RANQUIL, UN
EPISODIO OLVIDADO DE LA HISTORIA DE CHILE
Con motivo 86° del aniversario del glorioso Levantamiento de Ranquil,
compartimos un documento de gran valor histórico para la defensa de este suceso
en el camino de la revolución en nuestro país, hecho que expresó la decisión de
lucha revolucionaria de obreros, campesinos pobres y mapuche por la conquista
de la tierra. Ranquil entre la sangre y
la esperanza. Entrevista a Ismael Carter y Emelina Sagredo que se
publicó en la revista Ramona, el 4 de abril de 1972. Este documento se ha publicado, ahora por
primera vez en formato digital, en el portal El Pueblo (www.elpueblo.cl) transcrito a partir del
ejemplar de la Revista que se encuentra en la Sala de Microformatos de la
Biblioteca Nacional.
IMAGEN DE LA
PRIMERA PÁGINA DE LA CRÓNICA. FOTOGRAFÍA DE ISMAEL CARTER, HÉROE DEL COMBATE
DEL PUENTE RANQUIL
Me llamo
Ismael Cárter. Tengo 71 años. Vivo En Ránquil. Nosotros, los del lugar,
afirmamos la palabra en la letra “a”: Ránquil. Los de afuera, los que no
conocen, afirman la palabra donde no se usa. Así que no se les olvide. Ránquil.
Algunos creen que es un caserío. No, es un lugar cordillerano de la Provincia
de Malleco. Cerros boscosos, selva virgen, ríos y quebradas, y mucha nieve.
El Bío Bío baja
diagonalmente, de sur a norte. Varias leguas más al interior, el Río Ranquil es
apenas un arroyo de aguas escasas. Un poco más grande que el Mapocho. Hay
pequeños vallecitos, que sirven para algunos plantíos. Los lugares tienen
nombres bonitos: Quillayme, Trollo, Ranquil. Hay algunos fundos que han
pertenecido siempre a los ricos del lugar, que acaparan las mejores tierras.
Nitrito, Huallalí, Los Guindos… Aquí ocurrieron, hace 38 años, los sucesos de
Ranquil. Yo también anduve metido. Y soy el único sobreviviente.
LAS BUENAS
TIERRAS
Mi nombre es
Emelina Sagredo. Tenía 33 años, en aquellos tiempos. Éramos más de 200
hijueleros los que apenas sobrevivíamos en aquellas tierras pobres. Fue,
entonces, cuando el Gobierno nos entregó unos terrenos boscosos. Tuvimos que
abrirlos a golpes de hacha. Despejamos las tierras y las sembramos con cariño.
Fue un año de
buenas cosechas, el trigo, la alfalfa y el arroz se dieron como nunca. Faltaron
sacos para guardar tanto grano. Nunca habíamos visto plantíos y sementeras tan
brotadoras. Los pastos crecían altos y jugosos, ya que eran tierras nuevecitas.
Y las ovejas parían de a tres, y teníamos aves.
Entonces,
cuando las tierras empezaron a producir, nos desalojaron. El culpable fue
Gonzalo Bunster. Era el dueño de toda la Región. No podía estar tranquilo con
estas tierritas nuevas en manos de nosotros. Y empezó a mover influencias en la
Capital. Y el ‘Carnicero de La Moneda’ [Arturo Alessandri Palma] le dio en el
gusto. Todo pasó a poder de los Bunster.
LAS TIERRAS MALAS
Ismael Carter:
Allá, quedó todo nuestro trabajo. El bosque talado y rozado. El terreno
emparejado, despiedrado, arado, picado, hornereado y abonado. Habíamos
preparado la tierra para muchos años de cultivo y no nos dejaban terminar ni el
primero. Y partimos para arriba, a unos pedregales deshabitados. Eran tierras
pobres, duras, rocosas. Les llamamos El Matadero. Era a mediados de abril y
empezaban a caer las primeras nieves.
