martes, 27 de mayo de 2014

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caso que deja al desnudo las tareas represivas de los curas en la dictadura

Repercusiones por la detención del padre Aldo Vara. Junto con el apoyo espiritual al genocidio, los capellanes fueron agentes activos del terrorismo de Estado. El cura capturado en Paraguay constituye una prueba palmaria de ello. El apoyo de la Iglesia a los sacerdotes prófugos.

 

El sacerdote católico Aldo Vara cuelga del purgatorio terrenal. Bajo arresto en la parroquia paraguaya Virgen del Rosario, en Ciudad del Este, a la espera de su extradición hacia la Argentina, ese hombre de 80 años, un antiguo capellán del V Cuerpo del Ejército, será juzgado por graves delitos de lesa humanidad cometidos en Bahía Blanca durante la última dictadura; a saber: privación de la libertad, imposición de tormentos y homicidio con alevosía.

A fines de 2012, el tribunal que condenó a 17 represores bahienses dispuso investigar a Vara, quien ni siquiera pudo ser citado como testigo dado que la Iglesia Católica dijo ignorar su paradero. En realidad, hacía casi una década que él transitaba los escarpados caminos de la clandestinidad, pero por razones puramente preventivas. Hasta el 7 de agosto del año siguiente, cuando se libró una orden de captura internacional en su contra. A partir de ese momento, su eficacia como prófugo no fue precisamente fruto de un milagro celestial. Por el contrario, luego de ser localizado el 28 de abril por Interpol en Ciudad del Este, saltó a la luz la protección orgánica que la Iglesia le había dispensado, a través del obispo de aquella urbe, Rogelio Livieres Plano, y del arzobispo de Bahía Blanca, Guillermo Garlatti. Este último se encuentra ahora bajo la lupa de la justicia. 

Desde un punto de vista más amplio, ya se sabe que la jerarquía católica estuvo implicada en el apoyo político y espiritual a la dictadura y en el ocultamiento de sus crímenes. Entre los motivos de tal apego resalta la enorme influencia ejercida entre curas y militares por la organización ultraderechista francesa La Cité Catholique, creada por Jean Ousset, cuya cosmovisión bailaba sobre los siguientes pilares: la doctrina de la guerra contrarrevolucionaria, el método de la tortura, y su fundamento dogmático tomista. Al respecto, el sacerdote Louis Delarue, un capellán del ejército colonial, acuñó una frase difundida luego en los cuarteles argentinos: "Si la ley permite, en interés de todos, suprimir a un asesino, ¿por qué se pretende calificar de monstruoso el hecho de someter a un delincuente, reconocido como tal y por ello pasible de la muerte, al rigor de un interrogatorio penoso, pero cuyo único fin es, gracias a las revelaciones que hará sobre sus cómplices y jefes, proteger a inocentes?" Con esa lógica, los capellanes reconfortaban las almas de los represores, a veces muy turbadas por sus actos aberrantes en víctimas indefensas. Sobre ello, cabe un interrogante: ¿a semejante "asistencia" se reducía el papel de los sacerdotes en las unidades de inteligencia o acaso les tocó un rol más activo y condenable?

En la historia del cura Vara se desliza al respecto una posible respuesta.

En el juicio a los represores locales, fue evocado con detalles precisos por la testigo Dorys Lundquist de Chabat, quien supo que su hija, Patricia, estaba secuestrada en los fondos del V Cuerpo, e intentó hacerle llegar ropa y medicamentos a través de Vara. El cura se negó.

LA TEOLOGÍA DEL TERROR. Su esmirriada figura adquirió estatura pública a mediados de los ’80, cuando recomendó "colgar en la Pirámide de Mayo" al entonces canciller, Dante Caputo, debido a su rol en el conflicto con Chile por el canal de Beagle. En tales circunstancias, no pocos habitantes de Bahía Blanca recordaron súbitamente al este párroco del barrio Villa Rosas que, a partir de 1976, solía ir en su desvencijado Citroën color limón a la sede del V Cuerpo, cuyo mandamás era nada menos que el general Acdel Vilas. Desde esos remotos días se relaciona su persona con hechos y situaciones siniestras.  

El más conocido fue protagonizado por estudiantes secundarios secuestrados y torturados entre enero y febrero de 1977 en La Escuelita, el mayor centro clandestino de la ciudad. Abandonados luego en una ruta, otro grupo militar simuló rescatarlos y los llevó al Batallón de Comunicaciones 181. 

Allí conocieron al padre Vara, quien les llevaba galletitas y cigarrillos, además de preguntarles cosas sobre sus vidas e ideas políticas. De modo casual, el tipo requería datos y nombres. Siempre se mostraba comprensivo y contenedor; pero, cuando los chicos le confiaban las torturas sufridas, él se replegaba en un incómodo silencio.

En el juicio a los represores locales, fue evocado con detalles precisos por la testigo Dorys Lundquist de Chabat, quien supo que su hija, Patricia, estaba secuestrada en los fondos del V Cuerpo, e intentó hacerle llegar ropa y medicamentos a través de Vara. El cura se negó con un argumento atendible: "Ella está bien atendida y bien alimentada. A las chicas las respetan". Y tras ser blanqueada en la cárcel de Villa Floresta, aún con signos visibles de tortura, Patricia recibió su visita. Vara, entonces, le aconsejó olvidarse de los padecimientos en cautiverio y le dijo que todo era culpa de sus padres.

El padre Vara es una muestra viviente del rol protagónico de ciertos hombres de la Iglesia en el ejercicio del terrorismo de Estado. Un rol que giraba en torno a tareas concretas de inteligencia. ¿Pero se trata de ejemplos aislados? ¿Estos sacerdotes se extralimitaron en sus tareas pastorales o su siniestra trayectoria forma parte de una generalidad? Las estadísticas, por cierto, se inclinan hacia la segunda alternativa. 

En tal sentido, resulta insoslayable la figura de Christian von Wernich, condenado en 2007 a reclusión perpetua por 34 casos de privación de la libertad, 31 casos de tortura y siete homicidios en las mazmorras del llamado "circuito Camps". En un espectro más abarcativo, sólo en el lapso de los últimos meses, hubo en la prensa al menos cuatro noticias sobre sacerdotes seriamente comprometidos en la dictadura con delitos de lesa humanidad. 

Uno de ellos es el padre José Mijalchik, quien supo ser un habitué del centro clandestino del Arsenal Miguel de Azcuénaga, en Tucumán. 

Otro, el padre Eduardo McKinnon, cuyas actividades inquisitoriales en el centro clandestino La Perla y en la Penitenciaría del barrio San Martín fueron notorias, según los testimonios vertidos por sobrevivientes en el juicio que en la actualidad investiga la represión en Córdoba. 

También resalta el caso del cura ítalo-argentino Franco Reverberi Boschi –refugiado en una parroquia de la ciudad italiana de Sorbolo–, cuyo proceso de extradición está en trámite; se lo acusa de interrogar a cautivos en el campo de exterminio conocido como La Departamental, en Mendoza. 

Y no menos comprometida es la situación del cura Alberto Espinal, quien está procesado por oscuras tareas en el circuito represivo de La Pampa. 

En ese lote, el escurridizo Vara ocupa un destacado sitial.

LA RUTA DE LOS CUERVOS. La detención de Vara puso al descubierto la red de protección que lo había beneficiado en sus días de prófugo.

Junto a la hospitalidad del obispo paraguayo Livieres Plano, descolla el apoyo de Garlatti, quien desde Bahía Blanca le liquidaba puntualmente la jubilación, a través del apoderado Leopoldo Bochile. De hecho, en un reciente allanamiento al arzobispado bahiense fue secuestrado el poder correspondiente y recibos de, al menos, diez años.

Desde esos ya remotos días –en coincidencia con el inicio de los procesos judiciales  por delitos de lesa humanidad–, el padre Vara puso los pies en polvorosa. Ahora se sabe que gran parte de su etapa clandestina transcurrió en una residencia perteneciente al Instituto del Verbo Encarnado, de San Rafael, Mendoza

Esa congregación –creada en 1984 por el cura Carlos Buela– suele aportar financiamiento, consuelo espiritual, recursos, financiación y hasta techo a los ex uniformados en apuros. Sus integrantes están acusados de conductas deshonestas, abuso de poder, abuso psicológico, sexual, y  encubrimiento. Una extraña secta con 45 sedes en todo el mundo y que cuenta con recursos económicos ilimitados. Uno de sus cuadros es el reverendo padre Javier Olivera, primogénito del ex mayor Carlos Olivera, nada menos que el represor fugado con el ex teniente Gustavo de Marchi del Hospital Militar en julio de 2013. Su hijo, ordenado sacerdote en 2008, tuvo desde esos días fluidos contactos con Vara. Para completar las coincidencias, en ese mismo entonces el obispo de San Rafael no era otro que Garlatti. Vueltas de la vida.

