martes, 7 de octubre de 2008

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LOS MILLONES QUE MUEVE LA PEDOFILIA EN EL MUNDO Y EN LA ARGENTINA

El negocio más oscuro

En todo el mundo mueve 14 mil millones de dólares anuales. Un organismo británico especializado informó que sólo el turismo sexual infantil involucra una cifra de cinco mil millones de dólares por año. Estadísticas policiales indican que en la Argentina cinco mil chicos son entregados cada año a esa actividad. Para esos investigadores policiales, y también para los expertos, el desarrollo de internet potenció el problema.

Juan Pablo Bermúdez

07.10.2008

Secuencia uno. Una habitación infantil. Hay nubes blancas pintadas sobre una pared celeste. La nena aparenta entre nueve y diez años de edad, tiene un pantalón pijama también celeste y nada en el torso. Está sentada en el borde de una cama de caño. Dos hombres ingresan y uno se ubica a sus espaldas. La toma con suavidad de los hombros y la empuja hacia delante, hacia el pantalón desabrochado del otro hombre que se había parado de frente a ella. Lo que sigue es innecesario y previsible. No dura mucho: cuarenta segundos después es el fin de la muestra gratis vía web. Para la secuencia dos (y tres, y cuatro...) habrá que pagar 120 pesos.

El negocio de la pornografía infantil está en crecimiento y sus modos llegaron a la Argentina, donde al parecer hay clientes de sobra. En nuestro país las estadísticas de la policía indican que unos cinco mil chicos por año son entregados al negocio del turismo sexual. Y se señala también el crecimiento de los factores necesarios: familias marginales y muy numerosas, falta de trabajo, pérdida del poder adquisitivo. Pero mientras en algunos países del Primer Mundo el problema de la pedofilia y el abuso a menores de edad está asumido y se intenta legislar y prevenir en consecuencia, aquí todavía no se termina de mirarlo de frente. No sólo resulta relativamente sencillo y accesible conseguir material: si bien no hay todavía estadísticas oficiales, los investigadores policiales consultados afirman que aumentó el número tanto de denuncias como de secuestros de material pedófilo. Y todo alrededor de un negocio que en el planeta ya llega a los 14 mil millones de dólares por año. Y que provoca huellas imborrables en la infancia de muchos.

El negocio funciona porque hay quienes se excitan con los chicos. Y el porqué es el interrogante más temido. "En principio, se trata de una perversión, de otra forma de ver el sexo. En casi todos los casos hay un abusado en el pasado de un abusador", explica el licenciado José Luis Franchino, especializado en Niñez y Adolescencia. "Suelen reproducirse cadenas de abusos, el abusador reproduce activamente lo que soportó pasivamente."

Desde otra mirada, no están muy convencidos de que sólo se trate de una secuencia infinita de víctimas y victimarios, si bien saben de la importancia de los traumas de la infancia. Algunos investigadores policiales dicen, con lógica de época, que así como cualquier adicto a las drogas buscará sensaciones cada vez más fuertes por su condición de adicto, un adicto al sexo podría llegar al consumo de pornografía infantil por ese camino: no hay nada más fuerte que eso. Por eso ponen especial atención a internet: dicen que es un gran fabricante de adictos al sexo.

Martha Cella, psicóloga especializada en casos de abuso infantil, explica que "no se puede afirmar categóricamente, pero sí hay patrones reconocibles: se fijan en niñas y niños de ocho años en adelante y, en menor medida, en más chicos. Por eso es muy importante que tengan claro qué cosas no pueden tolerar de un adulto. Hay que ser específico, los abusadores muchas veces recurren a una relación afectiva, se ganan la confianza del chico primero para consumar el abuso y después para lograr el silencio".

SI SOMOS UNA FAMILIA MUY NORMAL. Las conclusiones sobre el posible perfil de un pedófilo son similares en la gran mayoría de los estudios consultados. El retrato robot, como le dicen, se elabora a partir del estudio de los detenidos por pedofilia, y habla de hombres en el 90% de los casos y mayores de 35 en un 70%; de profesionales de nivel socioeconómico medio o alto en su mayoría; sin antecedentes penales también en su mayoría, y en cuya casa normal es igualmente normal que puedan albergar una familia propia con hijos pequeños propios. La conclusión del perfil es inquietante en tanto responde a cualquiera, incluso al del vecino del departamento de enfrente.

Otra de las características de los pedófilos es que no reconocen culpabilidad en lo que hacen. Franchino explica que "el pedófilo no piensa, actúa, es un impulso. Para él no hay nada de malo en tener relaciones con un chico". Martha Cella agrega que "el pedófilo tiene esa patología, es alguien diferente en la manera de vivir la sexualidad, condicionado en la libertad por la estructura de su personalidad pero responsable por el mal que causa. Por eso coincido en que internet potenció la pedofilia, sobre todo en los últimos años: a ciertos niveles, es la privacidad de la perversión. El perverso disfruta también cuando muestra, cuando sube las imágenes capturadas".

Ésa es una de las piedras angulares del negocio. La tecnología informática les brinda a los pedófilos –en verdad, a cualquiera– la posibilidad de encerrarse a solas con sus perversiones. La ONG española Anesvad, que recopila una base de datos sobre la pedofilia en el mundo desde hace años, calcula que en la red hay cuatro millones de sitios que ofrecen pornografía infantil y reciben unas dos mil millones de visitas al año en una industria que mueve 8.700 millones de dólares en el mismo lapso. Y que cada día abre quinientas páginas nuevas, aunque otras tantas desaparecen. Los pedófilos viven en alerta permanente: en el sitio donde se mostraron las imágenes descritas al principio se explica que la oferta del video dura sólo dos días. Luego no existirá esa dirección, ni ese nick, ni esa página. Los sitios son efímeros por necesidad, en esa fugacidad evitan el rastreo.

