Buceando por unos kilos
prietos
Dicen y repiten todavía algunos cubanos de Miami que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Y de tanto decirlo no son pocos los que se llegan a creer por estos lares que la tan cacareada “Cuba de ayer” era una perfecta sociedad en la que los pobres eran felices en su miseria y los ricos vivían en su opulencia, todos compasivos, caritativos y dadivosos con el resto de sus compatriotas menos afortunados, no por culpa de la injusta distribución de la riqueza de aquellos tiempos, sino porque la pereza era innata a ellos, los de abajo, que desaprovechaban las oportunidades abiertas a todos por igual, o porque Dios- así lo decían algunos malvados calambucos- lo había dispuesto así y por lo tanto cada cual debía aceptar con resignación cristiana, el triste destino que le habia deparado la vida.
De esa mentira tantas veces repetida se ha construido la narrativa del discurso de la extrema derecha cubana de Miami, de manera tal, que según ellos cada cubano era dueño de un ingenio azucarero, tenía un Cadillac “cola de pato” en el garaje de su fastuosa residencia en el reparto Miramar, viajaba de vacaciones a Miami dos veces al año , cuando no pasaba todo el verano con su familia en su segunda casa playera de Varadero.
Tengo muy buena memoria de la Cuba de antes de la Revolución, de cuando el capitalismo salvaje neoliberal dominaba la vida cubana de la época y de ese recuerdo extraigo una vieja postal descolorida por el tiempo en la que me veo en el malecón habanero, junto al mar, donde en las inmediaciones del colonial castillo de La Punta se bañan niños descamisados de la barriada cuando llega al lugar un grupo de turistas norteamericanos.
Uno de estos típica indumentaria , gorra de pelotero, espejuelos de cristales verdes para el sol, camisa guarapeada de colores, pantalón caqui hasta las rodillas y calzando cómodos mocasines de puro cuero, lanza a las aguas revueltas por las olas, unos cuantos centavos de los llamados “Kilos Prietos” para que los niños bañistas fueran en su captura antes de que las monedas llegaran al fondo del mar .
En medio del bochornoso espectáculo que retrata la vida miserable de buena parte de la población cubana de toda una época, se escuchan las voces de los niños bañistas que con palabras pronunciadas en un inglés chapurreado reclaman a coro del turista extranjero : “Míster, míster., mi amigo americano, give me one cent.”
Eran niños cubanos del malecón habanero buceando por unos miserables kilos prietos lanzados al mar por una mano extranjera. Hagan memoria porque así era también la Cuba de ayer.
Les habló para Réplica de Radio-Miami su director Max Lesnik.
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