domingo, 6 de julio de 2008

Cumpleaños Ernesto Che Guevara viaje a Rosario de Santa Fe ciudad argentina donde vió la luz el gigante de la ética universal




















"Che" Guevara: crónica de su 80º cumpleaños.

(AW) El sábado 14 de junio de 2008 se cumplieron 80 años del nacimiento de Ernesto "Che" Guevara.

En este envío especial, les brindamos la crónica del viaje y el evento, en donde se inauguró una estatua de bronce y una plaza en honor al Comandante.

Hacía frío. Mucho frió. De todas formas eso no importa. Era muy temprano cuando el micro salió de Buenos Aires para Rosario. Pero tampoco importa.

Sábado 14 de junio, de madrugada era todavía cuando desde la ventana del colectivo pude advertir que ya estábamos dentro de la negrura de la ruta; esa oscuridad total que hace sentirse en el medio de la nada, aunque podíamos estar en el lugar mas conocido por nosotros.

Nada. No se veía ni siquiera oscuridad.

Lo mas lógico que podía pasar finalmente sucedió: entre pensamientos que intentaban adivinar una figura del "Che" en bronce, el sueño se adueñó, ayudado por nuestro transporte-mecedora, definitivamente de nosotros.

La temperatura, lejos de venirse agradable, descendía, como también la velocidad del micro.

Apenas los parpados se habían despegado para ver un espectáculo, que, inmediatamente pudimos comprender: al costado de la ruta, cientos de camiones parados, estáticos por el frío que corre por las venas de ciertos hombres.

Apenas delante de la fila de lonas verdes cubriendo acoplados, aparecieron varias decenas de camionetas 4x4, todas ellas importadas, desembocando en una zona con casas-rodantes, donde alrededor se concentraban hombres muy bien abrigados, en medio de un paraje que no reparaba en lujos (antenas de televisión satelital y parrilla con lechones y asado incluidos).

¿Debíamos llamar a eso piquete, cuando estamos acostumbrados a que en los mismos las ollas populares sean con mas agua que carne?

Al ratito nomás estábamos otra vez en movimiento, charlando, como no podía ser de otra forma, de lo que habíamos visto mas atrás.

Pero esta crónica no trata de eso. Llegar a Rosario es difícil.

No por una cuestión de accesibilidad, sino porque en la entrada uno puede ver gigantes, modernos y costosos galpones de empresas nacionales y extranjeras, todas ellas dedicadas al rubro del agro, cuyas instalaciones finalizan justo donde comienza la villa mas grande de la ciudad, que son iguales a las que conocemos en Buenos Aires: igual de grises, igual de pobres, igual de tristes.

Y después… allí está: tal vez la ciudad mas imponente de la república: con sus edificios y sus mezclas arquitectónicas, con los parques mas bellos, entre ellos el de "la independencia", en donde día a día cientos de jóvenes se juntan a practicar todo tipo de deportes, y sobre todo, donde la movida cultural lleva a que toda la ciudad se vista de un gran espectáculo callejero, con bandas, teatro y un sin fin de actividades al aire libre.

Es cierto, podríamos haber iniciado aquí nuestro relato del día en que el "Che" cumplió 80 años; pero decidimos empezarlo antes.

Llegar a la plaza "Ernesto 'Che' Guevara" fue fácil: solo hubo que seguir a las columnas que caminaban por cualquiera de las calles.

En una esquina vimos al Comandante, con su histórico rostro pintado sobre una bandera roja, flameando en el viento, con esa mirada firme y solidaria, contemplativa y terminante.

A nadie sorprende ver al "Che" sobre fondo rojo; como tampoco sorprende, tan solo metros mas adelante, verlo en fondo celeste y blanco, amarillo, negro… en fin… en todos los colores.

Y al final, allí la plaza. Quizás una hectárea, o una manzana, como prefieran.

Los panes de pasto recientemente colocados.

Las pocas flores meneándose con el viento, y soportando, estoicas, la arremetida del frío: no las iban a vencer, de ningún modo. Estaban allí para saludar a Su Comandante.

Una sabana blanca tapaba la estatua construida por Andrés Zerneri.

Tal vez, sin darse cuenta, ese era también otro símbolo: el "Che" es, sin duda, para muchos, un fantasma que vuelve, una y otra vez, y que a los tiranos de conciencias intranquilas, perturba con su imagen, con su rostro que los mira desde una remera, y que les recuerda que les llegará su turno.

El blanco trapo cubría los 4 metros de alto de este "Che" de bronce, hecho con la colaboración de mas de 14 mil personas, quienes donaron llaves y distintos objetos, y que, con su participación, decidieron que Rosario era el mejor lugar para que ese "Che" de 1,5 toneladas, se pare tan firme como siempre.

El acto estaba muy bien organizado: desde temprano la zona inmediata al monumento estaba separada por vallas, que aislaban el escenario y el "palco" de sillas de plástico, del resto de la multitud.

Fue entonces cuando el presentador dio inicio al acto de inauguración.

El primer orador fue Roberto "Champa" Galiotti, de la multisectorial de solidaridad con Cuba:

"esta ciudad de Rosario, que vio nacer al pequeño Ernesto, atesora una larga tradición de dignidad y de lucha, por una sociedad donde predomine la relación fraterna entre todos los seres humanos. Su ejemplo es, precisamente, la antítesis de la descomposición moral que exhibe el sistema capitalista, y desde esa conducta trabajó sin descanso", dijo en su extenso discurso.