Sufrimos
mucho. El frío mordía fuerte, el diablazo. Íbamos a estar enterrados en la
nieve hasta septiembre. Los pastos que traíamos se empezaron a agotar. Los
animales enflaquecían. Entonces, empezamos a trabajar la tierra montañosa. Era
dura como el demonio. Los arados no entraban. Los bueyes se llegaban a desyungar tirando.
Las
provisiones escaseaban. Empezamos a pasar hambre. Entonces, subimos al monte.
Por allá, crece un árbol. Nosotros le llamamos pehuén. Las gentes
sabidas lo mentan Pino
Araucano. Es un gran árbol. Da unos frutos, los piñones. Era lo único que
teníamos para comer. Y la pesca del salmón, también.
UN LUCHADOR.
Rocart
Hermosilla: Juan Leiva Tapia era de estos lugares. Como la mayoría de nosotros,
hijo del valle del Bío Bío. Su padre era un hombre rico. Tenía más de dos mil
ovejas. Un fundo entero tenía. Salió estudioso de chiquillo y su padre lo mandó
a estudiar a Santiago. De allá se vino como profesor de Castellano. Y, ya en
ese entonces, hasta donde yo sé, venía de comunista también. Empezó a
organizarnos. Él fue mi profesor. De las letras y de las cosas políticas. Junto
con otras familias, los Lagos, los Sagredo, Santiago Torres y otros, fundamos
la organización. Le pusimos Sindicato Agrícola Lonquimay.
Desde mucho
antes, habíamos conversado entre nosotros. “¿Por qué no nos entregan las
tierras?”… Desde niño, había escuchado aquello de que la tierra debía ser
del que la trabaja. Y yo pensaba igual.
ALGUNOS
COMBATIENTES DEL LEVANTAMIENTO. ENTRE ELLOS APARECE EMELINA SAGREDO
LOS PRIMEROS
COMBATES
Emelina
Sagredo: Decidimos bajar y reconquistar las tierras. Eran nuestras, siempre
habían sido nuestras, de nuestros antepasados mapuche. La voz se extendió por
toda la Región. Y nos empezamos a reunir en El Matadero. Mi hermano, Simón, era
uno de los más entusiastas.
A algunos, que
venían de abajo, se les enredaron algunos novillos de los ricos en los lazos.
Mientras carneábamos entre fogatas, planeábamos el zarpazo. Hombres, mujeres,
viejos, niños. Entonces, llegó un par de pacos del Retén de Huallalí.
Eran un par de carajos abusadores. Ya los conocíamos bien. Comenzaron a
provocar, a echarnos los caballos encima.
Entonces,
nuestros hombres reaccionaron. Yo vi cuando los bajaron a peñascazos de los
caballos. Entre varios los apresaron y se los llevaron lejos… ¡Dios sabe cómo
los mataron, finalmente!
EN EL PUENTE
RANQUIL
Ismael Carter:
Y nos tomamos las tierras. Contábamos con dos carabinas Winchester, media
docena de escopetas de caza. Esas eran todas nuestras armas. Los demás
estábamos aperados de palos, azadones, horquetas. Leiva, Simón Sagredo y los
otros dirigentes distribuyeron a los 200 hombres.
A mí me
encargaron cuidar, junto a otros 80 compañeros, la ribera sur del río Ranquil,
frente al puente de troncos. Debíamos vigilar el movimiento de tropas, enviar
mensajes. Y, si llegara el momento, pelear a muerte para no dejarlos pasar. Al
otro lado, esperaba el grueso de nuestra gente. Era el día de San Pedro, 29 de
junio de 1934.
A las cuatro
de la tarde, aparecieron los pacos. Venían a caballo, dispersos por el
camino. Nosotros también estábamos montados, ocultos entre unos matorrales. Al
verlos venir, con los rifles en posición de combate, algunos de los nuestros se
dispersaron. Los alertaron y empezó una lluvia de balas de combate. Al lado
mío, cayó muerto José Figueroa. Yo, lo único que sentía era rabia. No teníamos
una sola arma de fuego. Sólo tenía en mis manos un palo grueso. Entonces, yo grité:
“¡A ellos compañeros!”. Espoleamos nuestros caballos y cargamos de
frente.