Jorge Mario Bergoglio

Arzobispo de Buenos Aires desde 1998 y cardenal primado desde 2001. Fue ordenado sacerdote en 1969. Desde 1973 a 1979 fue “Provincial”, uno de los máximos peldaños en la estructura interna, de la Compañía de Jesús, la orden de los jesuitas.

El sacerdote Orlando Yorio, quien durante cinco meses de 1976 estuvo secuestrado junto con su colega Francisco Jalics en la ESMA, refuta los argumentos exculpatorios de Bergoglio sobre sí mismo y asegura: “No tengo ningún motivo para pensar que hizo algo por nuestra libertad, sino todo lo contrario”.

Durante meses Bergoglio contó a todo el mundo que los dos sacerdotes “estaban en la guerrilla”. Jalics le reprochó que jugara así con la vida de ambos, y Bergoglio lo negó, dijo que le iba a decir a los militares que no les hicieran nada. Dos semanas después, Jalics le preguntó si había hecho esa gestión y Bergoglio respondió que aún no había podido. A la semana siguiente los secuestraron.

Por las preguntas que le hicieron en la ESMA, Yorio cree que Bergoglio o alguien muy cercano estuvo en los interrogatorios. Además, sospecha que estuvo presente en la casa operativa de la Armada en la que pasaron varios meses luego de salir de la ESMA. “Una vez nos dijeron que teníamos visita importante. Vino un grupo de gente, en junio. Jalics sintió que uno era Bergoglio”, sostuvo.

Junto a los dos sacerdotes fueron secuestrados cuatro catequistas y dos de sus esposos. Los seis aún continúan desaparecidos.

Además de Yorio y Jalics, diversos testigos relataron que Bergoglio no sólo no ayudó sino que perjudicó a numerosos sacerdotes y laicos secuestrados, torturados y desaparecidos.

El 8 de noviembre debió responder ante la Justicia por su presunta complicidad con la dictadura pero tuvo el privilegio de eludir la declaración pública en el Tribunal ya que los jueces aceptaron interrogarlo en su despacho, donde negó todas las acusaciones, con no pocas contradicciones.



Antonio José Plaza

Arzobispo de La Plata hasta 1986

De todos los miembros del Episcopado fue, tal vez, quien con mayor claridad y desenfado se identificó con la dictadura militar, y sus métodos represivos. Fue un activo colaborador de los genocidas. Entregó a decenas de personas que aún permanecen desaparecidas, entre ellas a su propio sobrino.

Fue designado capellán mayor de la Policía de la Provincia de Buenos Aires el 11 de noviembre de 1976, cuando el jefe era Ramón Camps, de quien se jactaba de ser amigo, y con quien visitaba distintos campos de concentración.

En mayo de 1977, en un discurso dijo: “Los malos argentinos que salen del país se organizan desde el exterior contra la patria, apoyados por las fuerzas oscuras, difunden noticias y realizan desde afuera campañas en combinación con quienes trabajan en la sombra dentro de nuestro territorio. Roguemos por el feliz resultado de la ardua tarea de quienes espiritualmente y temporalmente nos gobiernan. Seamos hijos de una Nación en la cual la Iglesia goza de un respeto desconocido en todos los países condenadamente marxistas”.

En agosto de 1978 sostuvo: “En la Argentina no hay prisioneros políticos”.

Cuando los militares quisieron amnistiarse afirmó: “Las leyes de amnistía, en toda la tradición del mundo, nunca fueron cosa mala, es algo que aquieta los espíritus (…)”

En 1984 fue denunciado por delitos de encubrimiento de torturas, privación ilegal de la libertad y violación de los deberes de funcionario público. Falleció en 1987.



Adolfo Tortolo

Obispo de Paraná, Vicario de las FF.AA. y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina al momento del producirse el golpe.

En 1975 anunció la preparación del Golpe. Sostuvo que Dios permite el mal en vista a los bienes que produce y exaltó las fuerzas latentes. “Las grandes crisis deben producir grandes hombres”, añadió.

En la noche del 23 de marzo de 1976, se reunió con Videla y el brigadier Agosti. Cuando salió de la entrevista, dijo: “La iglesia católica participará en el proceso de restauración del espíritu nacional. Ante la subversión, deben tomarse medidas violentas y aguardan días de luz y vida”. Luego, asistió a la asunción de la Junta de Comandantes.

Según algunos testimonios, durante una reunión con la Junta Militar en 1976, acordó que antes de detener a un sacerdote las Fuerzas Armadas avisarían al obispo respectivo. Muchas veces la luz verde fue dada por los mismos religiosos.

En más de una oportunidad estuvo en el campo de concentración del Escuadrón de Comunicaciones, ubicado en el predio del Ejército Argentino en Paraná, desde donde ordenó sacar al militante de Acción Católica y de la Juventud Peronista Victorio Coco Erbetta. Tras entrevistarse con él en la sede del palacio episcopal, lo devolvió a sus captores y desde el día siguiente está desaparecido. Además, fue visto en la ESMA en una ceremonia oficial

En la ciudad natal de Videla, Mercedes, Tortolo tejió una relación estrecha con el dictador hasta convertirse en su confesor, confidente y consejero. Era la máxima autoridad de la Iglesia Católica cuando Videla dio el Golpe, bendecido por el cardenal.

El 29 de octubre de 1976 expresó: “Dios habita el alma del soldado que va con Cristo y por Cristo a cumplir con su deber, rechazando a quienes se alzan contra el país".



Emilio Teodoro Grasselli

Fue capellán castrense y secretario privado de Tortolo y Medina, además de secretario de Caggiano.

Todos los documentos y testimonios describen, con contundencia, su participación coordinada con la dictadura. Recibía a las Madres y familiares de desaparecidos, en la parroquia Stella Maris, con un fichero sobre las personas desaparecidas. Además de sacarles información, pretendía disuadirlas para que no presentaran denuncias. Reconoció haber tenido en su poder 2.500 fichas de desaparecidos, que incluían los datos de quienes realizaban las denuncias.

Para ser recibidos, las Madres debían entregar los documentos a personal uniformado y, además, las obligaban a vaciar las carteras y mostrar todas las pertenencias.

Centenares de testimonios no dejan dudas sobre su participación directa con los grupos de tareas y su conocimiento profundo acerca de lo que sucedía en los campos de concentración. Debajo de la sotana calzaba un arma y muchas veces la mostraba sobre su escritorio cuando recibía a las Madres, que desesperadamente buscaban algún dato.

A algunos familiares les narró con tanto detalle el trato que recibían los desaparecidos que todo hacía suponer que había participado de muchos “operativos”. En algunas oportunidades reconoció que él mismo realizaba operativos con las fuerzas de seguridad.

Fue visto en la ESMA, y fuera de ella mantuvo encuentros con varios desaparecidos que luego volvían a ser trasladados.

Según la escritura de propiedad, fue quien traspasó a la Marina “El Silencio”, una isla del Tigre que pertenecía a la Iglesia y donde fueron trasladados varios detenidos de la ESMA cuando en 1979 visitó el país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Es el único caso en el mundo donde existió un campo de concentración en terrenos eclesiásticos.

Actualmente continúa asignado en la Iglesia Stella Maris de Retiro. Juan Pablo II distinguió sus servicios con el título de Monseñor.

Frase: cuando Chicha Mariani fue a Stella Maris, Grasselli, le pregunta: “Si yo consigo a la nena, ¿su marido estaría dispuesto a llevársela fuera del país?". Chicha responde que sí, y entonces Graselli consulta su fichero y exclama: "Qué barbaridad! Cuánto han tardado en recurrir a mí... Ahora ya está perdida la nena. Está ubicada muy alto. No se la puede tocar. Lo lamento, no se puede hacer nada más"



Vitorio Bonamín

Provicario del Ejército, fue adjunto de Caggiano y Tortolo en el Vicariato General castrense

Debido a su ferocidad, es descripto como más militar que sacerdote. Recorría las unidades militares para dar asistencia espiritual a los genocidas.

El 24 de septiembre de 1975 pronunció una homilía ante una formación militar que resonó con una proclama golpista: “Cuando hay derramamiento de sangre hay redención. Dios está redimiendo mediante el Ejército Argentino a la Nación Argentina”. Se preguntó: “¿No querrá Dios algo más de las Fuerzas Armadas, que estén más allá de su función de cada día en relación a una ejemplaridad sobre toda la Nación?”. Les dijo que formaban “una falange de gente honesta, pura, que hasta ha llegado a purificarse en el Jordán de la sangre para poder ponerse al frente de todo el país hacia grandes destinos futuros: les toca velar con las armas en la mano los festines de los corruptos”

Un sobrino nieto fue secuestrado y acribillado a balazos por la Policía de Rosario. Cuando le narraron la noticia respondió: “Él se lo busco”.

El 23 de marzo de 1976 participó del encuentro entre Videla, Agosti, Tortolo y Grasselli.

En pleno apogeo de secuestros, expresó: “No intermedio casos de desaparecidos, detenidos o cesantes”.

