sábado, 9 de junio de 2007
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-CUBA, VIDA DIVERSA: EL CULTO A FANGIO
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WDS-053
CUBA, VIDA DIVERSA, EL CULTO A FANGIO
POR FRANCISCO FORTEZA
LA HABANA, (WORLD DATA SERVICE).- Años antes de que el legendario argentino Juan Manuel Fangio tuviera celebridad mundial, al cubano Elías Regalado Uviña se le desbordó la curiosidad por estar sentado ante un timón.
Montó el automóvil Ford y le soltó el freno de mano. "Fue mi primera carrera y yo tenía 11 años", contó en su casa de La Habana. La aventura terminó mal. El auto, un viejo modelo sin embrague que en Cuba bautizaron como "tres patadas", se despeño por un declive del camino de tierra de la finca de su padre y fue a dar contra una esquina de la casa de madera de la familia.
"Los platos de mi madre cayeron al suelo por la vibración del impacto y se rompieron todos".
Mucho después del incidente el héroe de Regalado fue Fangio. Y aún lo es. Pero en una época rutilante, el Chueco no fue para Regalado un héroe "clásico" personalmente inaccesible. Fue, por un instante de la vida que "suele ser también un instante", dice, un amigo al que estrechó la mano y compartió, por momentos, el espacio de un entonces resplandeciente Buick fabricado en 1957. Ese año se corrió un Gran Premio en La Habana lleno de tensiones.
Pero antes de que Regalado conociera a su héroe, corrió y ganó en torneos internos cubanos.
"Cuando manejé el carro de mi viejo me di cuenta que me gustaba la velocidad. Y me convencí más y más cuando viajaba transportando las cosechas de mi padre para venderlas, con mi hermano mayor, desde San Antonio de los Baños ( a unos 30 kilómetros de La Habana) a ciudades cubanas, algunas bastante lejanas, en un camión Chevrolet modelo 1937. Me gustaba conducirlo. Mi hermano dormía y yo me ocupaba del timón".
Con sus 87 años de edad, Regalado se ayuda de álbumes de fotografías para recordar instantes.
En una de las gráficas está acompañado de un Buick 1955 y de una Reina del Carnaval cubano.
"Eso llegó después. Antes, a fines de los años 40 me iba con mis amigos a un terreno en el barrio de Marianao aledaño a una carretera. Allí, no recuerdo por qué, se acumulaban automóviles desechados. Nosotros poníamos en marcha los motores y los utilizábamos en carreras improvisadas".
Un empresario cubano amante de las carreras de autos notó la habilidad de Regalado para ganar a golpes de timón las humildes competencias. "Me presentó al gerente de la Buick en Cuba y este terminó pidiéndome que participara en torneos de categoría "stock". Me dijo que la marca siempre aportaba tres carros en cada circuito y que yo conduciría uno".
Regalado frota el timón. Se promete ganar. El Buick ronronea su potencia y cuando pide al motor, este le da sin inconvenientes. La carretera es estrecha y sinuosa. Los autos salen con dos minutos de diferencia y triunfa el que mejor tiempo haga.
"Son recuerdos que tengo grabados. El olor de los asientos mezclado con el de gasolina y el de los árboles de la carretera". Sus rivales son nombres para él imborrables -Gallinat, Fumero, Inocente Gómez- que "eran unos chóferes del carajo". En 1955, en una dura carrera entre la occidental ciudad cubana de Pinar del Río y La Habana, obtuvo el segundo lugar con un promedio de velocidad para su Buick Century del último modelo de 147 kilómetros por hora. Dos años más tarde ganó el trofeo en el difícil circuito Sagua la Grande-La Habana. Con un Buick modelo 57 cronometró 240 kilómetros por hora.
"En un auto bien ajustado y potente la velocidad no se siente. Y si se siente es como vértigo", dice.
Y hay que tener nervios de acero.
"Lo que más admiro en Fangio es su tranquilidad ante todo lo que pueda pasar. No se inmuta con nada", dice regresando en el tiempo, como si estuviera mirando a su ídolo. "Yo creo que nació tranquilo por allá por Balcarce, creo que en junio de 1911".
El 11 es el número del radiante automóvil que uso en el circuito "stock" de 1957. "El 11 fue mi mejor número".
