jueves, 14 de junio de 2007
Telones
Por Juan Gelman
Lo dijo el vocero de la Casa Blanca Tony Snow. Finalmente. EE.UU. piensa mantener tropas en Irak por mucho tiempo. Snow equiparó esa situación con la de Corea del Sur, donde hay 53.000 soldados norteamericanos desde la guerra con el Norte que estalló en 1950. Tomando en cuenta el contexto –por ejemplo, el número de naves de guerra que EE.UU. sigue concentrando en el Golfo Pérsico–, no se trata sólo de Irán: Irak fue el primer paso de la construcción de un imperio colonial en Medio Oriente y el poderío militar que seguirá de pie en su territorio habla de un proyecto de control que abarcaría también a Siria, Líbano, las zonas petroleras de Arabia Saudita y aun las estepas de Asia Central mediante el tendido del oleoducto Bakú (Azerbaiján)-Tbilisi (Georgia)-Ceyhan (Turquía). Washington ha comenzado ya las hostilidades con Rusia, por ahora verbales: ha descubierto de repente que Putin es un autócrata.
La “revelación” de Snow es hace tiempo conocida. El Pentágono está invirtiendo miles de millones de dólares en la construcción de cuatro bases en Irak. El periodista Thomas Rick visitó el año pasado la base Balad Air, ubicada a 68 kilómetros al norte de Bagdad, y su descripción no deja lugar a dudas sobre la intención de utilizarla de manera permanente (The Washington Post, 4-2-06). Ese complejo militar alberga vecindarios donde viven sus 20.000 efectivos –con aire acondicionado–, la sede de una unidad especial de operaciones conjuntas rodeada de muros muy altos que confirman su secreto, cuatro grandes comedores, un hospital, una muy larga pista de aterrizaje, 250 naves aéreas y ciertas “amenidades”: restaurantes Subway y Popeye’s, un Burger King abierto las 24 horas, un Starbucks de imitación, un par de tiendas. Habrá más: Internet, TV por cable y teléfonos para llamadas internacionales. De base militar transitoria poco tiene. Más bien es una isla estadounidense militarizada en territorio hostil.
Una semana antes de la publicación del artículo de Rick, el general Mark Kimmett, segundo del comando central de los ocupantes en materia de planificación y estrategia, había declarado paladinamente: “Ya hemos entregado importantes zonas de territorio a los iraquíes... No se trata sólo de un plan, es nuestra política no tener base permanente alguna en Irak” (seattlepi.nwsource.com, 28-1-06). No otra cosa había expresado el entonces jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld: “No se planea por ahora la instalación de bases permanentes en Irak. Es un tema que ni siquiera hemos conversado con el gobierno iraquí”. La base Balad Air ya estaba construida. Pareciera que, bajo el gobierno Bush, la mentira es un monopolio de Estado.
Tony Snow subrayó que la presencia ad infinitum de tropas norteamericanas en Irak sólo serviría para fortalecer su seguridad interna y no para agresiones a terceros países. Pero los bombardeos a Irán no sólo están previstos, fueron publicitados. El pretexto para la permanencia por tiempo indefinido de 30.000 a 50.000 militares es el de siempre: emplear el territorio iraquí como plataforma en la lucha contra Al Qaida y otros grupos terroristas. Esto entrañaría la retirada de buena parte de los 160.000 efectivos estadounidenses hoy en Irak y cabe imaginar que W. Bush procura una suerte de consenso bipartidario para continuar la ocupación aunque el gobierno pase de un republicano a manos de un demócrata en las próximas elecciones presidenciales. Así, el programa de los “halcones-gallina” no se vería perturbado. Contra la opinión de sus votantes, la cúpula del partido demócrata ya ha capitulado al aprobar el enorme presupuesto de guerra del año fiscal 2007-08. En Irak, EE.UU. no está dispuesto a bajar el telón.
En cambio, no se pudo levantar el del teatrito del prestigioso Colegio Wilton de Connecticut, en el que 16 estudiantes de teatro iban a representar “Voces en conflicto”, una obra sobre Irak. La pieza consiste en una serie de monólogos que recogen la palabra de soldados que allí combaten y “describen gráficamente la violencia y una ambigüedad moral que parecía cuestionar la ecuanimidad de la guerra” (The Christian Science Monitor, 12-6-07). El decano del colegio, Timothy Canty, canceló en marzo la representación porque podía herir los sentimientos de deudos de los caídos y de familiares de los efectivos en Irak. El hecho motivó que Edward Albee y una treintena más de conocidos dramaturgos firmaran una carta de protesta y que varios teatros de Nueva York ofrecieran sus instalaciones para que la obra llegue al público. Los actores tal vez pronuncien frases como la del soldado Donald Hudson Jr.: “¿Por qué seguimos todavía en este país que no nos quiere?”. O ésta, del capitán Jeff Leonard, que atiende a efectivos traumatizados por la guerra: “Estoy cansado de ver llorar a jóvenes en la plenitud de su vigor” (www.vaiw.org, 12-6-07). Se sabe: una contienda bélica produce mutilaciones de todo tipo.