El 24 de marzo de 1981 afirmó: "Los miembros de la junta militar serán glorificados por las generaciones futuras."



Eugenio Zitelli


Zitelli fue capellán de la Unidad Regional II de la Policía de Rosario desde 1964 hasta 1983 y estuvo presente en diversas sesiones de torturas.


Participó en misas, confesiones y entrevistas con los detenidos del Servicio de Informaciones, por lo que fue una pieza más central del mecanismo represivo existente en Rosario. Avaló la tortura como método para obtener información política.

Cuando en un campo de concentración, una desaparecida le denunció las torturas y las violaciones, afirmó: “Que usen la picana está bien porque estamos en guerra y es un método para obtener información política. Pero la violación atañe a la moral y nos prometieron que eso no iba a pasar”.


En 1999 el arzobispo de Rosario, Eugenio Mirás, reconoció la labor de Zitelli, otorgándole el título de monseñor honorífico, que gestionó ante el Vaticano.


En el año 2000 declaró: “Toda guerra es salvaje, no hay vuelta de hoja, así que uno no viene a justificar que ha habido excesos, claro que ha habido excesos, pero aquí había habido un proceso ideológico que ha querido copar el país y no ha ido por vía democrática”


Actualmente es investigado por la presunta comisión de los delitos de privación ilegítima de la libertad agravada, tormentos agravados y asociación ilícita calificada.


A fines de octubre, cuando murió Néstor Kirchner volvió a sorprender a la comunidad de Casilda, donde aún se desempeña como párroco, al participar de la celebración religiosa convocada por la oposición al kirchnerismo dentro del Partido Justicialista, en lo que muchos interpretaron como una provocación.


Otra frase suya: “Fue una lucha muy brava que si no se hubiera actuado, digamos, con firmeza no sé qué hubiera sido de este país, una anarquía”



Pio Laghi

Nuncio apostólico entre 1974 y 1980, es decir, el enviado del Papa en Argentina. Fue el nexo, también, entre la Iglesia argentina y la Embajada de Estados Unidos, convirtiéndose así en unos de los ideólogos de la estructura del Golpe porque, además, era el confesor de Isabel Perón.

Mantenía una relación amistosa con Massera, con quien jugaba al tenis frecuentemente. Además fue quien casó a los hijos y bautizó a los nietos del almirante genocida. Cuando Massera pasó a retiro, Laghi siguió estrechamente vinculado a las máximas jerarquías de la Marina.

Diversos testigos denuncian que el nuncio estaba absolutamente al tanto de los secuestros, torturas y desapariciones.

El 6 de junio de 1977 las Madres le escriben una carta solicitándole su intervención. Pío Laghi no contestó hasta el 5 de septiembre cuando les concedió una entrevista, que habían pedido con anterioridad, pero les dijo que no iba a actuar a favor de los desaparecidos.

Fue quien facilitó la entrevista privada que el papa Paulo VI le brindó a Massera en octubre de 1977, donde al hacer referencia a las desapariciones de religiosos, el Sumo Pontífice afirmó: "No se preocupe, almirante, para la Iglesia ese tema está terminado”

En junio de 1976 Pío Laghi bendijo el “Operativo Independencia” en Tucumán: frente a Bussi y su tropa, expresó: “Los valores cristianos están amenazados por una ideología que es rechazada por el pueblo y la Nación reacciona como cualquier organismo vivo, generando anticuerpos frente a los gérmenes que intentan destruir su estructura e instrumentando su defensa con los medios que la situación impone. (…) Hay situaciones en la cuales la autodefensa exige a veces tomar actitudes que pueden implicar el respeto del derecho hasta el límite de lo posible. Por eso cada uno tiene su cuota de responsabilidad: la Iglesia y las Fuerzas Armadas; la primera está insertada en el proceso y acompaña a la segunda, no solamente con sus oraciones, sino con acciones en defensa y promoción de los derechos humanos y de la Patria (...) Sigan las órdenes "con subordinación y valor", como dicen ustedes."

En 1999 las Madres le hicieron una denuncian penal en Italia por “homicidio calificado, secuestro seguido de muerte, torturas y violaciones en carácter de partícipe necesario”.



Julio César Grassi

En octubre de 1987 se ordenó sacerdote eligiendo el lema "Padre de los que no tienen padre". El 23 de diciembre 1993 fundó la “Fundación Felices los Niños”, en Hurlingham, donde hoy tiene su sede central, y con el tiempo se fue expandiendo en distintas localidades del Gran Buenos Aires, Capital Federal y del interior del país.

En 2002 fue denunciado públicamente por abuso de menores, aunque ya existían denuncias anónimas anteriores, y en 2009 se lo condenó a 15 años de cárcel aunque se le permitió seguir en libertad hasta que la sentencia quede firme. La sentencia lo encontró culpable de dos hechos de abuso sexual y corrupción agravada de menores.

El 20 de setiembre de este año el Tribunal Oral en lo Criminal 1 de Morón, integrado por los jueces Luis Andueza, Jorge Carrera y Mario Gómez, resolvió, en segunda instancia, que Grassi permanezca en libertad hasta que la sentencia quede firme.

Aunque lo condenaron por dos hechos de abuso sexual, Grassi estaba imputado por 17 casos, todos contra menores de edad, y narrados con detalles contundentes. Los jueces no permitieron que se transmitiera el juicio aunque sí autorizaron que las víctimas declaren teniendo la mirada amenazante de su abusador a unos pocos metros. En todo el proceso, la estrategia del cura incluyó amenazas intimidación de testigos y abogados. Uno de sus defensores estuvo preso por obligar a uno de los menores a retractarse bajo engaños y hay dos jueces con pedido de juicio político. Actualmente el caso se encuentra apelado ante la Suprema Corte Bonaerense para que revoque su libertad.

Pese a la gravedad de los delitos y la exposición que tuvo el caso, en ningún momento la Conferencia Episcopal Argentina emitió palabra alguna sobre Grassi ni mucho menos acompañó a las víctimas.

Durante el juicio, el cura declaró: “"A los chicos los he querido de todas las maneras que pude"



Juan Carlos Aramburu

Era cardenal arzobispo de Buenos Aires cuando le quitó la licencia al sacerdote Orlando Virgilio Yorio, integrante de la pastoral de villas. Pocos días después Yorio fue secuestrado y llevado clandestinamente a la ESMA.

El 4 de julio de 1976 son asesinados los cinco palotinos. El funeral fue ese mismo día. El oficio religioso estuvo a cargo de Aramburu, y alrededor de sesenta sacerdotes. Durante la misa, entró el comandante del Primer Cuerpo de Ejército Carlos Suárez Masón. No se le negó la comunión.

Al día siguiente, la CEA redactó una carta a la Junta Militar en la que decía: "Sabemos, por las palabras del señor ministro del Interior y por la presencia en las exequias del señor ministro de Relaciones Exteriores y Culto y de otros altos jefes militares, cómo el gobierno participa de nuestro dolor, y nos atreveríamos a decir, de nuestro estupor". Al final se preguntaban: "¿Qué fuerzas tan poderosas son las que con toda impunidad y todo anonimato pueden obrar a su arbitrio en medio de nuestra sociedad?".

A Aramburu se le debe la perversa metáfora que justificaba la represión refiriéndose al país como un organismo convaleciente de una "larga y postrante enfermedad", siendo deber de todos "cooperar para lograr una real y positiva recuperación humana, psíquica y espiritual. Hay que defenderse tanto contra la violencia de los enemigos del orden y del país, como de la impaciencia y presión de otras fuerzas o factores de influencia con opciones o métodos divergentes", decía. Mientras, se negaba sistemáticamente a recibir a las Madres.

En la Jornada de la Paz del 2 de enero de 1979, el cardenal Aramburu se alegró porque "los jóvenes violentos son cosa del pasado" ya que según decía "las masas juveniles están buscando a Cristo, el Supremo Maestro de la Verdad". Hablaba de "los daños y muertes producidos por la subversión" y reclamaba "con profundo ánimo pacifista" información acerca de los "desaparecidos".

Con la anuencia de los titulares de la CEA y de la Pastoral Social, se dio paso al Documento de Punto Final dado a conocer por los militares en abril de 1982. El 19 de noviembre de 1982 declara al diario “Il Messagero” de Roma: “…en Argentina no hay fosas comunes y a cada cadáver le corresponde un ataúd. Todo se registró regularmente en los correspondientes libros…” Y en otro tramo, “... ¿Desaparecidos? No hay que confundir las cosas. Usted sabe que hay desaparecidos que viven tranquilamente en Europa…”



Raúl Francisco Primatesta

“Es tiempo de callar”, sostuvo al comenzar la dictadura el Presidente de la Conferencia Episcopal. Tal como se enseñaba en el Curso Interamericano de Guerra Contrarrevolucionaria que el obispo Dietrick von Niekin, sostenía en 1411 “cuando la Iglesia se ve amenazada deja de estar sujeta a los mandamientos de la moral.”

