Díaz-Canel: “Las instituciones culturales existen por y para los creadores
y su obra” (+ Video)
Discurso pronunciado por Miguel
M. Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en
la clausura del IX Congreso de la Uneac, en el Palacio de Convenciones, el 30
de junio de 2019, “Año 61 de la Revolución”.
(Versiones Taquigráficas –
Consejo de Estado)
Queridos escritores, artistas,
creadores;
Compañeras y compañeros de la
Presidencia;
Ministros y viceministros
presentes:
Ante todo, reciban el cálido
saludo del General de Ejército, del cual soy portador.
Ha concluido su IX Congreso. No digo estos días de análisis
y debate en el Palacio de Convenciones, sino los largos meses de intercambios y
aportes desde las bases. ¡Cuánta inteligencia y talento, cuánto se aprende
de ustedes!
Es un proceso que hemos seguido
de cerca en frecuentes encuentros con la Comisión Organizadora, tratando de
aproximar, en lo posible, soluciones a las insatisfacciones más generalizadas,
y confirmando, una vez más, el valor de ir a lo profundo del extraordinario
caudal creativo del pueblo cubano. Allí siempre nos espera la verdad.
Permítanme sentirme uno más de
ustedes: en la insatisfacción y también en el compromiso, soy un apasionado del arte y de
la cultura en sus más diversas expresiones, sea de Cuba o universal.
Los temas que aquí se han tratado
suelen ser pan de cada día en nuestra familia y entre amigos. Por las
profesiones de mis tres hijos y de mi esposa, la cultura está de manera casi
permanente en nuestras vidas. Por imperiosa necesidad del espíritu, no
sabríamos vivir sin acceso a las artes.
La emoción más profunda, junto
con la gloria patria, nos la provoca constantemente el contacto con la creación
artística. Personalmente no puedo separar el sentido de plenitud, incluso de
felicidad, de un disfrute estético determinado. Y si es cultura cubana, el
goce se multiplica.
Lo que quiero decirles es que
durante estos meses, estos días, estas horas, más de una vez nos hemos sentido
entre ustedes, compartiendo lo que expresan y comprometidos con lo que hacen.
Y por lo que dicen y lo que
hacen, sé que muchos de ustedes, alguna vez, pueden haberse sentido en
nuestro lugar, desafiados a dar continuidad a un proceso histórico único, de un
impacto y alcance universal y de un liderazgo solo comparable a la grandeza de
la Revolución misma, hecho cultural superior que transformó desde la raíz a
una nación pequeña y atrasada en una indiscutible potencia mundial, no por sus
recursos materiales, sino por sus recursos humanos y sentimentales.
Nosotros cuando miramos al mundo
y repasamos la historia podemos decir: ¡Qué milagro de país, en qué gran
pueblo nos hemos convertido! Es lo que nos ocurre cuando asistimos a una
función de ballet o danza, a conciertos de música, lo mismo en un gran teatro
que en uno de nuestros barrios; a obras teatrales, a estrenos de cine, a ferias
del libro, de artesanías, a galerías, a descargas de rumba o a escuelas de
arte.
Un país bloqueado durante seis
décadas, perseguido con saña y alevosía hasta en la gestión de medicamentos
infantiles, acribillado mediáticamente por los medios más influyentes del
planeta, no se ha conformado con resistir y sobrevivir. Como ya dije una vez:
“Somos una Revolución que puede
presumir de haber sido contada y cantada, desde sus orígenes, con el talento y
la originalidad de sus artistas y creadores, intérpretes genuinos de la sabia
popular y también de las insatisfacciones y esperanzas del alma cubana.
“Y así seguirá siendo.
Intelectuales, artistas, periodistas, creadores, nos acompañarán siempre en el
empeño de que este archipiélago que la Revolución puso en el mapa político del
mundo siga siendo reconocido también por su singular modo de pelear cantando,
bailando, riendo y venciendo”.
Quizás aún no hemos aprendido, y
en algunos casos hemos desaprendido, a contar esa maravilla, pero nadie
puede ya quitarnos el orgullo de ser una nación para respetar, gracias a
una Revolución que siempre ha puesto al ser humano en el centro.
