miércoles, 1 de julio de 2020

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RANQUIL, UN EPISODIO OLVIDADO DE LA HISTORIA DE CHILE


Con motivo 86° del aniversario del glorioso Levantamiento de Ranquil, compartimos un documento de gran valor histórico para la defensa de este suceso en el camino de la revolución en nuestro país, hecho que expresó la decisión de lucha revolucionaria de obreros, campesinos pobres y mapuche por la conquista de la tierra. Ranquil entre la sangre y la esperanza. Entrevista a Ismael Carter y Emelina Sagredo que se publicó en la revista Ramona, el 4 de abril de 1972. Este documento se ha publicado, ahora por primera vez en formato digital, en el portal El Pueblo (www.elpueblo.cl) transcrito a partir del ejemplar de la Revista que se encuentra en la Sala de Microformatos de la Biblioteca Nacional.


IMAGEN DE LA PRIMERA PÁGINA DE LA CRÓNICA. FOTOGRAFÍA DE ISMAEL CARTER, HÉROE DEL COMBATE DEL PUENTE RANQUIL

Me llamo Ismael Cárter. Tengo 71 años. Vivo En Ránquil. Nosotros, los del lugar, afirmamos la palabra en la letra “a”: Ránquil. Los de afuera, los que no conocen, afirman la palabra donde no se usa. Así que no se les olvide. Ránquil. Algunos creen que es un caserío. No, es un lugar cordillerano de la Provincia de Malleco. Cerros boscosos, selva virgen, ríos y quebradas, y mucha nieve.

El Bío Bío baja diagonalmente, de sur a norte. Varias leguas más al interior, el Río Ranquil es apenas un arroyo de aguas escasas. Un poco más grande que el Mapocho. Hay pequeños vallecitos, que sirven para algunos plantíos. Los lugares tienen nombres bonitos: Quillayme, Trollo, Ranquil. Hay algunos fundos que han pertenecido siempre a los ricos del lugar, que acaparan las mejores tierras. Nitrito, Huallalí, Los Guindos… Aquí ocurrieron, hace 38 años, los sucesos de Ranquil. Yo también anduve metido. Y soy el único sobreviviente.

LAS BUENAS TIERRAS

Mi nombre es Emelina Sagredo. Tenía 33 años, en aquellos tiempos. Éramos más de 200 hijueleros los que apenas sobrevivíamos en aquellas tierras pobres. Fue, entonces, cuando el Gobierno nos entregó unos terrenos boscosos. Tuvimos que abrirlos a golpes de hacha. Despejamos las tierras y las sembramos con cariño.

Fue un año de buenas cosechas, el trigo, la alfalfa y el arroz se dieron como nunca. Faltaron sacos para guardar tanto grano. Nunca habíamos visto plantíos y sementeras tan brotadoras. Los pastos crecían altos y jugosos, ya que eran tierras nuevecitas. Y las ovejas parían de a tres, y teníamos aves.

Entonces, cuando las tierras empezaron a producir, nos desalojaron. El culpable fue Gonzalo Bunster. Era el dueño de toda la Región. No podía estar tranquilo con estas tierritas nuevas en manos de nosotros. Y empezó a mover influencias en la Capital. Y el ‘Carnicero de La Moneda’ [Arturo Alessandri Palma] le dio en el gusto. Todo pasó a poder de los Bunster.

LAS TIERRAS MALAS

Ismael Carter: Allá, quedó todo nuestro trabajo. El bosque talado y rozado. El terreno emparejado, despiedrado, arado, picado, hornereado y abonado. Habíamos preparado la tierra para muchos años de cultivo y no nos dejaban terminar ni el primero. Y partimos para arriba, a unos pedregales deshabitados. Eran tierras pobres, duras, rocosas. Les llamamos El Matadero. Era a mediados de abril y empezaban a caer las primeras nieves.

Sufrimos mucho. El frío mordía fuerte, el diablazo. Íbamos a estar enterrados en la nieve hasta septiembre. Los pastos que traíamos se empezaron a agotar. Los animales enflaquecían. Entonces, empezamos a trabajar la tierra montañosa. Era dura como el demonio. Los arados no entraban. Los bueyes se llegaban a desyungar tirando.

