de Ernesto Sábato a Ernesto Guevara y respuesta del Che Dos argentinos prominentes
1º de febrero de 1960 Al Comandante Ernesto Che Guevara Admirado Guevara: En su viaje a Buenos Aires, el periodista Rodolfo Walsh nos ha explicado con minuciosidad y entusiasmo la hazaña que ustedes han llevado a cabo. (…) Es precisamente este hecho el que me induce a escribirle esta carta, para que usted, como uno de los jefes de la revolución cubana y en su condición de argentino, pueda ayudar a una mejor comprensión del problema que mutuamente nos atañe; y para que el movimiento cubano alcance en nuestra patria la repercusión popular que debería tener. Esquemáticamente, el problema tiene los siguientes aspectos que requieren un análisis: (…)
1. La Revolución cubana fue saludada con alborozo por la oligarquía argentina en pleno, porque veía en ella la continuación o equivalente de la revolución de 1955 contra el peronismo. El uso abstracto y equívoco de palabras como “libertad” y “tiranía” dio este resultado paradojal. La misma causa que a tantos intelectuales argentinos nos llevó a situarnos contra el auténtico pueblo argentino.
2. Como consecuencia inevitable del hecho anterior, la inmensa mayoría del pueblo trabajador tomó posición contra ustedes. Puede leerse en barrios obreros del Gran Buenos Aires enormes carteles que dicen “Viva Perón, muera Fidel Castro”.
3. Con el desarrollo de los acontecimientos cubanos sobre todo con la aplicación de medidas sociales y “comunistas” las señoras de nuestra oligarquía y los prohombres de nuestra democracia temen crecientemente haberse equivocado y ya pueden oírse a muchos de ellos que sostienen que Castro se perfila como un nuevo Perón. Por desgracia las masas populares no experimentan correlativamente el movimiento inverso (tal es la confusión reinante) y Castro sigue siendo por antonomasia, un libertador del mismo género que el almirante Rojas.
¿Cómo puede haberse llegado a una situación tan equívoca y hasta paradojal? El análisis nos llevaría muy lejos y no vale la pena que lo haga aquí. (…) Cuando en la época de nuestra famosa Unión Democrática tantos intelectuales de “izquierda” marchábamos al lado de conservadores como Santamarina y señoras de la sociedad, deberíamos haber sospechado que algo estaba funcionando mal. Cuando en momentos en que se producía la revolución de 1955 yo vi modestas sirvientitas llorando en silencio, pensé (por fin) que los árboles nos habían impedido ver el bosque y que los afamados textos en que habíamos leído sobre revoluciones químicamente puras nos habían impedido ver con nuestros propios ojos una revolución sucia (como siempre son los movimientos históricos reales) que se desarrollaba tumultuosamente ante nosotros. No crea, Guevara, pues, que le estoy pidiendo a usted, un examen o reexamen de nuestro problema argentino: le pido algo que muchos de nosotros aquí estamos haciendo con toda humildad. Usted, como yo, fue uno de los estudiantes e intelectuales de izquierda que rehuyeron la personalidad equívoca demagógica de Perón, con la diferencia de que usted luego se ha mantenido lejos de nuestra realidad, y nosotros, en cambio, vivimos todo el proceso, incluso el revelador proceso de la “Revolución Libertadora” (en este país todo empieza con mayúsculas, pasa luego a minúsculas y finalmente termina entre comillas). Cuando los coroneles de extracción nazi se hicieron cargo del gobierno en 1945, muchos que éramos antifascistas repudiamos aquel golpe y, en cuanto a mi propia persona se refiere, debo decir que fui expulsado de mi cátedra y condenado a prisión por desacato; este hecho inicial acaso explique mi sistemático alejamiento de un proceso que sin embargo fue haciéndose cada vez más popular, hasta convertirse en el proceso social más profundo que jamás haya experimentado nuestra patria. Puedo decir en mis descargo que nunca fui un antiperonista del mismo género que podría serlo, digamos, Victoria Ocampo. (…) A ello se debió que nunca tomara contra el peronismo la posición de nuestra oligarquía y de la inmensa mayoría de nuestros escritores e intelectuales. Siempre sostuve que era menester distinguir entre la personalidad del líder y el movimiento que objetivamente se había suscitado en su entorno. Los hechos posteriores (relajamiento del régimen, corrupción, persecuciones inicuas, torturas, etc.) que culminaron finalmente con la cobarde e innoble huida de Perón, que no fue capaz de asumir ante su pueblo el puesto de auténtico y valeroso jefe, confirmaron una idea que era esencialmente correcta. Pero, sea como sea, lo cierto es que muchos como yo estuvimos contra el peronismo, es decir, contra el pueblo trabajador; no obstante pertenecer por nuestro “izquierdismo” a una posición teóricamente populista. Ahora, clarificado por el tiempo todo aquel complejo fenómeno, muchos escritores hemos iniciado un proceso de reajuste que esquemáticamente cosiste en lo siguiente: el movimiento peronista tuvo aspectos negativos y aún nefastos, desde el punto de vista de la dignidad humana (servilismo, corrupción, persecución, torturas), la personalidad del general Perón sigue siendo para nosotros una personalidad tortuosa y corruptora, pero el pueblo peronista es el pueblo trabajador y con él debemos llevar hasta sus últimas consecuencias el proceso que ha de darnos la definición liberación económica y política, así como ha de echar las bases para la unidad del continente latinoamericano, tal como Bolívar y San Martín lo imaginaron y tal como los grandes potencias imperiales lo han impedido hasta hoy. En tal perspectiva, es fácil advertir la enorme trascendencia que tendría un reexamen del movimiento cubano en relación con el movimiento popular de la Argentina. ¿Quién sería capaz de parar un proceso combinado de esta envergadura? Usted, Guevara, por su decisión, por su valentía, por la claridad de ideas que todos encomian, puede ser uno de los factores decisivos de este reencuentro. Reciba, junto a la expresión de mi admiración más profunda, mi saludo fraternal.