Es algo que nuestra generación
les debe a los fundadores en primer lugar, desde Céspedes a Martí. A los
creadores que continuaron sus luchas y fundamentalmente a Fidel, el
indiscutible intelectual y guía de la generación histórica que, junto con la
entrega de la tierra y las fábricas a los que la trabajaban, alfabetizó al
pueblo, universalizó la enseñanza, creó poderosas instituciones culturales y en
los momentos más difíciles nos enseñó que “la cultura es lo primero que hay
que salvar”.
¿Por qué insistía Fidel en esa
idea, que repitió tantas veces? Ustedes lo saben seguramente, pero no está de más recordarlo. Porque “no
hay proa que taje una nube de ideas”, diría Martí.
Y Fidel supo advertir el riesgo
de perder nuestra mayor fortaleza: la unidad, la identidad, la cultura, con la
avalancha colonizadora que avanzaba en los tiempos de la globalización, con el
acceso masivo a las nuevas tecnologías, promovido por los mercaderes modernos,
no para enriquecer sino para empobrecer la capacidad crítica y el pensamiento
liberador.
Consciente de que esas
tecnologías de acelerado desarrollo serían una poderosa arma de educación y
multiplicación del conocimiento a la que la Revolución no podía renunciar ni
acceder tardíamente, Fidel creó la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) y
paralelamente alertó a la sociedad cubana sobre la importancia de salvar la
cultura.
Así como antes, en aquellas
reuniones de la Biblioteca Nacional que dieron lugar a sus Palabras a los
intelectuales y muy poco tiempo después a la creación de la Uneac, Fidel
acudía a la vanguardia intelectual y artística para enfrentar desafíos que solo
podía advertir un iluminado, como Barnet lo definió alguna vez.
Si hace 60 años fue vencido el
intento de fracturar la unión visceral entre aquella vanguardia y su
Revolución, es decir, ella misma y su pueblo, más tarde y muchas veces a lo
largo de los años el adversario se empeñaría inútilmente en ello. En el cruce
de siglos, la batalla alcanzaría cotas mayores golpeando a las fuerzas
progresistas en la región y en el mundo.
Movimientos como la Red en
Defensa de la Humanidad y proyectos culturales que florecieron por todo el país
demostraron la extraordinaria fuerza de la vanguardia para alimentar y sostener
la espiritualidad de la nación.
De la Uneac fundada por Nicolás
Guillén y otras cubanas y cubanos universales emergió un compromiso para
siempre con el destino de la cultura nacional, que se ha afirmado en estos
días. Y es tremendo ver la continuidad de esa obra en una organización dirigida
hasta hoy por uno de los más jóvenes delegados a aquella cita de hace 58 años:
el poeta, ensayista, etnólogo, intelectual, en suma, Miguel Barnet.
Aquí se ha hablado varias veces
de las Palabras a los intelectuales. No concibo a un artista, a un
intelectual, a un creador cubano que no conozca aquel discurso que marcó la
política cultural en Revolución. No me imagino a ningún dirigente político, a
ningún funcionario o dirigente de la Cultura, que prescinda de sus definiciones
de principio para llevar adelante sus responsabilidades.
Pero siempre me ha preocupado que
de aquellas palabras se extraigan un par de frases y se enarbolen como
consigna. Nuestro deber es leerlo conscientes de que, siendo un documento para
todos los tiempos, por los principios que establece para la política cultural,
también exige una interpretación contextualizada.
Claramente Fidel planteó un punto
de partida: la relación entre Revolución, la vanguardia intelectual y artística
y el pueblo. Entonces, todos no tenían tan claro como Fidel lo que los artistas
e intelectuales irían comprendiendo en el desarrollo de su obra: que la
Revolución eran ellos, eran sus obras y era el pueblo.
Por eso resulta reduccionista
limitarse a citar su frase fundamental: “Dentro de la Revolución todo, contra
la Revolución nada”, soslayando que Revolución es más que Estado, más que
Partido, más que Gobierno, porque Revolución somos todos los que la hacemos
posible en vida y en obra.
Y también sería contradictorio
con la originalidad y fuerza de ese texto, pretender que norme de forma única e
inamovible la política cultural de la Revolución. Eso sería cortarle las alas a
su vuelo fundador y a su espíritu de convocatoria.
Hoy tenemos el deber de traer sus
conceptos a nuestros días y defender su indiscutible vigencia, evaluando el
momento que vivimos, los nuevos escenarios, las plataformas neocolonizadoras y
banalizadoras que tratan de imponernos y las necesidades, pero también las
posibilidades que con los años y los avances tecnológicos se han abierto.