LOS QUE VAN
QUEDANDO EN EL CAMINO
En vida, me
llamé Rocart Hermosilla. Ese nombre fue un capricho de mi padre. Una vez, llegó
al pueblo un comerciante francés de apellido Rocart. A mi taita le gustó como sonaba y
así le puso al primer hijo que tuvo. Ese hijo fui yo. Y así viví 35 años, hasta
que vino lo de Ranquil.
Mientras los
demás se reunían en Paso Paz, en Paso Caracoles, en el puente y otros lugares,
yo debí cuidar la retirada. Armado de una vieja carabina, me enfrenté solo al
teniente Cabrera y a 11 carabineros. Pelié horas y horas. Al final, se me
acabaron las balas y me acribillaron a balazos, mientras esperaba de pie, con
las manos abajo. Mi cadáver estuvo quince días sin ser levantado.
A veces,
cuando se reviven estos hechos, algunos compañeros se acuerdan de mí. Con
gratitud y cariño. Yo también los recuerdo.
LA LARGA MARCHA
Clementina
Sagredo: Murieron más de cien. En el Puente Ranquil fue el encuentro más
importante. Después vinieron una persecución y una carnicería que no terminaban
nunca. Murieron ocho hombres de mi familia. A José Rosario, mi hermano mayor,
le cortaron las orejas, la nariz…, lo castraron. Y a cientos de nosotros nos
llevaron amarrados hasta Temuco, a pie por la nieve. Éramos una larga y
fantasmal procesión, oscura y cruel.
Yo estaba
embarazada de tres o cuatro meses. En los descansos, me amarraban a los postes
del camino. En una parada, uno de los pacos se me acercó y gritó: “¡Esta
yegua debe estar preñada. Miren como le sale espuma por la boca!” A muchos
los sacaban de la columna de presos y partían con los pacos. Se
despedían de nosotros con una mirada triste. A la hora, los pacos volvían
solos. Después de asesinarlos, fríamente, lo echaban al Bío-Bío.
UNA LARGA AGONÍA
Ismael Carter:
Me dirigí en línea recta hacia ellos, blandiendo el garrote. A medio camino,
cuando estaba a menos de cincuenta metros, recibí un golpe terrible en el
pecho. Luego, semiinconsciente, sentí otros dolores en distintas partes. Había
recibido cinco balazos. Uno me destrozó el brazo derecho. Otro me atravesó la
clavícula. Otro la pierna derecha.
Me desmayé,
pero no solté las crines del caballo. La bestia volvió al galope a mi rancho.
Eso me salvó. Varias leguas corrí así, desangrándome. En mi casa estaban mi
mujer, Marta Venegas y nuestros cuatro hijos pequeños. La mayorcita tendría
unos tres años.
Entonces, mi
mujer me cuidó. Estuve tres meses sin ser visto por un doctor. Ella subía al
monte a buscar plantas medicinales y, así, me fue sanando. Con pura agüita de
matico y otras yerbas. El hueso del brazo lo tenía roto, en mil pedazos. Las
puntas me rompían la piel y se asomaban. Se me pudrió entero. Quedé baldado
para el resto de mi vida, compañero. Tengo el brazo afirmado en puras
astillitas.
Pero, tengo
otro dolor más sordo. Mientras mi mujer andaba en los cerros buscando medicina
y piñones, en tres días se murieron tres de nuestros hijos. El menor tenía un
año y murió entre mis brazos heridos (llora, silenciosamente). Me quedó la pura Alicita.
Perdone, si lloro. De hambre deben haber muerto. O de una enfermedad a la
garganta. No sé.
Los pacos,
cuando me andaban buscando, llegaron a mi casa. Me robaron tres caballos. Eran
caballos de bandido. Sin dueños. También, tenía cuatro vacas. Una se comieron,
ahí mismo. Las otras quizás qué se hicieron.
