jueves, 30 de abril de 2020

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Hoy mi mamá, Payita, cumple 93 años, vivió intensamente como si fueran mil.

Desde muy joven tuvo que enfrentar, junto a su madre y hermanas, caminos muy duros y de sacrificio, pero siempre logró salir adelante.

Tomó las riendas del Socialismo y hasta el último día luchó para erradicar la desigualdad.

Fue consecuente y una gran luchadora, renunciando a todos sus privilegios y convencida del camino por recorrer para soñar por una nueva sociedad.

Combatiente de La Moneda hasta las últimas consecuencias, heroica soldado, sin vacilar a pesar del sentimiento y la presión de un hijo detenido y asesinado por la dictadura, dolor que en silencio arrancó sus lágrimas, pero no vaciló en mantener sus principios.

Fue protagonista en la solidaridad y lucha contra la dictadura.

Nos dejó grandes legados, le dio continuidad y logró montar el Museo de la Resistencia, hoy Museo Salvador Allende.

Fue protagonista en el desarrollo del turismo en Cuba, cuyo aporte hoy es uno de los principales recursos del pueblo de ese país.

Pero su gran legado fue su ejemplo, su accionar, pero el más importante, su pensamiento político y revolucionario.

Hoy, si hubiese tenido el privilegio de ver a la nueva generación en Octubre del año pasado, gritando sus reivindicaciones, luchando sin tregua y marchando sin descanso por el derecho a vivir en paz, sus ojitos azules brillarían de alegría y su sonrisa recorrería desde el Norte a Sur.

Qué mejor regalo y homenaje para mi madre este gran movimiento social con el que lograremos un mejor porvenir y una nueva constitución con una asamblea constituyente y derrotar el neoliberalismo que tiene en la miseria a la mayoría del pueblo.

Te dedico la consigna que nos permitirá una nueva sociedad y cumplir con tu sueño:

El Pueblo Unido Jamás Será Vencido
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Carta del Doctor Max Ropert Contreras a su madre, secretaria de Salvador Allende y luchadora incansable al servicio de los pueblos, hasta su muerte…

Fuente:

‘La Payita’
Valor y lealtad de mujer

Virginia Vidal
Resultado de imagen de periodico punto final chile- Edición nº 806, 13 de junio, 2014


LA PAYITA

‘La Payita’ en La Habana con Alejandro Fernández Allende, nieto del presidente Salvador Allende.

Pocas veces, en la historia de Chile, una mujer ha sido tan injuriada como Miria Contreras Bell, ‘La Payita’. La saña contra ella sólo es comparable a la que emplearon Casimiro Marcó del Pont, el capitán San Bruno y sus sicarios, contra las mujeres que lucharon por la independencia de Chile.

Le asesinaron a un hijo; fue perseguida de modo implacable y hasta se puso precio a su cabeza; se usaron todos los medios de comunicación para denigrarla y alguien cometió la felonía de usarla como grotesco personaje de una novela. Pero nada, ni nadie, logró humillarla ni quitarle nobleza y dignidad.
Miria Contreras Bell nació en 1928, en Taltal, hija de José Ángel Contreras, abogado, radical y masón. Estudió interna en el Colegio de las Monjas Alemanas, del Barrio Bellavista, en Santiago. Terminó la enseñanza media y entró a trabajar por la mala situación de su casa y peor salud de sus padres. Conoció al ingeniero Enrique Ropert Gallet y se casó, a los veintidós años. Cuando el matrimonio decidió comprar casa, eligió una en la calle Jorge Isaacs, casi esquina de Guardia Vieja, contigua a la de Salvador Allende, en la Comuna de Providencia. Buenos vecinos, unieron por los patios las casas, abriendo una puerta medianera.

Todo el mundo la llamaba ‘Payita’. Comenzó a trabajar con Salvador Allende en 1964. Elegido Presidente, fue su secretaria privada y la consejera más cercana. Su figura se acrecentó en la Unidad Popular, al manejar en el palacio de La Moneda los vínculos con los partidos de Izquierda, incluido el MIR. Además, estuvo a cargo de la pauta y agenda presidencial y de coordinar las reuniones de importancia que el Mandatario sostenía. Ella coordinó el Comité Internacional de Solidaridad Artística con Chile –presidido por Mario Pedrosa, con Carlo Levi, José María Moreno Galván–, el apoyo de artistas del mundo para fundar el Museo de la Solidaridad.