"A los once años ya trabajaba de aprendiz en una herrería, para un tiempo después dejar el yunque y entrar a un taller mecánico lo que le permitiría comenzar a amigarse con las "máquinas infernales" nacidas del otro lado del mar y con todo el progreso que había llegado con ellas. Lavaba sus piezas y observaba para qué servía cada una de ellas y miraba y re-miraba el armado de sus motores", dice un fragmento de una biografía de Fangio que guarda Regalado entre sus cosas.
"Antes del Gran Premio de La Habana y de ser secuestrado, saludé a Fangio cuando inspeccionaba sus carros para esa carrera. Después desapareció y se armó todo el torbellino. Supe que enfrentó aquel momento como mismo enfrentaba las curvas con su automóvil a alta velocidad". Pero el Gran Premio de 1957 en la capital cubana no solo fue noticia por la retención de Fangio, en una acción de los revolucionarios cubanos dirigida contra el entonces régimen de Fulgencio Batista. "Quizá los conductores se sentían nerviosos", explicó Regalado ahora, 50 años después.
"ESTOY CON EL MASERATI delante de otro cubano, García Cifuentes. Doy la vuelta completa al circuito, y cuando voy a pasar por el mismo punto veo que la máquina de Cifuentes embiste contra el público. Las personas vuelan por el impacto. Me detengo y ya traen a Cifuentes. Les digo que lo coloquen sobre el capó de mi carro y le pido a otro chofer que lo conduzca para llevarlo al hospital. Pienso que está muerto".
En la foto, un Regalado muy joven está sobre el capó y sostiene con un paño una herida en el costado del accidentado. El brazo de Cifuentes cuelga, deformado por una partidura del hueso.
"Él se salvó y poco después creo que se fue a Estados Unidos".
A cierta edad no es fácil recordar. Y cuando uno recuerda no es fácil poner los recuerdos en orden. "A veces se mezclan las cosas y los años", dice. Para Regalado, los acontecimientos del Gran Prix habanero en 1957 dieron al traste con las carreras de automóviles. "Poco después, las marcas de carros que costeaban los torneos, cerraron, se fueron del país".
El resto de su vida lo sintetiza al contar que "Yo manejaba un camión pesado de transporte, que aquí le llamamos rastras, en la firma tabacalera Partagás. Pero me retiré como en el año 1959. Tuve seis hijos". Y para ampliar , muestra medallas, una de ellas ganada en el campo de batalla en Playa Girón (Bahía de Cochinos) en 1961. "Una vez me fui con toda la familia a Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud un municipio especial cubano) a organizar por allá los trabajos voluntarios". En su casa pequeña del barrio habanero de Santos Suárez vive con uno de sus hijos y tiene gatos y perros que duermen juntos.
Su mirada es pícara cuando dice que ha vivido tanto "porque nunca me he detenido". Aún hoy, explica, está relacionado con automóviles porque hace el turno de madrugada, cada tres días, de guardián en un parqueo cercano. "Me gano todavía mi dinero".
Del ayer de vértigo y velocidad quedan los recuerdos. El dinero que ganó en las carreras se acabó y nunca tuvo un automóvil propio porque "son muy caros de mantener". Sostiene que así es feliz. "Todo el mundo me quiere mucho", pone como ejemplo.
En febrero pasado habaneros propietarios de automóviles considerados como clásicos organizaron un homenaje a Fangio. Allí estaba Regalado, que es miembro de honor de los clubes de automovilismo clásico habaneros. "Es muy respetado", explicó en aquel momento el mecánico Carlos Manuel Cuevas, que posee un auto Ford de 1929.
Hoy, Regalado lee con detenimiento una declaración de Fangio que quedó para la posteridad: "Al automovilismo le debo todo lo que tengo, que es muchísimo. Mis amigos llegaron a mí gracias al automovilismo, porque así nació el galpón primero y pasé al taller, después. Amigos que muchas veces fueron mucho más que eso, que ya es mucho".
"Sí", comenta. "Fangio fue el más grande campeón de todos los tiempos. Con las máquinas actuales también habría sido el mejor"
Lo piensa un momento, y sentencia "Era un dios al timón"