domingo, 8 de noviembre de 2015

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MUTACIONES
Jorge Gómez Barata

No conozco una explicación integral a la mutación recesiva que convirtió
a la burguesía en una clase derrochadora y al capitalismo en un sistema
social
económicamente irracional. La matriz originaria apuntaba a lo opuesto.
La pereza y la holgazanería, el desprecio al trabajo, el desden por
las habilidades laborales y por la ilustración, el derroche, los lujos superfluos
y sus equivalentes políticos: poder despótico y hereditario ejercido por
elites y castas, hicieron de la nobleza una clase retrograda y un obstáculo
al progreso social.
Los ideólogos del capitalismo, Adam Smith, David Ricardo, John Stuart
Mill y otros, probaron que la riqueza proviene del trabajo, de la capacidad
de la mano de obra para agregar valor y de los empresarios para usar las
ganancias y propiciar la reproducción ampliada y el crecimiento económico,
así como de incentivos que aumentan la productividad del trabajo y estimulan
el ahorro.
Después de más de cien años de crecimiento ininterrumpido, en los
años
veinte del pasado siglo, en Estados Unidos aparecieron síntomas de agotamiento
y estancamiento de la economía, ante los cuales, libradas a su arbitrio,
las corporaciones y los bancos reaccionaron introduciendo medidas destinadas
a incrementar el consumo.
Mediante el crédito se financió el crecimiento industrial, promoviendo
prácticas como las de cambiar cada año el automóvil, vestir con exclusividad
y la utilización masiva de equipos electrodomésticos. Las manufacturas
se
encarecieron artificialmente por gastos de empaque, embalaje, presentación
y publicidad, la electricidad se convirtió en un elemento decorativo y el
auto en objeto de uso personal.
Para financiar aquel estilo de vida y sostener los niveles de producción,
los bancos prestaron a las empresas, los comerciantes, los agricultores
y las personas más dinero del que ingresaban. La economía se hizo artificial
y en las bolsas, las acciones se compraban y vendían por valores ficticios.

Aquel camino condujo al crak bancario y bursátil de 1929 y a la crisis
de los años treinta, que puso en peligro al sistema en su conjunto e hizo
imprescindible la intervención del gobierno.
En esencia, la política del New Deal, aplicada por Franklin D Roosevelt,
fue una corrección del rumbo del liberalismo económico que sentó precedentes
acerca de la intervención del Estado en la economía. En aquellos años, la
economía norteamericana conoció elementos de planificación, control de precios,
proteccionismo, subsidios agrícolas, proyectos gubernamentales para obras
públicas y de infraestructura para crear empleos, reducción de la producción
petrolera y ajustes en las reglas crediticias que, en conjunto, pretendieron
otorgar racionalidad a la economía norteamericana.
Era tarde. La sociedad norteamericana había pasado una línea de no
retorno. Tan pronto la economía se recuperó, la mayor parte de las leyes
promulgadas por Roosevelt fueron declaradas inconstitucionales por el Tribunal
Supremo. Con la bonanza propiciada por la II Guerra Mundial y la posguerra,
los hábitos derrochadores y las prácticas crediticias poco ortodoxas, no
sólo fueron retomadas, sino universalizadas.
Convertido en potencia dominante y paradigma, el estilo de vida y
los
hábitos de consumo norteamericanos se introdujeron en Europa y rápidamente
se convirtieron en una aspiración, aunque irracional, compartida por la
mayor
parte de la humanidad.
Aquellos procesos, asociados a la utilización del nivel de vida como
argumento propagandístico contra la Unión Soviética y el campo socialista,
las actitudes imperiales de Europa y las aspiraciones hegemónicas de Estados
Unidos, favorecidas por la abundancia de dineros y materias primas obtenidas
mediante el intercambio desigual, unidos a multitud de otros factores difíciles
de resumir en pocos líneas, condujeron a los actuales problemas globales.

Con razón se apela al argumento de que la solución a tales problemas
pasa por cambios sustánciales en los estilos de vida de los países desarrollados,
cosa más fácil de decir que de lograr. Tal vez no haya que imponerlas mediante
gobiernos autoritarios, estilo Roosevelt y de ello se encargue la vida misma.
Esta por ver.

En 1996 fundé el Museo Che Guevara y hasta hoy Octubre 2015 difundí sobre Cuba y sobre el Che
sin adosar ningúna propaganda vinculada a lo comercial ni en el blog ni en los emails.  Hoy comienzo
con la promoción del lugar donde funciona el museo y las personas que lo hacen posible.

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