Las provisiones escaseaban. Empezamos a pasar hambre. Entonces, subimos al monte. Por allá, crece un árbol. Nosotros le llamamos pehuén. Las gentes sabidas lo mentan Pino Araucano. Es un gran árbol. Da unos frutos, los piñones. Era lo único que teníamos para comer. Y la pesca del salmón, también.

UN LUCHADOR.

Rocart Hermosilla: Juan Leiva Tapia era de estos lugares. Como la mayoría de nosotros, hijo del valle del Bío Bío. Su padre era un hombre rico. Tenía más de dos mil ovejas. Un fundo entero tenía. Salió estudioso de chiquillo y su padre lo mandó a estudiar a Santiago. De allá se vino como profesor de Castellano. Y, ya en ese entonces, hasta donde yo sé, venía de comunista también. Empezó a organizarnos. Él fue mi profesor. De las letras y de las cosas políticas. Junto con otras familias, los Lagos, los Sagredo, Santiago Torres y otros, fundamos la organización. Le pusimos Sindicato Agrícola Lonquimay.

Desde mucho antes, habíamos conversado entre nosotros. “¿Por qué no nos entregan las tierras?”… Desde niño, había escuchado aquello de que la tierra debía ser del que la trabaja. Y yo pensaba igual.

ALGUNOS COMBATIENTES DEL LEVANTAMIENTO. ENTRE ELLOS APARECE EMELINA SAGREDO

LOS PRIMEROS COMBATES

Emelina Sagredo: Decidimos bajar y reconquistar las tierras. Eran nuestras, siempre habían sido nuestras, de nuestros antepasados mapuche. La voz se extendió por toda la Región. Y nos empezamos a reunir en El Matadero. Mi hermano, Simón, era uno de los más entusiastas.

A algunos, que venían de abajo, se les enredaron algunos novillos de los ricos en los lazos. Mientras carneábamos entre fogatas, planeábamos el zarpazo. Hombres, mujeres, viejos, niños. Entonces, llegó un par de pacos del Retén de Huallalí. Eran un par de carajos abusadores. Ya los conocíamos bien. Comenzaron a provocar, a echarnos los caballos encima.

Entonces, nuestros hombres reaccionaron. Yo vi cuando los bajaron a peñascazos de los caballos. Entre varios los apresaron y se los llevaron lejos… ¡Dios sabe cómo los mataron, finalmente!

EN EL PUENTE RANQUIL

Ismael Carter: Y nos tomamos las tierras. Contábamos con dos carabinas Winchester, media docena de escopetas de caza. Esas eran todas nuestras armas. Los demás estábamos aperados de palos, azadones, horquetas. Leiva, Simón Sagredo y los otros dirigentes distribuyeron a los 200 hombres.

A mí me encargaron cuidar, junto a otros 80 compañeros, la ribera sur del río Ranquil, frente al puente de troncos. Debíamos vigilar el movimiento de tropas, enviar mensajes. Y, si llegara el momento, pelear a muerte para no dejarlos pasar. Al otro lado, esperaba el grueso de nuestra gente. Era el día de San Pedro, 29 de junio de 1934.

A las cuatro de la tarde, aparecieron los pacos. Venían a caballo, dispersos por el camino. Nosotros también estábamos montados, ocultos entre unos matorrales. Al verlos venir, con los rifles en posición de combate, algunos de los nuestros se dispersaron. Los alertaron y empezó una lluvia de balas de combate. Al lado mío, cayó muerto José Figueroa. Yo, lo único que sentía era rabia. No teníamos una sola arma de fuego. Sólo tenía en mis manos un palo grueso. Entonces, yo grité: “¡A ellos compañeros!”. Espoleamos nuestros caballos y cargamos de frente.

LOS QUE VAN QUEDANDO EN EL CAMINO

En vida, me llamé Rocart Hermosilla. Ese nombre fue un capricho de mi padre. Una vez, llegó al pueblo un comerciante francés de apellido Rocart. A mi taita le gustó como sonaba y así le puso al primer hijo que tuvo. Ese hijo fui yo. Y así viví 35 años, hasta que vino lo de Ranquil.

Mientras los demás se reunían en Paso Paz, en Paso Caracoles, en el puente y otros lugares, yo debí cuidar la retirada. Armado de una vieja carabina, me enfrenté solo al teniente Cabrera y a 11 carabineros. Pelié horas y horas. Al final, se me acabaron las balas y me acribillaron a balazos, mientras esperaba de pie, con las manos abajo. Mi cadáver estuvo quince días sin ser levantado.