Ernesto Sábato Santos Lugares, Argentina.
La Habana, 12 de abril de 1960 Año de la Reforma Agraria
Sr. Ernesto Sábato Estimado compatriota: Haca ya quizás unos 15 años, cuando conocía un hijo suyo, que ya debe de estar cerca de los 20, y a su mujer, por aquel lugar creo que llamado Cabalango, en Carlos Paz, y después, cuando leí su libro Uno y el universo, que me fascinó, no pensaba que fuera usted, poseedor de lo que para mí era lo más sagrado del mundo, el título de escritor –quien me pidiera con el andar del tiempo una definición, una tarea de reencuentro, como usted lo llama, en base a una autoridad abandonada por algunos hechos y muchos fenómenos subjetivos.
Fijaba estos relatos preliminares solamente para recordarle que pertenezco, a pesar de todo, a la tierra donde nací y que aún soy capaz de sentir profundamente todas sus alegrías, todas sus esperanzas y también sus decepciones. Sería difícil explicarle por qué “esto” no es Revolución Libertadora; quizá tendría que decirle que le vi las comillas a las palabras que usted denuncia en los mismos días de iniciarse, y yo identifiqué aquella palabra con lo mismo que había acontecido en una Guatemala que acabo de abandonar, vencido y casi decepcionado. (:..) No podíamos ser “libertadora” porque no éramos parte de un ejército plutocrático sino éramos un nuevo ejército popular, levantado en armas para destruir al viejo; y no podíamos ser “libertadora” porque nuestra bandera de combate no era una vaca sino, en todo caso, un alambre de cerca latifundaria destrozado por un tractor, como es hoy la insignia de nuestra INRA. No podíamos ser “libertadora” porque nuestras sirvientas lloraron de alegría el día en que Batista se fue de La Habana y hoy continúan dando datos de todas las manifestaciones y todas las ingenuas conspiraciones de la gente Country Club que es la misma gente Country Club que usted conociera allá y que fuera a veces sus compañeros de odio contra el peronismo.
Aquí la forma de sumisión de la intelectualidad tomó un aspecto mucho menos sutil que en la Argentina. Aquí la intelectualidad era esclava a secas, no disfrazada de indiferente, como allá, y mucho menos disfrazada de inteligente; era una esclavitud sencilla, puesta al servicio de una causa de oprobio, sin complicaciones, vociferaban simplemente. Pero todo esto no es nada más que literatura. Remitirlo a usted, como lo hiciera usted conmigo, a un libro sobre la ideología cubana, es remitirlo a un plazo de un año adelante. (…) En la Sierra Maestra un dirigente comunista que nos visitara, admirado de tanta improvisación y de cómo se ajustaban todos los resortes que funcionaban por su cuenta a una organización central, decía que era el caos más perfectamente organizado del universo. Y esta revolución es así porque caminó mucho más rápido que su ideología anterior. Al fin y al cabo, Fidel Castro era un aspirante a diputado por un partido burgués y tan respetable como podía ser el Partido Radical en la Argentina; que seguía las huellas de un líder desaparecido, Eduardo Chibás, de unas características que pudiéramos hallar parecidas a las del mismo Irigoyen; y nosotros, que lo seguíamos, éramos un grupo de hombres con poca preparación política, solamente una carga de buena voluntad y una ingénita honradez. (…) Mientras se van agudizando las situaciones externas y la tensión internacional aumenta, nuestra revolución por necesidad de subsistencia, debe agudizarse una vez más, en un círculo vicioso que parece indicando ir estrechándose cada vez más hasta romperse; veremos entonces cómo salimos del atolladero. Lo que sí puedo asegurarle es que este pueblo es fuerte, porque ha luchado y ha vencido y sabe el valor de la victoria; conoce el sabor de las balas y de las bombas y también el sabor de la opresión. Sabrá luchar con una entereza ejemplar. Al mismo tiempo le aseguro que en aquel momento, a pesar de que ahora hago algún tímido esfuerzo en tal sentido, habremos teorizado muy poco y los acontecimientos deberemos resolverlos con la agilidad que la vida guerrillera nos ha dado. Sé que ese día su arma de intelectual honrado, disparará hacia donde está el enemigo, nuestro enemigo, y que podemos tenerlo allá, presente y luchando junto con nosotros. Esta carta ha sido un poco larga y no está exenta de esa pequeña cantidad de pose que a la gente sencilla como nosotros le impone, sin embargo, el tratar de demostrar ante un pensador que somos también eso que no somos: pensadores. De todas maneras estoy a su disposición.
Ernesto "Che" Guevara
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