Selección de declaraciones ofrecidas durante su vida Por Norman Mailer (*)
La novela: El propósito último del arte es intensificar y exacerbar la conciencia moral de la gente. Pienso, en particular, que la novela es, cuando es buena, la forma más moral de las artes, porque es la más inmediata, la más insoportable, si usted quiere. La más inescapable. La novela nos cambia la vida. Ha habido, por ejemplo, matrimonios disueltos porque alguno de los dos leyó una novela y llegó a la conclusión de que la vida del personaje del libro era más interesante que la suya propia. Es doloroso leer una buena novela. Por eso hay pocos que lo hagan.
FBI: Creo que mucha gente necesita al FBI para mantenerse cuerda. Es decir, si uno quiere ser profundamente religioso -convertirse en santo, por ejemplo- uno debe arriesgarse a la locura; pero si uno, en cambio, desea huir de la locura, un método adecuado es unirse a una religión organizada. El FBI es una religión organizada.
Los medios: Los medios están constituidos por gente que busca ante todo el poder. Y no porque posean algún sentido moral. Ansían el poder porque les alivia la profunda enfermedad que les aqueja. Que nos aqueja a todos. La enfermedad del siglo veinte. No hay espacio psíquico para todos nosotros. La ley de Malthus ha dejado de ser la de la excesiva procreación de los cuerpos y se ha convertido en la de la excesiva mediocrización de las psiques. Ya nadie muere en el campo de batalla o por falta de alimento: la muerte ocurre dentro del cerebro, dentro de la psique misma.
El fascismo americano: El fascismo se puede obtener en multitud de formas: mediante la Iglesia, el sexo, la seguridad social, la ecología, la medicina socializada, el FBI, el Pentágono. El fascismo no es una filosofía sino un modo asesino de envilecer y matar la realidad suavizándola con mentiras. Cada vez que se contempla un espectáculo deficiente por televisión, se está contemplando a la nación que se prepara para el día de la llegada de Hitler. No porque sea fascista la ideología del espectáculo; por el contrario, la ideología manifiesta es invariablemente liberal, pero el espectáculo prepara para el fascismo porque se trata de arte prostituido, que enferma un poco más a la gente. Y cada vez que el pueblo se enferma a nivel colectivo, el remedio va siendo progresivamente más y más violento e inmoral. La enfermedad insidiosa e ins&iacu! te;pida exige un purgante violento y de largo alcance.
El público: Creo escribir para un público que carece de tradición para medir su experiencia, pero posee la intensidad y claridad de su propia vida interior. Para ese público me gustaría ser lo suficientemente bueno como escritor.
Hemingway: Parece más o menos evidente que los hombres que han convivido mucho con la violencia suelen ser más amables y más tolerantes que los que la aborrecen. Los boxeadores, los toreros, gran cantidad de soldados, los héroes de Hemingway en suma, casi siempre son hombres muy amables. Y no porque hayan leído a Hemingway. Eran amables mucho antes de que naciera Hemingway. Sucede que éste fue el primer escritor que observó esa repetición y la respetó profundamente.
El XX, un siglo de plástico: El impulso del siglo XX parece ser el deseo de conseguir que la sociedad ande sobre rieles. Se puede tolerar cualquier cosa con tal que la dialéctica se deslice distante de nuestra naturaleza. Los materiales mismos de nuestro mundo nos sofocan por todas partes. Los plásticos son el perfecto ejemplo material, el sello y la rúbrica tecnológica de nuestro siglo: son materiales sin textura, sin sustancias orgánicas, ningún color natural, impredecibles. Ahora bien, la capacidad razonable de predecir es, después de todo, la armadura con la cual se han construido grandes sociedades del pasado. El plástico, sin embargo, se parte en dos por cualquier razón. Soporta castigos tremendos y súbitamente estalla en la noche. El casco de fibra de un barco puede atravesar tormentas que abrirían un casco de madera. Hasta que un día topa con un mode! sto escollo y se rompe completamente. O se vuelca de súbito. Y esto es así porque se trata de un material que no alcanza a divorciarse de la naturaleza pues ni siquiera ha formado parte de la naturaleza. El plástico es la perfecta metáfora del hombre del siglo XX y de la curiosa, sorprendente y salvaje índole de la violencia moderna.
Descargo: Se me ha acusado de haber despilfarrado talentos, de haberme entregado a un exceso de actividades, de haberme empeñado con demasiada conciencia en convertirme en famoso, de haber actuado teatralmente en los límites y, en realidad, en el centro de mi propia leyenda pública. Y, por supuesto, como cualquier criminal, soy mi mejor abogado; el día que deje de serlo será un día triste. La defensa que expondré depende de mi noción favorita: que un experto se opone, por definición al crecimiento. ¿Por qué? Porque un experto es el hombre que avanza en una sola dirección hasta que llega un punto en que debe utilizar toda la energía de que dispone para mantener el avance; no puede permitirse mirar en otras direcciones. En otras palabras, se ha convertido en miope. Por este motivo los chicos que usan anteojos suelen disgustar a los que no los usan. Los que tie! nen buena vista sienten que el niño con anteojos es un experto que gobernará el mundo. Creo que la primera vergüenza crónica que experimenté en la vida fue el tener que usar anteojos. Y ahora no los uso, aunque soy tan miope que no reconozco a mi mejor amigo a tres metros de distancia. Como he sido un experto prematuro, creo que reaccioné contra ello: resultar bueno para cualquier cosa me podía liberar del problema.