A veces, cuando se reviven estos hechos, algunos compañeros se acuerdan de mí. Con gratitud y cariño. Yo también los recuerdo.

LA LARGA MARCHA

Clementina Sagredo: Murieron más de cien. En el Puente Ranquil fue el encuentro más importante. Después vinieron una persecución y una carnicería que no terminaban nunca. Murieron ocho hombres de mi familia. A José Rosario, mi hermano mayor, le cortaron las orejas, la nariz…, lo castraron. Y a cientos de nosotros nos llevaron amarrados hasta Temuco, a pie por la nieve. Éramos una larga y fantasmal procesión, oscura y cruel.

Yo estaba embarazada de tres o cuatro meses. En los descansos, me amarraban a los postes del camino. En una parada, uno de los pacos se me acercó y gritó: “¡Esta yegua debe estar preñada. Miren como le sale espuma por la boca!” A muchos los sacaban de la columna de presos y partían con los pacos. Se despedían de nosotros con una mirada triste. A la hora, los pacos volvían solos. Después de asesinarlos, fríamente, lo echaban al Bío-Bío.

UNA LARGA AGONÍA

Ismael Carter: Me dirigí en línea recta hacia ellos, blandiendo el garrote. A medio camino, cuando estaba a menos de cincuenta metros, recibí un golpe terrible en el pecho. Luego, semiinconsciente, sentí otros dolores en distintas partes. Había recibido cinco balazos. Uno me destrozó el brazo derecho. Otro me atravesó la clavícula. Otro la pierna derecha.

Me desmayé, pero no solté las crines del caballo. La bestia volvió al galope a mi rancho. Eso me salvó. Varias leguas corrí así, desangrándome. En mi casa estaban mi mujer, Marta Venegas y nuestros cuatro hijos pequeños. La mayorcita tendría unos tres años.

Entonces, mi mujer me cuidó. Estuve tres meses sin ser visto por un doctor. Ella subía al monte a buscar plantas medicinales y, así, me fue sanando. Con pura agüita de matico y otras yerbas. El hueso del brazo lo tenía roto, en mil pedazos. Las puntas me rompían la piel y se asomaban. Se me pudrió entero. Quedé baldado para el resto de mi vida, compañero. Tengo el brazo afirmado en puras astillitas.

Pero, tengo otro dolor más sordo. Mientras mi mujer andaba en los cerros buscando medicina y piñones, en tres días se murieron tres de nuestros hijos. El menor tenía un año y murió entre mis brazos heridos (llora, silenciosamente). Me quedó la pura Alicita. Perdone, si lloro. De hambre deben haber muerto. O de una enfermedad a la garganta. No sé.

Los pacos, cuando me andaban buscando, llegaron a mi casa. Me robaron tres caballos. Eran caballos de bandido. Sin dueños. También, tenía cuatro vacas. Una se comieron, ahí mismo. Las otras quizás qué se hicieron.

LA HUIDA

Emelina Sagredo: A mí me buscaban para matarme. Todos los hermanos Sagredo debían morir. Entonces, con mis hermanos Benito y Simón y los muchachos Francisco y Pablo Cisternas huimos hacia la cordillera. Hicimos un hoyo entre unos matorrales. Ahí, pasamos varios días, acurrucados unos contra otros. Lo único que comíamos era harina tostada revuelta con nieve. Yo no sé cómo no nos morimos de frío.

Los niños Cisternas andaban sin ropas apropiadas. Para protegerse del frío, andaban con unos cueros de animales. Por eso, nos llenamos de piojos. Los Cisternas enfermaron del pulmón. Al tiempo los pillaron y, al poco tiempo, murieron tísicos.
Nosotros, mis hermanos y yo, arrancamos pa’ la Argentina. Cuando vine a probar, por fin, algo caliente, me quemó el estómago, como si me hubiera tragado una brasa.

SOLIDARIDAD CAMPESINA

María Soto: La pobre Emelina Sagredo andaba arrancando. Dicen que era de las más importantes de la Organización. Cocinaba para los revolucionarios. Un día, huyendo, llegó a mi casa. Le presté ayuda como era mi deber y aquí se quedó. A la hora llegaron los policías.

  • ¡Buenas, doña! ¿No se ha visto por estos lados a la Emelina Sagredo?