Conviene recordar lo sucedido a la familia del presidente Salvador Allende tras su muerte: su hija Beatriz salió rumbo a La Habana, en las primeras horas del jueves 13 de septiembre de 1973, junto a su marido, el diplomático cubano Luis Fernández Oña, y Maya, la hija de ambos, nacida en septiembre de 1971. En Cuba tuvo a su otro hijo, Alejandro Salvador; antes de suicidarse, dejó a ambos niños al cuidado de ‘La Payita’ y su hermana, Mitzi Contreras Bell.

Hortensia Bussi, con sus hijas Isabel y Carmen Paz y sus nietos Marcia, Carmencita, Gonzalo y Andrés, más decenas de exiliados chilenos y el embajador mexicano Gonzalo Martínez Corbalá, partieron en el avión que aterrizó, el 16 de septiembre de 1973, en el aeropuerto de Ciudad de México. Esperaban a la viuda de Allende y a su familia el presidente Luis Echeverría y su gabinete. Poco después, el presidente de México, acompañado por Hortensia Bussi, ofreció una conferencia de prensa. Fue impresionante la solidaridad que le brindó el pueblo mexicano a la familia Allende.

EL ACTA DE LA INDEPENDENCIA


Antes del Golpe, ‘La Payita’ y Allende, cuando él ya era Presidente y ella estaba separada de su marido, compartían los fines de semana en la parcela de El Cañaveral. En La Moneda, como su secretaria, ella lo acompañó en todo momento, aun en el bombardeo, el martes 11 de septiembre de 1973. Llegó el momento decisivo y Allende ordenó a las mujeres abandonar el Palacio. Poco después que Marta Silva, secretaria de Daniel Vergara, subsecretario del Interior, ‘La Payita’ salió por Morandé 80. Por encargo del presidente Allende, llevaba en el bolsillo de su chaqueta el Acta de Declaración de la Independencia de Chile, de enero de 1818, para salvarla del incendio. En el primer piso, antes de llegar a la calle, un soldado le arrebató el pergamino y lo destruyó, pese a los gritos de ella diciéndole que ese documento histórico era sagrado.

allende militares 6

Una vez en la calle, cuando todo el grupo fue obligado a tenderse en el pavimento con los pies hacia la cuneta, y mientras helicópteros pasaban disparando, un soldado la hizo ponerse bajo una cornisa para que se resguardara de las balas. Incluso, le dijo que se tapara la cara con las manos. Gracias a ese soldado, que la separó del grupo, fue vista por el hermano del secretario del presidente Allende, Osvaldo Puccio: el mayor de Sanidad del Ejército y dentista del personal de La Moneda, Jaime Puccio, quién había llegado temprano a La Moneda. Por petición de Allende, Puccio había ido a su casa a vestirse con el uniforme que tenía –el de gala– y regresó a La Moneda en momentos en que los compañeros de Allende salían por Morandé 80. Cuando Jaime Puccio vio a Miria Contreras, tendida en el suelo y a un soldado encañonándola, le dijo que se hiciera la muerta y de inmediato ordenó al soldado llamar a la ambulancia que estaba en la esquina, diciendo: “Esa mujer está herida”. Los camilleros la tomaron de pies y manos y la echaron en la parte de atrás de la ambulancia, que partió rumbo a la Posta Central. Cuando los médicos se acercaron para atenderla, ella les dio su nombre y les dijo que venía de La Moneda y que debía salir de allí. Pero, el doctor Álvaro Reyes y una enfermera se lo impidieron y decidieron protegerla.

golpe de estado

Miria anduvo días peregrinando de casa en casa, sin poder comunicarse con sus hermanas ni con sus hijos Isabel y Max, militantes del MIR y, peor aún, ignorando la suerte corrida por su hijo Enrique. A él y a nueve miembros del GAP, que partieron con ella del Cañaveral a La Moneda, los tomaron prisioneros en la Intendencia y fueron inútiles los esfuerzos para que los liberaran.

SU HIJO ENRIQUE

Enrique tenía veinte años, era estudiante de Economía en la Universidad de Chile y fue detenido, en la esquina de Morandé y Moneda, por Fuerzas Especiales de Carabineros, cuyo cuartel se encontraba en la Intendencia. El grupo de prisioneros fue conducido en un bus de Carabineros a la Sexta Comisaría y, desde allí, al Cuartel de Investigaciones. El 20 de septiembre, el cuerpo de Enrique Ropert Contreras apareció bajo el Puente Bulnes del Río Mapocho, acribillado a balazos. El 3 de octubre, su tía Mitzi encontró el cadáver en la morgue.

