De: Froilan y Adys [mailto:froilan@cubarte.cult.cu]
Enviado el: viernes, 22 de mayo de 2015
COMENTARIO DE CNN. NI PENSARLO QUE LA TELEVISIÓN ESPAÑOLA, EL PAÍS, EL MUNDO Y ABC. SE ATREVAN.
La Nación ante el espejo
JORGE DÁVILA MIGUEL
Lo del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana parece que, como decía la canción, “ya viene llegando”. La hermosísima canción de Chirino no previó este desenlace, pero quiénes serán son los artistas para vaticinar el futuro, con cantarlo es suficiente. No hay paralelo entre aquel día de Chirino y este que se avecina; todo lo contrario: aquel era el del derrocamiento y este el de la legitimación.
Han pasado veinticinco años desde que el derrumbe del comunismo europeo sacudió al mundo, con el mundo a Miami, e hizo pensar que el gobierno cubano sería otra cuenta del rosario. Cuando aquello, “La Habana era un satélite de Moscú”. Fue la primera vez, en los anales de la astronomía geopolítica, que un planeta estalla y su luna sigue dando vueltas. Girando hasta estos días, en que el país más poderoso del mundo y su principal enemigo, le tiende un ramo de olivo para sentarse a conversar.
Con esto, la romántica y también cómoda idea de que el derrocamiento llegaría con la ayuda desinteresada de Washington, ha probado ser también una ilusión. Siempre lo fue. Una ilusión perniciosa además, que habría llevado a la nación cubana al conflicto histórico de no haber sido capaz de mejorar por ella misma su destino. Rosarios de políticos buscando voto en Miami, gritando “Viva Cuba Libre” casi en inglés, y los políticos locales aplaudiendo, sin una pizca de idea original.
Hoy persiste para algunos, reciclado en terciopelo, ese mismo talante. Que el gobierno norteamericano debe llevar (y llevará) “por otras vías”, la democracia a Cuba. No hay que dudar de las buenas y sanas influencias de cualquier país en las costumbres de otro; pero hablando de democracia ––de libertades personales, de paz, de prosperidad y justicia social–– que es lo que esa palabra tan abstracta querrá decir, el récord de este gran país, últimamente, no ha sido muy estable. Y además, uno tendería a pensar que la “democracia” tal vez deba ser fraguada para bien o para mal, para mejor o peor, por los ciudadanos de un país que la merezca. Si mañana Cuba va a ser una economía mixta de grandes capitales extranjeros y mano de obra barata sin mucha oportunidad de libre progreso político y empresarial para los cubanos, será responsabilidad de ellos, su pueblo y su gobierno; pero si mañana Cuba tiene para sus nacionales lo que ellos consideran avances y una razonable cuota de felicidad (sin intentar erradicar para siempre las migrañas) también sería mérito de ellos, su pueblo y su gobierno. De todos los cubanos, ¿cómo podría ser de otra forma? y de todos los que quieran tener tanto la oportunidad como la responsabilidad.
Hay muchos cubanos que lo son y lo han sido hasta la muerte, tanto fuera de Cuba, como dentro de ella. El amor a un país no conoce latitudes. ¿Por qué es tan difícil entenderlo por unos y por otros? Y como somos “un solo pueblo”, tal vez sería bueno empezar a pensar en el concepto más paciente y extenso de “nación”. Ese ideal político que por encima de gobiernos y partidos prefiere evocar los orígenes de un pueblo y su historia, apelando a su alma y trabajando por ella.
Dicen los globalistas posmodernos que ese concepto está pasado, demodé. Pregúntenle a Rusia, a Alemania, pregúntenle a Estados Unidos de América, donde su reclamo de “excepcionalidad” no es otra cosa que un nacionalismo con nombre reciclado. La nación cubana, por qué no, se merece un espacio donde reflexionar sobre ella misma y decidir qué ver cuando se mire mañana en el espejo.
Ya me dirán muchos amigos, tanto en Miami como en La Habana, que tal como son las cosas, una reconciliación nacional es imposible. Pero eso no es más que seguirse preparando para la guerra anterior. Se abre una nueva etapa en la realidad cubana soberana y parece no ser de confrontación, sino de reformas y consenso. Parece. Porque no hay que caer en el pecado de vaticinar; es solo un ejercicio personal y estimulante: es bueno a veces mirar al mundo no como es, sino como debiera serlo.
Jorge Dávila Miguel es analista político y comentarista de CNN en Español
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