LA HUIDA
Emelina
Sagredo: A mí me buscaban para matarme. Todos los hermanos Sagredo debían
morir. Entonces, con mis hermanos Benito y Simón y los muchachos Francisco y
Pablo Cisternas huimos hacia la cordillera. Hicimos un hoyo entre unos
matorrales. Ahí, pasamos varios días, acurrucados unos contra otros. Lo único
que comíamos era harina tostada revuelta con nieve. Yo no sé cómo no nos
morimos de frío.
Los niños Cisternas
andaban sin ropas apropiadas. Para protegerse del frío, andaban con unos cueros
de animales. Por eso, nos llenamos de piojos. Los Cisternas enfermaron del
pulmón. Al tiempo los pillaron y, al poco tiempo, murieron tísicos.
Nosotros, mis
hermanos y yo, arrancamos pa’ la Argentina. Cuando vine a probar, por fin, algo
caliente, me quemó el estómago, como si me hubiera tragado una brasa.
SOLIDARIDAD
CAMPESINA
María Soto: La
pobre Emelina Sagredo andaba arrancando. Dicen que era de las más importantes
de la Organización. Cocinaba para los revolucionarios. Un día, huyendo, llegó a
mi casa. Le presté ayuda como era mi deber y aquí se quedó. A la hora llegaron
los policías.
- ¡Buenas,
doña! ¿No se ha visto por estos lados a la Emelina Sagredo?
- Nooo,
nadie se ha visto. Habrá muerto por ahí, con estos fríos…
(y ella,
escondida entre el cerco y las quilchas, a dos metros de ellos.)
- ¡No
ve, doña! ¡Eso es para que todos ustedes escarmienten! ¡No debían haberse
metido en las patas de los caballos!
Y, ya, la Emelina decía después:
- ¡Ah,
si hubiera tenido un arma en las manos! ¡Por dios que les hago los puntos!
LA MENTIRA
HISTÓRICA
La burguesía
de la época fue la que monopolizó la información sobre la masacre. Y levantó
una calumnia histórica que, incluso, ha sido recogida, tiempo después, por la
propia prensa de izquierda. Se aseguró que un tercer carabinero había sido
ejecutado por los campesinos en una sierra eléctrica. Lo que pretendía era
presentar a los campesinos como bestias dañinas, sanguinarias, sin
sentimientos. Sin embargo, en la zona nunca hubo aserraderos. Toda la madera
era trabajada a golpe de hacha.
Esta es una
pequeña parte de la historia de Ranquil. La familia Sagredo es la familia Uribe
de la obra teatral Los que van quedando
en el camino. Doña Emelina es la protagonista. El papel de ella, en la
obra, lo interpreta Carmen Bunster, nieta de Gonzalo Bunster, el latifundista
de Lonquimay. El compañero Ismael Carter todavía vive en Ranquil. La familia
Sagredo se vino a Santiago y vive en el Paradero 12 de Santa Rosa. Quedan
cuatro hermanos vivos.
Mientras
tanto, la Corporación de la Reforma Agraria se apresta a expropiar los fundos
Huallalí, El Barco y Los Guindos. Un total de 165.000 hectáreas. Treinta y
cuatro años después de la masacre, se comienza a hacer justicia en Ranquil.
Revista Ramona,
4 de abril de 1972
Juan Segundo Leiva Tapia
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
Juan Segundo Leiva Tapia nació el 30 de junio de 1897, en el pueblo de
Chos Malal, Provincia de Neuquén, Argentina. Años más tarde, diría: “Pero,
soy chileno por sangre y vecindad”.
Desde que se firmó el tratado de límites con Argentina, en 1881 y se
definió la línea de las más altas cumbres y la divisoria de aguas como criterio
de delimitación, el Valle de Lonquimay fue el único lugar que quedó en
territorio chileno y que está ubicado al este de la Cordillera de los Andes.