‘La Payita’ no pudo asistir al entierro de su hijo, como tampoco su ex marido, Enrique Ropert Gallet (1913-2013), que estaba preso. Este ingeniero civil, militante del Partido Socialista y consecuente hombre de izquierda, abandonó la empresa privada para ayudar al gobierno de Allende. Durante el gobierno de la Unidad Popular trató de formar la Empresa Nacional de la Construcción en el Ministerio de Obras Públicas, lugar donde fue detenido, el 20 de septiembre de 1973, trasladado al Estadio Nacional y, luego, a la Cárcel Pública. En julio de 1974, fue expulsado a Francia.

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Miguel Orellana Benado, doctor en Filosofía, en Oxford, licenciado en Ciencias y consultor en Educación de organismos chilenos y extranjeros, profesor de la Universidad de Chile, testimonia: “Pocos días después del golpe de Estado, mientras discutíamos con unos amigos si quedarnos en Chile o irnos a Israel, apareció mi mamá en la puerta de la habitación. Estaba muy seria. Me dijo lo que nunca antes me había dicho: que mis amigos tenían que irse, de inmediato. Y que, después, pasara a saludar. Nunca había ocurrido algo semejante. No hice preguntas. Les dije a mis amigos que se fueran, y pasé a saludar. En un sillón en el salón del fondo estaba sentada Miria Contreras Bell, ‘La Payita’, secretaria personal del presidente derrocado, la mujer más buscada del País. Ella venía a pedir refugio”.

SOÑANDO CON LA PAYITA

Después del golpe, visité a Mario Carreño (1) y a su mujer, Ida González. A ella la conocía desde que estábamos en el liceo, donde ya había demostrado sus dotes de pintora. Los esposos habían sido víctimas de Matías Vial, designado decano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile por la Junta Militar, quien llegaba en su moto, todo vestido de cuero negro, y orinaba la puerta y muros de su casa, profiriendo groserías contra ellos y contra Cuba.

En el patio de esa casa pude ver numerosos cuadros del artista, inspirados en los mascarones de Pablo Neruda. Idita trajo una jarra de refresco y Mario me contó: “Soñé, antes del 11 de septiembre, que ‘Payita’, mi comadre, madrina de una de mis hijas, llegaba de madrugada con un delantal blanco… algo terrible. Pero, no imaginé que mi sueño se iba a repetir en la realidad. Una noche golpearon. Abrí la puerta y ahí estaba ‘La Payita’, con delantal blanco…”.

En esos días, Mariana, una de las hijas de los Carreño, había obtenido el primer premio en el concurso infantil de pintura convocado por El Mercurio. Cuando la entrevistaron, dedicó su premio a su madrina. Felizmente, no le preguntaron quién era… Se trataba de Miria Contreras, ‘La Payita’.

Fugada de la Posta Central, ‘La Payita’ llegó hasta la casa de sus compadres y comenzó su ocultamiento en diversos lugares. El embajador de Suecia, Harald Edelstam, la rescató y llevó a la Embajada de Cuba. Allí, permaneció asilada durante meses, hasta que logró salir del País, en junio de 1974. Exiliada en Cuba trabajó en Havanatur, la empresa estatal de turismo, y fue su representante en París y Miami.

El 15 de diciembre de 1975 se conmemoró el Año Internacional de la Mujer y en México se celebró la conferencia principal, que terminó convirtiéndose en congreso, con participación de María Esther Zuno de Echeverría. Tuvo como sede la Secretaría de Relaciones Exteriores. Asistió Delia Vergara, directora de la revista Paula, quien me contó lo ocurrido, testimoniando la intromisión obscena de Alicia Romo, delegada oficial de la Junta Militar. Cuando Hortensia Bussi terminó su intervención, la Romo se atrevió a proclamar a voces que ‘Tencha’ no era viuda ni era esposa de Allende, pues este tenía como querida a Miria Contreras, ‘La Payita’. Laura Allende, cuya presencia de mujer bella y muy frágil por la enfermedad que la invadía resultaba conmovedora, con voz firme impuso silencio e intervino diciendo que nadie tenía derecho a injuriar a sus hermanas, ‘Tencha’ y Miria, y exigió respeto por sus deudos…

Han pasado cuarenta años y la emérita Alicia Romo descansa sin contratiempo, luego de haber sido dueña de la primera universidad privada de Chile [Universidad Gabriela Mistral] y haber lucrado hasta el hartazgo, no sólo con la Educación sino, también, con negocios inmobiliarios.