El desarrollo de un mercado de pornografía infantil, creen los investigadores policiales consultados, responde también a la lógica de fantasía aceptada del cine pornográfico desde siempre: no todos los que miran videos que simulan violaciones las cometen y la mayoría entiende que se trata de una actuación, pero lo acepta como real porque de otro modo no funcionaría (nada tiene de asombroso, ocurre con cualquier película convencional).

Sin embargo, sí establecen una distinción fundamental: en el caso de la pedofilia, el video nunca es simulación. Investigadores del Consejo Nacional de los Niños, Niñas y Adolescentes (Connaf) marcan una diferencia que parece reafirmar lo anterior: para los consumidores de pornografía infantil el deseo es la concreción del abuso. Puede que lo hagan, puede que no, pero siempre aspiran a la realización. Otra forma de decirlo es que, según su mirada, todo consumidor es un pedófilo activo en potencia.

¿SÍNTOMA DE ÉPOCA? El periodista Marcos Mayer, autor del libro Pedofilia y sociedad, próximo a publicarse, propone un punto de vista interesante: "En el consumo de pornografía infantil hay, por un lado, una negación de las circunstancias que producen esas imágenes, como si los chicos y los adultos que se muestran no existieran ni hubieran sido filmados o fotografiados por alguien. Por otra parte, aunque ninguno de estos consumidores lo plantearía así, la indefensión de esos cuerpos es parte del atractivo, que alguien sea víctima erotiza y, si no sabe que está en ese lugar, más aún. Obviamente, internet ayuda a esto y, sobre todo, cumple una gran función de 'naturalización' del porno infantil, porque lo vuelve fácilmente accesible. No lo tengo claro todavía, pero me parece que la red es la punta de lanza del negocio de la prostitución infantil".

Hay indicios desde antes. Ya el año pasado, el comisario Rubén Bareiro, del Departamento Técnico y Análisis para la Investigación de Policía Federal, explicaba, luego de confirmar el aumento de denuncias por situaciones de abuso en los últimos tiempos, que "aquí se produce cada vez más pornografía en forma casera para el intercambio, pero también se ve ahora una incipiente producción por dinero. La pedofilia, la atracción sexual por los niños, existió siempre, pero internet la potenció. Las cámaras de fotos digitales hicieron que cualquiera pueda producir pornografía".

LA EROTIZACIÓN DE LA INFANCIA. Son varios quienes coinciden en que la imagen de los chicos se ha vuelto en muchos casos un objeto erótico de época. "Hay una erotización de la infancia, tanto en el consumo como en el protagonismo de las imágenes", explica la licenciada Mónica Bardi, especialista en análisis de imagen. "Los estímulos visuales son estímulos sexuales. La mayoría de las imágenes de los medios actuales son construidas a partir de códigos eróticos". No se puede afirmar, nadie lo hace, pero la presunción es que la época y sus modos algo influyen, al menos, en el crecimiento del negocio: mientras la sociedad de consumo dicte los parámetros y convierta todo y a todos en consumidores de algo, el riesgo estará ahí. Y sus consecuencias inevitables.

Marcos Mayer explica: "La erotización del cuerpo infantil es un fenómeno de larga data, por lo menos desde finales del siglo XIX. Pero lo que ocurre actualmente con el uso pornográfico del cuerpo de los chicos es resultado de un modo de funcionamiento social en el que la satisfacción del deseo es la regla y no existe ni la autorrepresión ni la sublimación". Una forma interesante de verlo es preguntándose cómo vería y qué pensaría un adulto de 1950 si viese a cualquier niña de diez años en biquini diminuto, en la playa, en una publicidad, en la portada de una de esas revistas denominadas "fashion".

Acceder desde un sex-shop

No sólo de internet viven los pedófilos. Cuando el cronista de este diario comenzó a seguir la pista de ciertos consumos en un sex-shop del Centro, no tardó mucho en aparecer un video de pornografía infantil del otro lado del mostrador. El local, casi un departamento acondicionado, funciona en el tercer piso de una galería comercial. A la vista, igual a todos: paredes enteras llenas de carátulas de películas divididas temáticamente, accesorios varios, cueros, etcéteras también varios. Pero en una segunda o tercera visita, y previos y convenientes merodeos, finalmente aparece la sección "debajo del mostrador". Como por arte de magia, el vendedor se agachó apenas y enseguida ofreció un CD por 300 pesos. Se trata, dijo, de captura de celular. De los más caros.

En ese tipo de locales, los clientes, oficinistas de traje y una pareja de cuarentones, miran las carátulas en las paredes pero no compran, y es inevitable preguntarse si esperarán estar a solas con el vendedor para lo mismo, para después comprender que tendrán sus motivos para ir a un sex-shop ubicado en el departamento de un tercer piso de una galería que, a la vista, tiene las mismas cosas que se consiguen en cualquier local de artículos sexuales de fácil ubicación. La excusa de la privacidad ya no convence mucho: la propia internet con sus métodos de venta discreta hizo estragos el argumento hace rato.

Enrique Stola
Rodríguez Peña 582, Piso 2º
Buenos Aires, Argentina (1020)


"El silencio es complicidad" José Adán Castelar, poeta de Honduras. América Central
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