Posteriormente, se les ofreció a los habitantes del lugar elegir a qué país
serían repatriados.
Entre 1896 y 1898 en Chile se dictaron decretos que instalaron a los
nuevos colonos. Es en este contexto que los padres de Juan Leiva Tapia
ingresaron a Chile, en 1905, por el paso cordillerano del Valle de Lonquimay.
Sus padres murieron cuando aún era un niño, quedando al cuidado de
doña Candelaria Ramos a quien conoció como madre legítima. Se casó con
Valentina Muñoz Sáez, con quien tuvo dos hijos: Renalda y Juan Lenin.
Se trasladó a Santiago. En 1913, ingresó a estudiar Castellano al
Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, del cual egresó en 1917, como
se constata en los libros de Actas de esa universidad.
Siendo estudiante, se incorporó al Partido Comunista, en el cual
militó hasta su muerte.
El pulpero Harry Fahrenkrog, empleado de Bruno Ackerman, un
comerciante alemán que formó parte del ala derecha del Sindicato Agrícola de
Lonquimay y contemporáneo a los hechos, relata, sobre Juan Leiva: “Cuando
cursaba el 2º año [Leyes], su
espíritu inquieto y su inclinación a la rebeldía lo llevaron a participar en
una huelga estudiantil, por lo cual fue expulsado de la Universidad. Se
estableció en la ciudad de Victoria, como profesor primario y, a la vez,
defendía causas ante los tribunales de Justicia”.
EL SINDICATO AGRÍCOLA DE LONQUIMAY
El 30 de abril de 1928, Juan Leiva fundó el Sindicato Agrícola de
Lonquimay, quedando como Secretario General, lo que nos da un ejemplo del
reconocimiento que tenía entre los campesinos pobres e inquilinos asociados al
sindicato, los que vivían constantemente hostigados por las ambiciones de los
latifundistas de robarles sus tierras.
En esta labor, fue ayudado por el obrero de Lota Máximo Alarcón, quien
pertenecía a la Federación Obrera de Chile (FOCH), organismo clasista de los trabajadores, dirigido
por el Partido Comunista.
Juan Leiva fue comisionado por el Sindicato para defender las demandas
más sentidas de los pobladores y sus hijos en el Valle de Lonquimay. Juan Leiva
realizó esta defensa ante muchas instancias, llegando incluso a la máxima
autoridad del Estado.
Fue así como, el 20 de noviembre de 1928, Juan Leiva se entrevistó con
el presidente Carlos Ibáñez del Campo. Este se comprometió con las demandas del
Sindicato, tales como: tierra, crédito para la compra de ganado y escuelas. No
cumplió ninguna.
Por esta fecha, en el diario El Comercio de Curacautín,
aparecen artículos publicados por Juan Leiva, en su calidad de profesor y
dirigente sindical, donde denuncia los abusos de los terratenientes, el contrabando
de ganado desde Argentina, el constante ataque a los socios del Sindicato y
defiende la organización sindical y la creación de escuelas.
Durante 1929, en una entrevista para la prensa local, donde habla de
la importancia de la organización campesina, señala: “¡Bello día, no lejano
para los chilenos, en que toda nuestra organización social, económica, política
y administrativa descanse sobre la base sólida de la organización social!”
En julio de 1932 el Sindicato Agrícola de Lonquimay se unió a otras
organizaciones locales de la Zona, creando el Consejo Social Obrero de
Curacautín. Juan Leiva, fue designado secretario general del naciente
organismo, lo que refleja el peso del sindicato y de Leiva en la Zona.
El 26 de diciembre de 1932 se inició el segundo gobierno de Arturo
Alessandri Palma, en el cual prosiguió con su política antipopular. Durante
este período, se perpetraron cuatro masacres.