Hay que hacer lecturas nuevas y
enriquecedoras de aquellas palabras. Hacer crecer y fortalecer la política
cultural, que no se ha escrito más allá de Palabras… y darle el
contenido que los tiempos actuales nos están exigiendo.
Ustedes han hecho bastante. Como
hemos apreciado, han trabajado y avanzado mejor allí donde más coordinados han
actuado con otras fuerzas intelectuales, como las que crean desde las
universidades y otros centros de investigación de las ciencias sociales y
humanísticas.
Evidentemente, hay más y mejores
resultados donde la creación se apoya en nuevos soportes tecnológicos que facilitan
el trabajo.
Hace unos días, compartiendo con
la Comisión Organizadora, les comentaba sobre uno de los temas que más
discusiones genera siempre en los eventos de la Uneac: la relación con el
turismo. Y otro tema más actual que es la política cultural en los espacios de
la economía estatal y los privados.
Hoy quiero reiterar que tenemos,
desde la administración, el deber de ser coherentes. No hay una política
cultural para el sector estatal y otra para el privado. En ambos sectores tiene
que promoverse, defenderse, dárseles espacio a quienes hacen arte verdadero.
Y en el caso específico del
turismo, yo he insistido en que la cultura es un eslabón fundamental en los
encadenamientos productivos que nos interesa promover. Pero defiendo, sobre
todo, que el turismo no solo lleve a los artistas a sus instalaciones, sino que
propiciemos una muy intensa actividad cultural en todas nuestras ciudades y
zonas turísticas que, a la vez que enriquezca la vida cultural del pueblo,
atraiga y conquiste al visitante. Hay que ser auténticos y dejar de vender
“shows enlatados”, productos de seudocultura que responden más a la
rentabilidad que al orgullo de mostrar quiénes somos realmente.
Cuba es una potencia cultural y
hoy el turismo, siendo como es una actividad económica que aporta
cotidianamente al Presupuesto, la verdad es que todavía tributa mucho menos de
lo que podría si los turistas salieran a consumir bienes y servicios, no solo
culturales, pero sobre todo culturales (Aplausos).
A propósito, el sistema de
escuelas de arte tiene una fuente de ingresos por exportación de servicios,
insuficientemente explotada, en la generación de cursos en áreas de la
enseñanza artística, en las que somos realmente fuertes y donde debemos
establecer modalidades y precios coherentes con el nivel de la academia cubana.
En esa misma línea de
pensamiento, a la Uneac le corresponde ser una especie de electrodo
movilizador de fuerzas y acciones para la proyección internacional de nuestras
industrias culturales. No olvidar que cuando todas las puertas se cerraron
para Cuba por su osada pretensión de soberanía y libertad, hasta en el imperio
se abrieron al menos ventanitas por donde entraron la música, las artes
plásticas, el ballet, la danza, el teatro y otras manifestaciones culturales.
Los puentes que ha levantado la
cultura cubana, apoyada por fieles amigos, en tantos años de ninguna o escasas
relaciones entre Cuba y Estados Unidos, nos han permitido sostener vivo un
intercambio entre nuestros pueblos de tanta fuerza que la actual administración
estadounidense se ha propuesto clausurarlo definitivamente.
Pero también hacia Europa, Asia,
África, los intelectuales y artistas han fungido como embajadas culturales,
han abierto puertas y favorecido entendimientos que podrían ser más difíciles y
hasta imposibles sin ellos.
Hay mucho, mucho que trabajar en
ese sentido. Y ustedes tienen el talento, la fuerza y el conocimiento para
hacerlo crecer, aportando al país recursos imprescindibles para su desarrollo.
Comparto igualmente las
preocupaciones de quienes sienten que algunas instituciones de la Cultura se
han quedado por detrás de los creadores. Resulta inaceptable que no se
comprenda que todas las instituciones culturales existen por y para los
creadores y su obra (Exclamaciones y aplausos), no a la inversa, y que el
burocratismo y la falta de profesionalidad ahogan la creación.
En la pelea contra esos molinos
de viento, tan antiguos como dañinos, vemos un papel fundamental de la Uneac.