  • Nooo, nadie se ha visto. Habrá muerto por ahí, con estos fríos…
(y ella, escondida entre el cerco y las quilchas, a dos metros de ellos.)

  • ¡No ve, doña! ¡Eso es para que todos ustedes escarmienten! ¡No debían haberse metido en las patas de los caballos!

Y, ya, la Emelina decía después:

  • ¡Ah, si hubiera tenido un arma en las manos! ¡Por dios que les hago los puntos!

LA MENTIRA HISTÓRICA

La burguesía de la época fue la que monopolizó la información sobre la masacre. Y levantó una calumnia histórica que, incluso, ha sido recogida, tiempo después, por la propia prensa de izquierda. Se aseguró que un tercer carabinero había sido ejecutado por los campesinos en una sierra eléctrica. Lo que pretendía era presentar a los campesinos como bestias dañinas, sanguinarias, sin sentimientos. Sin embargo, en la zona nunca hubo aserraderos. Toda la madera era trabajada a golpe de hacha.

Esta es una pequeña parte de la historia de Ranquil. La familia Sagredo es la familia Uribe de la obra teatral Los que van quedando en el camino. Doña Emelina es la protagonista. El papel de ella, en la obra, lo interpreta Carmen Bunster, nieta de Gonzalo Bunster, el latifundista de Lonquimay. El compañero Ismael Carter todavía vive en Ranquil. La familia Sagredo se vino a Santiago y vive en el Paradero 12 de Santa Rosa. Quedan cuatro hermanos vivos.

Mientras tanto, la Corporación de la Reforma Agraria se apresta a expropiar los fundos Huallalí, El Barco y Los Guindos. Un total de 165.000 hectáreas. Treinta y cuatro años después de la masacre, se comienza a hacer justicia en Ranquil.

Revista Ramona, 4 de abril de 1972

Juan Segundo Leiva Tapia

                                  Iván Ljubetic Vargas, historiador del
                                                           Centro de Extensión e Investigación
                                                           Luis Emilio Recabarren, CEILER
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Juan Segundo Leiva Tapia nació el 30 de junio de 1897, en el pueblo de Chos Malal, Provincia de Neuquén, Argentina. Años más tarde, diría: “Pero, soy chileno por sangre y vecindad”.

Desde que se firmó el tratado de límites con Argentina, en 1881 y se definió la línea de las más altas cumbres y la divisoria de aguas como criterio de delimitación, el Valle de Lonquimay fue el único lugar que quedó en territorio chileno y que está ubicado al este de la Cordillera de los Andes. Posteriormente, se les ofreció a los habitantes del lugar elegir a qué país serían repatriados.

Entre 1896 y 1898 en Chile se dictaron decretos que instalaron a los nuevos colonos. Es en este contexto que los padres de Juan Leiva Tapia ingresaron a Chile, en 1905, por el paso cordillerano del Valle de Lonquimay.

Sus padres murieron cuando aún era un niño, quedando al cuidado de doña Candelaria Ramos a quien conoció como madre legítima. Se casó con Valentina Muñoz Sáez, con quien tuvo dos hijos: Renalda y Juan Lenin.

Se trasladó a Santiago. En 1913, ingresó a estudiar Castellano al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, del cual egresó en 1917, como se constata en los libros de Actas de esa universidad.

Siendo estudiante, se incorporó al Partido Comunista, en el cual militó hasta su muerte.

El pulpero Harry Fahrenkrog, empleado de Bruno Ackerman, un comerciante alemán que formó parte del ala derecha del Sindicato Agrícola de Lonquimay y contemporáneo a los hechos, relata, sobre Juan Leiva: “Cuando cursaba el 2º año [Leyes], su espíritu inquieto y su inclinación a la rebeldía lo llevaron a participar en una huelga estudiantil, por lo cual fue expulsado de la Universidad. Se estableció en la ciudad de Victoria, como profesor primario y, a la vez, defendía causas ante los tribunales de Justicia”.

EL SINDICATO AGRÍCOLA DE LONQUIMAY

El 30 de abril de 1928, Juan Leiva fundó el Sindicato Agrícola de Lonquimay, quedando como Secretario General, lo que nos da un ejemplo del reconocimiento que tenía entre los campesinos pobres e inquilinos asociados al sindicato, los que vivían constantemente hostigados por las ambiciones de los latifundistas de robarles sus tierras.