ELÍAS LAFERTTE CONOCE A LEIVA TAPIA
Elías Lafertte, señala que conoció a Juan Leiva en el Congreso de la
FOCH de febrero de 1933, celebrado en el Sindicato de Choferes de Calle
Cumming. Cuenta, en sus memorias Vida de
un Comunista, que, entre los delegados asistentes de provincia “se
levantó, con relieves impresionantes la figura de Juan Segundo Leiva Tapia…
aunque vestía como sus compañeros de trabajo, botas de montar, chaqueta corta y
manta de castilla, era un hombre cultivado que argumentaba admirablemente y
hablaba con lógica y al mismo tiempo con pasión… conmovido por la miseria de
los campesinos, había dedicado a ellos su vida, a organizarlos, a levantarlos
y, para esta tarea, hizo lo que debe hacer un luchador: se identificó
plenamente con los campesinos pobres, pasó a ser uno más de ellos”.
La segunda vez que lo vio fue ese mismo año, en la reunión del Comité
Anti Guerrero, que tuvo lugar en el local de la Federación de Maestros,
organismo clasista de los profesores del Partido Comunista. Juan Leiva formó
parte de la delegación elegida para ir a una conferencia en Montevideo. Al
ingresar a Uruguay, fueron detenidos. Pasaron 20 días en la Cárcel de
Montevideo y se dio la orden de deportación. El 1º de mayo de 1933, en que se
conmemoraba el Día Internacional de los Trabajadores, lo pasaron en un calabozo
de un barco inglés que los traía a Chile; sin embargo, el presidio no impidió
que cantaran La Internacional y que se sumara al canto un obrero griego, que
también estaba detenido en el barco.
Cuando llegaron a Punta Arenas, Juan Leiva fue deportado al Puerto de
Melinka, en el Archipiélago de las Guaytecas, actual XI Región
PESE A LA REPRESIÓN, CONTINÚA CON MÁS FUERZAS
Cinco meses más tarde, en noviembre de 1933, regresó a Curacautín y
fue entrevistado por el diario local, en su calidad de líder campesino.
Explicó su ingreso a la FOCH de la siguiente manera: “El ingreso
del Sindicato Agrícola Lonquimay a la FOCH y mi participación en la Directiva
es justa y legitima alianza entre campesinos y obreros, para defenderse de esos
dos poderosos aliados que estrangulan la clase trabajadora de la ciudad y del
campo: el capitalismo extranjero (yanqui,
inglés, japonés, alemán, etc.) y el
latifundio feudal burgués”.
Agregó: “La FOCH procura la entrega de la tierra al verdadero
campesino, al que la trabaje. La FOCH respeta y defenderá los intereses del
campesino, obrero, de los pequeños ocupantes y colonos y del propietario pobre,
medio y aún del rico que administre y cultive su fundo estaría siempre que no
sea un enemigo de la transformación económica ni sea con el latifundista feudal
para combatir la organización de la clase trabajadora de la ciudad y del campo”.
En mayo de 1934 fue candidato a diputado por el Partido Comunista en
una elección complementaria por Laja, Maullín y Angol.
EL LEVANTAMIENTO DE RANQUIL
Por ese tiempo, siendo Arturo Alessandri Palma presidente de la
República, había comenzado el desalojo de campesinos. Carabineros los
expulsaban de sus tierras y quemaban sus pertenencias.
Juan Leiva Tapia se puso a la cabeza de la lucha de campesinos y
mapuche. A ellos se unieron obreros del Túnel Las Raíces y de los lavaderos de
oro, más cesantes. Primero fue la resistencia pacífica, luego una breve lucha
arma. Un combate de importancia en el Puente Ranquil, el 2 de junio de 1934.
Fueron derrotados los campesinos. Luego la masacre y persecución perpetradas
por poderosas fuerzas de carabineros. Más de 600 víctimas.
El profesor Juan Segundo Leiva Tapia logró salvar su vida, ocultándose
junto a otros combatientes. Pero, fue encontrado por carabineros.