En 1979 cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos vino a Argentina se reunió con él. Les entregó un informe lavado que no sólo no aportó datos, sino que justificó la actitud de las Fuerzas Armadas, según testimonia el organismo. El entonces también arzobispo de Córdoba les negó además un templo para utilizarlo durante unos días a efectos de recibir testimonios de familiares de desaparecidos.

Primatesta insistía con el "sí a la paz" y el "sí a la vida" y desataba una campaña en la que suplicaba "a las autoridades, a todas las instancias competentes que actúen para que se prohíba y se ponga remedio al aborto voluntario". Preocupado por el aborto, se olvidaba de los miles de desaparecidos porque, aseguraba, en "situación de guerra los argumentos y los límites éticos entran en un cono de sombra y oscuridad".

El mismo Pío Laghi sostiene que: “Cuando me enteré de lo de Angelelli, le hablé a Harguindeguy pidiendo un avión para ir a La Rioja, diciéndole que quería saber la verdad, si eran ellos los que lo habían matado (…) Me dijo que no, que era un accidente, y lo mismo me repitió el cardenal Primatesta, que fue conmigo a La Rioja”.

Ante diversos pedidos, se niega, además, a seguir el ejemplo de la iglesia chilena con la Vicaría de la Solidaridad para frenar las desapariciones. El cardenal Arns, Arzobispo de San Pablo, Brasil y fundador de la Asociación Clamor, contó que recibió una carta de Primatesta instándolo a que no se meta en asuntos de la Iglesia argentina. Su voto fue definitivo para que Juan Pablo II se consagre Papa.

Al presentarse el proyecto de ley de Punto Final, el 14 de diciembre de 1986, expresó desde la CEA: "Para la Patria, en este momento, es necesario un espíritu profundo de reconciliación y no hay muchas confesiones públicas que hacer. La Iglesia no quiere confesiones individuales, sino la reconciliación que al mismo tiempo implica reconocimiento de las propias debilidades como comunidad y una profunda esperanza en el amor de Dios que une a los hombres".



Héctor Rubén Aguer

Fue ordenado sacerdote en 1972 por el Cardenal Aramburu. Era sacerdote en la Parroquia Inmaculada Concepción de Belgrano, conocida como “La Redonda”. Eran tiempos de la triple A, cuando expulsó a varios curas por leer los documentos de Medellín del Episcopado latinoamericano. De aquel grupo muchos están desaparecidos, otros estuvieron detenidos y salieron en libertad y otros debieron exiliarse.

Diversos testimonios lo señalan como responsable de la desaparición de Pablo Gazzarri. El sacerdote es secuestrado el día que deja la Arquidiócesis de Buenos Aires para pasar a los Hermanitos del Evangelio.

Aguer fue designado rector del Seminario de la Diócesis de San Miguel, donde curiosamente las frazadas que servían de abrigo a los seminaristas tenían la leyenda: “Escuela Superior de Mecánica de la Armada”.

En 1986 sostuvo que lo que se escuchaba sobre la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, son "clamores de venganza". El ex mayor Ernesto Nabo Barreiro participó como carapintada de las negociaciones con Alfonsín por la impunidad.

El 22 de noviembre de 2003 el banquero Francisco Trusso, preso por el escándalo del Banco de Crédito Provincial fue liberado luego del pago de una fianza de un millón de pesos a cargo de Monseñor Aguer, quien se presentó como fiador personal. El abogado defensor era Fernando Burlando. Y el asesor de Trusso era el mismo Nabo Barreiro.

El actual titular del arzobispado de La Plata –protector de la orden integralista del Verbo Encarnado– y hombre de fidelidad a Esteban Caselli, es además Gran Canciller de la Universidad Católica de La Plata.

Es Presidente de la Comisión Episcopal de Educación Católica desde donde batalla contra la educación sexual y los derechos de las mujeres.



Alberto Angel Zanchetta

Participó en la ESMA como capellán, entre 1975 y 1977. Su función era consolar espiritualmente a los represores que arrojaban a los desparecidos vivos al mar.

Como los antecedentes podían jugarle una mala pasada, en 1981 sus superiores lo sacaron de la órbita de la Armada y lo pasaron a Ejército. En 1984 lo devolvieron a jurisdicción de la Marina. Desde entonces, se desempeñó como jefe del Servicio Religioso del Comando de Operaciones Navales de la Base de Puerto Belgrano y ocupó, hasta diciembre del 2004, el cargo de canciller y secretario general del obispado castrense. En el 2007, el entonces arzobispo castrense Antonio Baseotto lo envió a Haití para asistir a las tropas argentinas que integran la Misión de Paz de la ONU.

El 11 de agosto de 2009, el Ministerio de Defensa le ordenó a la Armada que disponga el retiro o la baja de Zanchetta, quien seguía gozando de los beneficios de un sueldo de unos cinco mil pesos mensuales como capitán de fragata en actividad. La resolución, firmada por la ministra Nilda Garré, detalla que “consta en el respectivo expediente instruido en 1986 que su actuación en la Armada se remonta a su anterior desempeño en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) en 1975/76/77, instalaciones en las que funcionara en la misma época un centro clandestino de detención”.

El año pasado daba misa en la iglesia San Pedro González Telmo, de la arquidiócesis porteña, ubicada en el barrio de San Telmo. Tras la denuncia periodística sobre el caso, la Iglesia lo retiró de las ceremonias sigilosamente. Según la propia información del Arzobispado de Buenos Aires está asignado a esa iglesia como “vicario parroquial”



Ildelfonso María Sansierra

Arzobispo de San Juan.

Fue uno de los obispos más reaccionarios del Episcopado. En plena dictadura afirmó, impúdicamente, que “los derechos humanos son observados en la Argentina”. Sostuvo además que “ellos son suspendidos en tiempo de guerra”. En una ocasión, hablando de los que reclaman por la existencia de presos políticos, dio la siguiente explicación: “Yo voy también a la cárcel y nunca me quedo adentro. Me dejan salir siempre”.

Cuando arribó a nuestro país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos declaró: “la CIDH. tiene intención política. Debería preocuparse por otros países donde se violan abiertamente los derechos humanos. Debemos defender nuestra soberanía y si la comisión excediera sus funciones el gobierno, haciendo uso de sus facultades soberanas, debería dar por terminada su misión”.

Fue uno de los que más enfrentó a la Iglesia latinoamericana en opción por los pobres. El 15 de octubre de 1976 declaró: “Incluir en la Biblia una foto de la Plaza de la Revolución Cubana era un insulto a Dios, parte del plan marxista de ganar a los pueblos latinoamericanos, no bajo el signo de la hoz y el martillo sino con el signo de la cruz”.



Antonio Astolfi

Capellán de la 10° Brigada del Regimiento 7 de Infantería de La Plata y párroco de la iglesia de Los Hornos.

Los sobrevivientes del campo de concentración que funcionó en el destacamento de la Policía Bonaerense en Arana declararon ante la Justicia que él era uno de sus responsables y que impartió la extremaunción a un grupo de prisioneros que fueron ejecutados con una inyección letal



Antonio Baseotto

Obispo emérito de la Iglesia Católica argentina. Se desempeñó como obispo castrense, recibiendo un salario como Subsecretario de Estado, en el período 2002/2007. En el 2005 el Gobierno de Néstor Kirchner decidió removerlo por sus declaraciones contra el entonces ministro de Salud, Ginés González García, en torno al aborto. Baseotto expresó: “Quienes escandalizan a los pequeños merecen que le cuelguen una piedra de molino al cuello y lo tiren al mar”, en obvia referencia a los “vuelos de la muerte” y haciendo apología de ese delito.

Sin embargo, el Vaticano no aceptó la remoción, por lo que continuó reconociéndolo como Obispo Castrense hasta que le fue aceptada su renuncia, al cumplir 75 años.

En los años 1980 sirvió en la diócesis de Añatuya, Santiago del Estero, donde estuvo involucrado en un gigantesco escándalo por la venta de bebés. Según la denuncia judicial, Baseotto integraba una organización dedicada a la venta de recién nacidos, en complicidad con funcionarios judiciales, el registro civil y el hospital zonal.

En esa diócesis estuvo a cargo de un programa de televisión dominical, donde varias veces fue acusado de antisemitismo.

En el 2004, en una homilía en la Catedral castrense Stella Marís, se refirió a la dictadura. Expresó: “...Se trató de una guerra. Y en una guerra es imposible evitar excesos. Lo que ahora nos cabe a todos, es buscar el encuentro, trabajar por la paz. Es insensato que tanta sangre derramada, tanto dolor sufrido, todavía tenga secuelas de venganzas, represalias e iniquidades. Si amamos a la patria, debemos trabajar para la reconciliación y la paz. No cabe sembrar odio. Quien no ha entendido el sentido del perdón, no tiene derecho a llamarse cristiano”.