En esta labor, fue ayudado por el obrero de Lota Máximo Alarcón, quien pertenecía a la Federación Obrera de Chile (FOCH), organismo clasista de los trabajadores, dirigido por el Partido Comunista.

Juan Leiva fue comisionado por el Sindicato para defender las demandas más sentidas de los pobladores y sus hijos en el Valle de Lonquimay. Juan Leiva realizó esta defensa ante muchas instancias, llegando incluso a la máxima autoridad del Estado.

Fue así como, el 20 de noviembre de 1928, Juan Leiva se entrevistó con el presidente Carlos Ibáñez del Campo. Este se comprometió con las demandas del Sindicato, tales como: tierra, crédito para la compra de ganado y escuelas. No cumplió ninguna.

Por esta fecha, en el diario El Comercio de Curacautín, aparecen artículos publicados por Juan Leiva, en su calidad de profesor y dirigente sindical, donde denuncia los abusos de los terratenientes, el contrabando de ganado desde Argentina, el constante ataque a los socios del Sindicato y defiende la organización sindical y la creación de escuelas.

Durante 1929, en una entrevista para la prensa local, donde habla de la importancia de la organización campesina, señala: “¡Bello día, no lejano para los chilenos, en que toda nuestra organización social, económica, política y administrativa descanse sobre la base sólida de la organización social!”

En julio de 1932 el Sindicato Agrícola de Lonquimay se unió a otras organizaciones locales de la Zona, creando el Consejo Social Obrero de Curacautín. Juan Leiva, fue designado secretario general del naciente organismo, lo que refleja el peso del sindicato y de Leiva en la Zona.

El 26 de diciembre de 1932 se inició el segundo gobierno de Arturo Alessandri Palma, en el cual prosiguió con su política antipopular. Durante este período, se perpetraron cuatro masacres.

ELÍAS LAFERTTE CONOCE A LEIVA TAPIA

Elías Lafertte, señala que conoció a Juan Leiva en el Congreso de la FOCH de febrero de 1933, celebrado en el Sindicato de Choferes de Calle Cumming. Cuenta, en sus memorias Vida de un Comunista, que, entre los delegados asistentes de provincia “se levantó, con relieves impresionantes la figura de Juan Segundo Leiva Tapia… aunque vestía como sus compañeros de trabajo, botas de montar, chaqueta corta y manta de castilla, era un hombre cultivado que argumentaba admirablemente y hablaba con lógica y al mismo tiempo con pasión… conmovido por la miseria de los campesinos, había dedicado a ellos su vida, a organizarlos, a levantarlos y, para esta tarea, hizo lo que debe hacer un luchador: se identificó plenamente con los campesinos pobres, pasó a ser uno más de ellos”.

La segunda vez que lo vio fue ese mismo año, en la reunión del Comité Anti Guerrero, que tuvo lugar en el local de la Federación de Maestros, organismo clasista de los profesores del Partido Comunista. Juan Leiva formó parte de la delegación elegida para ir a una conferencia en Montevideo. Al ingresar a Uruguay, fueron detenidos. Pasaron 20 días en la Cárcel de Montevideo y se dio la orden de deportación. El 1º de mayo de 1933, en que se conmemoraba el Día Internacional de los Trabajadores, lo pasaron en un calabozo de un barco inglés que los traía a Chile; sin embargo, el presidio no impidió que cantaran La Internacional y que se sumara al canto un obrero griego, que también estaba detenido en el barco.

Cuando llegaron a Punta Arenas, Juan Leiva fue deportado al Puerto de Melinka, en el Archipiélago de las Guaytecas, actual XI Región

PESE A LA REPRESIÓN, CONTINÚA CON MÁS FUERZAS

Cinco meses más tarde, en noviembre de 1933, regresó a Curacautín y fue entrevistado por el diario local, en su calidad de líder campesino.

Explicó su ingreso a la FOCH de la siguiente manera: “El ingreso del Sindicato Agrícola Lonquimay a la FOCH y mi participación en la Directiva es justa y legitima alianza entre campesinos y obreros, para defenderse de esos dos poderosos aliados que estrangulan la clase trabajadora de la ciudad y del campo: el capitalismo extranjero (yanqui, inglés, japonés, alemán, etc.) y el latifundio feudal burgués”.