SU ROL EN LA LUCHA DE RESISTENCIA

Mientras ‘La Payita’ permaneció oculta en la Embajada de Cuba –a cargo de Suecia, cuando ya todos los diplomáticos cubanos se habían ido–, escribió una carta a ‘Tati’ Allende, contándole lo sucedido en La Moneda, el día del Golpe, como lo vivido con posterioridad (documento reproducido por The Clinic, 4 de septiembre, 2003, distribuido por Isabel Ropert). Se trata, al mismo tiempo, de una carta personal y de un escrito histórico, testimonio de lo visto por un testigo privilegiado. Una crónica despojada de adjetivos, vívida en la relación de los sucesos, que expresa su pensamiento sobre ‘Tencha’ Bussi: “Tu madre tiene locos a la Junta y fascistas en general, con sus giras mundiales en busca de solidaridad. No hay día que no salga una foto y un artículo respecto a ella. Para qué te cuento lo que le inventan; pero, la verdad es que los saca de quicio. Vayan para ella nuestros más sinceros agradecimientos y felicitaciones por su trabajo, lo mismo para ustedes todos”.

Durante su permanencia en el extranjero, ‘La Payita’ desempeñó un rol fundamental en el contacto y amparo a chilenos exiliados. Pendiente del Museo de la Solidaridad, se preocupó por acrecentar su patrimonio y fue determinante en la creación de los Museos de la Resistencia, junto a los organizadores-fundadores Mario Pedrosa, Miguel Rojas-Mix, Pedro Miras, los artistas plásticos exiliados y Carmen Waugh. Todas esas obras se fueron exponiendo, desde 1977, en numerosas ciudades de Francia, España, Suecia bajo el nombre del Museo de la Solidaridad Salvador Allende. También, se preocupó de reunir las arpilleras, cuadros y otras obras de Violeta Parra para trasladarlas a La Habana, donde se cuidarían hasta que fuera posible retornarlas a Chile. Cuando estuvo en Belgrado, la acompañamos a una reunión con los artistas yugoslavos, que aportaron sus obras al Museo de la Solidaridad.

Tuve el privilegio de compartir varias jornadas con el pintor cubano Wifredo Lam (2) y entrevistarlo en La Habana, en 1981. Lo acompañaba, como asistente y secretaria la fotógrafa chilena Adela Gallo, quien fue destacada dirigente de las mujeres durante el periodo de la Ley Maldita [Oficialmente Ley de Defensa Permanente de la Democracia del traidor González Videla, en 1948, para perseguir al Partido Comunista, que había sido fundamental para su elección como Presidente de la República]. Lam era amigo de Miria Contreras; durante la Unidad Popular donó una obra suya al Museo de la Solidaridad y, ahora, colaboraba con ella, en París, para el Museo de la Resistencia.
Perseveró en su silencio durante veintisiete años. Lo rompió una sola vez, en marzo de 2000, cuando presentó una querella criminal contra Augusto Pinochet por su responsabilidad en la muerte de su hijo Enrique Ropert Contreras. Sus otros hijos son Max, combatiente internacionalista, médico de profesión, trabaja en el Hospital San José, e Isabel, la dueña de El Cañaveral. ‘La Payita falleció el 23 de noviembre de 2005, a las 12.30 horas. Sus restos fueron velados en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende, cuando tenía su sede en calle Herrera. Ningún empeño en silenciarla puede resultar, porque está viva en la memoria del pueblo que admira su valor, su lealtad, su señorío, su entrega absoluta a una causa.

Notas

(1) Mario Carreño nació en La Habana, el 24 de mayo de 1913. Se radicó en Chile, en 1958. Al año siguiente, con Nemesio Antúnez y otros artistas fundó la Escuela de Arte de la Universidad Católica. Obtuvo la ciudadanía chilena en 1969. Premio Nacional de Arte de Chile, 1982. Murió en Santiago, el 20 de diciembre de 1999.

(2) Wifredo Lam nació en Sagua la Grande, Las Villas, Cuba, en 1902; hijo de madre africana y padre chino. En 1924, viajó a España para estudiar en la Academia de San Fernando, de Madrid. Murió en París, en 1982.

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