Es preciso hacer más proactiva a la organización en sus bases: indagar qué
misiones cumple cada una en función de aquellos a quienes representan y qué
ámbitos de discusiones lideran. ¿Desde cuáles posiciones? ¿Con qué liderazgos?
Igualmente veo a la Uneac
batallando por rescatar y elevar el peso y el papel de la crítica cultural. La
sequía de análisis serios y bien fundamentados sobre los valores reales de
obras y espacios culturales desestimulan a los creadores y privan a los
públicos, particularmente a los más jóvenes, de criterios orientadores que
establezcan las jerarquías artísticas a tiempo.
Es un hecho incontestable que los
creadores cubanos residentes en el país tienen obras capaces de emular con lo
mejor creado por sus contemporáneos que trabajan y viven en naciones del Primer
Mundo, bajo condiciones materiales e incentivos muy superiores a veces, lo que
les ha valido acceder a mercados exigentes.
¿Por qué desde Cuba no logramos
insertar, difundir, exportar la obra de los que trabajan dentro del país y en
cambio promocionamos y replicamos lo que ya el mercado acuñó y nos devuelve
envuelto en sus reglas? (Exclamaciones y aplausos prolongados.) ¿Qué necesitan nuestras
instituciones para hacer florecer nuestras más auténticas creaciones
culturales?
Se escucha mucho la queja —sobre
la cual es importante que actúen las organizaciones de artistas— de que el
sistema empresarial o las llamadas industrias culturales, con relación a la
creación artística, en cuanto a su producción, promoción y comercialización, se
han quedado atrás.
La cultura puede y debe aportar
al Producto Interno Bruto del país y para eso están sus empresas. Sobran las insatisfacciones de
artistas y creadores que deben gestionarse absolutamente todo para difundir o
promocionar su trabajo, mientras quienes tendrían la responsabilidad de hacerlo
ejercen una suerte de parasitismo desde la inactividad (Exclamaciones y
aplausos prolongados).
Los artistas tienen el deber de
pagar sus impuestos, pero no deberían tener que abonar a las empresas si estas
no han tenido nada que ver con los contratos de trabajo, con su promoción ni
con su amparo jurídico (Exclamaciones y aplausos prolongados).
Es un secreto a voces que ese
parasitismo favorece la corrupción (Exclamaciones y aplausos) y enmascara el
incumplimiento de la función de representación y gestión de oportunidades para
el creador y su obra. Es inútil y engañoso que el escaso dinero de que dispone
el país sea reciclado entre entidades sin ningún efecto en la economía real
(Exclamaciones y aplausos).
Otros temas que, en mi modesta
opinión, deberían concitar acciones y reacciones de nuestros creadores
agrupados en la Uneac tienen que ver con lo que algunos llamamos “mercenarios
culturales”, esos dispuestos a linchar a cuanto artista o creador exalte a la
Revolución o les cante a las causas más duras y a la vez más nobles en que
están empeñadas las fuerzas progresistas de nuestra región y del mundo
(Aplausos).
Recordemos el mensaje del General
de Ejército Raúl Castro Ruz, en ocasión del aniversario 55 de la Uneac: “Hoy
estamos doblemente amenazados en el campo de la cultura: por los proyectos
subversivos que pretenden dividirnos y la oleada colonizadora global. La Uneac
del presente continuará encarando con valentía, compromiso revolucionario e
inteligencia, estos complejos desafíos.”
Esta plataforma colonizadora
promueve los paradigmas más neoliberales: Estado mínimo, mercado hasta donde
más sea posible, todo se vende y se compra, el supuesto éxito único de la
empresa privada; atentos a los que ponen por delante mercado y no cultura;
egoísmo y vanidad personal y no compromiso social de la cultura
(Exclamaciones y aplausos).
Ya se ha denunciado que la actual
administración estadounidense destina nuevos y mayores fondos a la subversión y
que pide a quienes desean acceder a los cotos privilegiados del imperio que
rindan cuenta de cuanto hacen o dicen en las redes sociales. Por lo que callan
y por lo que dicen algunos contra sus propios compatriotas, es fácil colegir
quiénes aspiran a ganarse el penoso boleto. Apóstatas les llamaría Martí. Me
pregunto si alguien cree que servir al que nos bloquea, ataca y obstaculiza
nuestro desarrollo le abrirá por largo tiempo la pequeña puerta por la que les
dan acceso a quienes reniegan de su raíz.