El periódico Defensa, de Temuco, en su edición del 2 de
diciembre de 1935, en un artículo titulado La
represión de los campesinos de Lonquimay, afirma: "A Juan Leiva
Tapia lo encontraron en su propia casa, durmiendo; lo flagelaron bárbaramente;
en seguida, lo ataron de un brazo al pigual de un caballo llevándolo al trote,
atravesando el Río Ranquil, llegando con él hasta la orilla del Llanquén, donde
fue asesinado bárbaramente, torturándolo hasta que exhaló el último
suspiro". Tenía 37 años de edad.
Así, fue asesinado, una noche de julio de 1934, el profesor comunista
que tuvo por aula las tierras del Alto Bío-Bío y, como discípulos, a los pobres
y explotados de esa región.
Al héroe y mártir campesino
Juan Leiva Tapia, gran dirigente
obrero, organizó –el 30 de abril de 1928–, dirigió y presidió el primer
sindicato campesino en Chile: el Sindicato
Agrícola de Lonquimay. Fue asesinado en la sanguinaria matanza de
Lonquimay, en 1934, que costó la vida a cerca de 370 campesinos, horrorosamente
masacrados. El joven y destacado poeta popular Sergio Valentín Mora dedica su
décima al gran camarada asesinado por la oligarquía y a todas las víctimas de
aquella masacre.
Al
héroe y mártir campesino Juan Leiva Tapia
Por Sergio Valentín Mora
Por Sergio Valentín Mora
Por el campo organizado
va Juan Leiva luchador,
desplegando gran amor
la tarea va empezando;
y en su mente está trazando
mente fértil y sincera
la unión de la clase obrera
con nuestro campesinado:
por eso el mucho ha luchado
con fe imbatible y entera.
va Juan Leiva luchador,
desplegando gran amor
la tarea va empezando;
y en su mente está trazando
mente fértil y sincera
la unión de la clase obrera
con nuestro campesinado:
por eso el mucho ha luchado
con fe imbatible y entera.
Pero los perros furiosos
que forman el latifundio
de la calumnia e infundio
hacen armas: ¡asquerosos!
y mienten estos odiosos
pretendiendo destruir
lo que comienza a latir
y los hace peligrar
que forman el latifundio
de la calumnia e infundio
hacen armas: ¡asquerosos!
y mienten estos odiosos
pretendiendo destruir
lo que comienza a latir
y los hace peligrar
Juan Leiva va a organizar
el sindicato en Ranquil.
el sindicato en Ranquil.
La represión se descarga
no dejándose esperar
y empiezan a fusilar
y la tierra se hace amarga;
roja la sangre se alarga
por el valle Lonquimay
al preguntar ¿qué es lo que hay?
responde el campesinado
sin piedad son fusilados
junto al canelo o quillay.
no dejándose esperar
y empiezan a fusilar
y la tierra se hace amarga;
roja la sangre se alarga
por el valle Lonquimay
al preguntar ¿qué es lo que hay?
responde el campesinado
sin piedad son fusilados
junto al canelo o quillay.
En el Alto Biobío
yace Leiva asesinado
su cuerpo fue flagelado,
día y noche expuesto al frío;
por la nieve, piedra y río
un caballo lo arrastraba
cruel sayón martirizaba
a este patriota ejemplar:
nada lo hizo delatar
pese a que ya agonizaba.
yace Leiva asesinado
su cuerpo fue flagelado,
día y noche expuesto al frío;
por la nieve, piedra y río
un caballo lo arrastraba
cruel sayón martirizaba
a este patriota ejemplar:
nada lo hizo delatar
pese a que ya agonizaba.
DESPEDIDA
¡Leiva Tapia! camarada
mártir del campesinado
tu recuerdo está grabado
muy hondo en la Patria amada;
nuestra clase organizada
se inspira en tu ejemplo bello,
tu muerte irradió destellos
que todavía relucen
y en el pueblo reproducen
hondo el odio contra ellos.
mártir del campesinado
tu recuerdo está grabado
muy hondo en la Patria amada;
nuestra clase organizada
se inspira en tu ejemplo bello,
tu muerte irradió destellos
que todavía relucen
y en el pueblo reproducen
hondo el odio contra ellos.