Agregó: “La FOCH procura la entrega de la tierra al verdadero campesino, al que la trabaje. La FOCH respeta y defenderá los intereses del campesino, obrero, de los pequeños ocupantes y colonos y del propietario pobre, medio y aún del rico que administre y cultive su fundo estaría siempre que no sea un enemigo de la transformación económica ni sea con el latifundista feudal para combatir la organización de la clase trabajadora de la ciudad y del campo”.

En mayo de 1934 fue candidato a diputado por el Partido Comunista en una elección complementaria por Laja, Maullín y Angol.

EL LEVANTAMIENTO DE RANQUIL

Por ese tiempo, siendo Arturo Alessandri Palma presidente de la República, había comenzado el desalojo de campesinos. Carabineros los expulsaban de sus tierras y quemaban sus pertenencias.

Juan Leiva Tapia se puso a la cabeza de la lucha de campesinos y mapuche. A ellos se unieron obreros del Túnel Las Raíces y de los lavaderos de oro, más cesantes. Primero fue la resistencia pacífica, luego una breve lucha arma. Un combate de importancia en el Puente Ranquil, el 2 de junio de 1934. Fueron derrotados los campesinos. Luego la masacre y persecución perpetradas por poderosas fuerzas de carabineros. Más de 600 víctimas.

El profesor Juan Segundo Leiva Tapia logró salvar su vida, ocultándose junto a otros combatientes. Pero, fue encontrado por carabineros.

El periódico Defensa, de Temuco, en su edición del 2 de diciembre de 1935, en un artículo titulado La represión de los campesinos de Lonquimay, afirma: "A Juan Leiva Tapia lo encontraron en su propia casa, durmiendo; lo flagelaron bárbaramente; en seguida, lo ataron de un brazo al pigual de un caballo llevándolo al trote, atravesando el Río Ranquil, llegando con él hasta la orilla del Llanquén, donde fue asesinado bár­baramente, torturándolo hasta que exhaló el último suspiro". Tenía 37 años de edad.

Así, fue asesinado, una noche de julio de 1934, el profesor comunista que tuvo por aula las tierras del Alto Bío-Bío y, como discípulos, a los pobres y explotados de esa región.

Al héroe y mártir campesino


Juan Leiva Tapia, gran dirigente obrero, organizó –el 30 de abril de 1928–, dirigió y presidió el primer sindicato campesino en Chile: el Sindicato Agrícola de Lonquimay. Fue asesinado en la sanguinaria matanza de Lonquimay, en 1934, que costó la vida a cerca de 370 campesinos, horrorosamente masacrados. El joven y destacado poeta popular Sergio Valentín Mora dedica su décima al gran camarada asesinado por la oligarquía y a todas las víctimas de aquella masacre.



Al héroe y mártir campesino Juan Leiva Tapia
Por Sergio Valentín Mora


Por el campo organizado
va Juan Leiva luchador,
desplegando gran amor
la tarea va empezando;
y en su mente está trazando
mente fértil y sincera
la unión de la clase obrera
con nuestro campesinado:
por eso el mucho ha luchado
con fe imbatible y entera.

Pero los perros furiosos
que forman el latifundio
de la calumnia e infundio
hacen armas: ¡asquerosos!
y mienten estos odiosos
pretendiendo destruir
lo que comienza a latir
y los hace peligrar
Juan Leiva va a organizar
el sindicato en Ranquil.

La represión se descarga
no dejándose esperar
y empiezan a fusilar
y la tierra se hace amarga;
roja la sangre se alarga
por el valle Lonquimay
al preguntar ¿qué es lo que hay?
responde el campesinado
sin piedad son fusilados
junto al canelo o quillay.

En el Alto Biobío
yace Leiva asesinado
su cuerpo fue flagelado,
día y noche expuesto al frío;
por la nieve, piedra y río
un caballo lo arrastraba
cruel sayón martirizaba
a este patriota ejemplar:
nada lo hizo delatar
pese a que ya agonizaba.


DESPEDIDA

¡Leiva Tapia! camarada
mártir del campesinado
tu recuerdo está grabado
muy hondo en la Patria amada;
nuestra clase organizada
se inspira en tu ejemplo bello,
tu muerte irradió destellos
que todavía relucen
y en el pueblo reproducen
hondo el odio contra ellos.