No vamos a limitar la creación, pero la Revolución que ha
resistido 60 años por haber sabido defenderse, no va a dejar sus espacios
institucionales en manos de quienes sirven a su enemigo, sea porque denigran
cualquier esfuerzo por sobreponernos al cerco económico o porque se benefician
de los fondos para destruir a la Revolución (Aplausos).
Los límites comienzan donde se
irrespetan los símbolos y los valores sagrados de la Patria (Aplausos).
La Constitución que acabamos de
aprobar y que se complementará con sus leyes correspondientes tiene, entre las
primeras, la de los símbolos nacionales.
Los ingenuos hacen tanto daño
como los perversos. No son tiempos de negar ideologías, ni de
descontextualizar. Y nada de esto significa negar la libertad de creación ni
hacer concesiones estéticas. Significa tener sentido del momento histórico, saber que más allá de Cuba
el mundo vive horas de mucho riesgo e incertidumbre, donde los poderosos pasan
por encima de las leyes internacionales, lanzan guerras al amparo de las
llamadas fake news o falsas noticias y destruyen civilizaciones
milenarias en nombre de la intervención humanitaria. Construir y defender un
proyecto socialista significa defender el humanismo revolucionario.
Como en los tiempos de Palabras
a los intelectuales, la Revolución insiste en su derecho a defender su
existencia que es, también, la existencia de un pueblo y de sus creadores e
intelectuales.
Tendría mucho más que decirles,
pero sé que habrá nuevas oportunidades para hacerlo. Nos hemos propuesto
realizar encuentros mensuales con la directiva electa y grupos de creadores,
junto a los ministerios, para revisar todo cuanto podamos colaborar en arrancarles
cada vez un pedazo mayor a los problemas y dificultades (Aplausos).
Para eso cuenten con el apoyo del
Gobierno, presentes aquí seis ministros y viceministros de los organismos de la
Administración Central del Estado. El Dictamen de las comisiones nos ofrece un
menú de temas muy amplio que debemos ahora abordar entre todos y en darle
solución.
No dejen morir el Congreso. Trabajen por hacer realidad
todo lo que entiendan que aportará al bien de la nación, a su espiritualidad,
al porvenir que quieren negarnos los que no han podido destruirnos.
Entre ustedes nos sentimos
cómodos, entusiastas, optimistas, conscientes de que como nos enseña Raúl: “Sí
se puede” cuando se quiere. Y ustedes y nosotros, es decir, la Revolución,
queremos lo mismo:
- Un país
libre, independiente y soberano;
- Fiel a
nuestra historia;
- Que
garantice justicia social y justa distribución de la riqueza;
- Con
respeto a la dignidad plena del ser humano, mujer y hombre;
- Con una
sólida identidad cultural;
- Donde se
preserve el acceso gratuito y universal a la educación;
- Que avance
hacia un desarrollo económico equilibrado y sostenible;
- Próspero,
inclusivo, participativo;
- Invulnerable
militar, ideológica, social y económicamente;
- Con
servicios de salud gratuitos y de la mayor calidad para todos;
- Solidario,
generoso, humanista;
- Que
repudie todas las formas de discriminación;
- Donde no
prosperen nunca el crimen organizado, la trata de personas o el
terrorismo;
- Defensor
de los derechos humanos de todos, no de segmentos exclusivos o
privilegiados;
- Libre de
toda forma de violencia, esclavitud, explotación humana;
- Con un
ejercicio ejemplar de la democracia del pueblo y no del poder
antidemocrático del capital;
- Capaz de
vivir en paz y desarrollarse en armonía con la naturaleza y cuidando las
fuentes de las que depende la vida en el planeta.
Compañeras y compañeros:
Nuestro reconocimiento a la
intensa labor realizada por Barnet en estos años al frente de la Uneac.
Felicitamos a la nueva dirección
de la Uneac, a su presidente electo, Morlote, con la certeza de que comprenden
que su misión más importante es desatar una irreconciliable batalla contra
la incultura y la indecencia (Aplausos), y en ese bregar los creadores
deberán ser, como siempre, como pidió Fidel en Palabras a los intelectuales:
más que espectadores, actores.
Un mundo mejor es posible.
Esa certeza la heredamos de
nuestros padres y tenemos el deber de sostenerla para nuestros hijos.
¡Somos Cuba! ¡Somos continuidad!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(Ovación)