Mario Hugo Bellavigna

Fue cura penitenciario del penal de mujeres de Villa Devoto entre 1978 y 1982. Fue confesor de presas donde torturaba psicológicamente a las detenidas. Se negaba a atenderlas cuando ellas estaban enfermas y recomendaba días de prisión.

En el penal, también fue miembro de la “Comisión Interdisciplinaria” que "determinaba la recuperabilidad de las detenidas", donde se las intimaba a firmar una declaración de apoyo a la dictadura. Esta Comisión dependía del Primer Cuerpo de Ejército bajo el mando del General Suárez Masón

Desde 1994 al 2006 fue párroco de la iglesia “Santa Inés Virgen y Mártir", en La Paternal, donde se le hizo un escrache por su complicidad con la dictadura.

Hasta el día de su muerte fue delegado del Arzobispo de Buenos Aires para el Servicio Penitenciario y Asesor del Servicio de Pastoral Penitenciaria



José Miguel Medina

Fue obispo de Jujuy y luego Vicario Castrense, reemplazando a Tortolo.

Presionaba a los detenidos en la cárcel de Villa Gorriti para que suministraran las informaciones que pedían las autoridades militares. De él se dice que fue uno de los más siniestros de los obispos castrenses. Justificaba la tortura.

Siendo Obispo de Jujuy, el 30 de marzo de 1982, Juan Pablo II lo designó obispo castrense para las Fuerzas Armadas de la Nación. Su trayectoria en la provincia norteña se caracterizó por una constante denuncia a “los sectores marxistas”. En distintas oportunidades formuló críticas a las organizaciones de derechos humanos. Diversos testimonios -ante la CONADEP y en el Juicio a los ex comandantes- dan cuenta de su presencia en campos clandestinos de detención y de cómo estaba al tanto de todo lo que hacían los militares.



Alejandro Cacabello

Capellán auxiliar del Comando de Sanidad del Ejército. Asistió, por lo menos, a una sesión de tortura en la cárcel de Caseros, según testimonios ante la CONADEP.



Francisco Priorello

Capellán de la Gendarmería Nacional, asignado a la guarnición de Campo de Mayo. Denunciado por torturas. Una de sus tácticas consistía en pedir a los detenidos todos los datos de sus familiares con la promesa nunca cumplida de informarles que estaban allí. Cuando pedían ir al baño les hacía gritar “Viva Hitler”. “Nos pararon a mí y a una chica y el padre nos dio un latigazo terrible en la cola”, declaró un sobreviviente de un campo de concentración.



Pelanda López

Capellán del Ejército en el Batallón de Ingenieros 141 de La Rioja. Tuvo activa participación en la represión. Presionaba a los presos políticos para que confesaran “sus pecados guerrilleros” y alentaba a los carceleros a no aflojar la “mano dura”.

Antes y después del Golpe, tuvo enfrentamientos con monseñor Angelelli. Después de marzo de 1976 el coronel Pérez Bataglia, jefe del Ejército en La Rioja, le prohibió a Angelelli seguir dando misas en la cárcel, las que comenzó a oficiar Pelanda López.

Un sobreviviente de los campos de detención revivió un diálogo con el capellán. "Padre, me están torturando terriblemente en las indagatorias y le ruego que intermedie para que no me torturen más". Pelanda López le contestó: "Y bueno mi hijito, pero qué querés si vos no cooperas con las autoridades que te interrogan".

En otra oportunidad le manifestó: "Ustedes no tienen autoridad para quejarse de la tortura."



Ala

Sacerdote salesiano, confidente de los servicios de información, daba charlas de instrucción a militares sobre la infiltración comunista. Afirmaba que la punta de lanza de la subversión en el campo religioso la constituía monseñor Angelelli. Denunció a sacerdotes de su congregación que tuvieron que salir del país.



Armando Monzón

Capellán del 3º Cuerpo de Ejercito. Implicado en diversas denuncias ante la CONADEP.



Christian Von Wernich

Capellán de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, íntimo amigo de su jefe, Ramón Camps de quien era confesor. El 9 de octubre de 2007 fue condenado a reclusión perpetua e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por 34 casos de privación ilegal de la libertad, 31 casos de tortura y 7 homicidios calificados. El tribunal consideró que esos crímenes habían sido perpetrados en el marco del genocidio.

Participó de sesiones de torturas, de operativos, de interrogatorios y visitaba distintos campos de concentración de Buenos Aires. Ante los militares, justificaba y bendecía las torturas.



Félix Ignacio Olmedo

Capellán Policía Federal. Visitante de campos de concentración. Denunciado ante la CONADEP.



Sabas Gallardo

Capellán del III Cuerpo del Ejército (Córdoba).

Varios testimonios aseguran haberlo visto en el campo de concentración “La Perla”. Fue parte activa de la extorsión a los desaparecidos. Les decían que eran rehenes y que pagarían si sus compañeros atentaran contra los jefes militares o del gobierno. Dentro del campo de concentración conocido como “La Perla” le dijo al ex diputado Musa, que estaba allí detenido, que sólo era pecado torturar más de 48 horas. Además, afirmó que “la tortura dignifica”.



Carmelo Guadagnoli

Capellán del II Cuerpo del Ejército con el grado de Oficial Ayudante.

Participaba en los interrogatorios a los desaparecidos. Una de sus víctimas aseguró: que “se libraba la tercera guerra mundial contra los judíos y los comunistas...”

Investigado por cómplice y encubridor de la dictadura y por participar de interrogatorios en campos de concentración.



José Menestrina

Capellán Mayor.

Celebró misa, junto con Tortolo y otros capellanes, en campos de concentración.



Julio Mackinnon

Capellán Militar de Córdoba. Parte activa de la detención de personas. Al poco tiempo del asesinato de monseñor Angelelli, en una reunión de sacerdotes cordobeses, dijo que “a Angelelli le habían avisado varias veces…”



Manuel Jorge Cabello

Secretario Canciller del Vicariato Castrense. Justificó sin reservas la utilización de la tortura.



Ruben Di Monte

En la dictadura fue obispo auxiliar de Avellaneda, luego obispo de la misma diócesis y en el año 2000 fue promovido a arzobispo de Mercedes-Luján, donde renunció por edad el 27 de diciembre de 2007. Es arzobispo emérito de esa diócesis.

Se declara amigo de Suárez Mason, Nicolaides y otros personajes militares.



Antonio Quarracino

Fue nombrado obispo de Nueve de Julio (Buenos Aires), en 1963. El 3 de agosto de 1968 el Papa Pablo VI lo traslada a la diócesis de Avellaneda (cuya nueva catedral fue construida durante su mandato).

Como Obispo de Nueve de Julio, participó de todas las sesiones del Concilio Vaticano II y adhirió al progresismo posconciliar de los años sesenta, pero con los años fue virando hacia el conservadurismo doctrinario.

El Papa Juan Pablo II lo promueve a la Arquidiócesis de La Plata el 18 de diciembre de 1985, y luego a la Arquidiócesis de Buenos Aires el 10 de julio de 1990, agregándole el cargo de Primado de Argentina. Fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal Argentina en noviembre, y luego reelecto, hasta 1996. Fue elevado a Cardenal en el consistorio del 28 de junio de 1991. Murió en 1998.

Cuando Menem firmó los decretos de indulto, manifestó “alegría". Antes, se había pronunciado a favor de una ley de amnistía, al mismo tiempo advertía sobre los peligros que podían derivarse de un eventual juzgamiento de los militares. Siempre insistía en la necesidad de que se dicte una “ley de olvido”.

En 1994, dijo que lesbianas y gay deberían ser "encerrados en un ghetto" y que “los homosexuales son una sucia mancha en el rostro de la Nación”. Esto causó una acusación de discriminación, que no fue considerada por la justicia debido a que la ley antidiscriminación no cubría la orientación sexual. Años más tarde expresó que el término homosexualidad era "una desviación de la naturaleza humana, como la bestialidad".

En el 2007 su ex mano derecha, monseñor Roberto Toledo, fue investigado judicialmente por "estafa" por unos diez millones de dólares.



Juan Rodolfo Laise

Durante la dictadura fue obispo de San Luis. Se lo señala como una de las mentalidades más cavernícolas de todo el Episcopado;

Fue ordenado obispo por Juan Carlos Aramburu, quien estuvo acompañado por Antonio José Plaza y Raúl Francisco Primatesta. Por edad, renunció en el 2001 y desde entonces es obispo emérito.

En 1976, le pidió al máximo responsable militar de la provincia que secuestrara a un sacerdote que había dejado los hábitos. Como el coronel se negó, el obispo prohibió a los curas locales que casaran a la hija del militar.



Manuel Guirao

Sacerdote en 1943, fue entre 1970 y 1981 obispo de Orán. Luego, fue Obispo de Santiago del Estero hasta 1994. Ya retirado, el Papa le mostró su confianza al nombrarlo administrador apostólico de Chascomús entre 1999 y 2000. Falleció en el 2005

Sostenía que el perdón corresponde a los hombres y la justicia de Dios, excluyendo de esa manera la posibilidad de sanciones penales para los criminales del genocidio.



