de Tucumán por la policía de Tucumán, junto con su
hijo Fernando.
El 4 de
julio, Elsa de Oesterheld se enteró por los diarios que los militares habían
matado a Diana, embarazada de seis meses, en su casa de Tucumán.
Fernando fue
abandonado como NN por la
patota policial en la Casa Cuna de la capital tucumana.
Después de
varios intentos fue recuperado por sus abuelos paternos.
La casa donde
vivían fue ocupada por Albornoz, el jefe de la policía tucumana, y su mujer.
Raúl Araldi,
su compañero y padre de Fernando, fue asesinado en 1977, un compañero vio su
cadáver en la Jefatura de Policía.
Diana fue
vista en la Jefatura de la Policía de Tucumán.
Fue llevada a
Campo de Mayo donde dio a
luz.
Su padre y
sus tres hermanas, Estela, Marina y Beatriz también fueron desaparecidos o
asesinados.
Actualmente
Fernando vive en Argentina, después de haber vivido en Alemania, de donde es
oriunda la familia Oesterheld, está muy cercano a Elsa Oesterheld, la
esposa del gran guionista Héctor Germán Oesterheld, y es integrante dela
Agrupación Oesterheld de los Compañeros de Utopías de la Mesa de los Sueños.
Elsa
Oesterheld de Abuelas y Fernando, su nieto, siguen buscando a una hermanita
suya, hija de Diana que, se supone nació después de que él fuera entregado a
sus abuelos paternos, los padres de Raúl Araldi, su padre.