lunes, 3 de diciembre de 2007
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SABERES AJENOS
Por Leticia Artiles (*)
LA HABANA, Nov (IPS) El respeto a los "saberes ajenos" es un foco
importante en el contexto intercultural y constituye un tema vital
para el diseño de estrategias de comunicación social. La emisión de
mensajes como sistemas de signos, símbolos, frases, palabras,
esquemas, requiere un acoplamiento con la cosmovisión, creencias,
actitudes y prácticas de las poblaciones receptoras. Sin embargo, algo
tan sencillo no siempre se tiene en cuenta.
Hace unos años, trabajando en la sierra andina y conviviendo con las
poblaciones campesinas e indígenas, comprendí que para transformar la
conducta de las personas me quedaba mucho por aprender.
Se trataba de un programa para mejorar la salud reproductiva de una
población con alta frecuencia de embarazos y donde muchas mujeres en
edad fértil enfermaban y morían durante el embarazo, parto y
puerperio. Pretendíamos que la población comprendiera que espaciar el
tiempo entre los partos significaba disminuir las enfermedades, las
complicaciones y la muerte de sus mujeres y que esto se podía lograr
con un método muy natural: "la lactancia materna, a demanda espontánea
(cada vez que el niño o niña la desea), inhibe la ovulación, por
tanto, mientras dura el tiempo de amamantamiento disminuye la
probabilidad de salir embarazada".
Habíamos preparado un intercambio con la comunidad y poco antes me
encontré a una mujer que llevaba dos niños de tres y cuatro años de la
mano y otro en ancas sobre las caderas. Cuál no sería mi sorpresa
cuando al explicarle lo que íbamos a hacer me dijo: "Pero si dice eso
delante de mi marido, no querrá que le dé la teta a la guagua (niña).
Él quiere muchas guaguas que nos ayuden en la siembra y en la recogida".
Lo que para nosotros era bueno, saludable e incrementaba la calidad de
vida, chocaba con la práctica cotidiana: mientras más hijos varones,
pues mejor, constituían una importante fuerza de trabajo para la
tierra de la que dependía su subsistencia.
Así pasó también durante la preparación de una campaña de salud contra
el cólera. Uno de los carteles propuestos para los dispensarios
mostraba a unos campesinos enterrando un féretro y la frase
"ENTERREMOS EL COLERA". Tampoco en este caso se había contado con las
personas que recibirían el mensaje. Ellas veían la muerte no como el
final, sino como un "más allá" donde continuaba su otra vida. En otras
palabras, se estaba diciendo: "démosles más vida al cólera".
Y en esa misma dirección, había un cartel para que las mujeres
acudieran a parir en los dispensarios que mostraba una indígena con
un vientre de gestación avanzada, del cual emergía una serie de líneas
y estrellitas, como supuesta expresión de dolor. Sin embargo, la
cosmogonía indígena relaciona las estrellas, el firmamento, como
marcas de la vida, y en algunos casos como elementos protagónicos de
la descripción de su curso vital. Es decir, nuestra imagen del
"dolor" no tenía esa representación para las mujeres a quien iba
dirigido; para ellas, representaba fe, amor y vida.
A mi juicio, los códigos de comunicación siguen partiendo de la
concepción, diseño y promoción de grupos especializados, pero carecen
de la inclusión "real" no "formal" de los saberes de ese "otro" a
quien va dirigido el mensaje. Y, por tanto, los programas generales,
que no tengan en cuenta el contexto, el territorio y las relaciones de
género, siempre estarán sesgados en su intención.
Desde la antropología, a esas etnias, o sencillamente a los grupos
culturalmente diferentes, tenemos que ser capaces de darle los
elementos y herramientas necesarias para que, desde sus códigos y
cosmovisión, construyan ellos mismos los mensajes comunicativos que
pueden contribuir a promover cambios de conducta. Quizás, lo que nos
quede a los que contamos con la infraestructura necesaria para
procesamiento e información, es instrumentarlos desde esa óptica.
Este problema no es nuevo. En 1947, un informe del Instituto
Smithsonian de Estados Unidos, elaborado con la Oficina Sanitaria
Panamericana, reconocía la necesidad de incorporar especialistas en
antropología para diseñar los programas de salud en poblaciones
interculturales.
Creo sinceramente que en este mundo "global" donde el mercado y el
consumo lo atraviesan todo, donde fuentes financieras y fundaciones
facilitan fondos para el desarrollo de proyectos interculturales
dirigidos a mejorar las condiciones y calidad de vida de esos grupos,
debemos recordar que "de buenas intenciones esta empedrado el camino
al infierno".
No se puede partir del etnocentrismo occidental, donde nuestros
saberes colonizadores disminuyen al otro/a no tenido en cuenta. No
basta con la incorporación de la comunidad en la recepción de los
mensajes, sino cómo se toman en cuenta sus realidades y su
interpretación de la cotidianidad, para que sea ella la que diga cómo
hacerlo y cómo representarlo. Es necesario comprender que el irrespeto
a los saberes, la historia, el capital simbólico, cultural y social de
estas comunidades, es también una forma de violencia. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Leticia Artiles, antropóloga cubana, coordinadora de la Red
Latinoamericana de Género y Salud Colectiva de la Asociación
Latinoamericana de Medicina Social (ALAMES).