Octavio Derisi

Fue fundador de la Universidad Católica Argentina. En 1953, fue designado prelado doméstico de Pío XII, con derecho al tratamiento de monseñor. Este vínculo directo con los intereses vaticanos determinó que en 1955, cuando se produjo el enfrentamiento entre el gobierno de Juan Domingo Perón y la Iglesia Católica, tuviese que abandonar su cátedra en la Universidad de La Plata. Fue arzobispo de La Plata hasta 1984 cuando fue nombrado Arzobispo titular de Raso “ad personam” (distinción personal sin ejercicio de cargo eclesiástico). Murió en el 2002, a los 95 años.

En 1979, cuando arribó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, afirmó: “Creo que la C.I.D.H. no debería haber venido”. El gobierno con una gran generosidad la ha aceptado. Por eso yo también la respeto, pero no tenía porqué una comisión extranjera venir a tomarnos examen. Creo que en este momento el gobierno lo está haciendo bien y no era necesario todo esto. Pero en fin, ya que ha venido pido a Dios que sean objetivos y no se dejen influenciar por aquella gente que ha creado este problema en la Argentina: las familias de aquellos guerrilleros que mataron, secuestraron y robaron”.

No fue todo: “Creo sinceramente que la Argentina es uno de los países donde hay más tranquilidad y en donde los derechos humanos están más respetados. En este momento hay presos, pero presos por delincuencia, dice el gobierno y en todo caso de acuerdo a la ley y a la constitución. No veo que en este momento en la Argentina se encarcele, se mate, se atropelle contra los derechos humanos en ninguna parte. Si hay alguna cosa individual... somos hombres, pero no me consta que exista esta situación. De todos modos yo vengo de Europa y les aseguro que hay mucha más tranquilidad en Argentina. En la Argentina una mujer puede ir de noche con toda tranquilidad. Yo diría que los derechos humanos están sustancialmente defendidos en la Argentina”.



Rómulo Garúa

Obispo de Mar del Plata.

Para él, las denuncias en el exterior sobre violaciones a los derechos humanos eran “campañas improvisadas y organizadas por quienes niegan la libertad”. Incluso negó un templo a los familiares de los desaparecidos para reunirse.



Bernardo Witte

Fue sucesor de Angelelli en el obispado de La Rioja. Para este obispo, que en la actualidad es obispo emérito de la Santísima Concepción (Mendoza), las denuncias de los organismos de derechos humanos eran una “campaña difamatoria”.

En 1988 el diario “La Prensa”, publica una declaración suya en la que afirma “Nos sorprendimos de que la misteriosa muerte de Monseñor Angelelli haya sido caratulada de asesinato sin que se tengan las pruebas suficientes”. “En la causa se incluyó a militares sin suficientes pruebas, y luego éstos recibieron los beneficios de las leyes de punto final y obediencia debida, sin que se pudieran defenderse”.

En una oportunidad dio, en un campo de concentración, una misa a los desaparecidos, quienes eran tenidos del brazo por un guardiacárcel. Terminada la misa el obispo procedió a entregar a cada detenido una medalla y un abrazo que enviaba el Papa Paulo VI a los presos políticos.



León Kruk

Quien fuera obispo de San Rafael durante la dictadura afirmó que “la visita de la C.I.D.H. no significa un avasallamiento de nuestra soberanía pues responde a una invitación del gobierno”. Luego, expresó “sus dudas acerca de la exactitud de sus conclusiones”

Bajo su ala, se instaló en San Rafael, en 1984 el Instituto del Verbo Encarnado, donde se forman sacerdotes y religiosas promotores del integrismo ultraconservador católico, que sustentaron en los ’70 obispos como Adolfo Tortolo y Victorio Bonamín.

Diversos testigos lo mencionaron en diferentes juicios por delitos de lesa humanidad como cómplice con los genocidas de la provincia de Mendoza.



Justo Laguna

Obispo emérito de Morón. Fue nombrado en 1980 y renunció en el 2004 al haber traspasado el límite de la edad canónica. Antes, había sido obispo auxiliar de San Isidro.

En 1982 el entonces diario “Tiempo Argentino” lo premió como "Hombre del Año" por el servicio y aporte al proceso de reconciliación nacional.

En 1996 hizo una autocrítica sobre su actuación en la dictadura militar diciendo que no hizo lo suficiente para salvar las vidas de muchos desaparecidos.

En 1999, tras la denuncia penal de las Madres a Pío Laghi, en Italia, declaró que eran una “tremenda locura y una infamia” las acusaciones cuando estaban probados los vínculos del nuncio con los genocidas. Además, agregó: “Hay una cosa de odio, de venganza personal” y se consideró un “estrecho allegado” a Pío Laghi desde muchos años atrás. Para justificar los partidos de tenis que Laghi hacía con Massera en plena dictadura, declaró que se realizaban por la pasión por ese deporte que sentía el nuncio, que lo llevarían a enfrentar al mismísimo diablo con tal de jugar.

Es controvertida su actuación en torno al caso Grassi, que dependía de su obispado.



Jorge Casaretto

Obispo de Rafaela, designado en 1976, y desde 1985 de San Isidro. Fue presidente de Cáritas durante dos períodos y es el actual presidente de la Pastoral Social.

Diversos testigos aseguran que sabía lo que ocurría en los campos de concentración, ya que era normal verlo en los interrogatorios.

Ante la CONADEP, fue denunciado por encubrimiento y por participar en los interrogatorios. En el 2000 se preguntaba ante la prensa: “¿Podríamos resignarnos a no avanzar en este camino de reconciliación histórica porque no se han podido superar los escollos del esclarecimiento total de la verdad y la realización plena de la justicia?”.

En 2008 él y el rabino Sergio Bergman fueron galardonados con el Premio Konex de Platino a los Dirigentes Comunitarios.



Carlos Mariano Pérez

Primer obispo de Comodoro Rivadavia y arzobispo emérito de Salta. A cargo del arzobispado de Salta desde 1964 a 1984. En enero de ese año sostuvo ante la prensa nada menos que lo siguiente: “Hay que erradicar a las Madres de Plaza de Mayo”. Además, “se mostró contrario al juicio y castigo a los militares, afirmó que los organismos defensores de derechos humanos en nuestro país pertenecen a una organización internacional; y consideró que la exhumación de cadáveres N.N. es una infamia para la sociedad”.



Vicente Martínez Torrens

Fue capellán de las Fuerzas Armadas durante la guerra de Malvinas. Sacerdote de la localidad de Alpachiri, recientemente en el marco de la presentación de su libro "Dios en las Trincheras", este cura español reivindicó la guerra de Malvinas y lo actuado por el entonces presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri.

En el año 2006 fue noticia porque dio una misa que recordó la rendición argentina en Malvinas. Y lo hizo nada menos que junto al ex obispo castrense Antonio Baseotto, el mismo que había dicho que al ex ministro de Salud Ginés González García habría que colgarle una piedra y tirarlo al río por su posición en favor de discutir la despenalización del aborto.



Franco Revérberi

Partícipe del genocidio cometido por la dictadura. Fue capellán auxiliar del Escuadrón de Caballería de Montaña 8 de Mendoza, hasta 1982.

Tres testigos lo acusaron de haber ido a visitarlos a los campos de concentración y que incluso fue testigo de las torturas perpetradas a los detenidos. Allí decía: “Tienen que colaborar con las Fuerzas Armadas”.

Es sacerdote de la iglesia de Salto de las Rosas, en el departamento sureño de Mendoza.



José Álvarez

Este cura mendocino expresó que “hubo autodesaparecidos que después aparecieron, al momento de cobrar su indemnización”.



Juan Alberto Puiggari

Fue ordenado sacerdote por Adolfo Servando Tortolo el 13 de noviembre de 1976. Desde entonces se desempeñó como sacerdote diocesano en la arquidiócesis de Paraná a las órdenes de Tortolo, José María Mestres y Estanislao Karlic.

El 20 de febrero de 1998 el papa Juan Pablo II lo nombró obispo titular de Turuzi y auxiliar de Paraná. Luego fue nombrado obispo de Mar del Plata y en noviembre de 2010, obispo de Paraná. Al asumir reivindicó la labor de Adolfo Tortolo.

Está acusado de estar vinculado a la complicidad con la dictadura. Es integrante de la Comisión Episcopal de Cáritas y en la Conferencia Episcopal Argentina es miembro de la Comisión Episcopal de Ministerios y del Consejo Permanente para el Colegio Sacerdotal Argentino en Roma.



Aldo Omar Vara

Diversos testigos lo vieron en “La Escuelita”, uno de los campos de concentración de Bahía Blanca. Él declaró que había tratado de ayudar a los adolescentes secuestrados y torturados en dependencias del Cuerpo V de Ejército en 1976 y agradeció a Dios “haber estado allí y haber podido evangelizar a unos 7.000 jóvenes”.