Marihuana: La marihuana afecta el sentido del tiempo: te acelera; te abre a tu inconsciente. Pero todo sucede como si estuvieras acudiendo a las reservas que tienes para los tres próximos días. Todas las dulzuras, todos los cristales salinos, todas las pequeñas decisiones, todo el trabajo inconsciente de los tres próximos días -o, si la experiencia es lo bastante profunda, de los próximos treinta días o de los próximos treinta años- se anticipa. Durante media hora o durante un par de horas -según sea la fuerza de la yerba- te encuentras mejor que habitualmente y te metes en situaciones en que no te meterías habitualmente y te suceden más cosas. Haces mejor el amor, hablas mejor, piensas mejor, comprendes mejor a las personas. El asunto es que tienes que llegar lejos, porque estás usando tres días en una hora. Así que a menos que vuelvas -digamo! s- con setenta y dos horas en una hora, perdiste.
Pena capital: Que el pueblo vea al verdugo profesional y al condenado luchando mano a mano en la arena. El verdugo es un profesional y va a ganar la mayoría de las veces; pero no tiene la absoluta certeza de ganar y esto deja al condenado una última oportunidad para luchar por su existencia. Y ese espectáculo abre los ojos del público a la verdadera naturaleza de la ejecución. Que vean la sangre sobre la arena. Es posible que el público decida que así y todo sigue deseando la pena capital. Si es así, tendrá más poder. Les gusta la sangre. Pero al menos una hipocresía profunda -el apartamiento de la ejecución de los ojos del público que la ha decretado- dejaría de existir.
Cristo: Si uno ama a su mujer y ama a sus niños, de a poco se empieza a sentir la proximidad de Dios. No estoy diciendo que tu esposa sea Dios o que lo sean los niños, pero uno está casado con un aspecto más de la creación. Es decir, tocas a Dios. De este modo, la mayoría de la gente se torna tranquilamente religiosa y después de muchos años puede decir: ''Sí, creo en Dios, creo mucho en Dios''. Ha habido un crecimiento tácito del sentimiento, sin que se lo advierta ni se piense necesariamente en ello. Continúan por años con sus niños y en cierto momento se encuentran con que están rezando. Supongamos que un niño se enferma, rezan por la protección del niño enfermo y caen en la cuenta de que se han acercado mucho a Dios, porque han visto este extraordinario milagro de un niño que crece cada día, y cambia cada d&iacut! e;a, y tiene una vida que no se puede explicar ni por la habilidad de la madre ni por la del padre. La creación entonces parece hermosa, se manifiesta. Pero, como dije, éste no es el camino ni el modo del místico. Si usted quiere, esto es encontrar a Cristo a través de las obras.
El mundo: Me importa mucho conocer los modos como funciona el mundo. Creo que la mayoría de los escritores talentosos se arruinan porque carecen de la suficiente experiencia para conocer y aprender y entonces sus novelas propenden siempre a poseer cierta paranoide perfección que no es tan buena como los encrespados límites de la realidad. La canción del verdugo impactó mucho a la gente precisamente porque no es una obra paranoide. Incluye todo el arriscamiento de lo real. Si ese libro lo hubiera imaginado solamente, habría resultado mucho más perfecto y mucho menos bueno.
Ese es el tema que me obsesiona: qué parte de la historia que se genera en torno de nosotros es conspiración y qué parte sólo estúpidas coincidencias. Y hace falta conocer el mundo para tener alguna idea clara al respecto. ¿Cuánto controla efectivamente la mafia, cuánto cae en sus manos por pura suerte?
Corporaciones: Las corporaciones rebajan el verdadero estándar de vida. Teníamos carreteras por las cuales realizar un viaje interesante. Ahora las supercarreteras y autopistas han vuelto monótono hasta el paisaje más hermoso. Construimos edificios sin rostro, sin decoración, sin personalidad, de techo plano. No nos exaltan si los miramos; nos deprimen. La exaltación forma parte, también, de nuestro verdadero estándar de vida. Y adulteramos la comida. Los comestibles promedio -y no sólo en Norteamérica, porque exportamos esta porquería- cada vez tienen menos sabor.
TV: La televisión adultera las relaciones humanas. La TV hace a las relaciones humanas lo que los alimentos congelados hacen a los verdaderos.