Todo salía más que bien. Pero así son las cosas… tenía que pasar.

Mientras Aleida, hija del "Che" subía al escenario, militantes de "libres del sur", la fracción K, intentó, lamentablemente con éxito, copar la zona principal del evento, imponiéndose con codazos y empujones, para poner en primera línea sus banderas, y obstruir la visión del resto de los participantes del acto.

Lo mismo hizo el "Partido Comunista Congreso Extraordinario", que a punta de lanza (corrían a quienes estaban adelante con la punta de las cañas) y diciendo "cuidado", (como si fuesen los espectadores los que ponían sus espaldas en los picos de los palos) se abrieron paso para poner sus banderas adelante, pasando por sobre todo aquel que estuviera en su camino, aunque hubiera llegado una hora antes.

"…De qué sirven los discursos, y hasta los monumentos, si no llevamos a la práctica sus ideales y sus convicciones. Necesitamos unidad, palabra mágica que tanto mencionamos, pero que apenas sentimos", dijo Aleida Guevara March, hija del "Che", quien había iniciado su discurso recordando a su padre: "Escribirle algo a mi padre en su 80 cumpleaños es difícil para mí. No creo en ningún más allá, pero reconozco que hay veces que desearía que ese más allá, fuese un ven acá. Me gustaría poder abrazarlo, mimarlo, y discutir con él todas las cosas que me van golpeando; pero eso es imposible porque físicamente hace mucho que ya no está"

"Este argentino, nacido en Rosario, no se cansa nunca de dar el ejemplo. -continuó Aleida- Y es que como ser humano es tan completo, que no logramos igualarlo; lo intentamos, seguro, pero muchos nos quedamos sólo hablando, aunque desgraciadamente pocos actuamos (…) Necesitamos educación, porque sólo sabiendo lo que queremos y cómo podemos hacerlo, es que dejaremos de ser manipulados, utilizados, y podremos ser realmente libres".

Nunca vamos a saber si se inspiraba en lo que veía. Pero a lo largo del discurso de Aleida se podía escuchar, y reflexionar, sobre las propias actitudes que podían verse en esa plaza: "Hablar (sobre el "Che") es muy fácil; hacer estatuas… no tanto, pero ustedes han demostrado que se puede; pero ser como él… eso es muy difícil".

Aleida no pasó por alto el lockout agrario: "Necesitamos acción revolucionaria, que nos permita modificar lo que sabemos que no puede seguir ocurriendo. Para impedir que personas sin escrúpulos tiren la leche; por ejemplo, tan necesaria para muchos niños que hoy mueren de hambre, para tantos hombres y mujeres que la necesitan. Por favor, no permitan estas cosas".

"Son problemas internos de la Argentina, pero como mujer y como médica que trabajó en los problemas de desnutrición les pido por favor que no permitan estas cosas. Ayer (por el viernes) Adolfo Pérez Esquivel se preguntó qué haría el "Che". Hoy les pregunto a ustedes: ¿qué van a hacer?".

Luego de Aleida siguieron Andrés Zerneri, el escultor de la obra, y el General Rogelio Acevedo González, compañero de lucha del "Che".

Preferimos de todos modos quedarnos con el discurso contundente y furioso de Aleida.

Finalmente el momento llegó.

El frío era aun mayor que al comienzo, pero a nadie parecía importarle.

La sabana se deslizó, tirada por chicos de escuelas de La Matanza y de Cuba, y allí a apareció el "Che" de bronce, marchando siempre hacia delante, mirando en dirección nor-noreste, justo a donde está otro "Che" en estatua, en Cuba, mirando en dirección sur-suroeste, uniendo bajo su mirada a toda Latinoamérica.

La plaza estalló en gritos y aplausos.

Algunos sintieron congelarse en sus mejillas algunas gotas de agua y sal.

Era el fin del acto, pero no del espectáculo y de las sorpresas: hinchas de Rosario Central (equipo del cual era simpatizante el "Che") llegaron con sus banderas azules y amarillas, con una murga barullera, para unirse al resto de la multitud, recordando en su cantar: "hay que saltar / hay que saltar / el Che Guevara / es de Central".

Recorriendo la plaza pudimos hacer cierta memoria. Alguna vez, en Buenos Aires, vecinos de la plaza Ramón Falcón decidieron cambiarle el nombre a su parque, eligiendo a "Ernesto 'Che' Guevara" como nueva referencia.

No pudo ser. Las autoridades no lo permitieron.

Esta plaza "Ernesto 'Che' Guevara" de Rosario, está firmemente reconocida y apoyada por la municipalidad de esa ciudad, que en su plaqueta explicativo-conmemoratoria, hecha en un hermoso mármol, aclara: "Primer monumento de bronce en homenaje a Ernesto <> Guevara. Construido como obra colectiva con el aporte de 14.757 personas, quienes votaron eligiendo a Rosario como lugar de emplazamiento. El <> nació en esta ciudad. Fue soldado de la humanidad entera, sus ideas son un estimulo para las nuevas generaciones y una constante exhortación a la conciencia revolucionaria. 14 de junio de 2008, a 80 años de su nacimiento"

La vuelta fue como la ida, pero al revés.

Solo que en nuestras cabezas rebotaban, mezcladas en una sola, la mirada del Comandante, y la voz de Aleida: "Hoy les pregunto a ustedes: ¿qué van a hacer?".