Además, afirmó: “A pesar nuestro se nos mantuvo al margen del proceder militar sobre los guerrilleros”. Reconoció haber visto las marcas de las torturas padecidas con shocks eléctricos por varios detenidos pero declaró que “los tiempos eran muy difíciles” y que pensaba “que pronto los iban a largar, les recomendé que no hablaran más que con su papá y con su mamá del tema. Les recomendé que guardaran reserva, hasta que llegaran tiempos en los que se pudiera hablar”.



Luis Mecchia

Capellán del Ejército a partir de 1967. Falleció el 12 de septiembre de 2010

Desde 1961 participó en el Ejército en la implantación de la doctrina de la guerra contrarrevolucionaria y en la dictadura prestó servicio en Campo de Mayo, donde funcionó uno de los mayores campos de concentración.

Consiguió, con el aval de la jerarquía eclesiástica, mantenerse en funciones hasta que las normas le pusieron un límite solo fundado en la biología. Documentos del Archivo Nacional de la Memoria dan cuenta de que se desempeñó al frente de los 33 capellanes que prestaron servicios en el Comando de Institutos de Campo de Mayo, donde funcionó la Zona de Seguridad 4 y uno de los mayores centros de exterminio del país.

Justificó el golpe de 1976, cuando sólo “una pequeña fracción” castrense “defendía aquello que se llamaba el Estado constitucional”. Declaró que como era preciso “salvar al país y al sentido argentino de la existencia” se adoptaron “métodos expeditivos”, para “frenar a los extremistas y a la guerrilla internacional”.

Otras declaraciones: “Digamos así, con la discreción de quien sabe interpretar lo que digo: si alguien es sorprendido armado, más le vale olvidar su nombre. Cuando nos encontramos ante un hombre armado, la regla es disparar primero. Gana la guerra quien comete menos errores.”

Al describir a sus enemigos, declaró que son aquellos que “tienen ideologías marxistas, organizan huelgas, arrojan volantes, siembran clavos en las calles o lanzan bombas de humo”.

Además reivindicó lo que llamó “propaganda gris”, destinada a destruir “no a ellos sino a sus familias” y dijo que había organizado un “programa de reeducación filosófica, cristiana, social de esa gente”. Su conclusión era que “antes de pronunciarse sobre los famosos derechos humanos hay que conocer muchas cosas”.



Ángel Mafezzini

Capellán mayor de la Armada e integrante del primer grupo que desembarcó en Malvinas, donde fue para bendecir la guerra. Escribió el libro “Diario de un cura soldado. 70 días en Malvinas”.



Miguel Regueiro

Se ordenó sacerdote en 1972, fue destinado al obispado castrense y en 1977, al entonces batallón del Ejército en San Nicolás, hasta que en 1980 fue enviado al Tercer Cuerpo de Ejército de Córdoba.

Durante la dictadura revistaba en sectores de la Iglesia enfrentados con el obispo de San Nicolás Ponce de León, cuya muerte es investigada. En 1976 dijo que al Padre Nicolau -secuestrado, torturado y muerto en San Nicolás- “hubo que matarlo”.

Estuvo preso, acusado del secuestro de tres jóvenes y la sustracción de un bebé. Una de las madres de los tres jóvenes, fue a verlo para pedirle ayuda y el cura le respondió que “eran unos delincuentes subversivos que querían matarlo a él y al teniente coronel” (Manuel Saint Imant) y que no le iba a decir dónde estaban.



Edgardo Storni

Arzobispo emérito de Santa Fe.

35 mujeres aseguran que brindó una misa dentro de un campo de concentración el 24 de diciembre de 1976.

Una testigo de aquella época, declaró “Él fue cómplice del genocidio con su silencio”. Además, expresó: “Lo vi en el despacho del jefe de la Guardia de Infantería Reforzada, en la ciudad de Santa Fe, donde yo estuve primero como desaparecida y luego seguí detenida a disposición de la Junta Militar. Storni estaba hablando con el oficial (Julio Alberto) Villalba. Hablaban como dos amigos. Después, Storni recibía denuncias de nuestros familiares y no hacía nada, cuando sabía todo lo que nos estaba pasando”.

Pese a que estaba procesado (luego condenado) por abuso sexual cobró durante años una jubilación de privilegio de 7 mil pesos. Solía llamar a los jueces para pedirle que mejore las condiciones de detención de los genocidas porque eran “muchachos católicos”

El 2 de mayo de 1995 declaró: “La Iglesia no necesita hacer ningún examen de conciencia y mucho menos pedir perdón a la sociedad argentina”

Siendo arzobispo emérito de Santa Fe fue condenado a ocho años de prisión por abuso sexual agravado por su condición de sacerdote. La Iglesia jamás lo denunció. Lo encubrió enviándolo a Córdoba.



Guillermo Bolatti

Arzobispo de Rosario, ya fallecido y representante del ala integrista.

Según su visión “cada país debe regular los derechos humanos”. En plena dictadura, sentención: “No deben ser los extranjeros (la C.I.D.H.) los que nos vengan a indicar lo que tenemos que hacer. La entrevista de la C.I.D.H. con Primatesta me imagino que será positiva, porque podrán recibir algunos esclarecimientos sobre la situación de la Argentina que en el extranjero y en particular en Europa, está distorsionada”.



Federico Gogala

Ex capellán de la maternidad clandestina de Campo de Mayo, es vicario general de la diócesis de San Miguel.

Una monja y una enfermera aseguraron que entraba a la sala donde estaban las detenidas embarazadas de Campo de Mayo.



Estanislao Karlic

El 6 de junio de 1977 fue nombrado obispo titular de Castrum. Recibió su consagración episcopal del cardenal Raúl Primatesta. Más tarde fue nombrado arzobispo coadjutor y el administrador apostólico de Paraná. De 1986 a 1992, fue miembro de la comisión para la redacción del nuevo Catecismo de la Iglesia Católica. Fue presidente de la Conferencia Episcopal Argentina durante dos períodos consecutivos (1996-1999, 1999-2002) antes de dimitir como arzobispo de Paraná el 29 de abril de 2003, después de siete años. En el 2007, el Papa Benedicto XVI lo nombró cardenal.

Cuando las Madres iban a los cónclaves de obispos, Karlic se paseaba alrededor de ellas leyendo fragmentos de la Biblia donde metafóricamente expresaba que sus hijos se merecían estar desaparecidos. Jamás se molestó en intervenir ni en brindar ninguna respuesta a sus desesperados reclamos.

En el año 2000, en el marco del Congreso Eucarístico, Karlic leyó en la apertura una “Confesión de las culpas, arrepentimiento y pedido de perdón de la Iglesia en la Argentina”. Allí dijo: “En este acto, los cristianos argentinos pedimos perdón por ser indulgentes con posturas totalitarias, lesionando libertades democráticas que brotan de la dignidad humana”; además se pedía perdón a Dios por los “silencios responsables” y la participación de los fieles “en el atropello a las libertades, en la tortura y la delación y en la intransigencia ideológica”.

Así, la Iglesia, con Karlic a la cabeza, pedía perdón pero no a las víctimas y por los actos ajenos, no los propios.



Antonio Caggiano

Fue cardenal y arzobispo, vicario castrense y obispo de Rosario. En 1975 abandonó la conducción del Arzobispado debido a su avanzada edad. Murió el 23 de octubre de 1979. La dictadura decidió despedirlo con honores de vicepresidente de la Nación.

En archivos desclasificados consta información importante sobre su colaboración con criminales de guerra fugitivos de los Juicios de Nüremberg.

Fue el protector de Grasselli, quien se convirtió en su secretario y mano derecha.

En 1961, junto a Frondizi, inauguró el Primer Curso Interamericano de Guerra Contrarevolucionaria, organizado en la Escuela Superior de Guerra.

Ni él ni Grasselli ni Tortolo hicieron nada para salvar la vida del sacerdote Gazzarri, asesinado acusado de haber organizado el movimiento “Cristianos para la Liberación”.

Durante décadas fuel el máximo exponente de la línea integrista y conservadora de la Iglesia Católica. Estuvo al tanto de las negociaciones por la cual la Iglesia cedió a la dictadura la isla del Tigre “El Silencio”, donde fueron trasladados varios desaparecidos de la ESMA durante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.



Ubaldo Calabresi

Se desempeñó como nuncio apostólico en Argentina durante 19 años (1981-2000). Murió en el 2004

Hizo oídos sordos a todos los reclamos por los desaparecidos y continuó con la postura de su antecesor, Pío Laghi. Bendijo la Guerra de Malvinas.

El 18 de marzo de 1998, Menem lo condecoró con la Orden del Libertador General San Martín, en el Grado de Gran Cruz. El entonces presidente lo calificó como "una personalidad ilustre que honra a nuestro país y a nuestra Iglesia", que "ha recorrido todos los caminos más altos del sacerdocio y de la argentinidad".