Guerra fría: Que alguien se decida a decir que no tenemos que resistir a los rusos. Que vengan acá y se mueran de indigestión. Dejémolos que intenten tomar Norteamérica. Perecerán. A los norteamericanos les gustaría la idea de formar una resistencia subterránea. Se produciría el mayor grito de libertad jamás oído. Y los rusos se fundirían en las costas de América. Esta idea nunca se ha conversado en nuestro país. Y le muestro su fuerza si pensamos en lo opuesto: ¿qué pasaría si los rusos nos invitaran a ocuparlos? Nos agotarían como nación.
Mailer: Siempre me ha parecido que la gente no reacciona ante mí como si estuviera realmente ante mí, sino como si estuviera frente a una fotografía mía. Así que puedo cambiar la fotografía y divertirme observando las reacciones. El demonio que hay en mí se regocija con esta capacidad camaleónica. Nunca podrás comprender a un escritor hasta que le encuentres y precises su pequeña vanidad secreta; la mía siempre ha sido la seguridad de que puedo frustrar las expectativas. La gente cree que ha encontrado el modo de prescindir de mí, pero, como el mayordomo loco, regreso a servir la comida.
Cine: Me parece que las buenas películas tienen más posibilidades de alcanzar los sentimientos más profundos de la gente. El cine es más primitivo, me parece, que la literatura. Las películas se dirigen a estados de conciencia más primitivos. La gente que no sabe leer puede, sin embargo, reaccionar profundamente ante una película. Y la película verdaderamente buena afectará a dos personas profundamente y estas dos personas podrán discutir durante horas su mensaje. Uno podrá decir que es una sátira y el otro que es una tragedia. La película debiera calar hondo en la psique y demostrarse verdaderamente perturbadora. Una persona puede atravesar el horror con ella, y la otra reírse. Eso es buen cine. En el malo todo el mundo se ríe de lo mismo.
Los gigantes: Hay por lo menos veinte escritores americanos que, preguntados por quién es el más importante de Estados Unidos hoy, situarían en primer lugar a un autor: a ellos mismos. John Updike diría que es John Updike y Saul Bellow habría dicho que Saul Bellow. Y Norman Mailer, se lo puedo asegurar, diría que Norman Mailer. Pero en la actualidad no hay gigantes. Hubo un Hemingway y un Faulkner. Ahora somos como los radios de una rueda. No se puede preguntar cuál es el radio principal.
Borges: Está bien, era un conservador, pero... No soporto pensar en un escritor en términos políticos. Y menos en primer lugar. Es lo mismo que pensar en alguien y empezar por el ano. Borges tiene la mágica habilidad de tomar una anécdota e invertirla por completo. Muchas veces he pensado que Borges hace en cinco páginas lo que a Pynchon le cuesta quinientas. Borges nos muestra los recursos de la novela. Es el mago de los magos.
García Márquez: Es maravilloso. En Cien años de soledad creó cientos de mundos, no uno solo. No sé cómo es capaz de hacerlo. La gente aparece en sus libros... En diez páginas crea una familia que tiene dieciocho hijos durante diez años, y uno conoce a cada uno de los hijos y todos los acontecimientos que les sucedieron en la vida.
Liberalismo: A los liberales no les gusta creer en el vasto poder del inconsciente, en la malignidad del verdadero asesino que reside dentro de la gente más ordinaria. Confundir la superficie con la realidad es el reflejo básico del liberal. En efecto, los liberales se lo pasan diciendo: ''No veo a Dios, ¿por qué suponer entonces que existe?'' De aquí proviene, me parece, su actual bancarrota. El liberalismo no tiene nada incitador ni excitante que proponer. Creo que este fracaso se origina en su incapacidad de encarar el asunto más temible del siglo XX, que no es el comunismo, sino el nazismo. No ha podido ni siquiera acercarse a la comprensión de ese increíble fenómeno que se apoderó del país, de la gente más decente, trabajadora y limpia del mundo, el fenómeno increíble de un fascismo que fue mucho más allá de los límites norma! les del totalitarismo y provocó el más extraordinario y despreciable exterminio de enormes cantidades de gente. Y esto surgió de una nación que siempre respetó tremendamente la ley. El inconsciente es, en verdad, un lugar inmundo. Los liberales, que son incapaces de integrar este pensamiento dentro de su filosofía, saludaron obviamente muy felices esa frase de Hannah Arendt. Pero creo que hablar de la banalidad del mal nos empuja precisamente en la dirección equivocada.
Norman Mailer
Con apenas 25 años, Norman Mailer entró en escena con uno de los debut más espectaculares de la literatura norteamericana: su monumental novela Los desnudos y los muertos (1948) lo mostraba como un hombre que había atravesado la guerra y estaba dispuesto a ponerse sobre los hombros el horror del mundo para darle sentido.
Durante los siguientes 60 años, estuvo a la altura de su ambición: peleó públicamente por lo que creía, diseccionó la realidad y sus mitos, militó por más causas que nadie, escribió como un poseso sobre cada tema que lo obsesionó, ganó enemigos y premios, y hasta su último aliento bregó por una Norteamérica que volviera a esas raíces que alguna vez la hicieron una tierra de libertad. Hace una semana, la literatura se quedó sin una de sus voces más vitales y polémicas.