"Considero esta distinción como una gracia inmensa y un verdadero privilegio mi larga permanencia en esta República Argentina”, declaró el obispo.



Carlos Galán

Fue secretario general de la Conferencia Episcopal Argentina entre 1970 y 1987 y arzobispo de La Plata entre 1991 y 2000. Falleció en el 2003 y la municipalidad platense decretó luto durante tres días.

Estuvo al tanto de todos los acuerdos de la cúpula eclesiástica y la dictadura. El 5 de agosto de 1986, al cumplirse el décimo aniversario del asesinato de Angelelli, formuló declaraciones vergonzosas: “Nunca los responsables eclesiásticos tienen los resortes que posee el Poder civil para hacer estas averiguaciones y ciertamente entonces, aún los mejores amigos de monseñor Angelelli, pensaron que había sido un accidente. Ahora, al cabo de los años, el juez nos dice otra cosa. Y bueno, es como sabemos, un juez de instrucción. Luego habrá todo un proceso para llegar a una conclusión más personificada".



Roberto Toledo

Fue secretario privado del cardenal Antonio Quarracino. Estuvo preso vinculado con la caída del Banco Crédito Provincial (BCP), de la familia Trusso.

Según la causa judicial, de la cuenta corriente del Arzobispado de Buenos Aires habían sido retirados 700 mil dólares a través de un cheque firmado por monseñor Toledo. A esa cuenta tenían acceso sólo tres personas: Quarracino, su secretario religioso Toledo y su secretario laico, el arquitecto Norberto Silva. Sin embargo, los tres luego negaron haber realizado esa operación.

No fue la primera vez que Toledo apareció vinculado con la causa de la caída del BCP, ocurrida en agosto del ‘97. En aquel momento, el escándalo giró en torno de un préstamo de 10 millones de dólares concedido por la Sociedad Militar Seguros de Vida –una mutual que maneja millonarios aportes de militares retirados– al Arzobispado, con el aval del BCP. Quebrado el banco, los militares quisieron cobrar el dinero, reclamándole al Arzobispado. Para ellos se basaban en un documento supuestamente firmado por Quarracino –que hasta el día de su muerte el cardenal negó haber rubricado– y en dos cheques por 5 millones cada uno firmados por monseñor Toledo.



Elso Desiderio Collino

Obispo emérito de Lomas de Zamora desde diciembre de 1972 hasta abril de 2002 cuando el Papa aceptó su solicitud de retiro. Murió ese mismo año.

Enrolado en el sector más conservador de la Iglesia, presidió durante dos períodos la Comisión de Comunicación Social del Episcopado.

En una homilía en plena dictadura, y haciendo referencia al gobierno de Isabel Perón, dijo: “Mientras la mitad o más de la humanidad está bajo la férula marxista, el gobierno llevaba muchos hermanos nuestros al borde del hambre y la desesperación. Así se están generando nuevos resentidos, aptos para ser captados por el extremismo subversivo”

En 1982, luego de la guerra de Malvinas, viajó a las islas, junto con dirigentes políticos y sindicales.

En su diócesis persiguió a las Madres de Plaza de Mayo. Antes de que los militares abandonaran el poder en 1983, amenazó con excomulgar a los docentes que se afiliaran a CTERA durante una homilía. Durante la dictadura, se prestó para viajar a París a fin de oficiar una misa solicitada por la embajada argentina en apoyo a los militares.

Fue denunciado por permitir maltratos en un instituto de menores y presuntos manejos irregulares en la diócesis de Lomas de Zamora. Durante su gestión, el obispado se convirtió en el mayor terrateniente de Lomas de Zamora y hasta se apropió del patio de juegos de una escuelita de chicos carenciados. El obispo recorría sus dominios a bordo de un moderno BMW.

Explotaba locales en la terminal de ómnibus de Puente de la Noria, playas de estacionamiento, permitió el levantamiento de antenas de telefonía celular en un predio destinado a la construcción de un santuario y recaudaba por puestos ubicados en una peatonal

Sus fluidas relaciones con los militares le permitieron que quien fuera intendente de Lomas de Zamora durante la dictadura militar, Enrique Gabriel Orquín, firmara sucesivas ordenanzas con donaciones de tierras al Obispado. Al menos entre octubre de 1981 y septiembre del ‘83, con los militares en desordenada retirada, aquel funcionario transfirió a la Iglesia de Lomas varias fracciones de tierra.

En mayo del año 2000, durante una homilía en Luján, expresó su deseo de que algunos periodistas sufrieran "un cáncer de pulmón para que se conviertan y se den cuenta de lo mal que están actuando”



Emilio Ogñenovich

Arzobispo emérito de la Arquidiócesis de Mercedes-Luján. Fue nombrado obispo de la diócesis el 8 de junio de 1982 y renunció por edad el 7 de marzo de 2000.

Dos meses después del Golpe declaró: “Llegó la hora de devolver a los argentinos su fe, para que la Argentina retorne a Dios”

Se lo puede clasificar dentro del sector más conservador de la Iglesia. En 1987, como obispo de Mercedes, organizó una procesión a Plaza de Mayo encabezada por la Virgen de Luján, en contra de la ley de divorcio. Tuvo una actitud favorable el gobierno de Menem y se estima que en retribución a su apoyo al gobierno recibió una suma de 4.000.000 de pesos en forma de Aportes del Tesoro Nacional (ATN). En 1999 participó de un aviso publicitario en donde apoyaba a Ruckauf. Según investigaciones periodísticas, en el 2000 logró que el entonces gobernador Ruckauf destituyera al subsecretario del Consejo del Menor por haber iniciado una investigación en un hogar terapéutico dependiente de la arquidiócesis en donde se investigaban presuntos malos tratos.



Horacio Bozzoli

Obispo Auxiliar de Buenos Aires, durante buena parte de la dictadura, y luego Obispo de Tucumán.

El 8 de abril de 1976 afirmó: “Los bien inspirados gobernantes terminarían con la subversión y la deshonestidad”.



Italo Di Stéfano

Elegido obispo de Roque Sáenz Peña, Chaco, por Pablo VI el 12 de agosto de 1963. Fue consagrado y tomó posesión el 19 de abril de 1964. El 8 de noviembre de 1980 fue promovido a la sede arzobispal de San Juan de Cuyo. Murió el 11 de octubre de 2002.

Era uno de los obispos que declaraba que no había que juzgar a los militares.



Jorge Manuel López

Obispo de Corrientes a partir de 1972 y desde 1983 de Rosario donde renunció, por edad, el 20 de noviembre de 1993. Falleció en 1996.

Junto con Laguna opinó que debía reafirmarse el oficio magisterial de los obispos y la doctrina eclesiástica contraria al marxismo.



Jorge Carlos Carreras.

Fue el primer obispo de la diócesis de San Justo (1969-1982). Renunció por edad.

Para él, defender los derechos humanos significaba ser comunista. En plena dictadura, a raíz de un conflicto con un terreno que pretendía para el obispado, declaró: “Tengo entendido que las cooperativas son un invento comunista. Además ¿cómo van a traer gente pobre y villeros a un terreno lindero con un convento de religiosas contemplativas, rodeado de hogares de gente bien?”



Adolfo Arana

Obispo de Santa Rosa, La Pampa, a partir de 1973, y de Río Cuarto, Córdoba, desde 1984, cargo que ejerció hasta 1992. Fue asesor de los Cursillos de Cristiandad en la Capital .Falleció en el 2003, a los 86 años.

Hijo de un general del ejército y afin cin su mentalidad. Se abrazó efusivamente con Videla cuando este visitó la provincia.

Fue secretario de la Asociación San Francisco de Sales, movimiento de espiritualidad sacerdotal que presidía el cardenal Raúl Primatesta.

Diversos testimonios sostienen que fue una llave que abría y cerraba las celdas, y en algunos casos la sala de torturas, de las víctimas de la Subzona 14. La importancia del papel de Arana en el genocidio surge de los testimonios de más de media docena de víctimas, cuyos familiares peregrinaban por el Obispado de Santa Rosa. Además, declararon que “los oficiales se confesaban con Arana y él les decía que estaba bien lo que hacían”.



Horacio José Astigueta

Capellán de la escuela de aviación de Córdoba.

Antes de que fusilaran clandestinamente a los secuestrados, los confesaba. “Era mi deber hacerlo”, declaró luego. Debió ser internado para un tratamiento psiquiátrico.



Jorge Mayer

Arzobispo emérito de la Arquidiócesis de Bahía Blanca, desde 1972 y hasta 1991, cuando cumplío 80 años.

En 1976 afirmó: “La guerrilla subversiva quiere arrebatar la cruz, símbolo de todos los cristianos, para aplastar y dividir a los argentinos mediante la hoz y el martillo”



Alberto Espinal

Sacerdote de La Pampa.

Diversos testigos señalan que participaba en los interrogatorios. Una testigo, afirmó: “Lo único que hacía era preguntarme si era montonera”




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